- Manifiesto de Alfonso XIII (14 de abril de 1931)
- Elecciones municipales abril 1931
- Elecciones noviembre de 1933
- Elecciones febrero 1936
- Resultado electoral junio1931
- II República (Frente Popular)
- Bienio Radical-Cedista (1933-1936)
- Esquema Bienio 1931-1933
- Esquema de Partidos políticos II República español...
- El problema agrario (texto de Azaña para comentari..
Conocer la Historia no sirve para nada pero el que no conoce la Historia no sabe nada.
miércoles, 29 de febrero de 2012
Las Reformas de la II República
viernes, 17 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
La crisis económica en la II República.
«La Reforma
Agraria nació muerta, y solo se orientó en forma de castigo político para
quienes se sospechase habían tenido algún contacto con el golpe militar de
Sanjurjo en agosto de 1932. Esto provocó una expropiación muy importante en los
ruedos de los pueblos»
La
agricultura suponía, en 1931, respecto al total del PIB, el 24'2%. La
producción de los campos animaba o deprimía en ese año la vida económica de la
nación.
La cosecha
de trigo de 1931 fue y, por ello, Marcelino Domingo decidió importar trigo
argentino, sin percibir que la depresión mundial podía multiplicar su efecto en
España.
«El Norte de
Castilla», con su muestreo tradicional, anunció que la cosecha de 1932 iba a
ser magnífica, como efectivamente sucedió.
La llegada
del trigo argentino, sumado a las buenas perspectivas agrarias provocó tal
caída de precios, que se hundió el poder adquisitivo de los campesinos, y con
él, el de todos los españoles.
La fuerte
contracción del gasto público que pretendió evitar la caída de la cotización de
la peseta, a pesar de que Keynes en Madrid en 1930 señaló que la caída de la
peseta facilitaría las exportaciones españolas y, por ello, ayudaría a España a
salir de la crisis.
El déficit
presupuestario fue, por eso, únicamente de un 0'2 por ciento en 1931, y de un
0'6 por ciento en 1932, del PIB.
Lluc
Beltrán, en su carta a Keynes del 17 de noviembre de 1934 —publicada en los
«Anales de la Real Academia de Doctores de España» 2009— decía textualmente:
«Al iniciarse la bajada mundial de los precios en 1929, la peseta comenzó a
bajar en consonancia, con la feliz consecuencia de mantener… la normalidad de
nuestra actividad industrial.
Por el
contrario se consideró que la bajada del cambio de la peseta se vio como preludio de un desastre para la
economía española ya que el tipo de cambio de la peseta dejó de seguir la
tendencia de los precios mundiales. Al elevarse, dio lugar a una caída de los
precios nacionales. Fue en ese momento cuando se empezó a notar en España los
efectos de la depresión mundial».
El freno
planteado a las obras públicas y la crisis agraria provocaron de consuno un
largo desempleo, descomunal para entonces, agravado por la política de Largo
Caballero, favorable a la subida de los costes salariales, esencialmente en la
agricultura al poner en marcha un arbitrio típico: la Ley de Términos
municipales, de 28 de abril de 1931, por la que los empresarios rurales de cada
municipio debían dar ocupación, con altos salarios, a los parados que
existiesen en él.
Sus
consecuencias: en 1933 esta política motivó que estuviesen «un número muy
considerable de ciudadanos del interior con un nivel de de vida medieval.
La II
República puso en marcha una Reforma Agraria para paliar esta situación.
Al decidir
liquidar el proyecto del Banco Agrario, por ese miedo reverencial que a la gran
Banca española tenía Azaña, ¿cómo sin crédito iban a prosperar los nuevos
propietarios? ¿De qué iban a vivir hasta que vendiesen las cosechas? ¿Y cómo
podrían comprar desde abonos hasta la cebada para las mulas?
Por eso, la
Reforma Agraria nació muerta, y solo se orientó en forma de castigo político
para quienes se sospechase habían tenido algún contacto con el golpe militar de
Sanjurjo en agosto de 1932.
Esto provocó
una expropiación muy importante en las
pequeñas propiedades ajenas al latifundismo. Así se creó, adicionalmente, un
clima de odios en muchas pequeñas localidades agrarias, que explican el por qué
de muchos de los abundantes sucesos
sangrientos a partir de 1936.
Esta
situación provocó un considerable aumento del paro, lo que acentuó las
tensiones sociales, las cuales, a su vez, frenaban la expansión, al empeorar
las expectativas empresariales.
Y para
agravarlo todo, gracias a la puesta en marcha del Estatuto de Cataluña, como
explicaron con contundencia Larraz y Calvo Sotelo, se rompió el mercado
interior y se alteró profundamente la marcha de la Hacienda.
La síntesis
de todo lo señalado se encuentra en estas frases de Jordi Palafox en «Atraso
económico y democracia. La II República y la economía. 1892-1936» (Crítica,
1991, págs. 179 y 181): «El impacto sobre la economía de la proclamación de la
República fue brutal», porque los acontecimientos «provocaron una profunda
sensación de inseguridad entre los sectores económicos con más poder».
Simultáneamente,
se acentuó el intervencionismo, y los fenómenos de un fuerte corporativismo
ajeno al mercado se generalizaron.
Pedro Fraile
Balbín, en su excelente trabajo «La intervención económica durante la II
República» (en el volumen I de «1900-2000. Historia de un esfuerzo colectivo»,
Planeta. Fundación BSCH, 2000), señaló que «el predominio de los responsables
políticos sin formación profesional económica, o, lo que es aún peor, con las
intuiciones que formaban el conocimiento común de lo económico en aquel tiempo,
era patente entre todos los ministros desde 1931 hasta los últimos gobiernos».
