lunes, 24 de agosto de 2015

La angustia del saber

POR GREGORIO SALVADOR
4-8-2007 08:11:35
LA conversación ha ido derivando hacia las comparaciones entre el pretérito y el presente, yo me distraigo en mis propios pensamientos y alguien, de pronto, afirma: «Ahora no hay sabios y en tiempos pasados sí que los hubo», lo que me devuelve súbitamente al grupo, porque hay algo que no me cuadra en lo que acabo de oír.
¿No hay sabios ahora? Desde luego, quedan muy atrás, en el pasado, los siete sabios de Grecia y otros muchos de la antigüedad y nadie habla de los posibles siete sabios de USA, del Reino Unido, de Alemania, de Francia, de Italia, de Rusia o del Japón, pero haberlos, los hay, a veces más, a veces menos, y cuentan, cada año, en las expectativas de los premios Nobel.
Hasta aquí, en España, se nombró no hace tanto un comité de sabios, para que pusieran en claro los problemas de la televisión estatal.
 ¿Qué llevaba, pues, a mi contertulio a hacer semejante afirmación?
Que los sabios antiguos eran sabios completos, sabían todo lo que se podía saber, porque el conocimiento humano era entonces abarcable, y los sabios modernos lo son en una sola materia, en una ciencia o en una disciplina humanística, de la que saben todo lo que cabe saber, con perfección y en su más alto grado, y se esfuerzan en profundizar su conocimiento y en ir un poco más allá.
 Quiero añadir que, en cualquier caso, todavía reservamos la calificación de sabio para ese especialista que ha alcanzado un nivel altísimo de sapiencia en su materia, pero que se siente llamado también desde las demás y establece lazos y conexiones con otros ámbitos, que son, en cambio, desdeñados por el que se encierra en su terreno y sigue su camino, a veces largo y fructífero, qué duda cabe, sin mirar a los lados, lo que puede conducirle a ser un investigador eximio, pero nunca un sabio.
Con estas consideraciones, que en aquel momento improvisé de palabra, me parece dejar claro que también en nuestro tiempo existen sabios y no menos que en los tiempos pasados, sino muchos más, porque más numerosa es la humanidad en este siglo y, estadísticamente, a más sabios tocamos, más sabios pretenden ocuparse hoy de poner un poco de orden y concierto en el inmenso, inabarcable océano de saberes que ha alcanzado el conocimiento humano.

Hace cuarenta y tantos años, un matemático amigo, catedrático de instituto como yo, incansable lector, Emilio López Galí, ya fallecido, nos ilustraba a los compañeros de claustro con una explicación, digamos geométrica, con raíces en la filosofía griega, de cuál era la actitud del ignorante, cuál la del pedante, cuál la del despreocupado y cuál la del sabio en el variado mundo de saberes que constituía nuestro horizonte profesional inmediato y nuestro ineludible horizonte vital.
 Un espacio, el del conocimiento, en el que ya para entonces, superada la primera mitad del siglo XX, habíamos perdido pie, claramente.

*.- Pues bien, el ignorante, que conoce su entorno, que sabe sus pequeñas cosas, que posee algunos conocimientos prácticos, utilitarios, es como un punto, un redondelito, por lo que su frontera circular con lo que ignora es mínima y, como tal, ni siquiera la advierte, no tiene conciencia de ella y se siente feliz y satisfecho en su ignorancia.
 Si se acomete la instrucción del ignaro, este va ensanchando el círculo de sus conocimientos y empieza a adquirir conciencia de que existen, más allá, otras cosas que se pueden aprender.
Sus límites con lo que desconoce han crecido notablemente, pero no lo bastante para inquietarlo y su actitud se diversifica.

 El que es pedante se siente tan satisfecho de haber aprendido tanto que se regodea con su propio saber y hace alarde constante de su adquirida erudición. El que es un vivalavirgen sabe hasta donde llegan sus conocimientos, juzga que hay más cosas que le convendría saber, pero está convencido de que no son tantas, de que será cosa de ponerse a ello cuando tenga tiempo y, de momento, le saca todo el provecho posible a lo que ha aprendido. Y hay también quien necesita afirmarse en lo que sabe y sigue aprendiendo, estudiando, analizando, investigando, ampliando ese círculo que dijimos. Lo atrae lo desconocido y para él resulta desconocido todo lo que no sabe, aunque ya lo sepan otros. Y cuanto más sabe, más se dilata el circulo que abarca sus conocimientos y más crece su frontera con lo que ignora, más conciencia tiene de la inmensidad con la que limita y más le retorna a la mente la famosa sentencia shakespiriana, en boca de Hamlet: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que alcanza tu filosofía».

Ese es el sabio ya: quien es plenamente consciente de los límites de su saber y percibe a su alrededor los amplísimos espacios de sus ignorancias. De ahí su actitud natural: la angustia del saber que lo conduce al borde mismo de las incógnitas simas de todo cuanto ignora. El vértigo del sabio, que no padece el necio.

Es un hecho que en el último siglo el saber humano se ha multiplicado hasta límites insospechados, en progresión geométrica, y que su crecimiento no cesa, que se han afianzado no pocas certidumbres y se han descubierto nuevas vías de penetración en los secretos de la naturaleza y el universo, que inimaginables milagros se han ido realizando, que la humanidad sabe hoy del mundo que habita y de sus resortes y de sus misterios muchísimo más de lo que nunca había sabido y ni tan siquiera imaginado, que disfruta de nuevas posibilidades hasta hace poco insospechadas y que vislumbra caminos que aún la pueden conducir más allá. Naturalmente, hablo de la humanidad como especie, no del hombre concreto, porque ya dije que el saber está muy repartido y, por lo general, el homo sapiens sapiens, uno a uno, aisladamente, sabe más bien muy poco y tampoco podríamos decir que entre todos lo sabemos todo, porque ya hemos apuntado las diferentes actitudes que existen ante el saber. Lo único que cabría decir es que en el conjunto de las mentes de los sabios -entendiendo hoy por sabio lo que dejamos dicho: el especialista profundo que sabe mirar hacia otros lados- se atesora la esencia, el núcleo de la sabiduría humana. Pueden ser unos cuantos miles en todo el mundo, no me atrevo a aventurar la cifra. Hace ya muchos años, quizá treinta, quizá cuarenta, leí en un artículo de divulgación científica que si desaparecieran, a un tiempo, de la faz de la tierra seis mil personas determinadas, las que de hecho poseían las claves de la ciencia que había transformado al mundo, todo el avance tecnológico que ya disfrutábamos se vendría abajo. No sé precisar ni siquiera suponer cuántos miles de sabios verdaderos habrá hoy en nuestro planeta, pero sí puedo imaginar el cataclismo a que nos conduciría su desaparición simultánea.

El funcionamiento del mundo, su medida, está en sus mentes y, desde luego, la angustia de lo desconocido, pues cada uno de ellos, desde su alta cumbre, puede lanzar su mirada y enlazarla con las que vislumbra, activas, en las montañas de su nivel, pero también otear los sucesivos valles de ignorancias, las interminables llanuras desoladas e ignotas, las densas nieblas lejanas que ocultan o difuminan el horizonte.

Este es el panorama habitual del sabio. Tiene conciencia de su saber y de que hay otras cosas que saben otros y muchas más que no sabe nadie y es capaz de calcular y de prever la dimensión de lo que ignora. Y se ve obligado, de continuo, angustiosamente, a mantener el equilibrio del conocimiento, a no dejarse arrastrar hacia la amenazadora ansiedad que produce lo inabarcable.


GREGORIO SALVADOR Vicedirector de la Real Academia Española

lunes, 17 de agosto de 2015

IGLESIAS, EN RIESGO DE LLEGAR A LAS GENERALES COMO UN LÍDER CADUCADO

 De proponerse "asaltar el cielo" a reconocerse abierto a respaldar a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. El partido del 15-M se ha descompuesto no sólo en intención de voto, sino también en entusiasmo de los propios. Su líder, responsable primero del ascenso, lo es también de una caída que llega en el momento más determinante.
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Pablo Iglesias se ha apartado del ruido este verano. Tiene poco tiempo para recomponer lo perdido y tapar la fuga de militantes hacia opciones que sí abogan por la confluencia o que no cambian reglas del juego en primarias o participación, como se le critica al secretario general. A su favor, que se mueve como pez en el agua en el río revuelto que espera hasta las elecciones.

