En 1914, y a raíz de un concurso organizado por el semanario La Ilustración Española y Americana, se acuñó el término Leyenda Negra para referirse a la imagen -habría que decir la mala imagen- que durante siglos se ha tenido de España en el extranjero, en particular en algunos países centroeuropeos. El autor de la expresión fue Julián Juderías, un funcionario del antiguo Ministerio de Estado -el actual departamento de Asuntos Exteriores- que dedicó buena parte de su corta, pero fértil vida intelectual, a desmontar los tópicos y las mentiras vertidas sobre España.
Juderías, un personaje enciclopédico que murió a los 41 años y que conocía con soltura dieciséis lenguas, denunciaba las descripciones grotescas y los fantásticos relatos que se hacían sobre España y el carácter de los españoles, que aparecían ante el mundo como seres crueles, ignorantes y fanáticos.
Esa imagen de España -nacida a partir del reinado de Felipe II- es la que ha perdurado durante años y la que desnuda en su último libro* el historiador Joseph Pérez (Laroque-d’Olmes 1931). Pérez no es, desde luego, el primer hispanista que lo hace. Incluso antes que el propio Juderías, el historiador Rafael Altamira (1866-1951) y el diplomático y escritor Juan Valera (1824-1905) cargaron contra esa pintura negra de España y durante su vida dedicaron buena parte de sus esfuerzos intelectuales a hacer justicia a la verdad de los acontecimientos.
¿Qué queda de esa imagen? Para Joseph Pérez absolutamente nada. “La España de hoy –asegura a El Confidencial- se ve como una nación como las demás, ni más ni menos”, asegura desde su casa en el sur de Francia. En su opinión, los problemas que tiene hoy España “son los mismos que pueden ocurrir en otros países: paro, droga, aborto o crisis económica”. “No es cierto”, asegura, “aquel Spain is diferent que acuñó Manuel Fraga durante el franquismo”. Salvo en una cosa. El historiador Joseph Pérez está convencido de que el “resurgir” de los nacionalismos “es sui generis de España”.
“El problema vasco o catalán no se entiende muy bien, son reivindicaciones fuera de su tiempo”
“El problema vasco o catalán no se entiende muy bien, son reivindicaciones fuera de su tiempo”, sostiene este hispanista hijo de emigrantes valencianos. “Los franceses que viajan por España no tienen la impresión de que haya discriminación con Cataluña, todo lo contrario. Es una región próspera y por eso no se entienden muy bien que existan esas reivindicaciones”.
Ser españoles
“Entiendo”, dice Pérez, “el orgullo de ser vasco o catalán, pero eso no quiere decir que no se sea español. En Francia, se puede tener una patria chica, pero todo el mundo tiene conciencia de pertenecer a una comunidad superior que es la nación francesa”, asegura. “Tanto el País Vasco como Cataluña tienen una lengua propia y una cultura riquísima, pero eso no significa que no sean españoles”.
Buena parte de la leyenda negra se ha construido a partir de la presunta intolerancia española, pero Joseph Pérez está convencido de que en todas las naciones ha habido persecuciones religiosas y políticas. En Inglaterra, en Alemania, en Francia… Un rey como Luis XIV expulsó a los judíos de las colonias francesas y persiguió cruelmente a los protestantes obligándoles a convertirse al catolicismo, ya que en caso contrario serían desterrados. Pese a ello, la imagen de la Francia del XVII -y la del propio Rey Sol- no es la de una nación intransigente. Todo lo contrario.
Josép Pérez cita en su libro el caso del duque de Alba, la bestia negra de los Países Bajos, y que aún hoy se utiliza como coco para obligar a los niños flamencos a ir a la cama dada su sed de sangre. Pérez sostiene, sin embargo, que el tercer duque de Alba era un fino estratega que tuvo como preceptor al poeta Juan Boscán, y entre sus mejores amigos estaba Garcilaso de la Vega. Leía a Tácito y hablaba con soltura francés e italiano. El duque de Alba, sin embargo, ha pasado a la historia como un bárbaro desprovisto de humanidad.
La leyenda negra, dice Pérez, ha ignorado que la cultura española irradió Europa durante siglos. Durante el reinado de Luis XIII; la moda procedía de Madrid: blanco de España, bermellón de España, perfumes, artículos de cuero… “Todo lo que ahora estamos acostumbrados a llamar artículos de París era España la que lo suministraba”. Hasta Pascal se inspiraba en Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. Y el símbolo del dólar estadounidense es, incluso, una imitación de la piastra española, en la que se dibujaban las columnas de Hércules y una cinta que se enrollaba en torno a ellas con la divisa de Carlos V: Plus Ultra. Dicha cinta pasó a ser, en el caso de los americanos, una S, mientras que las columnas de Hércules fueron sustituidas primero por dos barras y después por una sola. Hoy EEUU es quien manda en el mundo y su cultura irradia el planeta. Como en el caso de España, no es sólo una hegemonía económica, sino también cultural y política.
Pese a ello, la leyenda negra sobre el carácter y hasta la crueldad de los españoles triunfó en Europa durante siglos. “Pero España”, asegura Pérez “no tiene el monopolio de la intolerancia.” Y recuerda que Inglaterra no dio los derechos políticos a los católicos hasta 1830 ¿Y qué decir del terror de la Revolución francesa o de los excesos de la Comuna de París?, se pregunta este historiador. Pérez tiene claro una cosa: que una nación “debe tener una cierta capacidad de olvido”. De otra manera, asegura, “nunca podrá superar el peso trágico de su historia”. Pero dicho esto está convencido de que en el caso de la Guerra Civil española, “las familias deben tener derecho a dar una sepultura digna a sus antepasados”.
