Con esto llegamos como
por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la
posición que cada uno ocupa respecto de los demás.
Esos componentes
exteriores son tres: 1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o
notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente
en el centro); 2º, los caciques, de primero, segundo
o ulterior grado, diseminados por el territorio; 3º, el gobernador civil, que
les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce
fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada
la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar
clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos".
Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de
la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo
extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza
de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas
para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases
conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el
sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la
autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
Joaquín COSTA:
Oligarquía y caciquismo, colectivismo agrario y otros escritos, [Madrid, 1901],
edición de 1969, Alianza Editorial, pp. 28-30.
*.- ¿Quién?
Joaquín Costa es una de las figuras más relevantes del
Regeneracionismo español surgido de la crisis de 1898. Jurista e Historiador,
republicano federalista, formado en el krausismo y vinculado a la Institución
Libre de Enseñanza.
*.- ¿Cuándo?
Desde 1898 hasta 1902 publicó tres obras claves de su pensamiento:
*.- Colectivismo agrario en España (1898),
*.- El problema de la ignorancia del derecho (1901)
*.- Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en
España (1902).
*.- Por qué,
Costa fue el principal pensador del regeneracionismo, movimiento
de lucha contra el caciquismo, considerado éste la verdadera lacra del sistema
político de la Restauración como encubridor del carácter falsamente
representativo del régimen monárquico.
En este texto Joaquín Costa denuncia el funcionamiento del sistema
político de la Restauración:
El Rey decide cuando cesa a un Gobierno y cuál ha de sucederle; al
nuevo Presidente le faculta para disolver
las Cortes en las que el Gobierno cesante tiene mayoría parlamentaria
(Decreto de disolución).
Las nuevas elecciones siempre dan, de forma necesaria, una mayoría parlamentaria al partido que las
convoca y que debe gobernar sustituyendo al anterior.
En las nuevas Cortes el partido cesante en el Gobierno siempre tiene
asegurada una significativa representación parlamentaria y los partidos no
dinásticos siempre quedan en minoría y excluidos del sistema.
Sólo el falseamiento
electoral hacía posible estas mayorías y minorías parlamentarias que
garantizaban el turno de los partidos dinásticos.
Los párrafos del texto pertenecen al
ensayo “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España”
escrito por Joaquín Costa a principios del siglo XX.
En ellos, el político y jurista aragonés,
denuncia la corrupción del sistema político establecido por el sistema político
de la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia pacífica de
los partidos dinásticos en los que se agrupan, según él, los dirigentes que
subordinan los intereses de la nación a los suyos propios.
Unos dirigentes que ni representan a la
nación ni, por extraños, forman parte de ella.
Para
Costa, los “factores que integran esta forma de gobierno” son:
*.-
Oligarcas (notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes
ordinariamente en el centro.
*.-
Caciques (jerarquizados en grados) y diseminados por el territorio nacional.
*.-
El gobernador civil en su provincia, instrumento y enlace de oligarcas y
caciques.
El Gobernador Civil recibía del Ministro de la Gobernación los resultados
electorales que "debían" salir
en su provincia, siguiendo el "encasillado" previamente pactado por los oligarcas de los
partidos dinásticos.
Para
conseguirlo, los caciques, en sus respetivos
territorios de influencia, siguiendo las instrucciones del Gobernador
Civil consiguen los resultados
previstos: con violencia, amenazas, comprando los votos y, en última
instancia, recurriendo al “pucherazo” (modificando los resultados obtenidos).
Costa
critica que así, en “en las elecciones no es el pueblo, sino las clases
conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el
sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la
autoridad y del poder que recibieron para servir a la sociedad y no para
servirse de ella.
Oligarcas
y caciques, distribuidos o encasillados en “partidos", aunque se les llame
gobernantes no lo son, porque no son parte integrante de la Nación ni
representación orgánica de ella.
Actúan
como “una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de instituciones y
cargos que usan en beneficio propio.
Concluye
que a esto se reduce el “artificio bajo cuya pesadumbre
gime rendida y postrada la Nación”.
Entre éstos, Joaquín Costa distingue
entre:
*.- Los caciques (los personajes
importantes en lo social y económico en un territorio y que, jerarquizados, se
distribuyen por todo el territorio nacional) y
*.- los oligarcas (los políticos
profesionales de la nación que necesitan del cacique para lograr sus fines).
Residen en el Centro de la Nación (Madrid, sede de la Monarquía, de las Cortes,
sede principal de los dos partidos dinásticos.
*.-El funcionamiento de este sistema,
según refiere el texto, se apoya tanto en los oligarcas como en los caciques.
El Gobernador Civil de cada provincia, en
cuanto representante e instrumento del Gobierno central en ella, sirve de nexo
entre oligarcas y caciques.
*.- El Gobierno organiza las elecciones y
decide su resultado.
