lunes, 5 de octubre de 2009

Para entender la crítica de Joaquín Costa al funcionamiento práctico del Sistema de la Restauración.


El fraude electoral generalizado que caracterizó el sistema del turno tiene lugar en el contexto de un país agrario y atrasado.

La clave de la adulteración electoral estaba en los “caciques”, que eran los encargados de llevar a la práctica los resultados electorales acordados por las elites de los partidos.
Los caciques eran personajes ricos e influyentes en la España rural (terratenientes, prestamistas, notarios, comerciantes...), quienes siguiendo las instrucciones del Gobernador Civil de cada provincia, amañaban las elecciones.
Los gobernadores habían sido a su vez informados por el ministro de Gobernación de los resultados que "debían" de salir en sus provincias, siguiendo el "encasillado" acordado por las elites políticas.
Los métodos desplegados por los caciques durante los elecciones fueron muy variados: violencia y amenazas; cambio de votos por favores (rebajas de impuestos, sorteo de quintos, saldo de préstamos, agilizar expedientes que se eternizaban en las oficinas estatales...); o simplemente trampas en las elecciones, el conocido popularmente como el “pucherazo”.
Su influencia la ponía al servicio del partido que defendía y era un intermediario entre el Estado y su zona


El funcionamiento del turno de partidos era el así:
*.- Cuando el partido en el poder se veía sometido a fuertes presiones internas, el Rey llamaba a gobernar al otro partido.
Tenía el apoyo de la Corona pero carecía del respaldo de las Cortes que era imprescindible en un régimen constitucional.
*.- El Rey otorgaba al nuevo Presidente del Gobierno el Decreto de disolución de las Cortes. Se preparaban nuevas elecciones que se manipulaban para que el resultado sirviera al nuevo gobierno y respetara a la oposición.
La representación parlamentaria se distribuía entre una mayoría en el partido del poder, un número importante del partido de la oposición y escasa representación de otros partidos no di-násticos

Todo esto descansaba en dos condiciones pactadas:
*.- La implicación de la Corona en el sistema político como árbitro de los partidos. El Rey podía decidir cuándo era conveniente la sustitución de un partido por otro.
*.- El falseamiento electoral que era el único medio para crear las mayorías parlamentarias necesarias en cada momento.

En la práctica el Gobierno no dependía de las Cortes, era el Gobierno quien las fabricaba. Esta manipulación electoral se conseguía con dos mecanismos: el encasillado y el pucherazo.
*.- El encasillado: las fuerzas políticas negociaban y se repartían los distritos electorales entre los partidos dinásticos.
La mayoría de los puestos era otorgada a sus propios candidatos, una minoría al partido turnante y muy pocos puestos a los partidos de minorías
*.- El pucherazo: era la manipulación o cambio de los resultados electorales y arreglo de las cifras de votos para ganar las elecciones. Los partidos hacían uso de: compra de votos, intimida-ción, utilización de electores fallecidos o "colocar la urna en un hospital de epidémicos como ocurrió en Madrid en 1886".
Con este sistema era evidente que la opinión del pueblo y sus votos no eran decisivos. Pudo mantenerse porque la población española era básicamente rural y tenía altos grados de analfabe-tismo y porque hasta principios de siglo, los partidos de oposición (los republicanos, los nacio-nalistas, los socialistas) no supusieron un grave peligro para la Monarquía.
Esta realidad generalizada se rompía algunas veces en las ciudades porque en ellas el voto era más libre (en las elecciones generales el sistema funcionaba perfectamente, en las municipa-les, especialmente en las grandes ciudades no era así).

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