Joaquín
Leguina: «Zapatero no tenía sentido de Estado y lo destrozó»
ÉRIKA
MONTAÑÉSEMONTANES / MADRID
Día
18/02/2014 - 14.11h
Saca nuevo libro y una vez más, el veterano espadachín de la
socialdemocracia más pura, arremete con fiereza contra las secuelas todavía
palpables de una década de zapaterismo al que culpa, en buena parte, de la
deriva separatista catalana
Joaquín Leguina: «Zapatero no tenía sentido de Estado y lo destrozó»
ISABEL PERMUY
Joaquín
Leguina posa con su última publicación, de la Editorial Temas de Hoy, durante
la entrevista concedida a ABC
Como
siempre, el que fuera durante once años secretario general de la Federación
Socialista Madrileña (FSM) y doce como presidente de la Comunidad de Madrid,
Joaquín Leguina, habla claro. También lo hace en su nuevo ensayo, «Zapatero, el
gran organizador de derrotas: Historia de un despropósito» (Editorial Temas de
Hoy), que tiene frente a sí en la mesa de un hotel madrileño mientras conversa
con ABC. Recomienda un capítulo llamado «La noche más triste» (página 199) para
que el público socialista sepa cómo se esfumaron 4,3 millones de votos aquella
noche del 20 de noviembre de 2011 de la saca, y que no concuerda precisamente
con la tesis de que «IU los robó», sino que, según los datos que Leguina
recaba, la mayor parte (1,2 millones) dijeron sí al «rival», Mariano Rajoy.
Es
una prueba de la fe en las cifras que demuestra este estadista y demógrafo.
Leguina se confiesa «preocupado» por la diagnosis de desafección ciudadana
actual hacia los políticos y la deriva interna que atenaza al PSOE. Es más
cauto en sus quinielas: Elena Valenciano no le parece una mala carta para jugar
en la «Champions» europea ni un antiguo felipista como él, Alfredo Pérez
Rubalcaba, para las primarias abiertas en Ferraz del próximo otoño, aunque
siempre dentro de un juego endogámico de los partidos que denuncia de forma
velada.
Saca
nuevo libro y una vez más, el veterano espadachín de la socialdemocracia más
transparente, arremete con fiereza contra las secuelas aún palpables de una
década de zapaterismo al que culpa, en buena parte, de la deriva separatista
catalana. Y solo se coaliga con el dirigente gallego de Moncloa en una cosa:
está seguro de que obrará correctamente y «logrará frenar una consulta que no
cabe en la Constitución» que, junto a la Monarquía, son las dos piezas claves
del ideario y la confianza ciega «leguinista».
-Para
los que no logran encuadrarle a usted dentro de un término o una familia
(felipistas, guerristas, zapateristas...), ¿cómo se definiría? ¿Le gusta lo de
socialista en la sombra, verso suelto en el PSOE o, simplemente, es un mero
espectador en la retaguardia?
-No
me definiría nunca en términos políticos, pero si he de contestar en términos
políticos, soy un socialdemócrata clásico; los socialistas no siempre han sido
demócratas, pero yo lo soy. Respecto a las familias, si quieren me pueden
encuadrar en el felipismo porque, dentro del partido, Felipe González ha sido
mi referente principal, lógicamente no el único.
-Está
claro que zapaterista no es. ¿Tendría que haber ganado José Bono aquel congreso
del año 2000 donde por sorpresa y un puñado de votos venció José Luis Rodríguez
Zapatero?
Joaquín
Leguina: «Zapatero no tenía sentido de Estado y lo destrozó»
TEMAS
DE HOY
Portada
del libro de Joaquín Leguina: «Zapatero, el gran organizador de derrotas:
Historia de un despropósito»
-(Ríe)
Yo creo que sí, tendría que haber ganado Bono. No sé si hubiera sido un buen
presidente del Gobierno, pero nos hubiéramos evitado muchos problemas.
-¿Qué
habría cambiado con Bono como secretario general de los socialistas?
-No
hubiéramos entrado en dinámicas como las de los nuevos estatutos, no hubiera
nunca pactado con los separatistas y hubiera sido más moderado.
-¿Es
ése el mayor reproche que le hace a Zapatero, el mayor despropósito -por
repetir su titular- de su década como líder del PSOE?