El inicio de
este caos económico motivó que el PIB por habitante a precios de mercado
disminuyese respecto a 1929 nada menos que un 9'5 por ciento en 1933, junto con
un fuerte aumento de desempleo.
En este caos
económico los costes sociales (los que tuvieron que pagar las familias)
tuvieron su origen en las medidas
iniciadas en 1931 y que era inédito desde 1874.
«La Reforma
Agraria nació muerta, y solo se orientó en forma de castigo político para
quienes se sospechase habían tenido algún contacto con el golpe militar de
Sanjurjo en agosto de 1932. Esto provocó una expropiación muy importante en los
ruedos de los pueblos»
jueves, 9 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
TEXTO 6: EL CAMBIO DE MENTALIDAD EN EL SEGUNDO FRANQUISMO
.
“El desarrollismo no fue solamente un fenómeno económico. Fue también la consecuencia de un cambio de actitudes y mentalidades. Este cambio se hizo patente, por ejemplo, en la disposición a emigrar, a dejar el pueblo en el que habían vivido generaciones de una familia, para buscar trabajo y bienestar en un entorno diferente, bien nacional, bien internacional. El hecho de no seguir aceptando pasivamente el statu quo que había caracterizado la vida de los antepasados ya es un claro signo de que gran parte de la población española –se trata de millones de personas‐ estaba sumergida en este cambio de mentalidad antes del auge económico o paralelamente a él.
Condición y, al mismo tiempo, consecuencia de los rápidos cambios de los años sesenta fue el vertiginoso aumento de la tasa de escolarización. El analfabetismo descendió de un 19 por ciento en 1940 a un 9 por ciento en 1970. Entre 1960 y 1975 el número de alumnos de enseñanza media creció en siete veces; este aumento espectacular iba paralelo al proceso de concentración urbana, reforzándolo al mismo tiempo. El aumento también refleja la aspiración de muchas familias de clase baja de asegurarles a sus hijos mejores posibilidades de educación. […] Lo mismo puede decirse de las universidades: en 1961, en las universidades estatales había menos de 65.000 estudiantes; en 1976, el número había ascendido a 400.000. […] El boom estudiantil en los años desarrollistas sobrepasaba, pues, en mucho la medida del crecimiento económico. El trasfondo de este crecimiento inusitado radicaba en la expectativa de los padres de lograr para sus hijos un ascenso social por medio de la educación.
La disposición mental a cambiar la propia vida para mejorar las condiciones materiales forma parte, pues, del desarrollismo de los sesenta; éste fue, por lo tanto, un hecho económico y, al mismo tiempo, una actitud mental”.
BERNECKER, Walther L. “El cambio de mentalidad en el segundo franquismo”. En TOWNSON, N. (coord.). España en cambio: el segundo franquismo, 1959‐1975. Madrid: Siglo XXI, 2009, pp. 49-70
Otras entradas
TEXTO 8: DISCURSO DE INVESTIDURA DE FELIPE GONZÁLEZ
*.-
“El Gobierno cumplirá y hará cumplir la ley. No permitiendo ninguna
actuación al margen de la Constitución, y los que piensen que pueden
violentarla encontrarán una respuesta rigurosa por nuestra parte (…) Ni el
terror, ni el chantaje, ni los intentos involucionistas desviarán la decisión
del Gobierno de hacer cumplir la Constitución (…) El 28 de octubre supone la
más importante derrota moral para los que desean suplantar la voluntad de los
ciudadanos (…)
*.-
Trabajemos con tesón para allanar los obstáculos que aún se oponen a nuestra
plena integración en las Comunidades Europeas y creemos que no será pretencioso
conseguir la adhesión, dentro del horizonte dado por la presente legislatura
(…)
*.-
Examinaremos también con toda atención los términos de nuestra relación
defensiva y de cooperación con los Estados Unidos de América y reestudiaremos,
con el rigor necesario para la defensa de nuestro interés y de nuestra dignidad,
la decisión adoptada por el anterior Gobierno español en relación con el
Tratado del Atlántico Norte, manteniendo nuestros compromisos con el pueblo
español”.
ABC,
1 de diciembre de 1982, pp. 24-27.
“Esta mañana me hicieron una pregunta y me pedían aproximadamente que
contestara en tres segundos qué creía
que necesitaba España…
(…) Una: un Gobierno que gobierne, que cumpla la Constitución y que
haga cumplir la Constitución, a aquellos que tienen que aceptarla y acabar con
ella.
Un pueblo que recupere la ilusión, y que recupere sobre todo ese impuso
ético que da la solidaridad entre ciudadanos, y entre pueblos de toda España,
para superar la crisis económica, la crisis política, la crisis cultural y la
crisis ética que padece la sociedad española…
Felipe González. Mitin en Guadalajara, octubre 1982
“sacar a nuestro país de la crisis económica. Colocarlo al frente de
los paises que pueden y quieren hacer la nueva revolución industrial, un
programa que quiere luchar contra la desigualdad, la desigualdad en la
enseñanza, la discriminación social, la desigualdad de la marginación, la
discriminación en todos sus niuveles, un programa que quiere colocar a España
en el lugar que le corresponde en el mundo…
Felipe González. Mitin Ciudad Universitaria Madrid.
Tarde del 28… “Felipe es Alfonso que quiere hablar con el próximo
Presidente del Gobierno”.
Se puso Felipe al teléfono y de la conversación dedujimos que habíamos
ganado por mayoría absoluta.
