Antigüedad y Edad Media:
Algunos navegantes -parece que muy
pocos- llegaron a Canarias en la Antigüedad, en una aventura que muy pocos se
arriesgaban.
Por otra parte, las corrientes marinas
de las Islas Canarias fluyen en dirección suroeste y luego viran al oeste,
arrastrando las embarcaciones hacia el Caribe.
Aquellos pocos fenicios, griegos y
romanos que llegaron a las islas y que consiguieron regresar para contarlo, las
rodearon de un halo de magia y de leyenda.
Durante siglos, incluso después de la
conquista española, se creyó que las islas eran las cumbres de las montañas de
la Atlántida, el gran continente sumergido del cual habló Platón.
Otros identificaron las islas con los
Campos Elíseos, hogar de los bienaventurados donde no se conocía el frío ni las
penas.
En el mismo sentido las islas Canarias
fueron identificadas con el "Jardín de las Hespérides", un paraíso
donde se encontraban las manzanas de oro, guardado por un gigantesco monstruo
que arrojaba fuego (¿el volcán Teide?).
El general romano Quinto Sertorio, cuya
nave fue arrastrada desde Lusitania (Portugal) por un temporal, habla en el
siglo I a.C. de "unas islas que tienen una elevación superior al Monte
Atlas y un clima benigno".
Plutarco llamó a Las Islas Canarias
"Islas Afortunadas", un sobrenombre que conservan actualmente; y que
ha creado el término "Macaronesia" (las Islas Felices) para denominar
los archipiélagos atlánticos de Azores, Canarias, Madeira y Cabo Verde.
Los europeos "descubren" de
nuevo las "Islas de la Fortuna" en la primera parte del siglo XIV y
encuentran a un pueblo, que luego ha sido llamado «guanche», y que aun hoy
sigue rodeado de aspectos desconocidos.
Pasando por alto todas las
denominaciones semimitologicas que recibieron las islas en la antigüedad, la
primera reseña histórica seria, la encontramos en la expedición de Juba, rey de
la Mauritania, este las describe pobladas por palmeras y pinos, productora de
miel y sin duda, habitadas, pues hay vestigios de edificios.
Todo ello se recoge en la Historia
Natural de Plinio, historiador romano, que vivió en el siglo primero de nuestra
Era. En la Edad Media, con su significado piadoso, surgen diversas leyendas
sobre Las Islas Canarias, entre ellas destaca la del monje irlandés San
Brandán, cuyo periplo por imaginarías islas duró siete años, y de cuya leyenda
arranca la famosa Isla de San Borondon.
Siglo XIV: El rey de
las Afortunadas
Pasada la Edad Media, desde la segunda
mitad del siglo XIII se han producido desembarcos de europeos (genoveses,
portugueses, castellanos) que roban ganado, aprisionan a algún pastor
solitario, y llevándoselo en sus extrañas naves, lo venden como esclavo en la
lejana Europa.
Ha habido islas como Lanzarote o
Fuerteventura que han sufrido una verdadera sangría en hombres y ganados a
causa de estos ataques. Sin embargo, desde principios del siglo XIV la
situación es aún más seria.
El Reino de Castilla (España) comenzó
conquistando la isla de Lanzarote, mediante la expedición dirigida por los
mercenarios normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle.
Su notoriedad incita al infante don
Luis de la Cerda a solicitar del Papa Clemente VI, el ser investido rey de las
Islas Afortunadas, allá por el año 1344.
La coronación fue una auténtica
mascarada, según los historiadores, y el príncipe de las Afortunadas, tuvo que
contentarse con su nombramiento, pues nunca llegaría a tomar posesión, ni a
pisar el archipiélago.
Siglo XV: Las conquistas
Al comienzo del siglo XV, en 1402, se
inicia la empresa de colonización de las islas, acometida por dos caballeros
franceses: Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle.
Juan de Bethencourt, de origen
normandes, era dueño de varios feudos y barón de Saint-Martin-le-Gaillard, casó
con Juana de Fayel, pero no tuvieron descendencia y se cree que la noticia que
tuvo de Las Islas Canarias, fue debido a cierto conocimiento que tenían de
ellas aventureros franceses que acompañaron al español Álvaro Becerra en sus labores
de piratería.
Un tío de Bethencourt, denominado
Roberto de Bracamonte, y que residía en la Corte de Castilla, fue quien le
anima a la empresa canaria, llevaban consigo, como intérpretes a dos jóvenes
canarios, llamados Alfonso e Isabel, procedentes de Lanzarote, y esclavizados
por antiguos piratas franceses, igualmente les acompañan como capellanes y
cronistas, el franciscano Boitier y el presbítero Juan Le Verrier.
El embarque se produjo en el puerto de
La Rochela, el primero de mayo de 1402, llevaban consigo pilotos y marinos que
ya conocían el rumbo de las islas y el último puerto que toco Bethencourt fue
el de Cádiz.
Entre ese año y 1478, los castellanos
conquistarán Fuerteventura, El Hierro y La Gomera.
