martes, 12 de diciembre de 2017

ARTURO MAS, EN EL EJE DEL GOLPE DE ESTADO

La Guardia Civil dispone ya de las pruebas que confirman lo que todos sabíamos: que el pobre Arturo Mas estuvo situado en el nervio de la estrategia golpista para secesionar Cataluña de la unidad de España. Junto a él, el expresidente prófugo Carlos Puigdemont, el escurridizo Oriol Junqueras y la taimada Carmen Forcadell. Y, además, Anna Gabriel, la de la airosa cabellera, la mediocre Marta Rovira y las dos silenciosas Neus.
La trama del golpismo, como la del 23-F en su día, va emergiendo y, como entonces ocurrió, todos los presuntos golpistas serán juzgados y, en su caso, sentenciados por la Justicia del Estado de Derecho.
Arturo Mas no era independentista. Ni de lejos. Convocó elecciones anticipadas en el año 2012 para pasar de 62 diputados a 80, es decir, mayoría absoluta, y poder presionar a Mariano Rajoy. Se quedó en 50 y, con el fin de no perder su poltrona de presidente de la Generalidad, se abrazó a ERC. Para acogerle en sus brazos, Oriol Junqueras exigió al pobre Arturo Mas un referéndum de independencia. Aceptó el contrito y, con la fe del converso, se pasó a las filas del secesionismo haciendo un daño inacabable a Cataluña y, como consecuencia, al resto de España. El es el penúltimo culpable del despropósito soberanista. El último es el expresidente felón Carlos Puigdemont, designado por el dedo del pobre Arturo Mas cuando la CUP se negó a aceptarle como presidente, a pesar de que forcejeó desesperadamente hasta el último minuto.
Condenado ya judicialmente por la preparación del referéndum ilegal del 9-N, al pobre Arturo Mas le aguarda ahora un proceso como presunto organizador del golpe de Estado perpetrado en Cataluña.

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