El éxtasis del 14 de abril
El Gobierno de Alcalá-Zamora empezó ilusionado las reformas desde el primer día. Los españoles celebraron como nunca la huida de Alfonso XIII.
El Gobierno de Alcalá-Zamora empezó ilusionado las reformas desde el primer día. Los españoles celebraron como nunca la huida de Alfonso XIII.
Desde la misma mañana del 14 de abril de 1931, el gentío llenó las calles de las ciudades españolas para celebrar la caída de la monarquía y la llegada de la II República.
Todavía hay madrileños que recuerdan el martes 14 de abril de 1931 como uno de los días más felices de la historia de la ciudad. Madrid fue tomada por riadas de personas que corrían hacia la Puerta del Sol para comprobar, con sus ojos, la llegada de la II República.
El escritor y periodista catalán Josep Pla vivió la excitación en la capital y lo describió en sus crónicas de Madrid en el advenimiento de la República.
Pla percibe en las "riadas" de gente el mismo sentimiento que Alfonso XIII diagnosticó al conocer el resultado electoral del domingo previo. "Las elecciones me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo", dejó escrito el monarca antes de huir del Palacio Real.
Esta nota se publica en el diario ABC acompañada por otra del flamante ministro de Hacienda, Indalecio Prieto. El político socialista asegura que no pondrán trabas a la divulgación de esa carta, ya que está "segurísimo de la adhesión fervorosa del país" al nuevo régimen. Una sensación lógica, tras unos comicios en los que los republicanos ganan en 41 de 50 capitales de provincia.
Aquel optimismo no hace presagiar las dificultades que las reformas republicanas encontrarán en los años posteriores. Y mucho menos el golpe de estado que acabará definitivamente con la ilusión de aquel 14 de abril.
El presidente del Gobierno provisional de la República, Niceto Alcalá-Zamora, representa el optimismo del proyecto en su primer discurso dirigido al pueblo: "El triunfo será para España, la del inagotable y asombroso renacer, que una vez más asombrará al mundo con su renacimiento".
"Las elecciones me revelan que no tengo hoy el amor de mi pueblo", escribió el rey
Parte de esa regeneración popular de España quedó filmada por la productora Fox Movietone.
Las imágenes forman ahora parte de una película documental, El amanecer de una nueva era en España, que recoge los discursos de los principales protagonistas de aquellos días primaverales de 1931, el acto de entrega al pueblo de la Casa de Campo de Madrid y el movimiento popular que se produjo.
En las imágenes de esa película se observa a los madrileños agolpados en el Ayuntamiento de la ciudad, en la Plaza de la Villa, aclaman la salida del alcalde vencedor de las elecciones que acabaron con la Corona, el socialista Pedro Rico, ante un balcón engalanado con la bandera tricolor.
Allí se crea una nueva moda, que reseña la prensa de la época: "Se veía a muchas jóvenes ataviadas con el traje de la República: vestido rojo, sin mangas, y gorro frigio". Tal era la necesidad festiva de los ciudadanos, que una de las primeras decisiones de Manuel Azaña como ministro de la Guerra fue poner a las bandas militares al servicio del Ayuntamiento de Madrid para que contribuyeran al regocijo popular.
Y es que la capital de España simboliza la llegada del pueblo al poder. Los manifestantes cambiaron la rotulación de algunas de las calles por nombres más acordes con el nuevo régimen. Por ejemplo, la calle de la Reina se convirtió en la calle de la Injusticia; la de las Infantas pasó a ser la calle de los Mártires de Jaca por los sublevados contra la monarquía en 1930 que fueron fusilados; y la calle de Alcalá tomó el nombre de Alcalá-Zamora, el nuevo presidente del Gobierno. El alboroto fue tal que hasta el lunes, 20 de abril, no se reanudaron las clases.
El ministro de Gobernación confirmó que no hubo incidentes graves excepto en Bilbao
Una de las primeras medidas tomadas por el Gobierno provisional fue la entrega a los ciudadanos de las dependencias del monarca Alfonso XIII. El alcalde acepta con orgullo el inmenso parque de recreo que varias generaciones de Borbones habían utilizado para cazar. Eso sí, lanzó una advertencia de civismo a los madrileños: "Este emplazamiento no es lugar para orgías, francachelas y merendolas".
Ninguno de los asistentes a la firma protocolaria sospechaba que no iban a ser merendolas lo que se iba a celebrar entre los pinares de la Casa de Campo, sino el frente de guerra que sólo seis años después dejó munición que, todavía hoy, es recuperada en proyectos arqueológicos.
El entonces ministro de Gobernación, Miguel Maura, certificó ante los periodistas que no hubo incidentes graves en toda España excepto en Bilbao, donde el pueblo liberó a todos los presos. De hecho, según publicaron algunos diarios, los únicos incidentes se produjeron en aquellos ayuntamientos donde el "caciquismo" impidió que tomaran posesión los alcaldes recién elegidos en las urnas. Otros de los pocos incidentes reseñados fueron los desperfectos causados por algunos manifestantes en los coches del Metro y demás mobiliario urbano, al arrancar los escudos en relieve que representaban la Corona Real.
La República recibió, en apenas tres días, el reconocimiento de su legitimidad por parte de Uruguay, México, Chile, Francia, Bulgaria, Yugoslavia, Guatemala, Portugal, Panamá, Turquía, Argentina, Checoslovaquia y Cuba. El nuevo Gobierno celebró especialmente la ausencia de injerencias extranjeras en el cambio de régimen, que le liberaban de cualquier deuda. "Nace esta revolución con las manos libres y la conciencia tranquila", manifestó Alcalá-Zamora a la prensa.