*.- Los oligarcas, agrupados en partidos
que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas
de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes
representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de
un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente constitucionales
y parlamentarias.
*.-Un sistema político en el que los
intereses de los electores quedan subordinados a los de los que
fraudulentamente han sido elegidos.
*.-Unos, abusando de su autoridad, y
otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de
un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que
dice representar.
Así, falseando el sufragio de los
electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y
de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.
Algunas ideas para un comentario.
*.- En España coexistían dos realidades
diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y
elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno
que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y
caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las
mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que
previamente acuerdan los partidos.
*.- Costa, por defender el régimen
parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este
sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el
secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su
secular atraso cultural, social y económico.
De
hecho la función reservada al cuerpo electoral, en el Sistema de la
Restauración, es completamente pasiva.
*.- Las líneas de acción no funcionan del electorado a las Cortes sino del Gobierno al electorado, previo acuerdo con unos notables rurales locales o provinciales («caciques») que simulan la elección.
*.- El mecanismo del sistema parlamentario previsto en la Constitución quedó sustituido por otro mecanismo real: el que establece el engranaje entre una estructura social real («caciquismo») y una estructura política formal (Gobierno-Cortes) que funciona independientemente de lo que el texto constitucional presentaba como clave: el cuerpo electoral.
*.- El Rey para designar Gobierno no se atiene a la opinión del cuerpo electoral manifestada en una mayoría parlamentaria.
Es al revés, el Rey designa un jefe de gobierno que propone los ministros al rey, que recibe un decreto de disolución de las Cortes y que convoca nuevas elecciones, pactando sus resultados con las diversas fuerzas políticas capaces de movilizar a sus respectivas clientelas («encasillado»). Se hacen unas elecciones que necesariamente proporcionan holgadas mayorías al gobierno que las convoca.
*.- La suprema decisión queda en manos del Rey, que (independientemente del cuerpo electoral) nombra o cesa, de acuerdo en esto con la Constitución, a cada jefe de Gobierno .
*.- Falto del indicador de las elecciones auténticas, ¿a qué indicador debe atender el Rey para dar el poder a uno u otro jefe, a uno u otro partido político?.
*.- Las líneas de acción no funcionan del electorado a las Cortes sino del Gobierno al electorado, previo acuerdo con unos notables rurales locales o provinciales («caciques») que simulan la elección.
*.- El mecanismo del sistema parlamentario previsto en la Constitución quedó sustituido por otro mecanismo real: el que establece el engranaje entre una estructura social real («caciquismo») y una estructura política formal (Gobierno-Cortes) que funciona independientemente de lo que el texto constitucional presentaba como clave: el cuerpo electoral.
*.- El Rey para designar Gobierno no se atiene a la opinión del cuerpo electoral manifestada en una mayoría parlamentaria.
Es al revés, el Rey designa un jefe de gobierno que propone los ministros al rey, que recibe un decreto de disolución de las Cortes y que convoca nuevas elecciones, pactando sus resultados con las diversas fuerzas políticas capaces de movilizar a sus respectivas clientelas («encasillado»). Se hacen unas elecciones que necesariamente proporcionan holgadas mayorías al gobierno que las convoca.
*.- La suprema decisión queda en manos del Rey, que (independientemente del cuerpo electoral) nombra o cesa, de acuerdo en esto con la Constitución, a cada jefe de Gobierno .
*.- Falto del indicador de las elecciones auténticas, ¿a qué indicador debe atender el Rey para dar el poder a uno u otro jefe, a uno u otro partido político?.
En
la Restauración, tanto Alfonso XII como la regente María Cristina se atuvieron,
más racionalmente, a la necesidad de mantener un amplio consenso para la
monarquía, sobre la base de una práctica constitucional de formulación
canovista: dualidad de partidos y de clientelas y el disfrute alternativo del
poder que aleje la tentación de exclusivismo y el recurso a la conspiración o
al pronunciamiento.
*.- En esas condiciones el Gobierno parlamentario es claramente una ficción, pero que dio un pasable juego y funcionó durante un cuarto de siglo.
Mientras Cánovas y Sagasta mantuvieron la hegemonía casi indiscutida de dos grandes partidos que aceptan las reglas del juego como un compromiso político de honor.
Todo lo anterior era una ficción desde el punto de vista del derecho constitucional, pero un realidad social y política en la España de finales del siglo XIX.
*.- En esas condiciones el Gobierno parlamentario es claramente una ficción, pero que dio un pasable juego y funcionó durante un cuarto de siglo.
Mientras Cánovas y Sagasta mantuvieron la hegemonía casi indiscutida de dos grandes partidos que aceptan las reglas del juego como un compromiso político de honor.
Todo lo anterior era una ficción desde el punto de vista del derecho constitucional, pero un realidad social y política en la España de finales del siglo XIX.
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