Juderías, un personaje enciclopédico que murió a los 41 años y que conocía con soltura dieciséis lenguas, denunciaba las descripciones grotescas y los fantásticos relatos que se hacían sobre España y el carácter de los españoles, que aparecían ante el mundo como seres crueles, ignorantes y fanáticos.
Esa imagen de España -nacida a partir del reinado de Felipe II- es la que ha perdurado durante años y la que desnuda en su último libro* el historiador Joseph Pérez (Laroque-d’Olmes 1931). Pérez no es, desde luego, el primer hispanista que lo hace. Incluso antes que el propio Juderías, el historiador Rafael Altamira (1866-1951) y el diplomático y escritor Juan Valera (1824-1905) cargaron contra esa pintura negra de España y durante su vida dedicaron buena parte de sus esfuerzos intelectuales a hacer justicia a la verdad de los acontecimientos.
¿Qué queda de esa imagen? Para Joseph Pérez absolutamente nada. “La España de hoy –asegura a El Confidencial- se ve como una nación como las demás, ni más ni menos”, asegura desde su casa en el sur de Francia. En su opinión, los problemas que tiene hoy España “son los mismos que pueden ocurrir en otros países: paro, droga, aborto o crisis económica”. “No es cierto”, asegura, “aquel Spain is diferent que acuñó Manuel Fraga durante el franquismo”. Salvo en una cosa. El historiador Joseph Pérez está convencido de que el “resurgir” de los nacionalismos “es sui generis de España”.
“El problema vasco o catalán no se entiende muy bien, son reivindicaciones fuera de su tiempo”
“El problema vasco o catalán no se entiende muy bien, son reivindicaciones fuera de su tiempo”, sostiene este hispanista hijo de emigrantes valencianos. “Los franceses que viajan por España no tienen la impresión de que haya discriminación con Cataluña, todo lo contrario. Es una región próspera y por eso no se entienden muy bien que existan esas reivindicaciones”.
Ser españoles
“Entiendo”, dice Pérez, “el orgullo de ser vasco o catalán, pero eso no quiere decir que no se sea español. En Francia, se puede tener una patria chica, pero todo el mundo tiene conciencia de pertenecer a una comunidad superior que es la nación francesa”, asegura. “Tanto el País Vasco como Cataluña tienen una lengua propia y una cultura riquísima, pero eso no significa que no sean españoles”.
Buena parte de la leyenda negra se ha construido a partir de la presunta intolerancia española, pero Joseph Pérez está convencido de que en todas las naciones ha habido persecuciones religiosas y políticas. En Inglaterra, en Alemania, en Francia… Un rey como Luis XIV expulsó a los judíos de las colonias francesas y persiguió cruelmente a los protestantes obligándoles a convertirse al catolicismo, ya que en caso contrario serían desterrados. Pese a ello, la imagen de la Francia del XVII -y la del propio Rey Sol- no es la de una nación intransigente. Todo lo contrario.
Josép Pérez cita en su libro el caso del duque de Alba, la bestia negra de los Países Bajos, y que aún hoy se utiliza como coco para obligar a los niños flamencos a ir a la cama dada su sed de sangre. Pérez sostiene, sin embargo, que el tercer duque de Alba era un fino estratega que tuvo como preceptor al poeta Juan Boscán, y entre sus mejores amigos estaba Garcilaso de la Vega. Leía a Tácito y hablaba con soltura francés e italiano. El duque de Alba, sin embargo, ha pasado a la historia como un bárbaro desprovisto de humanidad.
La leyenda negra, dice Pérez, ha ignorado que la cultura española irradió Europa durante siglos. Durante el reinado de Luis XIII; la moda procedía de Madrid: blanco de España, bermellón de España, perfumes, artículos de cuero… “Todo lo que ahora estamos acostumbrados a llamar artículos de París era España la que lo suministraba”. Hasta Pascal se inspiraba en Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. Y el símbolo del dólar estadounidense es, incluso, una imitación de la piastra española, en la que se dibujaban las columnas de Hércules y una cinta que se enrollaba en torno a ellas con la divisa de Carlos V: Plus Ultra. Dicha cinta pasó a ser, en el caso de los americanos, una S, mientras que las columnas de Hércules fueron sustituidas primero por dos barras y después por una sola. Hoy EEUU es quien manda en el mundo y su cultura irradia el planeta. Como en el caso de España, no es sólo una hegemonía económica, sino también cultural y política.
Pese a ello, la leyenda negra sobre el carácter y hasta la crueldad de los españoles triunfó en Europa durante siglos. “Pero España”, asegura Pérez “no tiene el monopolio de la intolerancia.” Y recuerda que Inglaterra no dio los derechos políticos a los católicos hasta 1830 ¿Y qué decir del terror de la Revolución francesa o de los excesos de la Comuna de París?, se pregunta este historiador. Pérez tiene claro una cosa: que una nación “debe tener una cierta capacidad de olvido”. De otra manera, asegura, “nunca podrá superar el peso trágico de su historia”. Pero dicho esto está convencido de que en el caso de la Guerra Civil española, “las familias deben tener derecho a dar una sepultura digna a sus antepasados”.
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