miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cataluña

RAÚL DEL POZO SE ENFRENTA A ARTURO MAS
 Luis María ANSON
Raúl del Pozo es un excelente columnista que escribe siempre desde una independencia insobornable. Ha afirmado que Arturo Mas es cómplice de los Pujol en sus negocios suizos y que solo una actividad concreta habría reportado el actual presidente la cantidad de 2.300 millones de pesetas.
 La denuncia de Raúl del Pozo ha sido la liebre que ha corrido sin parar por las redes sociales. Todavía no se ha detenido. Raúl del Pozo sabe lo que dice y sin duda tendrá fuentes de información para acreditar su denuncia. En todo caso, está claro y confirmado que Arturo Mas, como conseller en cap de Pujol, firmó contratos públicos por valor de 2.200 millones de euros entre 1995 y 1997. Pascual Maragall denunció en el Parlamento de Cataluña que de esos contratos se llevaban para el partido o para los bolsillos de algunos un 3% de comisión. La mordida en algunos casos alcanzó el 20%.
 A Arturo Mas no le llega la camisa estelada al cuerpo. Después de lo ocurrido a la familia Pujol ha puesto sus barbas a remojar. Pero sabe que, en cualquier momento, se puede organizar el gran escándalo y que, al menos tres equipos periodísticos de investigación, están escudriñando los contratos por él firmados. Los ánimos, en fin, se tensan, las espadas permanecen en alto y el órdago de la secesión se mueve ya entre la histeria, la agitación y la incertidumbre
Luis María ANSON de la Real Academia Española

ENSAYO
Henry Kamen: Cataluña y España. Historia de una pasión
21/09/2014@13:32:22 GMT+1
Henry Kamen: Cataluña y España. Historia de una pasión
Traducción de José C. Vales. La Esfera de los Libros. Madrid, 2014. 307 páginas. 21,90 €
Cuando arrecia la ofensiva secesionista catalana, el prestigioso historiador británico Henry Kamen desmonta la falaz y manipuladora visión nacionalista de la Historia.

Por Alfredo Crespo Alcázar
La continuada acometida independentista que están llevando a cabo CiU y ERC, especialmente desde 2012, va asociada a una serie de conceptos, ideas y temas con los cuales el nacionalismo catalán busca justificar su propuesta rupturista. Al respecto, uno de sus recursos predilectos es acudir a la Historia como fuente de legitimidad para su inacabable listado de reivindicaciones.

La pregunta pertinente es: ¿qué grado de veracidad hay en el material discursivo que sirve de soporte al nacionalismo catalán? Para lograr una respuesta basada en rigurosos criterios científicos a esta cuestión nada mejor que leer la obra del británico Henry Kamen -uno de los historiadores más prestigiosos de hoy-, Cataluña y España. Historia de una pasión.

A través de algo más de 300 páginas, ordenadas en doce capítulos, el autor desenmascara los mantras, en especial la apelación a la Historia, con los que el nacionalismo catalán se presenta ante la opinión pública. Por tanto, nos hallamos ante una obra rigurosa (en la que la economía y la ciencia política también tienen cabida), algo fundamental puesto que si algo caracteriza al nacionalismo catalán, es la manipulación a su antojo de la Historia. Al respecto, Kamen indica que la de Cataluña no la han hecho, como correspondería, los historiadores sino los políticos ya que “los presidentes de la Generalitat han tenido poca confianza en los historiadores: siempre se ha considerado que no tenían la perspectiva ‘correcta’ para la comprensión justa del pasado” (pág. 219).

