Azaña (1880-1940)
Un funcionario que se
consagró a la política con 45 años. Escondido tras el fracaso
de la rebelión de Jaca, según Alcalá Zamora, "reapareció el 13 de abril a
recoger su parte del botín de la victoria por la que nada o casi nada había hecho
o arriesgado".
Azaña en el poder
(14-IV-31 a IX-33).
Etapa caracterizada por un
"clima de desorden y falta de autoridad", el diputado Díaz del Moral
la define como un "fracaso". Azaña la concibe como
"una abstracción que nada tenía que ver con la realidad".
Azaña en la oposición
(IX-33 a II-36).
Derrotado en Madrid, Prieto
le proporcionó un acta de diputado en Bilbao.
Republicanos y socialistas
no supieron perder.
Alcalá Zamora señala: me
fueron propuestos tres golpes de Estado, el último apoyado por Azaña.
Revoluciones de Asturias y
de Cataluña en octubre de 1934, esta última con la complicidad de Azaña.
Rivas Cherif, amigo y
cuñado de Azaña, dice: "el mitin de Comillas fue señal grandiosa del
Frente Popular".
Azaña creó el
Frente Popular (II-36 a VII-36).
Los esfuerzos políticos de
Azaña se centraron en una alizanza con socialistas y comunistas para configurar
un frente de izquierdas que también incluyera a UGT y CNT.
El periódico oficial
socialista anunció: "estamos decididos a hacer en España lo mismo que se
ha hecho en Rusia".
Los comicios de 1936, según
J. Plá, fueron "pucherazos de una envergadura nunca vista".
El 17 de marzo escribió
Azaña: "van más de 200 muertos desde que se formó el Gobierno y he perdido
la cuenta de las poblaciones en las que se han quemado iglesias",
"vamos cuesta abajo".
*.- Hubo un proyecto
comunista de revolución en junio de 1936:
*.- Largo Caballero había
dicho: "si ganan las derechas, tendremos que ir a la guerra civil".
*.- A. Nin señaló: "la
clase obrera ha resuelto el problema de la Iglesia sencillamente no dejando en
pié ni una siquiera".
*.- El periódico
"Solidaridad Obrera" añadía: "hay que arrancar la Iglesia de
cuajo".
*.- Alcalá Zamora advirtió
"el estado de terror en que vivía el país".
*.- Al final triunfó la
maniobra azañista para destituir a Alcalá Zamora, Azaña Presidente de la
República.
*.- Por primera vez en
Europa occidental Azaña incorporó al Gobierno dos comunistas (J. Hernández y V.
Uribe) y los sovietófilos F. Largo Caballero como Presidente, y J. Alvarez del
Vayo.
*.- En diez mil cajas se
trasladó el oro del Banco de España a Rusia, aunque Azaña dice que no se
enteró.
*.- Huyó a Barcelona y
escribió: "Cataluña está en plena disolución" (20-V-37).
*.- Nombró presidente del
Gobierno a J. Negrín en quien puso grandes esperanzas, pero pronto las perdió.
*.- Señaló haber protestado
contra 45 condenas a muerte cuyas sentencias firmó y se lamentó: "desde
noviembre de 1936 soy un presidente desposeido" (15-IV-38).
*.- Finalmente, reconoció:
“ha desaparecido el Ejército" (l5-I-39), aunque la resistencia prosiguió
seis semanas más.
La polémica:
El domingo 5 de
febrero de 1939, ya a finales de la guerra, Azaña salió de España con su mujer
atravesando la frontera de Francia.
Cuando las tropas alemanas
ocuparon la zona de Burdeos, en junio de 1940, Azaña se trasladó a Montauban a
donde llega enfermo de corazón.
«Un buen día apareció -dice
su viuda- una monja de Montauban, con la pretensión de que le recibiera».
Era Hermana de la Caridad, se llamaba Soeur Ignace y venía a pedir una
recomendación ante el embajador de Méjico, en ayuda de unas familias judías que
querían salir de Francia.
La monja siguió yendo al
hotel donde se alojaba Azaña para interesarse de su salud.