Alberto Garzón puede ser figura trascendental para el futuro de Podemos. IU admite no tener autonomía como para presentar una alternativa fuerte frente los grandes, pero sí la humildad de, si es necesario, perder el primer plano para mezclarse en un gran grupo de izquierdas que, incluso, Garzón está dispuesto a no encabezar si así lo desean sus integrantes. Ahora en Común sigue dando pasos.
Al tiempo, esta macedonia de colectivos arrebataría a Iglesias, altivo en su encuentro con Garzón e insultante con IU, la identificación con, entre otros, Manuela Carmena o Ada Colau, o más bien con los procesos y filosofía que las llevaron a las alcaldías de Madrid y Barcelona, respectivamente, más poderosos que Podemos en las urnas pero que Podemos hizo ver como mérito suyo.
La pasada Navidad se codeaba con los grandes, pero la exposición y la obligación de concretar, abandonando en buena parte los anhelos iniciales, han derretido las aspiraciones. Paradójicamente, Iglesias corre el riesgo de ser visto en diciembre como un dirigente caducado y Podemos, como una opción que, lejos de llegar demasiado tarde, como la pasada Navidad se codeaba con los grandes, pero la exposición y la obligación de concretar, abandonando en buena parte los anhelos iniciales, han derretido las aspiraciones  como un dirigente caducado y Podemos, como una opción que, lejos de llegar demasiado tarde, como muchos creían tras años de crisis y casos de corrupción, lo hizo demasiado pronto.

El maltrato psicológico .

El maltrato psicológico se suele manifestar como un largo proceso en donde la víctima no aprecia cómo el agresor vulnera sus derechos, cómo le falta al respeto, la humilla y la víctima va progresivamente perdiendo autoestima y seguridad en sí misma.
El inicio es variable, depende de las personas que configurarán la relación y de circunstancias diversas.
Unos maltratadores comienzan en el noviazgo a dar muestras de señas de violencia psicológica, otros empiezan a mostrar algunos signos tras el embarazo del primer hijo o de repente sin haber una señal propiamente dicha la persona es otra para su pareja o los que le rodean.
En el caso de parejas hay una etapa de atracción o enamoramiento en la que la víctima no se da cuenta de ciertas señales que no pasarán desapercibidas para otros.
Desde un control de la imagen, un sentido de posesión exagerado o ciertas señales que conviene hacer patentes para que la víctima no se vaya sumergiendo en una situación de caos e indefensión.
Casi todos reconocemos los insultos, las continuas comparaciones para descalificarnos, el tono de voz duro y desagradable, un volumen alto con el ejemplo clásico de los chillidos y gritos, la mirada fija, la risa sarcástica y sabemos distinguir una cara de asco cuando nos hablan.
Estos signos a los que restamos importancia van provocando en nosotros malestar interno y profundo.
Es interesante analizar los aspectos no verbales y no quedarse meramente con el mensaje que nos llega de nuestro interlocutor.
A veces hay esposas y esposos que se sorprenden de lo que ha sucedido porque han pasado por alto este aspecto tan importante de la comunicación. Sólo notaban cierta desazón tras una frase como un te quiero. No analizaban los gestos y su incongruencia con el mensaje trasmitido.

Frente al maltrato psicológico hay una serie de respuestas adecuadas que pueden limitar el incremento de la respuesta agresiva de nuestro interlocutor o si no al menos, serán alarma que nos avisarán qué lo mejor es marcharse.
Este tipo de respuestas se suelen aprender en sesión clínica de cara a afrontar la ruptura y rehacer una posible vida nueva de pareja.
En las siguientes líneas se muestran ejemplos de esa comunicación que vulnera nuestros derechos básicos y qué a la larga merman nuestra autoestima:

*.- · Moralización: Es una forma muy sutil de control.
La persona se cree dueña de la verdad absoluta y juzga a los demás con su baremo.
 Lo hace con palabras paternalistas, desde el prisma es que es una persona respetable. "Una buena esposa es la que da placer a su marido aunque no le apetezca, así que vete preparándote".
“Un buen padre debe velar por sus hijos, y si pienso que debes estudiar medicina en vez de dedicarte a la pintura lo hago por tu bien".

· Interpretar: Este tipo de comunicación supone que la persona que habla hace una lectura de pensamiento del otro. "No vas a dormir conmigo porque estás vengándote de lo de ayer". "Seguro que piensas que no soy capaz de hacerlo yo sola".

· Tergiversación: El receptor sospecha de la intención del emisor y reacciona como si éste fuera a criticarlo. Ante la frase: "Hoy la comida está buena" la respuesta agresiva sería: "Quieres decir suelo cocinar mal, ¿no es eso?".

· Interrogar: La persona agresiva se dedica a preguntar en plan policiaco. Muchas veces está el tema de los celos como tema de este tipo de preguntas. "¿Puedes darme una buena explicación por la qué entienda yo que has llegado a las 17:35 y no a las 17:30 como quedamos?¿No te estarás viendo con esa?¿Qué?¿Es buena en la cama?".

· Mandar u ordenar: Imaginemos por un instante que nuestra pareja tiene la costumbre de mandar hacer o lo que es lo mismo, de ordenar. Una persona normal se dará cuenta de qué él otro podría hacer muchas cosas que delega y lo qué es más molesto, es la forma de expresión tan negativa añadiendo a ello una creencia de superioridad implícita.
Frases cómo: "Quiero que me planches los pantalones con raya, cómo a mí me gustan, ¿es qué tu no sabes nada?". 
El maltratador piensa que el respeto de los demás se obtiene de esta forma, sometiendo a la gente a su voluntad y la mayoría de las veces no practica con el ejemplo, es decir le gusta que le hagan pero no le gusta hacer.

· Imponer soluciones: El individuo toma la decisión sin consultar a los demás miembros de la familia o a la pareja. "A mí me apetece ir a Madrid en vacaciones, así qué para qué hablar más. Lo he dicho yo y basta"."Donde manda patrón no manda marinero".

· Criticar: Existen dos tipos de crítica, la constructiva o sugerencia y la crítica destructiva. Nos centraremos en esta última, que provoca un malestar en la persona que la recibe. La primera sirve para buscar una solución, la segunda se basa en la confrontación. "Si no fueras un calzonazos, ya tendríamos la casa en la Sierra y yo no tendría que trabajar"."Eres una pesada, todo el día hablando de tu madre.¿Te he hablado alguna vez de mi familia sin qué me lo preguntaras?".

· Ridiculizar: Burlarse del otro en algún aspecto. "Te molesta qué bailé con Alberto, tu compañero de trabajo en la cena, ya? pero sí tú eres un pato mareado y además no te gusta bailar, en cambio él es como Fred Astaire y yo me siento como Ginger en una de sus películas. Mira el vestido que me compré, ¿crees qué estando sentada contigo, un patoso con cara de payaso, me iba a poder lucir en la fiesta de tu empresa?".

· Despreciar: Menospreciar al otro individuo. "¡Eres una inútil, no haces nada a derechas!". "Una chica tan estrecha, me estás haciendo perder el tiempo".

· Reprender: La persona en vez de sugerir cambios, directamente critica de forma destructiva: "La tortilla es una bazofia, está intragable, eres malísima cocinando y me tienes harto, parece que lo haces aposta. Mi madre, esa sí qué sabe".

· Amenaza o coacción: En el maltrato psicológico que lleva años es muy típico encontrar que el agresor o agresora amenaza o coacciona si no se cumple algo con hacer o dejar de hacer algo. Es bueno recordad que el Código recoge la figura de las amenazas y coacciones cómo delito, esto muchas veces se pasa por el calor de la discusión. "Si me abandonas, te mato". "Cómo no calles a ese asqueroso mocoso, le parto la cara".