Felipe me pidió que tomase nota y empezó a dictar: “PSOE, 202; UCD…”
PSOE
obtuvo una victoria arrolladora en las votaciones del 28 de octubre de 1982 con
el 48,3% de los sufragios y 202 diputados. El vuelco del panorama político
-doblemente histórico, pues, además del hundimiento total sufrido por la UCD,
nunca antes un partido de izquierda había recibido tantos votos en solitario en
España.
Felipe
González se sometió a la confianza del Parlamento el 30 de noviembre. En su
discurso planteó sus cuatro asuntos prioritarios y sus tres principios de
gobierno:
Los
principios:
*.-
La paz social (…), la seguridad ciudadana como garantía de desarrollo de las libertades. Pas y
desarrollo en el trabajo, en el ocio, en la creación, en la interdependencia de
nuestra vida en común y en las relaciones internacionales.
*.-
La unidad nacional, que se fortalece con la diversidad de nuestros pueblos, con
las preferencias de los grupos, “con las preferencias de los grupos, con las
singularidades de este rico y variado mundo que llamamos España”.
*.-
El progreso como instrumento al servicio de la Justicia.
*.-
Las bases anteriores nos permitirán reforzar la presencia de España en el
mundo.
“Paz,
unidad y progreso; ese es el perfil del horizonte, de nuestro rumbo
permanente”.
.
Felipe
González fue investido presidente por el Congreso el 2 de diciembre con 207
votos a favor, 116 en contra y 21 abstenciones, prestó juramento ante el rey en
el Palacio de la Zarzuela ese mismo día, y su Gabinete, en el que destacaban
varios exponentes de la intelligentsia del partido con un sólido bagaje
universitario, tomó posesión un día más tarde.
La
primera legislatura gobernada por González estuvo centrada en la reconversión
industrial, el crecimiento económico y el empleo. El paro era la gran
asignatura pendiente de González.
(La
tasa de paro no dejó de aumentar desde la restauración de la democracia y esta
tendencia continuó sin apenas tregua en los tres primeros años (largos) de
Gobierno socialista: de los 2,28 millones de parados que había en diciembre de
1982 (el 16,6%, según la Encuesta de Población Activa) se pasó a los 3,05
millones (el 21,6%) en el primer trimestre de 1986).
El
precio social de la reforma estructural había sido elevadísimo.
González,
preocupado por que se desinflaran para el Gobierno las repercusiones positivas
de su victoria en el referéndum del 12 de marzo sobre la permanencia en la
OTAN, decidió adelantar las elecciones generales al 22 de junio de 1986. A
ellas, el PSOE llegó menos desgastado de lo que se había sospechado y el
partido gobernante volvió a ganar con el 44,1% de los votos y 184 diputados,
esto es, mayoría absoluta de nuevo.
Los
gobiernos de González también impulsaron la apertura al exterior iniciada por los
primeros gobiernos democráticos.
La
diplomacia española, conducida sucesivamente por los ministros Fernando Morán,
Francisco Fernández Ordóñez (desde 1985) y Javier Solana (desde 1992), rechazó
el unilateralismo y la no alineación, renunció a casi todas las reservas de excepcionalidad
nacional y buscó la plena participación en el concierto de países occidentales,
que era, por geografía, cultura e historia, el ámbito propio de España; allí
estaban sus principales socios comerciales y allí esperaba apoyarse para
superar su retraso tecnológico.
La
estrategia internacionalista de González tuvo su definición máxima en la
inserción en las estructuras euro-atlánticas.
El
cambio de postura sobre la OTAN y las relaciones con Estados Unidos:
Entre
1983 y 1984, poniendo fin a un período de ambigüedad y vacilaciones, el
Gobierno de Felipe González (a pesar de las disensiones internas y
enfrentamientos con las bases del partido) recondujo el discurso neutralista y
antiamericanista del PSOE hasta defender
la permanencia de España en la OTAN en las condiciones del ingreso negociado
por el Gobierno de Calvo-Sotelo (contra la voluntad mayoritaria de la sociedad
española, el 30 de mayo de 1982 y en las que el
PSOE había convocado movilizaciones masivas bajo la consigna de OTAN, de
entrada no).
A
pesar de que en su Programa el partido se comprometía a someter a los
ciudadanos en referéndum la permanencia o la salida de la organización
defensiva, y González había asegurado que llegado ese momento, un gobierno suyo
aconsejaría el voto favorable:
*.-
El 19 de abril de 1983 el Congreso autorizó el nuevo Convenio bilateral de
Amistad, Defensa y Cooperación con Estados Unidos, que había dejado firmado (2
de julio de 1982) el Gobierno ucedista y que puso al día el viejo Pacto de
Madrid de 1953 entre los gobiernos de Franco y Eisenhower.
*.-
En octubre de 1984, durante el Debate sobre el Estado de la Nación, González
hizo oficial su viraje atlantista con un discurso en el que expuso un
"decálogo" sobre la política nacional de paz y seguridad, que debía
servir de base para un consenso parlamentario en política exterior.
Sus
puntos principales eran:
*.-
La continuidad en la OTAN, pero sin participar en su estructura militar
integrada (luego el Gobierno seguiría reservándose el control operativo de las
tropas españolas en caso de movilización aliada).
*.-
El rechazo a la instalación o tránsito de armas atómicas por territorio nacional.
*.-
El compromiso con la distensión y el desarme internacionales (que vino a
ilustrar la adhesión el 14 de noviembre de 1987 al Tratado de No Proliferación Nuclear).
*.-
La vigencia del Convenio con Estados Unidos, pero abriendo negociaciones para reducir
la presencia militar de la superpotencia;.
