Unidos por el odio al comunismo, unos 47.000 españoles lucharon voluntariamente junto a los ejércitos de Hitler en la II Guerra Mundial contra la URSS de Stalin. De ellos mucho se ha escrito pero poco se ha visto. Ahora, más de 60 años después, Gustavo Morales y Luis E. Togores recogen su historia en un libro con más de 700 imágenes, la mayoría inéditas, que muestran desde los combates en el sitio de Leningrado a su vida cotidiana en la guerra que cambió el mundo: 'La División Azul. Las fotografías de una historia' (La esfera de los libros). Por Álvaro Carvajal
Franco tenía que corresponder el favorazo bélico de la lluvia de hierro de la Legión Cóndor alemana, pero su prioridad era ser neutral. O sea, que había que ayudar a Hitler, pero de una discreta forma no oficial. Solución: la División Azul.
Un ejército de voluntarios (47.000) con ganas de comer terreno a los ateos rusos de Stalin. "Políticamente, fue una acción militar crucial, pues gracias a ellos mantuvimos la valiosa neutralidad en la II Guerra Mundial", dijo el periodista José Javier Esparza, en la presentación del libro 'La División Azul. Las fotografías de una historia' (La esfera de los libros), de Gustavo Morales y Luis Togores.
Las fotos del libro dan cuenta de todo, aparte del color rojo de la sangre y del azul divisionario. Unos pies de foto son "Un zapador utiliza un lanzallamas durante un salato en el frente de Leningrado", o "Un sargento dispara un mortero desde una posición fortificada mientras los servidores aguantan los palos del bípode de la pieza", y otras, "la tropa charla junto al fuego". O sea, costumbrismo en el infierno, donde la gente, sorprendentemente, ríe y canta y hasta baila.
El co-autor Togores resaltaba que en casi todas las fotografías, los voluntarios sonríen, y el ambiente es entrañable, hasta festivo, entre cacerolas, caballos y ametralladoras MG34. "A los rusos les extrañaba que hubiera ruido al otro lado", comentó Togores, en la presentación del libro en la Universidad San Pablo-CEU.
Por su parte, Gustavo Morales (el otro autor) subrayó el carácter voluntario y heróico de los combatientes. Sus esfuerzos salvajes frente a los soviéticos, frente a los mosquitos del estío y el mordisco polar del invierno. "En Afganistán puede haber soldados españoles que no sepan por qué están allí, pero todos los de la División sabían a qué iban".
Heterogeneidad en las tropas
Iban gentes de todo tipo, desde convencidos anti-comunistas hasta jóvenes con mal de amores (como José Luis Berlanga). Morales comentó el caso del conde de Montergo, que se alistó con su mayordomo, y que, siendo soldado raso, estuvo a las órdenes de su criado, que era sargento.
La División dirigida primero por el general Agustín Muñoz Grandes y después por Emilio Esteban Infantes, entre 1941 y 1943 (casi 5.000 muertos, 8.000 heridos), inspiró en José Javier Esparza encendidos elogios históricos. La comparó con los Tercios de Flandes y con los patriotas de la Guerra de Independencia.
"La aparición de este libro tiene algo de provocador hoy en día, pero es una provocación bienvenida", aseveró Esparza, "pues se trata un episodio muy importante. Con él, sangre que es la nuestra regó los campos de la mayor fruerza totalitaria de la Historia".
Franco tenía que corresponder el favorazo bélico de la lluvia de hierro de la Legión Cóndor alemana, pero su prioridad era ser neutral. O sea, que había que ayudar a Hitler, pero de una discreta forma no oficial. Solución: la División Azul.
Un ejército de voluntarios (47.000) con ganas de comer terreno a los ateos rusos de Stalin. "Políticamente, fue una acción militar crucial, pues gracias a ellos mantuvimos la valiosa neutralidad en la II Guerra Mundial", dijo el periodista José Javier Esparza, en la presentación del libro 'La División Azul. Las fotografías de una historia' (La esfera de los libros), de Gustavo Morales y Luis Togores.
Las fotos del libro dan cuenta de todo, aparte del color rojo de la sangre y del azul divisionario. Unos pies de foto son "Un zapador utiliza un lanzallamas durante un salato en el frente de Leningrado", o "Un sargento dispara un mortero desde una posición fortificada mientras los servidores aguantan los palos del bípode de la pieza", y otras, "la tropa charla junto al fuego". O sea, costumbrismo en el infierno, donde la gente, sorprendentemente, ríe y canta y hasta baila.
El co-autor Togores resaltaba que en casi todas las fotografías, los voluntarios sonríen, y el ambiente es entrañable, hasta festivo, entre cacerolas, caballos y ametralladoras MG34. "A los rusos les extrañaba que hubiera ruido al otro lado", comentó Togores, en la presentación del libro en la Universidad San Pablo-CEU.
Por su parte, Gustavo Morales (el otro autor) subrayó el carácter voluntario y heróico de los combatientes. Sus esfuerzos salvajes frente a los soviéticos, frente a los mosquitos del estío y el mordisco polar del invierno. "En Afganistán puede haber soldados españoles que no sepan por qué están allí, pero todos los de la División sabían a qué iban".
Heterogeneidad en las tropas
Iban gentes de todo tipo, desde convencidos anti-comunistas hasta jóvenes con mal de amores (como José Luis Berlanga). Morales comentó el caso del conde de Montergo, que se alistó con su mayordomo, y que, siendo soldado raso, estuvo a las órdenes de su criado, que era sargento.
La División dirigida primero por el general Agustín Muñoz Grandes y después por Emilio Esteban Infantes, entre 1941 y 1943 (casi 5.000 muertos, 8.000 heridos), inspiró en José Javier Esparza encendidos elogios históricos. La comparó con los Tercios de Flandes y con los patriotas de la Guerra de Independencia.
"La aparición de este libro tiene algo de provocador hoy en día, pero es una provocación bienvenida", aseveró Esparza, "pues se trata un episodio muy importante. Con él, sangre que es la nuestra regó los campos de la mayor fruerza totalitaria de la Historia".