-Tengo
algunos más. La política territorial es el mayor reproche que le hago al
expresidente. Considero que tuvo ocurrencias permanentes; otro reproche más son
los nombramientos insólitos que hizo, Zapatero no tenía sentido de Estado y lo
primero que tiene que tener un presidente del Gobierno es sentido de Estado y
si no lo tiene, lo destroza, ¿o usted cree que estas movidas separatistas
actuales no tienen nada que ver con su Gobierno? Pues tienen mucho que ver.
-¿Cree
que de aquellos polvos, con un Zapatero prometiendo el Estatut en el Palau Sant
Jordi, estos lodos?
-De
aquellos polvos vinieron muchos lodos, efectivamente. Pero no le echemos la
culpa de todo, porque sería absurdo. La crisis económica no se la inventó
Zapatero, es verdad que no hizo nada para pararla, cuando digo nada es nada. No
hizo nada para rectificar un sistema fiscal que se estaba cayendo a pedazos.
Eso es verdad, pero también lo es que su predecesor no había hecho nada: Aznar
hizo una Ley del Suelo para echarse a temblar y otras barbaridades. Hay una
anécdota que cuento en el libro de un diputado del PP que me dijo en algún
momento: «El nuestro, por Aznar, se volvió loco en la segunda legislatura; pero
el vuestro, por Zapatero, ya venía loco».
-¿Y
usted suscribe esa apreciación?
-Bastante,
sí.
-¿Pero
no parecía tan loco, parecía incluso manso no?
-Es
que los hombres y las mujeres no siempre son lo que parecen.
-¿Usted
diría que era un lobo con piel de cordero, o con piel de Bambi si me permite la
broma?
-Dentro
del partido había causado ya muchos destrozos en León, había eliminado a toda
la vieja guardia de los que recrearon el Partido Socialista después de la
guerra. No dejó uno vivo, podíamos esperar a nivel nacional lo mismo, e hizo lo
mismo.
-Yendo
al libro, ¿qué y cuánto se perdió de socialismo en esos años de Zapatero?
-Pues
él pretendió innovar en todo. Es la primera vez que se escuchó decir a un
socialista «bajar los impuestos es de izquierdas» y yo estoy de acuerdo, bajar
algunos impuestos puede ser de izquierdas, pero como dogma no. Lo dijo además
diez minutos antes de cambiar toda su política económica, y le tuvo que llamar
hasta Obama y el Gobierno de China para hacerlo, porque nadie se fiaba de él.
Se perdió mucho socialismo, mucho tiempo, se descalabraron muchos proyectos que
estaban por venir a cambio de cosas mediáticamente atractivas y la defensa de
grupos parciales, de «lobbys», por ejemplo, el feminista o el ecologista. Él
creía que el socialismo era la suma de intereses parciales. Tiene un problema
gravísimo, es un hombre que nunca lee, estaba obsesionado con los medios, la
imagen, se desocupó de las cosas importantes, solo de las superficiales. No
digo que todo fuese malo: la Ley de Dependencia es una buena ley, pero sin
financiación, por lo que se vino abajo; otra cosa que no costó dinero fue
despolitizar la RTVE... Eso sí, Zapatero intentó crear un grupo mediático a su
servicio, ya Aznar lo había intentado, con resultados nefastos, y éste también
lo intentó con los mismos resultados nefastos. Regaló una televisión a unos
amiguetes y para compensar regaló otra televisión a los de Prisa, el resultado
es que esas televisiones están respectivamente en manos de Berlusconi y Lara.
«Zapatero
no lee, tiene un problema grave. Le obsesionaban los medios»
-Encontramos
referencias de Zapatero acerca de que usted tiene gran narrativa y atribuyen
sus declaraciones a su creatividad. ¿No cree que habrá más de uno en el PSOE
que esté pensando lo mismo con este volumen, que no es sino un ensayo propio del
ingenio?
-A
mí no me gusta la frase «Ya lo decía yo», pero ahora muchos del PSOE se dan
cuenta de que los críticos, que no éramos muchos, teníamos toda la razón. En
frase de un argentino: «Cuando tú vas por delante con una bandera, si estás
pegado a la manifestación, eres el abanderado; pero si vas demasiado por
delante, eres el boludo de la bandera». Pues bien, yo no sé si soy el
abanderado o el boludo de la bandera, pero he ido por delante, eso es evidente.
-¿Sufrimos
todavía los coletazos del zapaterismo?