*.-
La voluntad de participar en la Unión Europea Occidental (UEO, en la que España
ciertamente iba a ingresar el 27 de marzo de 1990); y la reivindicación de la
soberanía sobre Gibraltar.
Cumpliendo
con un compromiso electoral y por la presión de pacifistas y antimilitaristas,
Felipe ç González convocó para el 12 de marzo de 1986 el referéndum sobre la
OTAN.
Éste
no tenía carácter vinculante y sólo era consultivo, pero corría el riesgo de
convertirse en un plebiscito sobre la gestión del Gobierno; si González lo
perdía, su situación, con las elecciones generales a la vuelta de la esquina,
se tornaría muy comprometida.
La
decidida implicación del presidente en el asunto hizo valer su carisma y sus
razones para votar sí y de las consecuencias de votar no (el daño político para
el Gobierno, el desprestigio de España en el mundo occidental y los riesgos impredecibles
para la misma OTAN y para el equilibrio internacional entre los bloques, prospectivas
que fueron tachadas de exageraciones demagógicas por el PCE), resultó decisiva para
el vuelco de la opinión del electorado, que finalmente aprobó la permanencia en
la OTAN en las condiciones fijadas por el Gobierno.
El
sí a la OTAN ganó con el 52,5% de los votos, aunque el 40,2% de los censados se
abstuvo de votar. 14 años después, González iba a considerar la promesa y
convocatoria de esta consulta, que tantas preocupaciones personales y costes
políticos le causó, como el "mayor error" de su carrera política.
El
desenlace del referéndum sobre la OTAN, que preludió la segunda victoria
consecutiva del PSOE por mayoría absoluta en las elecciones generales
anticipadas, tuvo el efecto de descongelar las negociaciones bilaterales con
Estados Unidos, conducidas por el ministro Fernández Ordóñez, para la reducción
de la presencia militar de este país en España.
Se
llegó así al Convenio sobre Cooperación para la Defensa, que sustituyó al
Convenio de 1982.
Las
relaciones hispano-americanas fueron puestas a prueba durante la crisis y
guerra del Golfo entre agosto de 1990 y febrero de 1991.
La
muerte de tres centenares de bagdadíes en el bombardeo, presuntamente
accidental, de un refugio antiaéreo el 13 de febrero empujó a González a
solicitar por carta al presidente George Bush que cesaran los ataques aéreos
contra las ciudades irakíes.
Las
cabeceras de la prensa internacional destacaron la "excepción"
española dentro de la amplia pero compacta coalición internacional antiirakí liderada
por Estados Unidos y avalada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
El
ingreso en las Comunidades Europeas
El
eje de la política exterior de González fue la entrada en las Comunidades
Europeas, una meta perseguida por todos los gobiernos españoles desde 1962 y solicitada oficialmente por Suárez en 1977.
Para los gobiernos de la democracia era indispensable superar la marginación de
España en el concierto económico y político europeo.
El
12 de junio de 1985, tras seis años de arduas y sinuosas negociaciones, en las
que Madrid hubo de abrazar el ámbito jurisdiccional del Consejo de Europa,
adaptar sus estructuras productivas sometidas a proteccionismo y vencer las
resistencias francesas por la competencia que entrañaba el potente agro
español, González firmó en el Palacio Real de Madrid el Acta de Adhesión a la
Comunidad Económica Europea (CEE), la Comunidad Europea del Carbón y del Acero
(CECA) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). El ingreso formal
en las Comunidades Europeas tuvo lugar el 1 de enero de 1986, a la vez que la incorporación
de Portugal.
.
lunes, 6 de febrero de 2012
jueves, 2 de febrero de 2012
La Guerra Civil Española
La sublevación militar.
El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla.
Desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos.
El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, con el general Mola en Pamplona, Andalucia Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, excepto Menorca, con el general Goded que después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección, y Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África.
También triunfó en enclaves aislados como Oviedo, con el general Aranda, Granada, donde tuvo lugar asesinato de García Lorca, y Zaragoza con el general Cabanellas.
El fracaso de la rebelión.
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía.
Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección.
En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país.
La división del país en dos zonas: el inicio de la guerra civil
El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra.
La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares.
En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada, sin muchos de sus oficiales, y la Aviación permanecieron en manos del gobierno republicano.
El desarrollo de la guerra civil
La descomposición política tras el golpe y la represión
El golpe y el estallido de la guerra provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la II República.
En el bando nacional el poder quedó en manos de un grupo de generales, que, siguiendo las propuestas de Mola, establecieron un estado autoritario y militarizado.
En el bando republicano el gobierno de la República perdió el control de la situación y el poder real quedó en manos de comités obreros organizados por partidos y sindicatos que no estaban sometidos a ningún tipo de poder centralizado.
En los primeros momentos de la guerra hubo una enorme represión en ambos bandos. Las ejecuciones y los asesinatos se extendieron como una pesadilla por todo el país.
La represión en la zona nacional se dirigió esencialmente contra los militantes obreros y campesinos, aunque algunos intelectuales, como Federico García Lorca, fueron también víctimas del horror. La represión estuvo bastante organizada y controlada por las autoridades militares.
Este hecho no impidió que pistoleros falangistas descontrolados protagonizaran excesos de todo tipo.
En la zona republicana los grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las clases adineradas. Jose Antonio Primo de Rivera, prisionero en Alicante al estallar la guerra, fue juzgado y ejecutado. Tras el caos inicial en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco a poco la situación y la represión se atenuó.
El avance nacionalista durante los primeros meses de la guerra
Un elemento clave para comprender la victoria final de los nacionales fue el "puente aéreo" organizado con aviones alemanes e italianos que permitió el rápido traslado del Ejército de África a la península.
