Citas
"Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad."
"El Estado es nuestro enemigo. Un Estado sin limitaciones es el
peor enemigo del hombre."
"El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o
estalla."
"El torero sigue siendo mítico y, cuando expresa la valentía humana
frente a la bruta, el pueblo se enardece y los viejos entusiasmos
reaparecen."
"Es difícil ser bueno y fuerte a la vez. Y, por lo común, cuanto
más fuerte se es menos razón se tiene."
"La buena didáctica es aquella que deja que el pensamiento del otro
no se interrumpa y que le permite, sin notarlo, ir tomando buena
dirección."
"La democracia es la transposición de lo cuantitativo a lo
cualitativo: que lo que quieren los más se convierta en lo mejor."
"La política ha dejado de ser una política de ideales para
convertirse en una política de programas."
"Las ideologías llevan inevitablemente a la decepción, porque
tienden a lo perfecto, que luego el contacto con la vida real hacen
imposible."
"Los bolsillos de los gobernantes deben ser de cristal."
"¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al
loro!"
Dicho en un festival de música llevado a cabo en 1984 en el
Palacio de los Deportes de Madrid, en plena Movida Madrileña. Graciosa y
polémica frase en la que Tierno Galván jugó con el significado de colocarse
como ponerse en su sitio, y "colocarse" como alcanzar un estado de
euforia por consumo de drogas.
"Toda gran revolución política es una gran revolución moral. Toda
gran revolución moral supone una gran revolución política."
"Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad,
que es el hogar público."
"Más libros, más libres."
El viejo profesor
Mis primeras sospechas
sobre la figura mítica de Enrique Tierno venían de lejos: de unas largas
entrevistas en las que me habían inquietado ciertos silencios y algunas
contradicciones que yo quise achacar a reservas políticas. Pero fueron mis
viajes a los lugares en los que, según él, había pasado su infancia y algunos
periodos en la posguerra, cuando tuve las primeras pruebas de sus invenciones.
En cuanto comencé a
contrastar testimonios personales y a frecuentar archivos se me vino abajo el
falso edificio construido por el Profesor: desde el hermoso escenario rural con
casas labradoras a los pisos de mediana burguesía ilustrada, una vez
trasterrada la familia a la capital.
Más duro me resultó
aceptar la verdad de Tierno en guerra. Se desplomaba la ficción del joven
libertario que trabajó en el Socorro Rojo, que acompañó a Hemingway y a Dos
Passos por los frentes de Madrid y que, con 20 años, trató a un desnortado
Besteiro, a un derrumbado Azaña, a... todos los jefes republicanos.
Si las fantasías
familiares podían haber tenido cierto interés literario, las invenciones de la
guerra y la del imaginario campo de concentración eran de un oportunismo
político muy duro de asimilar. El archivo de Alcalá no deja títere con cabeza
del antifranquismo precoz del Profesor ni los hechos reales permiten la tesis
de un Tierno Galván enfrentado a la dictadura nada menos que en una sesión
solemne como es la inauguración de un curso en el Instituto de Estudios
Políticos con la presencia de jerarcas y figuras como Moscardó y Pilar Primo de
Rivera.
El primer documento
oficial, relacionado con la vida del Profesor, fue el acta de nacimiento. En
medio de tantas dudas fue un consuelo tener en la mano un dato cierto: la fecha
del acta -8 de febrero de 1918- coincidía con la que aparecía en las
biografías. No dejaba de ser curioso que el único dato cierto hubiera sido
precisamente el que siempre se había puesto en duda en los propios medios
tiernistas. La razón era el prematuro envejecimiento del Profesor. Cuando llegó
a la cátedra de Salamanca con 35 años parecía que tenía 50. Por eso Raúl
Morodo, el primero de sus colaboradores, lo llamó Viejo Profesor.
¿Cómo fue posible que
el Profesor pudiera ocultar su pasado? Hay dos razones: su carácter hermético
unido a la distancia insalvable que había, en aquella época, entre catedrático
y alumnos. En segundo lugar, el pasado era un tema tabú en la posguerra.