· Culpabilizar y hacerse la víctima: Este fenómeno es muy corriente. El agresor proyecta su agresividad en la víctima y se percibe como inocente. "Ella me provoca, soy un hombre y debo responder así, si la pego o me enfado es porque me saca de mis casillas, ella se lo ha buscado. Es la verdadera culpable, además una paliza o qué la pongan en su sitio le viene bien".

· Pseudoaprobación: La persona aparenta comprensión pero deja un poso de culpabilidad en la persona que la escucha?Sí es cierto qué tu madre está en el hospital, lo entiendo, sé qué la quieres, bueno? y está su marido, qué esa es "aquí te espero, estaré solo, esperándote, echándote de menos para que me hagas la cena, pero lo entiendo, ella es lo primero para ti. Vete cariño".

· Tranquilizar: La persona tras haber hecho algo malo, tiende a indicar qué la otra está nerviosa, qué no controla sus emociones y ella le pide qué se tranquilice, demostrando lo buena persona qué es. "Sí, estaba con Ana en la cama, tranquilízate, estás histérica...si no es para tanto. Te sentirás mejor cuando me vista y nos vayamos a casa, tranquilízate. Te pones nerviosa por tonterías.".

· Retirarse: Hay un tipo de agresividad que se caracteriza por la pasividad, por la falta de compromiso para arreglar la situación. "Me molesta verte así, me voy no sé cuándo volveré. No te molestes en esperarme, a lo mejor ni vengo en varios días". Se trata de una respuesta pasivo-agresiva muy difícil de rectificar en la persona que elude el conflicto. Imaginemos que hablamos sobre un tema importante y de golpe el otro sin dar una explicación.

La agresividad verbal puede ser muy sutil o en cambio puede ser el típico repertorio de insultos. Se puede hablar de agresividad cuando la forma de hablar casi siempre es para desvalorizar al otro, no por un insulto aislado.
El problema cuando se detecta deberá consultarse a especialistas para que se tomen las medidas oportunas. Al ser un tipo de conducta muy difícil de probar requeriremos la actuación de profesionales si se decide una ruptura no conciliatoria.

Es muy importante el apoyo de psicólogos especializados en temas de pareja, maltrato o victimiología. Será preciso descartar la posibilidad de que la autoestima se haya deteriorado o qué aparezca un cuadro psicológico derivado de este tipo de relación negativa.


Vega Funes Martínez

El catoblepas

domingo, 16 de agosto de 2015

Moobbing

De: Ana María Gómez
Fecha: Junio 2006
Origen: Noticias Jurídicas
 Como todo el mundo, usted conoce la gravedad de la palabra “mobbing”. Espera no encontrarse nunca con una reclamación por parte de sus trabajadores en base a esta situación. Pero, conoce todo lo que debería conocer sobre ella? Podría detectar que se está produciendo mobbing en su empresa? Cree que sería capaz de evitar esta situación en caso de producirse? Le animo a leer este artículo, y le animo a que se lo haga llegar a sus trabajadores. Posiblemente, el hecho de que todos lean el artículo no evitará que se produzca, pero ofrecerá un punto de partida para que todos sepan lo que no deben hacer (en el caso del acosador) y lo que deben hacer (en el caso del acosado).

Lo primero que debemos hacer es saber que el mobbing es una forma de intimidación y/o acoso moral en el puesto de trabajo realizado por parte de compañeros o superiores (incluido el empresario) que, a través de comportamientos agresivos y vejatorios de forma repetida, marginan al acosado con el fin de que abandone la empresa de forma voluntaria. Esta persecución puede llegar a producir graves daños a la salud personal del trabajador (nivel físico y psíquico) así como consecuencias negativas en su vida social, familiar y laboral futura. Debemos recordar que la acción agresiva que da origen al mobbing debe ser deliberada e intencionada.

Por ello es importante diferenciar el mobbing de las situaciones de estrés y conflicto que pueden generarse en diferentes momentos a lo largo de la jornada laboral de todo trabajador. Es decir, no debemos alertarnos cuando haya discusiones con algunos trabajadores en un momento determinado, cuando veamos roces entre diferentes empleados, cuando alguien rumoree algo sobre alguna persona que presta servicios en la organización. No obstante, conviene controlar estos focos para evitar que se agraven.

El mobbing se manifiesta de una forma paulatina; primero se notan ambientes tensos y/o hostiles que posteriormente se convierten en insultos y amenazas, humillaciones y maltratos que desestabilizan a la victima que los sufre. Algunas de las conductas que se realizan contra la víctima son:

Ignorar su presencia dirigiéndose exclusivamente a terceros.
Amenazas verbales.
Gritos e injurios en voz alta.
Críticas hacia su vida privada.
Se le asignan puestos aislados y se prohíbe a sus compañeros que le hablen.
Se hacen correr cotilleos y rumores.
Se intenta forzar un examen psiquiátrico para que la víctima se sienta culpable.
No se le entrega trabajo, o este es humillante o muy inferior a su capacidad.
Se le entrega un trabajo excesivo, difícil de asumir, o que requiere una capacidad superior a la que posee la víctima.
Se ocasionan desperfectos en su puesto de trabajo.
Se le acosa física y/o sexualmente.
Estas conductas responden, según se ha podido analizar a través de diversos estudios a un acosador que, como un retrato robot, responde a las siguientes características: suele tener apariencia e imagen de persona enérgica y positiva, pero los rasgos de su personalidad son narcisistas y egocéntricos. Son personas que envidian la capacidad y vida socio-laboral y profesional de la víctima por lo que, mediante el acoso, intentan que ésta abandone la empresa de forma voluntaria eliminando así lo que el acosador considera “una piedra en su camino”. Suelen ser personas mentirosas, sin sentido de la culpabilidad y con un gran (pero oculto) sentido de inferioridad.

Por la contra, el trabajador que ha sufrido mobbing no responde a unos rasgos concretos. Es una persona que se ha “cruzado” en el camino del agresor, que la siente como una amenaza. No obstante, sí podemos realizar un análisis de la personalidad de una persona que sufre, está sufriendo o ha sufrido un caso de mobbing: son personas que se sienten incomprendidas ante una crisis que les supera. No saben como han llegado a tal situación pero ven que no existe una salida, un escape. Por ello, son personas que, a pesar de que suelen ser inteligentes y trabajadores, se autocuestionan si son eficientes en su puesto, se sienten inseguros e hipersensibles a la crítica. Se aíslan del resto de compañeros y sufren severos cambios de humor con episodios agresivos y episodios depresivos.

Partiendo de estas notas básicas, que lógicamente pueden producirse de diferente forma e intensidad, usted puede conocer si se está produciendo una situación de acoso en su empresa. Por ello es recomendable tener una entrevista regular con sus empleados, en la que debe hacerles saber que pueden contar con su apoyo en estos supuestos. Además, es recomendable seguir unas pautas para evitar que un trabajador pueda sufrir estos “ataques” a su persona:

Incorpore a la evaluación de riesgos psicosociales la detección del mobbing. Debe acordar una metodología a seguir por los trabajadores en caso de que se sientan víctimas del mobbing. Informe a sus trabajadores de los canales que deben seguir para denunciar estos hechos.

Preste toda su atención a los trabajadores que le informen que están sufriendo mobbing. Posiblemente la forma de que un trabajador le confiese que se encuentra en esta situación sea a través de la entrevista regular que le recomendábamos anteriormente.

Realice formación a los mandos superiores sobre cómo deben resolverse los conflictos laborales. Deben tener capacidad de trabajar en equipo y habilidad para trabajar en grupo asumiendo el mando.

Haga partícipes de la prevención a todos los trabajadores de la empresa. Sean de un nivel inferior o superior, todos los testigos de una situación de mobbing, tienen que saber que deben comunicar cuanto antes los hechos a su superior jerárquico, al representante sindical o de los trabajadores de la empresa y dar su apoyo total a la víctima. Tenga en cuenta que el mobbing lo genera una persona (acosador) pero lo alimentan los testigos indiferentes.

