EDURNE
URIARTE
No
hay noticias de la ultraderecha en España, las hay de los ultras que han
acabado con Rubalcaba
HAGAMOS
un pequeño ejercicio de política ficción consistente en imaginar que el
triunfador del domingo, con tres puntos de diferencia sobre el segundo, fuera
el PSOE. Nos hubiéramos enterado sobradamente porque ese habría sido el gran
titular de las elecciones. Como quien ha ganado ha sido el PP, cuesta valorar
tal hecho, concentrados muchos como están, sobre todo los analistas de la
izquierda y los críticos del PP, en destacar la pérdida de votos global del PP
y del PSOE.
No
quiero minimizar tal pérdida, por supuesto, pero se daba por hecha, aunque no
fuera en tales dimensiones, porque estas elecciones se utilizan para el voto de
castigo de quienes gobiernan, y mucho más en esta terrible crisis. Y porque hay
demasiada gente alentando irresponsablemente el populismo en los dos últimos
años. Pero la batalla esencial era, hasta que ganó el PP, la que enfrentaba a
los dos únicos partidos con posibilidades de gobernar. A media legislatura, PP
y PSOE sabían que estas elecciones tenían un simbolismo fundamental, el de la
ratificación o rechazo de la alternativa de la derecha. La dinámica política
del resto de la legislatura dependía, como bien ha demostrado la convulsión
socialista, de ese resultado. Importaba ganar, aunque la diferencia fuera
mínima y por mucho que subieran los populismos y radicalismos varios, porque
esos no gobernarán, a no ser que los españoles decidan suicidarse
políticamente. Y eso no ocurrirá en unas Generales.
Y
la misma batalla enfrentaba las dos grandes alternativas de Gobierno en Europa,
la de la derecha y la socialista. Con victoria, también de la primera en
Europa. Lo que es más destacable aún en España porque lo ha hecho tras dos años
de duras medidas para salir de la crisis y es uno de los pocos partidos de
Gobierno europeos que lo ha logrado.
Y
a quienes les han estallado los ultras en la cara es a los socialistas. Esta sí
que es una amarga lección para Rubalcaba. Años alertando sobre la llegada de la
ultraderecha como él ha estado y resulta que quien ha llegado es la
ultraizquierda, la de Podemos y la que ya estaba, la de IU. Y lo ha hecho,
además, quedándose con los votos de los socialistas. Lo esperable, después de
que los propios socialistas hayan dedicado estos dos años a legitimarlos y a
animarlos. Para derribar al Gobierno. Y a quien han derribado es a Rubalcaba,
como los otros, los ultranacionalistas, van a derribar a Artur Mas.
No
hay noticias de la ultraderecha en España, las hay de los ultras que han
acabado con Rubalcaba. Además de él mismo, de sus propuestas y de la campaña de
Valenciano sobre los «machos ignorantes» y «feos» de la derecha. Lo que no
elimina los problemas para la derecha española. Es evidente que difícilmente
puede volver a gobernar con el 26% de los votos y que tiene que recuperar a los
votantes que se le han quedado en casa en señal de hastío y reprobación. Y es
evidente también que hay una eclosión de populismo y radicalismo en España,
amenazador también para la derecha moderada.
Para
la recuperación de unos, los votantes de la derecha, y el freno a los segundos,
a ultras y populistas, la derecha no puede jugárselo todo a la baza de la
eficacia y de la recuperación económica. Necesita discurso político, fuerza
ideológica e identidad. Este debe ser ahora su reto, en los casi dos años
restantes de Gobierno. El reto de dar discurso, ideología e identidad a la
gestión. Serán imprescindibles para la movilización de los críticos y de los
escépticos.
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