Pero si la partida de
nacimiento me había proporcionado un dato cierto, descorría también el velo de
la verdad familiar: ni había nacido en tierras de Soria ni era descendiente de
labradores.
Era madrileño y nunca
llegó a abandonar la ciudad totalmente. Las cátedras de Murcia y Salamanca le
obligarían a desplazamientos de dos o tres días por semana, y las clases en
Princeton o en Puerto Rico a alejamientos de meses.
Ateneísta, ratón de
biblioteca, paseante por el Madrid galdosiano del barrio de Pozas y de
Argüelles... fue un empedernido madrileño. La casita en la que nació lleva una
placa que mandó colocar Juan Barranco a la que nadie dio importancia porque
siempre se tuvo la idea de que el alcalde de Madrid había nacido por casualidad
en la capital.
Según las versiones
del Profesor los padres se trasladaron para que la madre tuviera los cuidados
que no podía tener en el pueblo. También según el Profesor, su padre dejó la
labranza y se trasladó como rentista a Madrid poco antes de la proclamación de
la II República. Tierno diseñó la figura paterna como un ser callado, casi taciturno,
cauteloso en sus juicios y quizá conservador. Un arquetipo de hombre castellano
del que él sería un trasunto ilustrado.
Este retrato lo había
completado con la pertenencia de unas casas labradoras en Valdeavellano y
Almazán en las que veraneaba la familia a no ser que alquilaran una casa en la
sierra madrileña como la de Robledo de Chavela justo en el verano del 36. El
cuadro no dejaba de tener ese atractivo de lo rural profundo, de la propiedad y
el enraizamiento en la historia. Del mismo modo, el Profesor había hecho un
canto de la vida soriana, tan alejada de las modas, tan cuajada de todas esas
virtudes de sinceridad, honradez, coherencia que contrastan con la vorágine del
mundo moderno.
Familia trashumante.
La verdad había sido más dura y más prosaica: los antepasados del Profesor
habían desaparecido de Valdeavellano a mediados del XIX para alistarse en el
Ejército y siguieron la trashumancia de los regimientos, de plaza en plaza,
incluidas las de ultramar. Su abuelo paterno se había retirado como capitán de
Tudela donde se casó con una chica navarra, en segunda nupcias. A esos
familiares "vascos", con los que apenas tuvo trato, se refería Tierno
cuando hablaba de las raíces de su sensibilidad para la cuestión vasca. Los
hijos de Julián Tierno siguieron la tradición militar. Alfredo, padre del
Profesor, estuvo en la guerra de Cuba. En Almazán conoció a Julia, hija del
sobrestante de carreteras, jefe de peones camineros para entendernos, con la
que se casó.
El Profesor se examinó
de ingreso de Bachillerato en el Instituto Cisneros, a los 12 años, como alumno
libre. Él ha dicho que asistió a clases en el Cervantes pero no es cierto. A
los 14 años la familia se trasladó al barrio de la Prosperidad y se matriculó
en el Ateneo Politécnico, un colegio laico y modesto concertado con el
Instituto Cervantes. El Profesor hizo dos cursos de Derecho antes de la guerra
pero no de Filosofía y Letras. El matiz tiene su importancia. Ratón de
biblioteca, lo fue también hasta el año 1937 cuando le llamaron a filas. Se
colocó entonces en la Oficina de Reclutamiento a la que acudía por las mañanas
mientras por las tardes se empozaba en las bibliotecas. Ha contabilizado, entre
los sufrimientos de su vida, el frío de las bibliotecas durante la guerra.
Nunca quiso hablar, ni siquiera en sus memorias Cabos sueltos, de la detención
de su padre, sospechoso de quintacolumnista como militar retirado, acogido,
como su hermano, a la ley Azaña. Tampoco ha aludido al proceso que sufrió su
hermano Alberto, una vez terminada la guerra, y del que salió bien librado ya
que pudo incorporarse al cuerpo de Veterinaria, recuperando empleo y sueldo. Se
retiró de capitán para dedicarse a la avicultura.