Redacte un código de conducta y entrégueselo a todos los trabajadores de la empresa. Hágales saber que dicho código es de obligatorio cumplimiento y sancione de forma ejemplar a cualquier trabajador que se haya demostrado que es acosador. Si es necesario, debe cambiarle de puesto de trabajo para asegurar que la víctima no seguirá sufriendo en el futuro.

A pesar de todas estas medidas, en ocasiones es difícil descubrir que se está realizando mobbing a un trabajador. Por ello es necesario que ponga en marcha todas aquellas acciones que considere pueden evitar una situación de riesgo. Si a pesar de todos sus intentos, recibe comunicación de algún empleado que sufre mobbing, recomiéndele lo siguiente:
 Que mantenga la calma pase lo que pase. Debe intentar admitir que lo que está ocurriendo es ajeno a su voluntad: está siendo atacado. Así que no debe sentirse culpable, ni disculparse por algo que no ha hecho.
Que intente actuar con frialdad y no se deje envolver emocionalmente por una situación que únicamente puede perjudicarle.
Que pida explicaciones, de forma racional, a su agresor cuando este le impute algún error ante terceros.
Que intente acumular todos los medios de prueba del acoso que está sufriendo. Debe recordárle que, en ocasiones es difícil demostrar que uno está padeciendo esta situación, por lo que le serán muy útiles en caso de reclamación judicial, todos aquellos documentos que prueben las agresiones (e-mails recibidos, informes médicos sobre las lesiones, testigos...
 Que, previo a la vía judicial, presente una reclamación ante la Inspección de Trabajo.
Por último, debo decir que el mobbing no siempre se produce porque un mando intermedio o superior siente envidia/celos de la víctima. En ocasiones se produce un subtipo de mobbing que se conoce como bossing en el cual el empresario es quien toma el papel de agresor con el fin de que un empleado marche de la empresa para evitar tener que realizar un despido que, de otra manera, sería más costoso. En este caso, debe pensar en que, a pesar de ser su jefe el acosador, un compañero/a suyo está sufriendo una actitud que tiene que ser del todo erradicada, y que hoy es su compañero/a pero mañana puede ser usted. Denuncie los hechos cuando los conozca. No se vuelva un agresor pasivo.

Ana María Gómez.
Departamento Laboral.
Ibáñez & Almenara Abogados y Economistas.
ana@ialmenara.com
www.ialmenra.com

Catecismo estatutario

Catecismo estatutario
IGNACIO CAMACHO

-A ver, dime, niño, ¿qué cosa es España?
-España es una nación de naciones.

-Muy bien. ¿Y cuántas naciones hay en España?
-Tres, y un Estado, por ahora.

-Dilas.
-Cataluña, el País Vasco, Galicia y el Estado español.

-¿Por qué son naciones Cataluña, el País Vasco y Galicia?
-Porque tienen hechos diferenciales, lengua propia y derechos históricos, que habrán de ser reconocidos en sus respectivos Estatutos.

-Y Andalucía ¿es una nación?
-No, padre, aunque podría serlo si sus dirigentes políticos tuvieran coraje para así declararlo.

-Primero, no me llames padre, sino Progenitor A, y segundo, limítate a contestar lo que se te pregunta. ¿Es Andalucía una nación?
-No, porque no tiene hecho diferencial ni lengua propia, ni derechos históricos.

-¿Y Valencia, es una nación?
-Tampoco, salvo que en el futuro se integre en la nación catalana.

-¿Qué otros derechos tienen las naciones históricas?
-Tienen derecho a establecer relaciones bilaterales con el Estado, y a que sus Estatutos les reconozcan la condición nacional y el uso de sus símbolos nacionales. También tienen derecho a definir su carta de derechos y deberes ciudadanos, a mantener representantes propios en los órganos del Estado, a instituciones fiscales y de justicia propias y a declarar su lengua propia de uso preferente, exclusivo en la administración y en la enseñanza.

-¿Puede Extremadura tener un representante en el Consejo del Poder Judicial?
-No, porque no es una nación.

-¿Puede Castilla-La Mancha disponer de órganos judiciales propios?
-No, porque no es una nación.

-¿Puede La Rioja definir una carta de derechos y deberes ciudadanos?
-No, porque no es una nación.

-¿Puede Andalucía tener un representante en el Banco de España?
-No, porque no es una nación.

-¿Puede Cataluña decidir dónde y en qué debe invertir el Estado en su territorio?
-Sí, porque es una nación.

-¿Y tiene derecho a decidir dónde y en qué invierte el Estado en otros territorios y comunidades?
-Tiene derecho a ser escuchada a través de sus representantes en los órganos del Estado, porque es una nación.

-Muy bien, niño. Puedes sentarte.

-Hay una cosa que no entiendo, padre.

-¡Que no me llames padre! ¿Y qué cosa no entiendes?

-¿A qué tienen derecho los españoles que no viven en ninguna de las tres naciones históricas?
-Esto... Se acabó la clase. ¡Al recreo!




Tautología, semiótica y estupidez
LUIS IGNACIO PARADA
| LA BURBUJA |

El discurso de Batasuna.
«Yo mato, pongo bombas y extorsiono a los empresarios. O no condeno a quienes lo hacen porque son mis amigos, viven de ello y sueñan con que algún Gobierno sea tan débil como para reconocer la independencia de un territorio imaginario. Pero si la Justicia hace su trabajo y mete en la cárcel a mis amigos, como el aquí presente, yo me indigno porque el partido que apoya al Gobierno está obstaculizando y entorpeciendo el inicio de un proceso de paz que pretende, insensatamente, que comience yo dejando de poner bombas, declarando una tregua sin condiciones y entregando las armas».

Esa es la traducción al lenguaje de la lógica de lo que dijo ayer en rueda de prensa el dirigente de la ilegalizada Batasuna, Pernando Barrena. Responsabilizó al PSOE «de lo que está pasando y de lo que pueda pasar» por las últimas actuaciones de la Audiencia Nacional.

Pasando por alto la nada sutil amenaza, el resto, como dirían los sabios, es pura tautología, repetición inútil y viciosa de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras; semiótica dura, es decir proceso de comunicación que utiliza medios espurios para influir en quienes reconocen como tales esos medios y pese a lo cual se dejen convencer; metalenguaje o sea lenguaje en el que se aspira a elaborar la definición de una supuesta verdad pero que incluye un código para interpretar ese lenguaje. La gente normal llamamos a eso simplemente estupidez.

LA ENSEÑANZA EN ESPAÑA (1960 - 2008): Un problema matemático.


 ENSEÑANZA DE 1960:
Un campesino vende un saco de patatas por 1000 ptas. Sus gastos de
Producción se elevan a 4/5 del precio de la venta.

Actividad:
¿Cuál es su beneficio?

ENSEÑANZA TRADICIONAL DE 1970:
Un campesino vende un saco de patatas por 1000 ptas. Sus gastos de producción se elevan a 4/5 del precio de venta, esto es, a 800 ptas.

Actividad:
¿Cuál es su beneficio?

ENSEÑANZA MODERNA DE 1980:
Un campesino cambia un conjunto P de patatas por un conjunto M de monedas. El cardinal del conjunto M es igual a 1.000 ptas., y cada elemento vale 1 Pta.
Dibuja 1.000 puntos gordos que representen los elementos del conjunto M.
El conjunto F de los gastos de producción comprende 200 puntos gordos menos que el conjunto M.

Actividad:
Representa el conjunto F como subconjunto del conjunto M y da la respuesta a la cuestión siguiente: ¿Cuál es el cardinal del conjunto B de los beneficios? Dibuje B con color rojo.

L.O.G.S.E.:
Un agricultor vende un saco de patatas por 1.000 ptas. Los gastos de producción se elevan a 800 Ptas. Y el beneficio es de 200 ptas.

Actividad:
Subraya la palabra "patata" y discute sobre ella con tu compañero.