Azaña le preguntó por un
fraile vasco que conocía; del deseo de ver al fraile pasó al deseo de ver al
nuevo obispo de Montauban, que había hecho su entrada en la catedral el 17 de
octubre de 1940.
Según contó la viuda de
Azaña: «Aquella tarde, comentaba conmigo lo bonita que sería la ceremonia en la
catedral: Lástima no poder verlo, y recordaba con este emotivo las fiestas de
Iglesia en El Escorial».
Azaña «repetía con su
insistencia de enfermo el deseo de conocer al obispo», relata su viuda.
En la noche del 3 de
noviembre, Azaña entró en un estado agónico.
Su mujer mandó llamar a la
monja y al obispo, al que despertaron.
El relato de la viuda dice:
«Ya por la noche, viéndole morir, por encargo mío, salieron en busca de la
monja, y ésta, cumpliendo mis deseos igualmente, vino acompañada del obispo.
Minutos después, nuestro enfermo expiraba».
El primer documento del
obispo es del día siguiente a los hechos.
«Posesionado de la catedral
de Montauban el 17 de octubre, fui al día siguiente, llamado por el Presidente
Azaña, enfermo. El primer encuentro fue muy cordial.
Vuelva a visitarme todos
los días, me dice el Presidente.
"Después de
errores, olvidos y persecuciones" -en palabras del obispo francés que le
administró la extremaunción-, don Manuel Azaña murió reconciliado con la
Iglesia.
El jesuita Gabriel Verd
recogió abundante documentación sobre su vuelta a la Iglesia, en "La
conversión de Azaña", artículo publicado en la revista "Razón y
Fe" en 1986.
Azaña es trasladado de
habitación, y repetía con su insistencia de enfermo el deseo de conocer al
obispo, relata su viuda.
En la noche del 3 de
noviembre, Azaña entraba en su agonía.
Su misma mujer mandó llamar
a la monja y al obispo, al que despertaron.
El relato de la viuda dice:
Ya por la noche, viéndole morir, por encargo mío salieron en busca de la monja,
y ésta, cumpliendo mis deseos igualmente, vino acompañada del obispo. Minutos
después, nuestro enfermo expiraba.
Este texto de la viuda es
muy importante, pues implícitamente está diciendo que Azaña recibió los últimos
sacramentos.
¿Para qué, si no, se llama
a un sacerdote a la cabecera de un agonizante?
El primer documento del
obispo es del día siguiente a los hechos.
Posesionado de la catedral
de Montauban el 17 de octubre, fui al día siguiente, llamado por el Presidente
Azaña, enfermo.
El primer encuentro fue muy
cordial. Vuelva a visitarme todos los días, me dice el Presidente. En efecto,
todos los días por la tarde iba a conversar un rato. Hablábamos de la
revolución, de los asesinatos, de los incendios de iglesias y conventos. Él me
hablaba de la impotencia de un gobernante para contener a las multitudes
desenfrenadas.
Azaña ante el
crucifijo: ¡Jesús, piedad y misericordia!
Escribe también monseñor
Théas: Deseando conocer los sentimientos íntimos del enfermo, le presenté un
día el Crucifijo. Sus grandes ojos abiertos, enseguida humedecidos por las
lágrimas, se fijaron largo rato en Cristo crucificado.
Seguidamente lo cogió de mis
manos, lo acercó a sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y
exclamando cada vez: ¡Jesús, piedad y misericordia!. Este hombre tenía fe. Su primera educación
cristiana no había sido inútil. Después de errores, olvidos y persecuciones, la
fe de su infancia y juventud informaba de nuevo la conducta de los últimos días
de su vida.
Confesión de Azaña
El obispo lo dice
veladamente, pero se deduce con claridad: A esta pregunta: ¿Desea usted el
perdón de sus pecados?, respondió: Sí.
En 1952, el obispo es
plenamente explícito: Recibió con plena lucidez el sacramento de la Penitencia,
que yo mismo le administré.
Pero monseñor Théas no le
pudo administrar la Eucaristía: Cuando hablé a los que le rodeaban de la
administración de la Comunión, en forma de Viático, me fue denegado con estas
palabras: ¡Eso le impresionaría! Mi insistencia no tuvo resultado.