-Le
cuento una anécdota: en el Parlamento hay 350 diputados. De esos 350, el único
demógrafo profesional que se sentaba allí era yo. Entonces, Zapatero hace una
norma pronatalista, y estoy de acuerdo en que hay que procurar hacer políticas
a favor de la natalidad, pero no ésa. Hace una ley que consiste en dar euros a
cada parturienta -el cheque bebé- y no me consulta. El único teóricamente que
sé de eso soy yo, y estoy en sus filas. ¿Por qué no me llama por teléfono? Esto
se le ocurrió porque iba a dar un mitin, y llama a uno de sus asesores, Miguel
Sebastián, que es otro loco de la vida, y le dice: «Tengo que anunciar algo
impactante en este mitin. Sebastián le dice, déjame diez minutos. Le vuelve a
llamar y comunica: ya lo he pensado, promete 500 euros por cada niño. Y así se
hacían las leyes». Naturalmente, lo primero que se fue al carajo cuando tuvo
que cambiar de política fue el cheque bebé. Esa esa la forma de gobernar, y así
no se puede gobernar ni un bar de carretera, ni un puticlub, y un Estado mucho
menos. A golpe de ocurrencias. Pero no se le puede tampoco echar toda la culpa:
el PP también va bien, ¿eh? (dice irónico) Planteó un programa electoral
simplemente para engañar a los españoles y eso es muy duro.
«El
cheque bebé se le ocurrió a Sebastián, otro loco, antes de un mitin»
-Natalidad
y programa electoral del PP, me aboca a preguntarle qué hubiese votado don
Joaquín Leguina hace unas noches en el Congreso sobre la reforma de la Ley del
Aborto...
-Yo
estoy en contra de esa ley. Me parece una locura que el PP y Rajoy se hayan
metido en ese «fregao» habiendo interpuesto como lo hizo un recurso de
inconstitucionalidad, lo más normal es que hubiese esperado. Otra ocurrencia.
-¿Mete
en el mismo saco a Zapatero y Rajoy?
-Claro,
yo creo que Zapatero ha hecho mucha escuela. ¿Qué nombramientos ha hecho Rajoy?
Hay algunos de sus ministros que no habrían sido ministros ni por sorteo.
-Deme
nombres.
-La
señora Mato, ¿pero qué pinta ahí?, o la señora Báñez...
-Ha
citado antes y siempre critica a Zapatero por aparcar a la vieja guardia
socialista. ¿No cree que también ha relegado Rajoy a los Acebes, Zaplana y
compañía y que le ha ido mejor al desligarse de ellos?
-Ya
veremos cómo le va a ir al final, no está el tema acabado. Vamos a ver, es que
una cosa es que sigan en el mismo sitio y otra es echarles a las tinieblas
exteriores. No tiene sentido quemar así a la gente.
-¿Cree
que Valenciano es una buena carta para las europeas? ¿Incidirá en la
presentación posterior de Rubalcaba a las primarias del PSOE?
-Esto
no está en el libro (emula aquel conocido episodio de Francisco Umbral ante
Mercedes Milá). Es evidente que en el juego puramente interno, endogámico, que
no piensa nunca buscar algo fuera de los suyos, no veo mal a Valenciano. Pero
seguimos en el juego endogámico. En cuanto a la presentación de Rubalcaba en
las próximas primarias, supongo que dependerá mucho su voluntad de los
resultados europeos de mayo.
-¿Usted
votaría Rubalcaba en las primarias?
-Depende
de quién se vaya a presentar.
-¿Y
para usted quién es una buena jugada?
-No
lo sé, todos son de la misma camada más o menos. Madina no se sale tampoco.
Ninguno cuenta con demasiada experiencia profesional fuera de la política y a
mí eso no me gusta.
-¿Siempre
defiende eso, que hay que ser peones antes de políticos?
-Si
la política trata de mejorar la realidad, pues habrá que conocer la realidad
desde dentro antes de mejorarla. Parece elemental. ¿Cómo puede usted concebir
que una ley de partidos no prohibiera que nadie accediera a ningún cargo
público electo o por designación sin antes haber cotizado a la Seguridad
Social?. Este país tiene que obligar a los partidos, porque ellos nunca lo van
a hacer «motu proprio», a oxigenarse.
-Volviendo
a Cataluña, tal y como está el panorama actual, ¿habrá consulta, ve este
proceso imparable?