Todavía hay madrileños que recuerdan el martes 14 de abril de 1931 como uno de los días más felices de la historia de la ciudad. Madrid fue tomada por riadas de personas que corrían hacia la Puerta del Sol para comprobar, con sus ojos, la llegada de la II República.
El escritor y periodista catalán Josep Pla vivió la excitación en la capital y lo describió en sus crónicas de Madrid en el advenimiento de la República.
Pla percibe en las "riadas" de gente el mismo sentimiento que Alfonso XIII diagnosticó al conocer el resultado electoral del domingo previo. "Las elecciones me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo", dejó escrito el monarca antes de huir del Palacio Real.
Esta nota se publica en el diario ABC acompañada por otra del flamante ministro de Hacienda, Indalecio Prieto. El político socialista asegura que no pondrán trabas a la divulgación de esa carta, ya que está "segurísimo de la adhesión fervorosa del país" al nuevo régimen. Una sensación lógica, tras unos comicios en los que los republicanos ganan en 41 de 50 capitales de provincia.
Aquel optimismo no hace presagiar las dificultades que las reformas republicanas encontrarán en los años posteriores. Y mucho menos el golpe de estado que acabará definitivamente con la ilusión de aquel 14 de abril.
El presidente del Gobierno provisional de la República, Niceto Alcalá-Zamora, representa el optimismo del proyecto en su primer discurso dirigido al pueblo: "El triunfo será para España, la del inagotable y asombroso renacer, que una vez más asombrará al mundo con su renacimiento".
"Las elecciones me revelan que no tengo hoy el amor de mi pueblo", escribió el rey
Parte de esa regeneración popular de España quedó filmada por la productora Fox Movietone.
Las imágenes forman ahora parte de una película documental, El amanecer de una nueva era en España, que recoge los discursos de los principales protagonistas de aquellos días primaverales de 1931, el acto de entrega al pueblo de la Casa de Campo de Madrid y el movimiento popular que se produjo.
En las imágenes de esa película se observa a los madrileños agolpados en el Ayuntamiento de la ciudad, en la Plaza de la Villa, aclaman la salida del alcalde vencedor de las elecciones que acabaron con la Corona, el socialista Pedro Rico, ante un balcón engalanado con la bandera tricolor.
Allí se crea una nueva moda, que reseña la prensa de la época: "Se veía a muchas jóvenes ataviadas con el traje de la República: vestido rojo, sin mangas, y gorro frigio". Tal era la necesidad festiva de los ciudadanos, que una de las primeras decisiones de Manuel Azaña como ministro de la Guerra fue poner a las bandas militares al servicio del Ayuntamiento de Madrid para que contribuyeran al regocijo popular.
Y es que la capital de España simboliza la llegada del pueblo al poder. Los manifestantes cambiaron la rotulación de algunas de las calles por nombres más acordes con el nuevo régimen. Por ejemplo, la calle de la Reina se convirtió en la calle de la Injusticia; la de las Infantas pasó a ser la calle de los Mártires de Jaca por los sublevados contra la monarquía en 1930 que fueron fusilados; y la calle de Alcalá tomó el nombre de Alcalá-Zamora, el nuevo presidente del Gobierno. El alboroto fue tal que hasta el lunes, 20 de abril, no se reanudaron las clases.
El ministro de Gobernación confirmó que no hubo incidentes graves excepto en Bilbao
Una de las primeras medidas tomadas por el Gobierno provisional fue la entrega a los ciudadanos de las dependencias del monarca Alfonso XIII. El alcalde acepta con orgullo el inmenso parque de recreo que varias generaciones de Borbones habían utilizado para cazar. Eso sí, lanzó una advertencia de civismo a los madrileños: "Este emplazamiento no es lugar para orgías, francachelas y merendolas".
Ninguno de los asistentes a la firma protocolaria sospechaba que no iban a ser merendolas lo que se iba a celebrar entre los pinares de la Casa de Campo, sino el frente de guerra que sólo seis años después dejó munición que, todavía hoy, es recuperada en proyectos arqueológicos.
El entonces ministro de Gobernación, Miguel Maura, certificó ante los periodistas que no hubo incidentes graves en toda España excepto en Bilbao, donde el pueblo liberó a todos los presos. De hecho, según publicaron algunos diarios, los únicos incidentes se produjeron en aquellos ayuntamientos donde el "caciquismo" impidió que tomaran posesión los alcaldes recién elegidos en las urnas. Otros de los pocos incidentes reseñados fueron los desperfectos causados por algunos manifestantes en los coches del Metro y demás mobiliario urbano, al arrancar los escudos en relieve que representaban la Corona Real.
La República recibió, en apenas tres días, el reconocimiento de su legitimidad por parte de Uruguay, México, Chile, Francia, Bulgaria, Yugoslavia, Guatemala, Portugal, Panamá, Turquía, Argentina, Checoslovaquia y Cuba. El nuevo Gobierno celebró especialmente la ausencia de injerencias extranjeras en el cambio de régimen, que le liberaban de cualquier deuda. "Nace esta revolución con las manos libres y la conciencia tranquila", manifestó Alcalá-Zamora a la prensa.
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