El resultado es el sesgo deliberado y, en consecuencia, la instrumentalización del pasado. Dentro de este modus operandi, uno de los lugares de privilegio lo ocupa Jordi Pujol de quien Kamen recuerda que en multitud de ocasiones ha repetido “yo soy historiador”. De hecho, en una de las directivas internas de CiU se podía leer lo siguiente: “Cataluña debería seguir siendo un pueblo. Para conseguirlo, el primer y principal objetivo es nacionalizar al pueblo catalán (es decir, reforzar la identidad, la conciencia y los sentimientos nacionales del pueblo catalán y hacerlos operativos)” (págs. 218-219). Se trata, no obstante, de una tendencia que inició en el siglo XIX Víctor Balaguer y continúo Enric Prat de la Riba (quien, por ejemplo, sostenía que en la época de los Reyes Católicos se inició el declive catalán).

Por tanto, la doble advertencia que hace Kamen en el prólogo no es baladí: la historia de Cataluña ha sido distorsionada. Consecuentemente, personalidades que deberían gozar de un lugar de privilegio en la historiografía catalana, como Narcís Feliu de la Penya o Jaume Vicens Vives, han sido olvidados (como sinónimo de silenciados) o relegados a un lugar marginal en el mejor de los casos. El primero, como recuerda Kamen, “porque se sentía tan catalán como español” mientras que el segundo “fue criticado por alguno de sus colegas y calificado como un instrumento de los españoles” (pág. 29).

Una de las derivas de esta particular metodología de investigación es la creación de una mitología alrededor de 1714, tema que ocupa la parte principal de esta obra. Kamen reitera que tras el 11 de septiembre de 1714, Cataluña no quedó ni aplastada ni reducida. Sucedió todo lo contrario: “Siguió siendo una región importante, próspera y floreciente, el territorio más rico de España”.

Tampoco fue una guerra de secesión ni Rafael Casanovas un mártir sino un pésimo estratega que dejó a su suerte a la ciudad de Barcelona mientras él permanecía escondido. Incluso así, el pensamiento oficial insiste en enfatizar que 1714 supuso el final de las libertades catalanas y también de un Estado catalán que, como Kamen explica, nunca existió.

Con todo ello, hay una pregunta que debemos hacernos: ¿es el autor un españolista rancio? Nada más lejos de realidad. Esta afirmación queda de manifiesto, por ejemplo, en la defensa que hace de la lengua catalana, si bien partiendo de una matización que, a buen seguro, no gustará al nacionalismo catalán: nunca estuvo en peligro de extinción (entre otras razones, por el rol que jugó la Iglesia en su preservación), a pesar de que las clases acomodadas se decantaron por el uso del castellano.

Hecha esta observación, para Kamen el catalán sí que se encuentra en la actualidad en una posición de desventaja con respecto al castellano, lo que no justifica, prosigue, la imposición lingüística de la Generalitat, institución que repite los errores que cometió Franco para con el catalán (y la cultura catalana). Con sus propias palabras: “El idioma más hablado en Cataluña, hoy, es el castellano. Eso representa más que nunca una amenaza a la supervivencia de la lengua común de los catalanes. Lógicamente, ello ha generado una política agresiva por parte del nacionalismo catalán” (pág. 253). Asimismo, también reconoce que en muchas ocasiones de la historia reciente de España, escritores e intelectuales castellanos (Unamuno, Ortega y Gasset) subestimaron el rol de catalán (y de cualquier otra lengua regional).

Finalmente, no podría ser de otra manera, en el recorrido histórico que hace se detiene en el momento presente. Primero lo describe y luego se pronuncia. Insiste en la manipulación del escenario y de las cifras por parte del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña cuando éste habla del porcentaje (elevado) de quienes desean la secesión.

De hecho, llegado a este punto, Kamen desecha los parámetros de lo políticamente correcto y llama a las cosas por su nombre: se ha convencido a la gente de que España roba a Cataluña y que las cosas irían mejor (pleno empleo), con la independencia. Por tanto, “miles de personas, desde adolescentes a pensionistas, creen que el paraíso está a la vuelta de la esquina” (pág. 285). No obstante, el viaje parece más cercano al País de Nunca Jamás que a la Tierra Prometida (pág. 295). En ese trayecto hacia la Arcadia feliz, CiU está empezando a pagar un elevado peaje, mientras que ERC hace las veces de cobrador.

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