Azaña recibió la
Extremaunción y la indulgencia plenaria, y murió con sus manos entre las del
obispo. Verdaderamente, excepto el Viático, no se podía recibir nada más: «En
la noche del 3 de noviemnbre, a las 23 horas, la señora de Azaña me mandó
llamar. Acudí inmediatamente, y en presencia de sus antiguos colaboradores y de
su esposa, administré la Extremaunción y la Indulgencia plenaria al moribundo
en plena lucidez. Después, sujetas sus manos entre las mías, mientras yo le
sugería algunas piadosas invocaciones, el Presidente expiró dulcemente, en el
amor de Dios y en la esperanza de su visión».
En efecto, todos los
días por la tarde iba a conversar un rato. Hablábamos de la revolución, de los
asesinatos, de los incendios de iglesias y conventos. Él me hablaba de la
impotencia de un gobernante para contener a las multitudes desenfrenadas».
Escribe también monseñor
Théas: «Deseando conocer los sentimientos íntimos del enfermo, le presenté un
día el Crucifijo. Sus grandes ojos abiertos, enseguida humedecidos por las
lágrimas, se fijaron largo rato en Cristo crucificado.
Seguidamente lo cogió de
mis manos, lo acercó a sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y
exclamando cada vez: ¡Jesús, piedad y misericordia!
Este hombre tenía fe. Su primera educación
cristiana no había sido inútil. Después de errores, olvidos y persecuciones, la
fe de su infancia y juventud informaba de nuevo la conducta de los últimos días
de su vida».
Azaña permaneció en
Collonges hasta el 2 de noviembre, cuando ante el temor de que Francia fuese
invadida por Alemania, se tuvo que mudar a Pyla-sur-Mer, cerca de Burdeos,
instalándose en la villa L'Éden con su mujer y cuñados, entre otros.
A principios de enero de
1940, una gripe mal curada del verano anterior se le manifestó de nuevo. Los
médicos, sin embargo, descubrieron de paso una gravísima afección aórtica con
considerable dilatación del corazón y varios problemas en el sistema cardiaco.
Hasta mayo, su salud fue muy delicada.
En las semanas siguientes,
la presión del nuevo régimen provocó los primeros movimientos para que los
exiliados buscasen la salida hacia México. El 19 de junio Negrín invitó a Azaña
y a su cuñado a ocupar dos asientos libres en un barco hacia México. Su estado
de salud impidió a Azaña aceptarlo.
El 25 de junio, acompañado
de su mujer, de Gómez Pallete y Antonio Lot, fue trasladado a Montauban en
ambulancia a la zona libre francesa, para escapar de los alemanes. Allí se
instaló en un pequeño piso del doctor Cave, que había sido alquilado como
refugio de exiliados españoles.
Con media Francia ocupada
por el ejército alemán y otra media bajo administración del gobierno de Pétain,
el 10 de julio fue detenida por la Gestapo, ayudada de miembros de Falange,
toda su familia y allegados que se habían quedado en Pyla-sur-Mer, siendo
deportados inmediatamente.
Azaña se resintió del hecho
y sufrió un amago de ataque cerebral. El 20 de julio se difundió una orden por
la que se disponía que se le negase el visado de salida de Francia a los
antiguos dirigentes republicanos españoles.
La llegada a Montauban de
un grupo de falangistas puso sobre alerta al grupo de Azaña; el embajador de
México, Luis Ignacio Rodríguez Taboada alquiló unas habitaciones en el Hotel du
Midi, adonde fue trasladado Azaña el 15 de septiembre.
El día 16 sufrió un grave
infarto cerebral que le afectó al habla y le provocó parálisis facial.