LA PRÓXIMA REFORMA:
El tío Ebaristo, lavriego, burges, latifundista espanyol, facista especulador i intermediario es un Kapitalista insolidario y centralista q saenriquecido con 200 pelas al bender espekulando un mogollón d patatas".Bibe al hoeste de Madrid esplotando ha los magrevies .Lleba a sus ijos a un ejuela de pago.

Aktibitat:

Analiza el testo, vusca las faltas de sintasis dortografia, de puntuacion,y si no las bes no t traumatices q no psa nda. Ejribe tono, politono o sonitono Eba y envía unos sms a tus colejas

La invasión partidista de la cajas de ahorro ha sido ruinosa e ilegal

Joaquin Leguina  20 julio 2012 Tribuna El País.
Uno de los mayores disparates cometidos contra el prestigio de la democracia en España ha venido de la mano de los partidos políticos, que han invadido la actividad de órganos legalmente autónomos (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial…), entre los que se incluye la ruinosa invasión partidista de la cajas de ahorro.
Lo más bochornoso del caso ha consistido en aprobar leyes que hacían impecablemente autónomos a esos órganos para, de inmediato, incumplir esas leyes y entrar a saco en las instituciones sin que nadie —ni dentro ni fuera de los partidos— lo denunciara por ilegal. Mas ahora, cuando el desastre de, por ejemplo, Caja Madrid, ha entrado en la vía judicial, parece llegado el momento de cobrar la cuenta de tan larga fiesta a quienes han sido responsables de decisiones no solo indecentes desde el punto de vista de la economía de la empresa, también desde el punto de vista moral y legal.
Y conviene no equivocarse ni en las personas ni en el tiempo, porque la ruina de Caja Madrid no comenzó ni con la crisis ni con la salida de Bankia a bolsa. Se inició con el pacto firmado el 6 de septiembre de 1996 entre el Partido Popular y Comisiones Obreras que llevó a Miguel Blesa a la presidencia de la Caja. Comenzaba así:
No existe en el mundo una sola organización que admita que se le dicte lo que debe hacer desde fuera de sus propios órganos
“Reunidos D. Ricardo Romero de Tejada, secretario general del Partido Popular de Madrid, y D. Francisco Javier López, secretario de Política Institucional de la Unión Sindical de Madrid-Región de Comisiones Obreras, actuando ambos en nombre y representación, tanto de sus respectivas organizaciones regionales, como del conjunto de consejeros que por parte del Partido Popular y de CC OO forman parte de los órganos de gobierno de la Caja de Madrid, Acuerdan…”
El Sr. Romero de Tejada y el Sr. López actuaron simultánea y respectivamente como representantes del PP y de CC OO, haciéndolo en asuntos que afectaban directamente a la administración, gestión financiera y representación de la Institución, declarando actuar —así está escrito— en representación del PP y de los miembros del Consejo nombrados a propuesta del partido político y del sindicato. Una delegación que era y es ilegal. Fue así como desbancaron a toda prisa de la presidencia de la Caja a quien había sido elegido para ese cargo por unanimidad tan solo unos meses antes de ese pacto. ¿Por qué fue ilegal ese acuerdo?
Porque la ley de Cajas de la Comunidad de Madrid entonces vigente (también la actual) recogía en el artículo 22.2 lo siguiente:
“Los miembros de los Órganos de Gobierno actuarán con plena independencia respecto de las entidades y colectivos que los hubieran elegido o designado, los cuales no podrán impartirles instrucciones sobre el modo de ejercer sus funciones. Solo responderán de sus actos ante el órgano al que pertenezcan y, en todo caso, ante la Asamblea General”.
Los actuales estatutos de la Caja reproducen en su artículo 7.2 este principio legal y lo mismo hacían los anteriores estatutos en su artículo 10.
Un consejero no podía —ni puede— comprometerse u obligarse con nadie, tampoco con su partido político ni con su sindicato, respecto de su actuación en el Consejo de Administración, pues atentaba (y atenta) contra la independencia y autonomía de la Caja y subvierte los principios de su buen gobierno. Estamos ante una perversión descomunal que el mínimo respeto a las instituciones y a las leyes hubiera debido impedir. No existe en el mundo una sola organización que admita que se le dicte lo que debe hacer desde fuera de sus propios órganos y eso es, precisamente, lo que ha pasado en las Cajas, en general, y con la de Madrid, en particular.
El Consejo de Administración de la Caja, como órgano colegiado, no conoció aquel pacto y por ello no pudo debatir ni acordar acerca de su contenido, pero, eso sí, se ha visto sometido a esa ilegalidad permanentemente. Una acción capitaneada por el señor Blesa y secundada por su leal escudero José A. Moral Santín, de Izquierda Unida.
No menos chocante, dentro de esta conspiración, ha sido el hecho de que los órganos de control de la propia Caja, los de la Comunidad de Madrid y los del Banco de España no hayan intervenido nunca para impedir esa tropelía continuada. Estas prácticas ilegales de los dos grandes sindicatos (UGT también entró en ese juego) y del tándem IU-PP deberían haber sido cortadas de raíz.
Por lo tanto, si se quiere aclarar este gravísimo asunto de Caja Madrid y castigar, si fueran constitutivas de delito, algunas conductas, el juez Andreu y el Parlamento tendrían que empezar por el principio y por las dos personas que han llevado a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad hasta la ruina: Miguel Blesa y José A. Moral Santín.
Y si alguien me recuerda que fui presidente de la Comunidad de Madrid, ha de saber que los consejeros cooptados por el PSOE o los sucesivos presidentes de la Caja de aquella época jamás recibieron de mí orden alguna. Eran los tiempos en que la Caja estaba gobernada con solvencia profesional y ganaba mucho dinero.
Joaquín Leguina es economista y fue presidente de la Comunidad de Madrid.


Para Franco, desde 1947, el sucesor sería el primogénito de don Juan de Borbón y éste debía formarse como heredero en España.

La Ley de Sucesión de 1947 y el principio VII de la Ley de Principios del Movimiento Nacional, establecieron como forma del Estado español, “la Monarquía tradicional, católica, social y representativa”.
Para Franco, desde 1947, el sucesor sería el primogénito de don Juan de Borbón y éste debía formarse como heredero en España.
“Así pues -explicó Franco ante las Cortes en julio de 1969-, consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la Historia, y valorando con toda objetividad las condiciones que concurren en la persona del Príncipe Juan Carlos de Borbón y Borbón, que perteneciendo a la dinastía que reinó en España durante varios siglos ha dado claras muestras de lealtad a los principios e instituciones del Régimen, se halla estrechamente vinculado a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, en los cuales forjó su carácter, y al correr de los últimos veinte años ha sido perfectamente preparado para la alta misión a la que podía ser llamado... estimo llegado el momento de proponer a las Cortes Españolas, como persona llamada en su día a sucederme, a título de Rey, al Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, quien, tras haber recibido la adecuada formación para su alta misión, y formar parte de los tres Ejércitos, ha dado pruebas fehacientes de su acendrado patriotismo y de su total identificación con los Principios del Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino, y en el que concurren las demás condiciones establecidas por el artículo noveno de la Ley de Sucesión”.

Franco presentó un Príncipe que había sido especialmente preparado por él para su tarea; vinculado al Ejército, pero que es más que cualquier militar (por ello obligaría al Príncipe a retirar de su discurso la expresión “como soldado”); un heredero leal tanto a los Principios del Movimiento como a las Leyes Fundamentales, dos elementos constitucionales distintos, siendo los primeros de orden jurídico superior. Franco entendió siempre que el único régimen político posible para España era la Monarquía (virtualizada, expurgada de los errores pasados, alejada de los cortesanos y de los intereses de clase a los que siempre había estado vinculada y asentada sobre un marco social y económico estable que impidiera una nueva caída de la institución, haciéndola así perdurable).
          