Ni había nacido en
Soria ni era descendiente de labradores
El Profesor Tierno no
estuvo en campo de concentración alguno como ha dicho y escrito. Se matriculó
recién terminada la guerra y pudo examinarse en la convocatoria de junio de
1939 a tercero de Derecho. Santiago Montero Díaz le animó a hacer Filosofía y
Letras en la Facultad de Murcia de la que él era decano. Así hizo la carrera en
dos convocatorias.
Lee la tesis doctoral
de Derecho en 1942 bajo la dirección de Francisco Elías de Tejada, un
fundamentalista del tradicionalismo.
En 1944, ganó la plaza
de jefe de negociado del Ministerio de Educación Nacional. Esto le permitió
casarse con Encarna Pérez Relaño, una chica culta, buena traductora, cuatro
años mayor que él, y abandonar las clases particulares en colegios de segunda
enseñanza.
Comenzó a dar sus
famosas clases para ingreso en la carrera diplomática. Se ha hablado, sin
razón, de las dificultades económicas del joven Tierno, de la pobreza incluso.
Enrique Tierno era funcionario público en Madrid a los 26 años con la categoría
de jefe de negociado. Ayudante en la cátedra de Carlos Ollero, comienza a
publicar en La Revista de Estudios Políticos que sin duda se abriría
ideológicamente en los últimos años 50 pero muy lejos de ser un refugio de
liberales.
A los treinta gana la
cátedra de Derecho Político, junto a Manuel Fraga. Una carrera realmente
brillante, concluiría Aranguren. Ya durante sus años como catedrático de Murcia
comienza a tener contactos políticos con democristianos y monárquicos, algunos
de ellos militares que empiezan a tomar distancias con el régimen.
Él data su contestación
al franquismo con motivo de la inauguración del curso del Instituto de Estudios
Políticos. El relato no se sostiene. Es patético. Por entonces sus tesis tenían
mucho que ver con concepciones elitistas de la sociedad. De ellas pasaría a un
regeneracionismo costista y a una vocación europeísta, aséptica desde el punto
de vista político. El acto público de gran repercusión en el que participó
Tierno de modo protagonístico fue en la cena del hotel Menfis, junto a Joaquín
Satrústegui y Jaime Miralles, en la que se lanzó el nombre de don Juan y donde
Tierno defendió la monarquía como "salida".
A partir de entonces
la vida pública de Tierno Galván es más conocida aunque las claves de muchos de
sus actos están en estos primeros años. Él pensó que el régimen era muy fuerte,
más que Franco, y que nunca permitiría la legalización de los partidos
republicanos. De ahí que fuera necesario montar un partido socialista y una
central sindical distinta al PSOE y a UGT o bien dotar a estas organizaciones
de caras que no tuvieran nada que ver con la guerra. Tierno hizo dos obras
importantes. Montó un colectivo de personas en su entorno, una escuela, siempre
de gentes muy valiosas e inequívocamente antifranquistas. Por otra, su obra
intelectual tiene momentos de alto interés como los ensayos sobre Costa, el
barroco o la picaresca. Por fin y por encima de fingimientos, invenciones e
imposturas, llegó a convertirse en la principal figura socialista de oposición
al régimen. Le terminó costando la cátedra aunque en esta apuesta hubiera, como
es lógico en un político, una parte de cálculo.
Debo decir una palabra
sobre algunas reacciones a mi investigación sobre Tierno. Prefieren los mitos a
la verdad. Por otra parte tenemos una tradición anticientífica. A partir de la
guerra se hizo un pacto de silencio, gracias al cual nuestra historia parece
más un rosario de milagros que un comportamiento colectivo contradictorio y
lógico a la vez. Se ha llegado a tales grados de complicidad en el ocultamiento
de la realidad que quien se atreve a romperla se convierte en un aguafiestas
cuando no en un inquisidor. Qué se va a hacer. Son riesgos del oficio.
César Alonso de los Ríos es autor de
"La máscara de Tierno Galván". Anaya/Mario Muchnik (1997).
No hay comentarios:
Publicar un comentario