Los legionarios y regulares, fuerzas profesionales que superaban con facilidad a las desorganizadas milicias obreras y campesinas, iniciaron un rápido avance hacia Madrid. En el camino, el general Yagüe que mandaba las columnas decidió desviarse hacia Badajoz. La ciudad cayó y se inició una brutal represión que escandalizó al mundo y produjo un gran número de víctimas.
Las tropas continuaron su avance hacia Madrid y antes de alcanzar Madrid, Franco decidió desviar de nuevo las tropas para liberar a la guarnición asediada en el Alcázar de Toledo. La "liberación del Alcázar" fue un gran triunfo propagandístico para Franco.
Mientras, Mola tomó Irún y San Sebastián aislando al País Vasco de la frontera con Francia.
La Batalla de Madrid
El 18 de octubre de 1936 las fuerzas nacionalistas dirigidas por Varela llegaron a las afueras de Madrid. En noviembre de 1936 se inició la Batalla de Madrid. El 4 de noviembre de 1936 ocuparon Alcorcón, Leganés, Getafe y Cuatro Vientos. La caída de la capital en manos de las tropas rebeldes parecía inminente.
Ante la superioridad militar de las fuerzas nacionales, partidos y sindicatos obreros alentaron la movilización del pueblo madrileño para defender su ciudad. El grito de "¡No Pasarán!" se hizo celebre en todo el mundo.
La moral de la población madrileña aumentó con la llegada de refuerzos exteriores. Las Brigadas Internacionales, cuerpo de voluntarios organizados esencialmente por los comunistas; tanques y aviones rusos, la columna del anarquista Durruti ... llegaron para ayudar en la defensa de la capital.
La ciudad fue sometida a bombardeos aéreos por aviones Junker alemanes y se produjeron duros combates en la Casa de Campo, la Ciudad Universitaria y el Puente de los Franceses. Las tropas republicanas consiguieron resistir y, finalmente, Franco ordenó el fin del asalto frontal a la ciudad.
Las Batallas del Jarama y Guadalajara. La toma de Málaga
Tras fracasar en su intento de atacar frontalmente a Madrid, Franco intentó cercar a la capital. Este intento dio lugar a la batalla del Jarama, una de las más encarnizadas de la guerra, y la batalla de Guadalajara, donde las tropas italianas enviadas por Mussolini fueron derrotadas.
Mientras las tropas franquistas tomaban Málaga y de nuevo se producía una dura represión.
El fracaso ante Madrid hizo que Franco optara por una nueva estrategia: ya no busco acortar el conflicto, sino que fue atacando las zonas más débiles de los republicanos.
La Campaña del Norte
De la primavera al otoño de 1937, las tropas nacionales conquistaron la zona norte republicana que había quedado aislada del resto del país. Uno tras otro, el País Vasco, Cantabria y Asturias fueron cayendo en manos de Franco.
Durante esta campaña tuvo lugar el célebre bombardeo de Guernica. La Legíon Cóndor, grupo aéreo alemán enviado por Hitler, bombardeó una ciudad sin interés militar y la arrasó. Este acto, que luego en la segunda guerra mundial se convirtió en rutinario, provocó un escándalo mundial e inspiró a Pablo Picasso en su célebre cuadro.
Durante la campaña vasca, Mola, el único general que podía competir con Franco en el liderazgo del bando nacional, murió en accidente de avión.
Tratando de distraer fuerzas nacionalistas de la campaña del norte, los republicanos organizaron la ofensiva de Belchite en Aragón. El fracaso fue total y finalmente las tropas franquistas tomaron todo el norte del país.
La conquista del norte tuvo graves consecuencias para la República. No sólo perdieron las minas de carbón y hierro de la zona, sino que, en adelante, los franquistas pudieron concentrar todas sus tropas en la zona sur.
De Teruel a la batalla del Ebro
En diciembre de 1937, tuvo lugar una ofensiva republicana en Teruel. Las condiciones climáticas marcaron una ofensiva que finalmente fracasó. Tras asegurar el dominio de Teruel, Franco lanzó una ataque general en Aragón. El éxito fue fulgurante y el 15 de abril de 1938 las tropas nacionales llegaron a Vinaroz en el Mediterráneo. La zona republicana quedó partida en dos.
La última gran ofensiva republicana dio lugar a la Batalla del Ebro en julio de 1938. Con más de 100.000 muertos, esta fue la más cruenta de las batallas de la guerra civil y agotó definitivamente la moral y las reservas republicanas.
El final de la guerra
La antesala del fin de la guerra fue la ofensiva nacionalista contra Cataluña. Tras tomar Barcelona, las tropas franquistas llegaron a la frontera francesa en febrero de 1939. Antes se había producido un enorme y patético éxodo de población. Más de 500.000 personas huyeron a Francia, donde fueron hacinadas en campos de concentración.
Ante la inminente derrota, las divisiones internas se hicieron aún más profundas en el bando republicano.
El gobierno de Negrín, con el apoyo de los comunistas y parte de los socialistas, proponía la resistencia a ultranza. El objetivo era que el conflicto español quedó integrada en la inminente guerra europea y mundial que todo el mundo veía venir. De esa manera, la República española encontraría aliados que le permitirían cambiar el signo de la guerra.
Contra esta posición, y defendiendo la negociación de la derrota con Franco, el coronel Casado dio un golpe contra el gobierno de Negrín. Pese a las propuestas de negociación de Casado, Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid y el 1 de Abril de 1939 terminaba la sangrienta guerra. Una larga dictadura vino a sustituir al ensayo democrático de la segunda república.
La zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la economía: transportes, suministros militares, centros de producción. Mientras el gobierno se limitaba a ratificar legalmente lo que los comités hacían de hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva de fincas. Las grandes propiedades y, en algún caso, las medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la socialización de la tierra y su producción. En las zonas de hegemonía anarquista tuvo lugar una colectivización total de la propiedad. En algunos casos, se llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad, presidido por el socialista Largo Caballero y con ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes.
En noviembre se incorporaron cuatro dirigentes anarquistas, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministro en España.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo de guerra. La tarea era enorme difícil. El poder estaba en manos de miles de comités obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente los anarquistas con socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos eran otro factor de disgregación. No sin dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la República y en octubre se aprobó el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió en el primer lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
En la zona republicana se enfrentaron básicamente dos modelos.
*.- Por un lado, la CNT-FAI y POUM que emprendieron la inmediata colectivización de tierras y fábricas. Su lema era "Revolución y guerra al mismo tiempo". Su zona de hegemonía fue Cataluña, Aragón y Valencia.
*.- Por otro lado, el PSOE y el PCE intentaron restaurar el orden y centralizar la toma de decisiones en el gobierno, respetando la pequeña y mediana propiedad. Su lema era "Primero la guerra y después la revolución".
Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona en mayo de 1937. El gobierno de la Generalitat, siguiendo instrucciones del gobierno central, trató de tomar el control de la Telefónica de Barcelona, en manos de un comité de la CNT desde el inicio de la guerra. El intento desencadenó una insurrección y los combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937, provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero.
El nuevo gobierno presidido por el socialista Negrín, tenía una mayoría de ministros del PSOE, pero se inclinaba cada vez más hacia las posturas defendidas por el PCE. La ayuda soviética había hecho que los comunistas pasaran de ser un grupo minoritario a una fuerza muy influyente.
Los enfrentamientos entre stalinistas y trostkistas se re reprodujeron en suelo español.
El POUM fue ilegalizado y su dirigente, Andreu Nin, "desapareció" estando en manos de agentes soviéticos.
Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se impuso una mayor centralización en la dirección de la economía y se terminó de construir el Ejército Popular, acabando con la indisciplina de las milicias.
A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo y dividieron en dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas enfrentadas. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la "resistencia a ultranza", algunos dirigentes, anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar ante la perspectiva de la segura derrota.
Los acontecimientos internacionales: el Pacto de Munich en septiembre de 1938, la retirada de las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética; y los internos: la caída de Cataluña, reforzaron la idea de que la guerra estaba perdida. Así, en marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó del poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el dictador exigió la rendición incondicional.
La zona nacional
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde Portugal hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro.
El 24 julio tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la zona nacional.
Las medidas que adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange y los requetés carlistas.
En esos momentos la propaganda nacionalista acaba de configurar la justificación del golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido. La insurrección militar ha sido en realidad un Alzamiento Nacional contra una República "marxista" y "antiespañola".
La Iglesia Católica, duramente perseguida en la zona republicana, termina de configurar la teoría que justifica la matanza que está asolando el país: la guerra es una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
Las medidas que se tomaron en el terreno económico fueron encaminadas en una doble dirección: cancelación de todas las reformas republicanas, el mejor ejemplo es la devolución a sus propietarios de las tierras repartidas en la reforma agraria, e intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista. Así, en 1937, se creó el Servicio Nacional del Trigo que pasó a controlar el abastecimiento de pan de la población.
La necesidad de contar con una dirección única era evidente para unos militares educados en la disciplina y la jerarquía. Así el 1 de octubre 1936 Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español. Sus éxitos militares, el estar al frente del poderoso Ejercito de África y el apoyo de Alemania con la que mantenía contactos directos explican el ascenso al poder de Franco. En adelante, el Caudillo, como le empieza a denominar la maquinaria propagandística del bando nacional, establece una dictadura personal basada en un régimen militar. Una Junta Técnica del Estado, formada por militares, se conforma como órgano consultivo del dictador.
En abril de 1937, se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como el Movimiento Nacional. El modelo de partido único del fascismo italiano y del nacional-socialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en la figura de Franco los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo tipo de publicaciones y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical y estableció el control del estado nacional sobre las organizaciones patronales y obreras.
El nuevo régimen estableció un estado confesional. Volvió la subvención estatal de la Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil, gran parte de la educación volvió a manos del clero. Se establecía así lo que se vino a denominar el Nacional-catolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos. En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se designaba "rebeldes" a todos los que se hubieran enfrentado al Movimiento Nacional.
(Se utiliza la información propocionada por Historia siglo XX)
El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla.
Desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos.
El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, con el general Mola en Pamplona, Andalucia Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, excepto Menorca, con el general Goded que después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección, y Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África.
También triunfó en enclaves aislados como Oviedo, con el general Aranda, Granada, donde tuvo lugar asesinato de García Lorca, y Zaragoza con el general Cabanellas.
El fracaso de la rebelión.
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía.
Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección.
En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país.
La división del país en dos zonas: el inicio de la guerra civil
El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra.
La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares.
En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada, sin muchos de sus oficiales, y la Aviación permanecieron en manos del gobierno republicano.
El desarrollo de la guerra civil
La descomposición política tras el golpe y la represión
El golpe y el estallido de la guerra provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la II República.
En el bando nacional el poder quedó en manos de un grupo de generales, que, siguiendo las propuestas de Mola, establecieron un estado autoritario y militarizado.
En el bando republicano el gobierno de la República perdió el control de la situación y el poder real quedó en manos de comités obreros organizados por partidos y sindicatos que no estaban sometidos a ningún tipo de poder centralizado.