Un mes después, parecía sin
embargo estar bastante recuperado, hasta el punto de que el nuevo obispo de
Montauban, Pierre-Marie Théas, que acababa de intervenir para lograr la
conmutación de la pena de muerte recientemente impuesta a Cipriano de Rivas, se
acercó hasta el hotel para conocerlo. Con todo, a finales de octubre sufrió una
nueva recaída de la que ya no se podría recuperar:
Pasadas las diez de la
noche del día 3 de noviembre, viéndole morir y angustiada por su soledad en
aquel dolor, Dolores de Rivas encargó a Antonio Lot que llamara a Saravia y a
una monja, soeur Ignace, que cumpliendo sus deseos volvió un poco más tarde
acompañando al obispo. Y así, en el momento de su muerte, (...) a las doce
menos cuarto de la noche, rodeaban a Manuel Azaña (...) su mujer, Dolores de
Rivas Cherif, el general Juan Hernández Saravia, el pintor Francisco Galicia,
el mayordomo Antonio Lot, el obispo Pierre-Marie Théas y la monja Ignace.53 54
Santos
Juliá
La
triste rutina diaria sufrió un sobresalto el 17 de octubre con el alegre
repicar de las campanas de la catedral, situada a diez metros del hotel, para
celebrar la llegada del nuevo obispo de Montauban, Pierre-Marie Théas.
Muy
bien se sentía Manuel Azaña aquella tarde y comentó con Lola cuánto le hubiera
gustado asistir a la bonita ceremonia de la entronización del obispo. Recordó
el Escorial y sus campanas, y quizá Alcalá y sus monjas, y París y el canto de
vísperas: las campanas que habían mecido su cuna y le habían acompañado en su
juventud sonaban de nuevo ahora, cuando se encontraba a las puertas de la
muerte, que no tardaría en llegar.
Cuatro
días después de la entrada del obispo en Montauban, Cipriano de Rivas era
condenado en Madrid a la última pena con todos los demás procesados, excepto
Menéndez40. Su hermana, al conocer la noticia, acompañada por una monja que se
había acercado a ella para que intercediera ante la legación de México a favor
de una familia judía, fue a ver al nuevo obispo, que trató de calmarla y
consolarla. Monseñor Théas “dictó dos cables, dirigido uno a Franco y otro a
Roma” y se los entregó para que ella misma los cursara.
Al
día siguiente, se presentó en el hotel para informarse por el estado del
enfermo. Pasó a la habitación y charló un rato con Azaña que, muy complacido y
sonriente, le habló de todo, de Cipriano, de los niños, de su juventud en el
Escorial.
Notando
que se cansaba, el obispo les dejó en seguida y no le vieron más hasta que,
enterado de la extrema gravedad en que había caído en los últimos días de
octubre, volvió de nuevo acompañado de un cura español, que pretendió entrar a
verle.
No accedió su mujer, que dejó pasar al obispo,
a quien tantas veces Azaña había reclamado. En fin, y siempre según el relato
de Dolores de Rivas a su hermano, pasadas las diez de la noche del día 3 de
noviembre, viéndole morir y angustiada por su soledad en aquel dolor, encargó a
Antonio Lot que llamara a Saravia y a la monja, soeur Ignace, que cumpliendo
sus deseos volvió un poco más tarde acompañando al obispo.
Y
así, en el momento de su muerte, el 3 de noviembre de 1940 a las doce menos
cuarto de la noche, rodeaban a Manuel Azaña, en su habitación del Hotel du
Midi, su mujer, Dolores de Rivas Cherif, el general Juan Hernández Saravia, el
pintor Francisco Galicia, el mayordomo Antonio Lot, el obispo Pierre-Marie
Théas y la monja Ignace.
El
ministro de México, Luis I. Rodríguez, que asistió el día 5 al entierro con
todo el personal de la legación, llevó ese mismo día a Vichy a Dolores de
Rivas, con Saravia y Lot Galicia y unos amigos quedaron encargados de hacer los
arreglos del cementerio como ella quería: una simple lápida de piedra con dos
cipreses a la cabecera, y en la piedra una cruz de bronce sobre la inscripción:
Carta
de Dolores de Rivas Cherif a su hermano, Retrato, pp. 510-511. El encargado de
los arreglos fue Francisco Galicia, según dijo a Carabias, Azaña, pp. 272-273.
Para la versión del obispo Théas, Jean-Pierre Amalric, “Monseigneur Théas et
les derniers jours de Manuel Azaña”, en F. Drouin y P. Joutard, Monseigneur
Théas, évêque de Montauban, les juifs, lesjustes, Toulouse, 2003, pp. 79-85.
No hay comentarios:
Publicar un comentario