La transmisión de la legitimidad.
La cuestión monárquica y su proceso instituyente fue siempre un ámbito de decisión que Franco se reservó en exclusiva. Dejó que todos opinaran, que todos actuaran a favor o en contra, pero en ningún momento dejó de controlar el proceso.
Y se inclinó por una Monarquía que, a su juicio, debía de conservar importantes poderes, cuando en la mayoría de las monarquías occidentales el monarca o carecía de los mismos o eran muy limitados.
Franco se propuso devolver la Corona a la Jefatura del Estado en un país donde los monárquicos eran una exigua minoría y la coalición política que, en cierto modo, acaudillaba desde la guerra, no era significativamente monárquica.
Hizo de Juan Carlos primero y de sus sucesores, sus sucesores naturales.
No le interesaba tanto que el sucesor se ganara a la aristocracia, a los sectores económicos o a la clase política como al pueblo; impulsó a los Príncipes a llevar a cabo una auténtica campaña de popularización, de contacto con el pueblo, como las que él mismo solía hacer en los años cuarenta o cincuenta, cuyos beneficiarios eran mucho más que la institución la pareja que formaban Juan Carlos y Sofía.
En 1964 Franco realizó, con un gesto, la primera designación popular de don Juan Carlos al presidir a su lado el desfile conmemorativo de la Victoria.
Franco se preocupó, además, de que su sucesor contara si no con sus poderes y su carisma, algo imposible de transmitir, si con la transmisión de su legitimidad personal. A la muerte de Franco no se produjo la sustitución de un poder de hecho por otro distinto, sino que se producirá una continuidad natural en el poder, atendiendo a la norma constitucional vigente. Fue para los españoles una transmisión normal. Esa transmisión de su legitimidad personal fue muy importante para poder llevar a cabo la transición en dos sectores básicos: en una parte importantísima de la clase política del régimen y en el Ejército.

En su testamento político dejo escrito: “por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y rodéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado, y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido”. Palabras suyas, escritas de puño y letra.
En sus confidencias a José Luis de Villalonga, Juan Carlos afirma: “en los días que siguieron a la muerte de Franco, el ejército hubiera podido hacer lo que le diera la gana. Pero obedeció al Rey. Y seamos claros, le obedeció porque yo había sido nombrado por Franco y en el ejército las órdenes de Franco, incluso después de muerto, no se discutían”.
Franco transmitir a su sucesor un poder especial, superior al contenido en la Constitución del Régimen; poder que es el que le permite proceder a su demolición.
Joaquín Bardavío, escribe: “muerto Franco, al franquismo se le invitó a suicidarse y lo hizo con patriotismo y obediencia al heredero de todos los poderes”, al heredero de Franco.

Las circunstancias geopolíticas.
Transformar el régimen de Franco en un sistema democrático al modo occidental no obedeció sólo a razones de ideológicas o internas. En ella intervinieron las circunstancias geopolíticas del momento.
 Terminada la II Guerra Mundial, los aliados decidieron acabar con el régimen condenándolo al ostracismo al descartar una posible intervención militar.
No era un sistema democrático pero tampoco lo eran infinidad de países miembros de las Naciones Unidas, el Régimen de Franco tampoco era un Régimen impuesto a los españoles por las potencias derrotadas y menos constituía una amenaza para la paz mundial.
Franco, que ya había denunciado el entreguismo occidental al avance y la previsión de la Guerra Fría, reaccionó afirmando su régimen político. España era, según declaró a la Associated Press, un “país de constitución abierta” que seguiría el camino trazado de perfeccionamiento institucional sin abrir “periodos constituyentes de interinidad”.
A partir de 1947, EE.UU. consideró oportuno de “modificar su política hacia España”, constatando además que en España no existía una oposición cohesionada capaz de hacerse con el poder. La situación previsible de una retirada de Franco podía conducir al caos.
Lo único conseguido con el aislamiento había sido “reforzar el régimen de Franco, impedir la reconstrucción económica de España y operar contra el mantenimiento de una atmósfera pacífica en España en caso de conflicto internacional”.
Lo deseable: la evolución del régimen de Franco de una forma ordenada hacia un régimen democrático, pero para ello será necesario ir convenciendo a “los elementos derechistas que apoyan al régimen, al ejército y a la Iglesia”.

Los Estados Unidos hicieron llegar a Madrid su idea de que a Franco debería sucederle, conservando siempre el orden y la estabilidad en la evolución, un sistema basado en la alternancia de dos fuerzas moderadas: una de centro derecha y otra de centro izquierda.
Independientemente de los deseos exteriores, Franco continuó fiel a su idea de poner en marcha un Nuevo Estado (cerrado en 1967 con la promulgación de la Ley Orgánica del Estado); La institucionalización final estuvo más para el sucesor que para el propio Franco.

Años sesenta: la desideologización del régimen
Cuando entro en vigor la Ley Orgánica, una parte importante de la clase política del régimen había dejado de creer en el mismo y orientaba su acción política hacia la futura homologación del sistema con occidente; había un consenso casi unánime  de que tal homologación política solamente alcanzaría entidad real una vez proclamado el sucesor y con la progresiva desaparición de Franco de la escena política.
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El proyecto del sucesor.
El príncipe Juan Carlos pronto fue consciente de que más tarde o más temprano tendría que enfrentarse políticamente a su padre y a la Corte de Estéril; pronto asumió que, para ser rey, debería ganarse la voluntad de Franco, aceptando su proyecto instaurador. Don Juan Carlos se ganó esa voluntad.
Franco cuidó hasta los límites más insospechados de su sucesor.  Preparó sus estudios, vigiló su formación, hablaba con unos y con otros, hacía pequeñas indicaciones, bloqueaba cualquier información que él consideraba que podía dañar su imagen.
Se reunía con el Príncipe, al que hablaba de su experiencia, dándole lecciones de comportamiento y de conducta: un rey no debía tener, su existencia fue una de las causas de la caída de la Monarquía; el rey no debía tener amigos públicos; la Monarquía debía enterrar a la Corte y ganarse al pueblo.
 Pemán dejó constancia de que Franco veía en el Príncipe a un hijo, y que Juan Carlos asumía esta relación como la del abuelo con el nieto. Doña Sofía también estima que Franco vio a su esposo “como el hijo que no había tenido”.
El médico privado de Franco, doctor Vicente Pozuelo, dejó escrito que consideraba a los Príncipes como parte de su propia familia.

La Ley y los Principios: controversias sobre la idea de la Ley a la Ley.
La Ley de Sucesión de 1947, en su artículo noveno, fijaba la obligatoriedad de que el sucesor jurara lealtad a las dos realidades jurídicas que formaban el entramado constitucional del régimen:
*.- Las Leyes Fundamentales del Reino.
*.- Los  “Principios que informan el Movimiento Nacional”. (Pero esos principios no estaban precisados, salvo que se entendiera como tales, a través del Decreto de Unificación, los puntos programáticos de Falange).
Una de las batallas políticas de José Luis de Arrese fue la de fijar esos Principios que aseguraran la permanencia de la ideología que animaba al régimen, sin mención a la Monarquía y se aseguraba la pervivencia del Movimiento.
El equipo de López Rodó, una vez frenados los proyectos de Arrese, preparó una nueva redacción, obra, en gran medida, de Fernández de la Mora, que sería la promulgada en 1958.

Los Principios Fundamentales eran los inspiradores de las leyes, de la acción política y del ejercicio de la misma en el Régimen (un corpus ideológico no negociable, no sujeto al debate político en el que se subsumían los principios del Tradicionalismo, del Derecho Público Cristiano y los conceptos joseantonianos. Estos principios no podían ser vulnerados ni modificados por el sistema constitucional que informaban; quizás sólo pudieran ser ampliados o matizados a través de un sistema de enmiendas siguiendo el modelo americano).
En el ordenamiento constitucional español, ante los Principios, las Leyes Fundamentales quedaban en un rango inferior. El juramento de fidelidad exigido al Jefe del Estado le convertía en el encargado de mantenerlas, observarlas y defenderlas. Como el propio Franco precisaría, no se trataba de un juramente único sino de un juramento doble y diferenciado.