En los primeros momentos de la guerra hubo una enorme represión en ambos bandos. Las ejecuciones y los asesinatos se extendieron como una pesadilla por todo el país.
La represión en la zona nacional se dirigió esencialmente contra los militantes obreros y campesinos, aunque algunos intelectuales, como Federico García Lorca, fueron también víctimas del horror. La represión estuvo bastante organizada y controlada por las autoridades militares.
Este hecho no impidió que pistoleros falangistas descontrolados protagonizaran excesos de todo tipo.
En la zona republicana los grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las clases adineradas. Jose Antonio Primo de Rivera, prisionero en Alicante al estallar la guerra, fue juzgado y ejecutado. Tras el caos inicial en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco a poco la situación y la represión se atenuó.
El avance nacionalista durante los primeros meses de la guerra
Un elemento clave para comprender la victoria final de los nacionales fue el "puente aéreo" organizado con aviones alemanes e italianos que permitió el rápido traslado del Ejército de África a la península.
Los legionarios y regulares, fuerzas profesionales que superaban con facilidad a las desorganizadas milicias obreras y campesinas, iniciaron un rápido avance hacia Madrid. En el camino, el general Yagüe que mandaba las columnas decidió desviarse hacia Badajoz. La ciudad cayó y se inició una brutal represión que escandalizó al mundo y produjo un gran número de víctimas.
Las tropas continuaron su avance hacia Madrid y antes de alcanzar Madrid, Franco decidió desviar de nuevo las tropas para liberar a la guarnición asediada en el Alcázar de Toledo. La "liberación del Alcázar" fue un gran triunfo propagandístico para Franco.
Mientras, Mola tomó Irún y San Sebastián aislando al País Vasco de la frontera con Francia.
La Batalla de Madrid
El 18 de octubre de 1936 las fuerzas nacionalistas dirigidas por Varela llegaron a las afueras de Madrid. En noviembre de 1936 se inició la Batalla de Madrid. El 4 de noviembre de 1936 ocuparon Alcorcón, Leganés, Getafe y Cuatro Vientos. La caída de la capital en manos de las tropas rebeldes parecía inminente.
Ante la superioridad militar de las fuerzas nacionales, partidos y sindicatos obreros alentaron la movilización del pueblo madrileño para defender su ciudad. El grito de "¡No Pasarán!" se hizo celebre en todo el mundo.
La moral de la población madrileña aumentó con la llegada de refuerzos exteriores. Las Brigadas Internacionales, cuerpo de voluntarios organizados esencialmente por los comunistas; tanques y aviones rusos, la columna del anarquista Durruti ... llegaron para ayudar en la defensa de la capital.
La ciudad fue sometida a bombardeos aéreos por aviones Junker alemanes y se produjeron duros combates en la Casa de Campo, la Ciudad Universitaria y el Puente de los Franceses. Las tropas republicanas consiguieron resistir y, finalmente, Franco ordenó el fin del asalto frontal a la ciudad.
Las Batallas del Jarama y Guadalajara. La toma de Málaga
Tras fracasar en su intento de atacar frontalmente a Madrid, Franco intentó cercar a la capital. Este intento dio lugar a la batalla del Jarama, una de las más encarnizadas de la guerra, y la batalla de Guadalajara, donde las tropas italianas enviadas por Mussolini fueron derrotadas.
Mientras las tropas franquistas tomaban Málaga y de nuevo se producía una dura represión.
El fracaso ante Madrid hizo que Franco optara por una nueva estrategia: ya no busco acortar el conflicto, sino que fue atacando las zonas más débiles de los republicanos.
La Campaña del Norte
De la primavera al otoño de 1937, las tropas nacionales conquistaron la zona norte republicana que había quedado aislada del resto del país. Uno tras otro, el País Vasco, Cantabria y Asturias fueron cayendo en manos de Franco.
Durante esta campaña tuvo lugar el célebre bombardeo de Guernica. La Legíon Cóndor, grupo aéreo alemán enviado por Hitler, bombardeó una ciudad sin interés militar y la arrasó. Este acto, que luego en la segunda guerra mundial se convirtió en rutinario, provocó un escándalo mundial e inspiró a Pablo Picasso en su célebre cuadro.
Durante la campaña vasca, Mola, el único general que podía competir con Franco en el liderazgo del bando nacional, murió en accidente de avión.
Tratando de distraer fuerzas nacionalistas de la campaña del norte, los republicanos organizaron la ofensiva de Belchite en Aragón. El fracaso fue total y finalmente las tropas franquistas tomaron todo el norte del país.
La conquista del norte tuvo graves consecuencias para la República. No sólo perdieron las minas de carbón y hierro de la zona, sino que, en adelante, los franquistas pudieron concentrar todas sus tropas en la zona sur.
De Teruel a la batalla del Ebro
En diciembre de 1937, tuvo lugar una ofensiva republicana en Teruel. Las condiciones climáticas marcaron una ofensiva que finalmente fracasó. Tras asegurar el dominio de Teruel, Franco lanzó una ataque general en Aragón. El éxito fue fulgurante y el 15 de abril de 1938 las tropas nacionales llegaron a Vinaroz en el Mediterráneo. La zona republicana quedó partida en dos.
La última gran ofensiva republicana dio lugar a la Batalla del Ebro en julio de 1938. Con más de 100.000 muertos, esta fue la más cruenta de las batallas de la guerra civil y agotó definitivamente la moral y las reservas republicanas.