-No
habrá consulta, eso sería el colmo de los colmos. Escocia, por ejemplo, no es
un Estado liberal, era ya otro país en el siglo XVIII y los pocos que quieren
volver a ello van a perder el referéndum. Pero aquí no se trata de discutir si
van a ganar o perder el referéndum, sino discutir sobre el derecho de
autodeterminación de las regiones que componen el Estado. Y claro que no,
espero que Rajoy, como cualquier otro presidente presente y futuro, pare esa
consulta. La división no está entre los nacionalistas de un lado y los del
otro, como pretenden ellos, sino que está entre los separatistas catalanes y
los que defendemos la Constitución (aprobada, por cierto, en Cataluña con más
votos que en el resto de España).
-¿Nos
equivocamos al centrar el debate en el modelo federal sí o no para España?
-El
debate sobre federalismo sí, federalismo no, es absolutamente falso. Nadie está
aquí planteándose eso, es una columna de humo. Este es un Estado, que me digan
qué diferencias hay entre este Estado autonómico y el Estado federal de
Alemania o de Estados Unidos. Lo peligroso del Partido Socialista actual es que
se quiere colocar en el medio y aquí no hay equidistancias: o estás con la
Constitución o estás en contra de la Constitución, como los separatistas, y no
se trata de poner paños calientes. Se trata de combatirlo. Lo que yo recrimino
a Zapatero con muchos argumentos es que inició un proceso disgregador pensando
que iba a solucionar el problema de los separatismos. Pero si ya el señor
Ortega en el año 1932 dijo que «eso no tenía solución»...
«Aquí
no hay equidistancia: o están con la Constitución, o contra ella»
-Dice
en el libro que el PSOE cayó en cierta trivialidad ideológica, ¿cómo se
traduce, en qué se ha trivializado?
-Elevando
las ocurrencias a discurso ideológico. Por ejemplo, trivializar es un problema
grave en la división territorial del poder, al querer arreglarlo destrozándolo
todo, pero también es trivialización convertir al socialdemócrata clásico en
sumar piezas aisladas. Por aquí un toque de civilismo, allá un brochazo
anticlerical, confundiendo el culo con las témporas. Confundiendo el discurso completo
de la eminente socialdemocracia con la suma de discursos parciales, ésa es la
trivialización.
-¿Quién
representa para usted en el PSOE ahora mismo ese discurso socialdemócrata?
-Una
buena mayoría.
-¿Rubalcaba
tal vez, aunque él tampoco se puede desligar del zapaterismo ya que fue su
vicepresidente y ministro?
-Rubalcaba
es anterior a Zapatero. Rubalcaba, como en las excavaciones arqueológicas,
tiene varias capas. Si uno se queda en la superficie, tiene una capa
zapaterista; si uno baja un poco más, tiene una capa felipista; si se hunde
más, tiene una capa izquierdista; y si baja aún más, tiene una capa científica,
como químico, y muy brillante. De cara al futuro, vamos a ver quién da la cara
y podremos opinar.
-Siendo
demógrafo y estadista, ¿qué está en juego si no se reforman los partidos
políticos? ¿Y cómo se reforman para conseguir que la ciudadanía se sienta más
apegada a la clase política? ¿Ve justificada la desafección de la gente?
-Creo
que la reforma tiene que venir, como siempre en democracia, con una ley. La
ciudadanía tendría que forzar una ley de partidos, donde se les obligue por un
lado a hacer unas cosas y se les prohíba a hacer otras: no pueden mangonear, no
pueden entrar en las cajas de ahorro (el sistema de financiero) porque la propia
ley de cajas prohíbe esos acuerdos y mangoneos de los políticos; no puede
entrar en la judicatura politizando el CGPJ, las asociaciones judiciales
también deberían estar prohibidas porque la Constitución prohíbe a los jueces
sindicarse. Y lo último: los partidos políticos han invadido la función
pública. Esto es más delicado porque el gobernante dirige la función pública,
pero no la puede invadir. Está en la Constitución, la función pública debe
regirse por el santo y seña de la progresión profesional en función,
exclusivamente, del mérito y la capacidad. Usted no puede llegar, como Montoro,
y descabezar a la Agencia Tributaria porque solo hay socialistas: si eran
socialistas, malo, y si lo descabeza por ser socialistas, peor. Usted está
invadiendo la función pública. A algunos funcionarios les viene de cine, y la
ley es clara: una ley del viejo PSOE obliga a que hasta el nivel de director
general tienen que ser funcionarios de carrera elegidos por mérito y capacidad,
mediante tribunales de funcionarios y no el dedo del ministro. En Inglaterra,
esto llega hasta el nivel de los subsecretarios. Detesto esos cambalaches con
empresas públicas que meten gente y siguen metiendo a gente...