Eliminada del ordenamiento la fórmula de reaseguro preconizada por Arrese al exigir que “la redacción de las leyes deba evitar que queden (los Principios y el Movimiento) a merced de los caprichos y de las veleidades posibles de los hombres teniendo como objetivo lograr la continuidad política fijando las facultades y funciones, dentro de un sistema de garantías políticas, que aseguren la adecuación de la gestión de gobierno a esos principios inmutables”.
El problema político de la redacción final era que todas las garantías consistían en la lealtad a un juramento. Para Francisco Franco, era imposible que un Rey no cumpliera lo que jurara, porque teniendo presente lo expuesto es evidente que prestar el mismo con cualquier tipo de reserva mental constituiría un engaño o una traición.
En la Ley de Principios, los tres artículos que acompañaban a la Declaración de Principios eran muy claros en su intención: los Principios inspiran las leyes; son de obligado cumplimiento para todos los cargos públicos; cualquier ley o disposición que los vulneren o simplemente eviten su cumplimiento en lo más mínimo serían nulas.

La Ley Orgánica del Estado cerró el entramado constitucional del régimen de Franco, en su artículo tercero, volvía a situar, por encima de la misma, a los Principios Fundamentales, que son “por su propia naturaleza, permanentes e inalterables”.
Algo que se reiteraría en la refundición en un solo documento de las Leyes Fundamentales del Reino, publicado unos meses después.
En su exposición indicaba que la refundición mantenía la “permanencia e ineltarabilidad de los principios que las inspiran”, volviéndolos a situar en un plano distinto y superior a las leyes. La insistencia en la importancia de la correcta observación de los Principios resulta en la Ley Orgánica reiterativa.
El artículo sexto de la Ley obliga al Jefe del Estado a la “más exacta observancia de los principios del Movimiento y demás Leyes Fundamentales del Reino, así como de la continuidad del Estado y del Movimiento Nacional”.
Leyendo la ley, difícilmente, desde su óptica, si se aceptaba el juramento de las leyes, se podía promover una acción contra lo que precisamente se había encomendado.

La Ley Orgánica, también limitaba los poderes del Jefe del Estado, cuyas decisiones necesitaban el refrendo del presidente del gobierno, del ministro correspondiente o del presidente del Consejo del Reino según los casos.
Además, al Consejo Nacional se le encomendaba la misión de “defender la integridad de los Principios del Movimiento Nacional”, correspondiéndole velar porque las leyes se ajusten a los mismos y puedan ejercer, en caso contrario, el recurso de contrafuero.

La Transición (la reforma-ruptura realizada por don Juan Carlos, a través de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Miranda) fue “un pequeño golpe de estado legal”, el artículo 59 de la Ley era determinante y no abierto a interpretación al afirmar en su apartado primero: “es contrafuero todo acto legislativo o disposición del gobierno que vulnere los Principios del Movimiento Nacional o las demás Leyes Fundamentales del Reino”.
Además, en la refundición de las leyes se recordaba de forma taxativa que “serán nulas las leyes y disposiciones de cualquier clase que vulneren o menoscaben los Principios proclamados en la presente Ley Fundamental del Reino”.

De con las leyes del Régimen, la Ley de la Reforma Política era en derecho nula y el axioma de ir de la “Ley a la Ley” una justificación, porque la reforma lo que en realidad implicaba era una ruptura realizada desde el poder. Fue en realidad, si nos ceñimos a lo dispuesto en las leyes, un golpe de estado legislativo. Josep Meliá, un hombre de la Reforma, escribió: “con arreglo a derecho, Blas Piñar y todos los ultras tienen razón. Porque el proyecto de Ley de Reforma Política incurre en contrafuero”.

 La redacción definitiva de las leyes logró un complejo sistema de relaciones orgánicas entre los poderes e instituciones del Estado, que incluía un fuerte sistema de seguridades que, en teoría, hacía imposible que las leyes vulnerasen la filosofía del Régimen.
Tenía, en este sentido, razón Franco cuando afirmaba que “todo estaba atado y bien atado”: ni el Presidente del Gobierno, ni el de las Cortes, ni el Consejo del Reino, ni las propias Cortes o el Jefe del Estado podían pasar por encima de los Principios, a no ser, claro está, que todos estuvieran de acuerdo en vulnerar las leyes, pero esto era algo impensable para Franco.
Lograr la aceptación de esas instituciones, de un modo u otro, al impulso del Jefe del Estado, se basó la primera fase de la Transición que condujo a la Ley de Reforma Política.

Las leyes obligaban a todos, desde el Jefe del Estado hasta el último de los procuradores y consejeros nacionales, a la defensa activa de los principios y a evitar su vulneración.
Ahora bien, el sistema legal de seguros estaba pensado en función de posibles actos gubernativos. Frente a éstos estaba la capacidad del Consejo Nacional para operar como Tribunal Constitucional. Lo que no estaba previsto es que el Consejo Nacional no ejerciera esa misión a través de los vericuetos legales, porque la hipótesis que Franco nunca barajó fue que el Jefe del Estado, la pieza clave, se convirtiera en el elemento activo que impulsara la conculcación de los Principios.
Para ello, Juan Carlos se benefició de los poderes de Franco. Poderes que aunque legalmente no heredaba, si quedaban en su acervo personal por la inercia propia de la situación. Esta legitimidad le abrió las puertas de las instituciones del régimen para su demolición. Para ello fue necesario controlar las instituciones mediante hombres vinculados a sus propósitos de cambio.

El compromiso de 1969.
Lo que se produce en julio de 1969, de acuerdo con la legislación vigente, es una instauración convertida en reinstauración por el hecho de que el sucesor es heredero directo de la rama reinante hasta 1931.
No es una restauración porque no se vuelve a la legitimidad de 1876, sino que se llega al trono a partir de la realidad engendrada por el 18 de julio. Es lo que el Príncipe afirma en su discurso: “quiero expresar, en primer lugar, que recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, la legitimidad política surgida del 18 de julio de 1936 en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos tristes, pero necesarios, para que nuestra Patria encauzase su nuevo destino”.
Después recordará que “pertenece por línea directa a la Casa Real Española”, ¿reivindicando que su legitimidad venía de más allá del Régimen?.

El al final reitera, “estoy seguro de que mi pulso no temblará para hacer cuanto fuera preciso en defensa de los principios y leyes que acabo de jurar”.

 Hay testimonios que indican que el ya Príncipe de España no tenía intención de preservar esos Principios Fundamentales, sino hacer evolucionar el sistema hacia formas democráticas (lo difícil el cómo y en qué forma se podría realizar semejante operación política y si tendría que conservar alguna de las aportaciones del Régimen).
Conocía la posibilidad de cambiar el régimen desde la legalidad, evitando la oposición de las instituciones. Según testimonia doña Sofía, a Juan Carlos le preocupaba la fórmula del juramento: “no quería ser perjuro. Ni que alguien pudiera llamarle perjuro”.El propio rey ha dicho: “son muy pocos los que hablan de lo mal que lo pasé yo antes de prestar un juramento de fidelidad a unos Principios que yo sabía que no podía respetar”.

 El 18 de julio de 1969 tuvo lugar la célebre conversación entre don Juan Carlos y Fernández Miranda, en la que, de algún modo, se selló el mecanismo de la Transición. El profesor tranquilizó su conciencia con el siguiente razonamiento: “al jurar las Leyes Fundamentales, las juráis en su totalidad; por lo tanto, también juráis el artículo 20 de la Ley de Sucesión, que dice que las leyes pueden ser derogadas y reformadas. Luego aceptáis desde ellas mismas esa posibilidad de reforma”.
Para Fernández Miranda, los Principios no era una realidad distinta a las Leyes Fundamentales sino parte de las mismas y por tanto modificables.
La reforma era posible si se hacía de acuerdo con lo establecido por las leyes y ese camino evitaría el continuo empezar de nuevo de la anterior historia de España desde las Cortes de Cádiz. Lo que en realidad había encontrado era un vericueto legal, una trampa jurídica que él sabía contraria tanto a la inspiración como a la intención de las leyes y a la propia filosofía política del régimen.
Torcuato no ignoraba que los Principios estaban situados en un rango superior. El argumento, en definitiva, era válido tan solo en la medida en que se quisiera compartir; porque, como ya hemos apuntado, éstos no eran, como sostiene el profesor del Príncipe, síntesis de las leyes sino inspiradores de las mismas. No eran resumen de su filosofía sino la filosofía que las impregnaba.
Torcuato tuvo, además, buen cuidado de no hacer referencia al artículo tercero de la Ley de Principios que declaraba nula cualquier ley que entrara en colisión con los mismos. Y el recurso de contrafuero era práctica parlamentaria habitual en la época.