El final de la guerra
La antesala del fin de la guerra fue la ofensiva nacionalista contra Cataluña. Tras tomar Barcelona, las tropas franquistas llegaron a la frontera francesa en febrero de 1939. Antes se había producido un enorme y patético éxodo de población. Más de 500.000 personas huyeron a Francia, donde fueron hacinadas en campos de concentración.
Ante la inminente derrota, las divisiones internas se hicieron aún más profundas en el bando republicano.
El gobierno de Negrín, con el apoyo de los comunistas y parte de los socialistas, proponía la resistencia a ultranza. El objetivo era que el conflicto español quedó integrada en la inminente guerra europea y mundial que todo el mundo veía venir. De esa manera, la República española encontraría aliados que le permitirían cambiar el signo de la guerra.
Contra esta posición, y defendiendo la negociación de la derrota con Franco, el coronel Casado dio un golpe contra el gobierno de Negrín. Pese a las propuestas de negociación de Casado, Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid y el 1 de Abril de 1939 terminaba la sangrienta guerra. Una larga dictadura vino a sustituir al ensayo democrático de la segunda república.
La zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la economía: transportes, suministros militares, centros de producción. Mientras el gobierno se limitaba a ratificar legalmente lo que los comités hacían de hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva de fincas. Las grandes propiedades y, en algún caso, las medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la socialización de la tierra y su producción. En las zonas de hegemonía anarquista tuvo lugar una colectivización total de la propiedad. En algunos casos, se llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad, presidido por el socialista Largo Caballero y con ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes.
En noviembre se incorporaron cuatro dirigentes anarquistas, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministro en España.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo de guerra. La tarea era enorme difícil. El poder estaba en manos de miles de comités obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente los anarquistas con socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos eran otro factor de disgregación. No sin dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la República y en octubre se aprobó el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió en el primer lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
En la zona republicana se enfrentaron básicamente dos modelos.
*.- Por un lado, la CNT-FAI y POUM que emprendieron la inmediata colectivización de tierras y fábricas. Su lema era "Revolución y guerra al mismo tiempo". Su zona de hegemonía fue Cataluña, Aragón y Valencia.
*.- Por otro lado, el PSOE y el PCE intentaron restaurar el orden y centralizar la toma de decisiones en el gobierno, respetando la pequeña y mediana propiedad. Su lema era "Primero la guerra y después la revolución".
Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona en mayo de 1937. El gobierno de la Generalitat, siguiendo instrucciones del gobierno central, trató de tomar el control de la Telefónica de Barcelona, en manos de un comité de la CNT desde el inicio de la guerra. El intento desencadenó una insurrección y los combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937, provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero.
El nuevo gobierno presidido por el socialista Negrín, tenía una mayoría de ministros del PSOE, pero se inclinaba cada vez más hacia las posturas defendidas por el PCE. La ayuda soviética había hecho que los comunistas pasaran de ser un grupo minoritario a una fuerza muy influyente.
Los enfrentamientos entre stalinistas y trostkistas se re reprodujeron en suelo español.
El POUM fue ilegalizado y su dirigente, Andreu Nin, "desapareció" estando en manos de agentes soviéticos.
Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se impuso una mayor centralización en la dirección de la economía y se terminó de construir el Ejército Popular, acabando con la indisciplina de las milicias.
A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo y dividieron en dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas enfrentadas. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la "resistencia a ultranza", algunos dirigentes, anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar ante la perspectiva de la segura derrota.
Los acontecimientos internacionales: el Pacto de Munich en septiembre de 1938, la retirada de las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética; y los internos: la caída de Cataluña, reforzaron la idea de que la guerra estaba perdida. Así, en marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó del poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el dictador exigió la rendición incondicional.
La zona nacional
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde Portugal hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro.
El 24 julio tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la zona nacional.
Las medidas que adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange y los requetés carlistas.
En esos momentos la propaganda nacionalista acaba de configurar la justificación del golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido. La insurrección militar ha sido en realidad un Alzamiento Nacional contra una República "marxista" y "antiespañola".
La Iglesia Católica, duramente perseguida en la zona republicana, termina de configurar la teoría que justifica la matanza que está asolando el país: la guerra es una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
Las medidas que se tomaron en el terreno económico fueron encaminadas en una doble dirección: cancelación de todas las reformas republicanas, el mejor ejemplo es la devolución a sus propietarios de las tierras repartidas en la reforma agraria, e intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista. Así, en 1937, se creó el Servicio Nacional del Trigo que pasó a controlar el abastecimiento de pan de la población.
La necesidad de contar con una dirección única era evidente para unos militares educados en la disciplina y la jerarquía. Así el 1 de octubre 1936 Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español. Sus éxitos militares, el estar al frente del poderoso Ejercito de África y el apoyo de Alemania con la que mantenía contactos directos explican el ascenso al poder de Franco. En adelante, el Caudillo, como le empieza a denominar la maquinaria propagandística del bando nacional, establece una dictadura personal basada en un régimen militar. Una Junta Técnica del Estado, formada por militares, se conforma como órgano consultivo del dictador.
En abril de 1937, se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como el Movimiento Nacional. El modelo de partido único del fascismo italiano y del nacional-socialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en la figura de Franco los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo tipo de publicaciones y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical y estableció el control del estado nacional sobre las organizaciones patronales y obreras.
El nuevo régimen estableció un estado confesional. Volvió la subvención estatal de la Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil, gran parte de la educación volvió a manos del clero. Se establecía así lo que se vino a denominar el Nacional-catolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos. En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se designaba "rebeldes" a todos los que se hubieran enfrentado al Movimiento Nacional.
(Se utiliza la información propocionada por Historia siglo XX)