-Acaba
de mentar una ley del viejo PSOE, pero en Comunidades como la andaluza, no ha
dado precisamente ejemplo...
-Se
han cometido desfachateces sin número. Lo de los ERE es ya, como diría un amigo
mío, la «cagálisis».
-¿Asiste
usted al escándalo de los ERE con vergüenza?
-Completa,
pero vergüenza ajena, por ellos.
-Me
ha llamado la atención que ha dicho que la ciudadanía debe «forzar» la ley. ¿Se
ve usted en la calle?
-Sí,
yo me veo en la calle, totalmente. Si alguien se anima, yo estaré ahí y hay
mucha gente en la administración pública, hay un clamor entre la gente ilustrada
de este país en torno a esto: existe un gran problema en el sistema de elección
de las elites, en lo público y en lo privado.
-¿Cómo
se puede dar la vuelta a la tortilla y conseguir que la ciudadanía esté más
apegada a la clase política y ésta deje de ser uno de los mayores problemas del
país?
«Los
partidos esperan a que escampe y la gente se olvide de ellos como problema»
-Lo
que los aparatos de los partidos esperan es que escampe y es posible que
escampe, si las cosas empiezan a ir otra vez bien, si España empieza a crecer,
y la gente se olvida de eso porque no le aprieta el zapato. Sin embargo, no
escampa nunca porque se van a autodestruir.
-¿La
Federación Socialista de Madrid sigue siendo hoy por hoy una «jaula de grillos»
como la describía González?
-A
mí lo que me molesta siempre es cuando se ve desde la calle Ferraz a la
Federación de Madrid como un problema. No es cierto. La Federación de Madrid
tiene en estos momentos los mismos problemas que el resto del PSOE: falta de
atractivo, burocratización, endogamia, y el primero que lo sabe es el
secretario general. Me consta que lo sabe, no lo va a ir predicando en público,
pero lo sabe. Yo no creo que la Federación de Madrid sea una jaula de grillos.
-¿Es
de su simpatía Tomás Gómez?
-Personal
sí, y política disiento de algunas cosas. Se lo he dicho a él y no me ha
mordido. A mí no me muerde.
-Sobre
la propia Comunidad de Madrid, ¿cómo asiste el señor Leguina a acontecimientos
como la marea blanca?
-No
suelo hablar de la Comunidad por una razón muy simple: es de muy mal estilo
hablar mal de aquellos que te han sucedido. Ahora estoy preocupado, sí, pero
tan preocupado como lo puede estar Ignacio González. Puedo hablar en general:
creo que el Partido Popular en Madrid está muy desgastado, como se desgastan
los metales, por el uso, y que no estaría mal un cambio.
Hablando
en general, en el horizonte se ve un desgaste de los dos partidos en España y
el bipartidismo no tiene por qué ser negativo, puesto que da una estabilidad
que no da otro modelo. Deberíamos caminar hacia el modelo de Inglaterra y
Alemania: a la señora Merkel se le ha caído la ropa interior al suelo al tener
que pactar con la socialdemocracia, la señora Merkel que hemos conocido en los
años duros ha fallecido después el pacto con sus rivales, lo cual no quiere
decir que no siga de canciller ni que no vaya a ser elegida la próxima vez,
pero esos discursos insoportables que nos ha largado en Europa se han acabado.
Las culturas políticas de pacto y alternancia política buscan la estabilidad de
los Gobiernos y que no den saltos, ¿usted imagina a Cayo Lara como presidente
del Gobierno? Yo no pienso votar esa opción.
-Como
monárquico aguerrido, ¿qué opina del «caso Nóos»?
-Ha
sido una puñalada trapera, pero esa mancha ocasionada en la imagen de la
institución se puede limpiar. Prefiero la filosofía biológica de los Borbones a
que los ponga «Pepiño Blanco», que fue a una gasolinera y se le gripó el motor.
-Viejo
resquemor. Blanco fue absuelto, ¿no cree en su inocencia?
-Su
caso me huele a gasolina. Es un borracho de poder, todos los que se se
corrompen primero se emborrachan de poder.
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