Don Juan Carlos, años después comentaría, “aquello que me decía Torcuato de que toda ley lleva en sí misma el principio de su reforma y que nada es eterno y que todo se puede cambiar por la vía de la legalidad sonaba muy bonito, pero una cosa es hablar de ello y otra hacerlo”.

El piloto del cambio.
 En “Todo un Rey” se dice: “cuando Franco le nombró Príncipe de España, Juan Carlos programó cada minuto de su vida para preparar la Transición en el momento oportuno. Sin perder nunca el respeto personal a Franco”.

Nicolás de Cotoner, marqués de Mondéjar, en el prólogo a la obra de los familiares de Fernández Miranda, significativamente titulada “Lo que el rey me ha pedido”, dice “que nuestro Rey ha sido el motor del cambio, el empresario de la obra y el piloto que manejó con pulso firme la nave del Estado en su travesía hacia la orilla democrática”. Pero tras el juramento y la decisión de cambiar el régimen no existía certeza sobre el cómo hacerlo.
Lo que sí se puede afirmar es que en 1969 don Juan Carlos debió moverse en la órbita de los sectores aperturistas del régimen.

Entre 1969 y 1975 el Príncipe fue adquiriendo el compromiso de no ser el continuador de la obra política de Franco, sin que esto significase que renegar o poner en tela de juicio la legitimidad que le había hecho rey.

En el período que va desde 1969 a 1975 dos tiempos en la acción del motor del cambio:
*.- En el primero, el Príncipe juega con la hipótesis de ser rey en vida de Franco. En ese marco, los cambios por fuerza deberían ser muy lentos y dentro de los límites de lo que se venía denominando el reformismo del régimen, en el que militaba una joven generación de burócratas del Movimiento.
*.-  El segundo tiempo vendrá determinado por la asunción del hecho de que no sería rey en vida de Franco. Ante el después de Franco se dedicaría a dar a conocer cuál era su proyecto tanto a la oposición como a los ambientes internacionales.

El Gobierno formado en octubre de 1969, el gobierno del Príncipe, hechura de Laureano López Rodó, estaba destinado a presidir la proclamación de Juan Carlos como rey. En el mismo figuraba, como Ministro Secretario General del Movimiento, un hombre de la confianza del Príncipe, Torcuato Fernández Miranda.
Un gobierno que se movía dentro de la órbita reformista y aperturista del momento que en cierto modo trataba de ir sentando las bases para un cambio. Torcuato se proponía consumar, bajo la aparente ortodoxia de las palabras, la desfalangistización del Movimiento para convertirlo en una estructura de apoyo a la Monarquía.
Las denuncias contra este gobierno por parte de los sectores más militantes del régimen, acusado de querer desmantelar el régimen y socavar el prestigio de Franco arreciaron y finalmente tanto Franco como Carrero se hicieron eco de las mismas. Mientras, el Príncipe continuaba dando muestras de lealtad a Franco y a los Principios Fundamentales en los primeros discursos públicos que pronuncia. Es el hombre que mide las palabras para no despertar recelos.
Apoya el proceso de desmantelamiento del Movimiento que muchos pretenden incluso desde el Gobierno o sus aledaños, conclusión lógica de parte de la política de los sesenta; como otros, cree que la estrategia acertada es que el Movimiento se vaya diluyendo; se muestra partidario de que se produzca la separación de la Jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno; quiere las asociaciones políticas porque ellas abrirán las puertas a los partidos.
Su opción parece ser la evolución lenta, quizás conservando algunos elementos del régimen. Probablemente está en la órbita de lo que desde hace años ha planteado la política exterior americana como salida al régimen de Franco: un sistema con dos grandes fuerzas que no cuestionen el orden.
 Cuando esté próxima la muerte de Franco se planteará impulsar la formación de esas fuerzas.
El presidente Nixon, al conocer sus propósitos durante su visita a los EEUU en 1971, le recomendó tranquilidad en un camino donde lo importante era conservar el orden y la estabilidad.
Pero también en esos años hizo llegar a los centros de opinión internacionales su intención de hacer cambiar el sistema. En 1970, el prestigioso articulista, Richard Eder publicó un importante artículo bajo el título de “Juan Carlos quiere una España democrática”.
Conforme avancen los años setenta y la decadencia de Franco se haga más evidente mayor será la actividad del piloto del cambio.
En 1971 visitó los EEUU, en 1972 la República Federal Alemana. Después, a través de colaboradores, buscó convencer a la oposición de sus deseos de cambio. A través de José Mario Armero llegó hasta Felipe González. También enlazará con Luis Yañez y Luis Solana. En el maletero de Puig de la Bellacasa llegan a la Zarzuela hombres como Jordi Pujol o Leopoldo Torres.

En 1972, Herrero de Miñón publicó en Cuadernos para el Diálogo su trabajo “El Principio Monárquico”, en el niega la inmutabilidad de los Principios e indica que la clave está en la utilización del artículo 10 de la Ley de Sucesión, confiando a la Corona, gracias a su poder soberano, la misión de poner en marcha el cambio.
En 1974, Rafael Arias Salgado, había defendido que el cambio debería ser obra de un gobierno liberalizador.
Jorge Esteban publica la obra “Desarrollo Político y Constitución Española” y Fernández Miranda “Estado y Constitución”, defendiendo su idea de que “el único camino para erradicar las leyes que no nos gustan es trabajar para conseguir cambiarlas desde los mecanismos de reforma en ellas establecidos.

  En 1973, Franco decidió separar la Presidencia del Gobierno de la Jefatura del Estado nombrando presidente a un hombre leal, Luis Carrero Blanco. El gobierno está también pensado de cara al momento de la sucesión real pero es muy distinto al de 1969. Carrero supone la continuidad del régimen y un escollo para un cambio absoluto, pero lo corta un atentado terrorista de ETA.
El propio don Juan Carlos ha precisado que de vivir el Almirante, un hombre que en silencio había trabajado por la restauración de la Monarquía y por don Juan Carlos, no hubiera podido desmantelar el régimen tan rápidamente, aunque creía que Carrero, finalmente, no se le hubiera opuesto presentándole su dimisión.
Don Juan Carlos ya trabajaba abiertamente para el cambio político, quedaba diseñar el camino legal.
 Franco murió el 20 de noviembre de 1975.
 Probablemente era consciente de que su régimen no le sobreviviría. En su última conversación con el hombre al que, en definitiva, le había hecho rey, ya en la Ciudad Sanitaria de La Paz, sólo pidió al Príncipe una cosa: que preservara la unidad de España: “la última vez que le ví ya no se encontraba en estado de hablar. La última frase coherente que salió de su boca, cuando ya se hallaba prácticamente en la agonía, es la que he mencionado ya, referida a la unidad de España. Más que sus palabras, lo que me sorprendió sobre todo fue la fuerza con que sus manos apretaron las mías para decirme que lo único que me pedía era que preservara la unidad de España. La fuerza de sus manos y la intensidad de su mirada. Era muy impresionante. La unidad de España era su obsesión. Franco era un militar para quien había cosas con las que no se podía bromear. La unidad de España era una de ellas”.

Esa España que, como afirma el propio Rey, es la que le permitió llevar a cabo la Transición: “todo lo que hice cuando me vi con las manos libres pude hacerlo porque antes habíamos tenido cuarenta años de paz. Una paz, estoy de acuerdo, que no era del gusto de todo el mundo, pero que de todos modos, fue una paz que me transmitió unas estructuras en las que me pude apoyar”.