BARCELONA. Los ex presidentes de la Generalitat Jordi
Pujol y Pasqual Maragall olvidaron ayer sus viejas rencillas personales y
políticas para reclamar al unísono un Estado propio para Cataluña en un acto
institucional que puso fin a la celebración oficial de la Diada de Cataluña.
En la entrega de la medalla de oro de la Generalitat a
Pujol y Maragall, los líderes históricos de nacionalismo y del socialismo
catalanes lanzaron sus proclamas independentistas para asombro y estupor de su
sucesor en el cargo, José Montilla, y regocijo de los máximos dirigentes de ERC
y de CiU, Josep Lluís Carod-Rovira y Artur Mas, respectivamente.
El morbo de ver «hermanados» a Pujol y Maragall en la
misma causa, ya que en los últimos días habían coincidido en reclamar la «huelga
fiscal» para acabar con el expolio que, a su entender, sufre Cataluña por parte
del Estado, llenó el aforo del Salón de Sant Jordi del Palau de la Generalitat.
Ni Maragall ni Pujol defraudaron las expectativas creadas por ambos en la
conmemoración del 11 de septiembre más soberanista de toda la historia de la
Diada.
Una Constitución catalana
Ante el Ejecutivo de Montilla en pleno, diputados,
autoridades militares y eclesiásticas y representantes de la sociedad civil
catalana, Maragall aseguró que «Cataluña será una nación porque figurará en su
propia Constitución como Estado dentro de una Europa diversa, y no solamente
porque lo diga el Preámbulo de su Estatuto».
Según el líder socialista, «ahora es el momento» de
decirle a España que «tienen tres naciones no reconocidas que quieren ser
Estado», en alusión al País Vasco, Galicia y Cataluña, y añadió que este
reconocimiento no debilitará a la UE, sino todo lo contrario.
Tras subrayar que para él, su familia y amigos era «un
honor» el galardón otorgado por el presidente catalán, nacido en Iznájar
(Córdoba), recordó, Maragall comparó la rendición de Barcelona ante las tropas
de Felipe V en 1714 con el bombardeo de Pinochet al Palacio de la Moneda en el
golpe contra Allende y los ataques del 11-S. «Tres ciudades bom-bardeadas un 11
de septiembre de dolor», apuntó.
Constitución adaptada
Pujol, por su parte, aseguró que «no es Cataluña la que
se tiene que adaptar a la Constitución, sino que es la Constitución la tiene
que adaptarse a Cataluña, y respetarla». El ex presidente catalán subrayó que
la «nación catalana» es una realidad que «viene de mucho más lejos» que la
Carta Magna. «No es fruto de ninguna Constitución ni de ningún pacto político,
ni de ningún programa electoral, es una realidad histórica con identidad
propia», apuntó. Pujol, mucho más moderado que Maragall en sus planteamientos
soberanistas, emplazó a Montilla a que «entre en juego» para frenar los, a su
juicio, intentos del Estado de «reducir a un común denominador» a Cataluña
junto al resto de autonomías. «En la defensa de una identidad propia y del
autogobierno, que tiene raíces históricas que pero sobre todo expresa una
voluntad de proyecto futuro, nadie nos podrá igualar en el conjunto del
Estado», añadió.
Pujol también agradeció el otorgamiento de la medalla de
oro de la Generalitat, pero le espetó a Montilla que para él su «mayor honor»
era haber sido presidente de la Generalitat durante 23 años «por voluntad del
pueblo de Cataluña».
«Un camino no deseado»
Con el fin de sofocar los ánimos independentistas,
incluso dentro de su propio gobierno, Montilla contestó a Pujol y Maragall que
«nadie nos hará ir, como pueblo, por un camino que, colectivamente, no
deseamos». El presidente de la Generalitat matizó que, en los últimos 30 años,
Cataluña «siempre ha salido adelante» y aseguró que «ahora también sabrá
encontrar el camino de su futuro» si hay unión entre los partidos catalanes
para alcanzar los «grandes objetivos nacionales» como el despliegue de «todas
las potencialidades» del nuevo Estatuto.
El camino que traza Montilla es muy diferente al
dibujado por su vicepresidente de gobierno, que insiste en la necesidad de
poner una fecha al referéndum sobre la independencia de Cataluña. Carod abogó
ayer porque la consulta popular se celebre en un «plazo sensato» y reiteró que
es «la única salida» ante la situación actual de Cataluña.
El secretario
general de ERC, Joan Puigcercós, consideró, por su parte, que Cataluña debe
seguir la «estela de Escocia» y que este país debería de ser un referente y «aliado»
de la «nación catalana en su camino hacia la independencia».
El presidente de CiU, Artur Mas, emplazó a los catalanes
a recuperar la ilusión y la confianza en el futuro pese a que Cataluña vive «un
momento difícil» por culpa de la mala gestión del tripartito de Montilla y del
Gobierno de Zapatero.
«Los catalanes se sienten en parte desconcertados, en
parte confundidos y en parte enfadados, y es lógico», dijo el líder
nacionalista, tras reiterar su confianza en su proyecto de convertir CiU en «la
casa grande del catalanismo», donde tengan cabida todas las tendencias
políticas. El contrapunto a esta cascada victimista y tremendista lo puso el
líder de Unió. Josep Duran Lleida, que se borró de la Diada para no participar
de este enfervorizado ambiente, dijo desde Chile que los catalanes no tienen
derecho a quejarse ni a sentirse y comportarse como «un pueblo derrotado». «No
tenemos derecho solamente a transferir y traspasar responsabilidades a los de
fuera», apuntó. Duran, que desenmascaró a la clase política catalana, fue
tajante: «No podemos poner siempre excusas». Desde la Casa de Cataluña en
Santiago, reconoció que la Diada se ha celebrado en un clima de «desilusión y
desánimo» por el síndrome post-estatutario y el, a su juicio, «trato injusto»
del Estado en materia de infraestructuras.
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