La Corona de Castilla (España) y
Portugal son rivales sobre los derechos de conquista de las islas, pero en 1479
Portugal renuncia a las islas por el Tratado de Alcaçovas.
En 1478, los Reyes Católicos ordenan la
conquista de Gran Canaria. Una conquista difícil, en la que los canarios
ofrecieron una resistencia heróica.
Por último, La Palma será conquistada
en 1493, asimismo tras encarnizadas batallas.
Transcurre casi un siglo desde la
conquista de Lanzarote.
Tenerife continuará resistiendo y tras
varios intentos de desembarco armado terminan mal para los invasores.
Será en 1494 cuando los castellanos
desembarcarán con ánimo de conquista... y pasarán aún dos años más de guerras (
un desastre militar inicial para los conquistadores, que se verán obligados a
retirarse) antes de que consigan la rendición de Tenerife.
Los guerreros obedecen a un Sigoñe
(jefe militar), y van armados con banot (una lanza de madera), y con piedras,
muchas de ellas pulidas para que sus bordes sean afilados, son verdaderos
maestros en el lanzamiento de estos proyectiles, también cuentan con teniques,
piedras envueltas en piel y sujetas con correas, que utilizan como peligrosas
mazas.
Demostrarán su fuerza derrotando y
destruyendo a casi todo el ejército expedicionario castellano, en 1494, por fin
consiguen asentarse en un lugar del Norte de la isla que ellos llaman Acentejo
("Aguas vertientes"), donde se fundará luego el pueblo de "La
Matanza de Acentejo".
Cristóbal Colón hizo escala en Gran
Canaria, y luego zarpó de la isla de La Gomera en el viaje de descubrimiento de
1492, siendo Las Islas Canarias la última tierra que pisaron los españoles
antes de desembarcar en la isla de Guanahani -San Salvador- el 12 de octubre de
1492, y el agua y los víveres de Las Islas Canarias abastecieron a las
caravelas la "Pinta", la "Niña" y la "Santa
María", que llegarian a America.
Siglo XVI: Hispanización
En este siglo se producen varios
intentos de invasión de las islas, por la presencia de barcos piratas a la
búsqueda de los botines que procedían de América.
Entre las invasiones, se recuerda con
notoriedad la del pirata Sir Francis Drake, con 27 naves de alto bordo. Dos
horas duró el intento de desembarco en la playa de Santa Catalina (Gran
Canaria), donde los Castillos de la Luz y Santa Ana quedaron casi destruidos.
Pero a la orilla de la playa, Pamochamoso y sus hombres impidieron el intento
desembarco, teniendo que seguir Drake su ruta.
También a finales del este siglo, en
1599, el pirata holandés Van der Does, intenta como Drake invadir las islas por
sorpresa, con 73 navíos y 9.000 hombres se presentó Van der Does en la isla de
Gran Canaraia en su capital , Las Palmas de Gran Canaria, donde tras una
enconada lucha, ofreció una gran resistencia pero logro hacerse con la ciudad y
sus fuertes, teniendo que huir los isleños, con Pamochamoso a los cerros de
Tafira y al Lentiscal, allí habían retirado los isleños sus tesoros, poniendo
su centro de operaciones en Santa Brigada,
Van der Does tuvo que decidirse a
penetrar en el interior en busca de los isleños para someterlos, pero las
tropas canarias se habían reunido junto a un destacamento que procedía de
Tenerife y se habían atrincherado en las Vegas de Batan, para vencerles las
columnas holandesa que se habían internado en aquellos lugares que desconocían,
abandonando el armamento que llevaban y teniendo que retirarse a la ciudad de
Las Palmas de Gran Canaria, quemando a su paso todos los graneros, eras y
ermitas que encontraron a su paso, convirtiendo la ciudad en una hoguera hasta
llegar a los arenales, embarcando en sus naves y abandonar la Isla de Gran
Canaria.
Se dirigiéron a la Isla de la Gomera
para invadirla peor tuvo que retirarse al encontrarse las tropas gomeras
preparadas para recibir a Van der Does y su escuadra, que fue la mayor y
poderosa flota que había visitado Las Islas Canarias.
Como recuerdo a esta efeméride (500
años) en 1999 una embajada de holanda es recibida en Las Palmas de Gran Canaria
como muestra de hermanamiento entre los pueblos.
Siglo XVII: Peste y nuevas invasiones
En los primeros años del siglo la peste
cundió en Canarias. Dos buques procedentes del Levante español que fondearon en
Garachico (Tenerife) principal puerto del archipiélago de la época, fueron los
portadores de la epidemia, que cundió por todo el archipiélago durante seis
años.
En 1618 hay de nuevo una invasión de
Las Islas Canarias, siendo esta vez turca, y su objetivo la isla de Lanzarote,
(de cuya capital, Teguise) se apoderaron, incendiando su caserio.
Hicieron numerosos prisioneros, y
aparte del botín sé 1levaron consigo mil cautivos de ambos sexos al dejar
Lanzarote.
Este acontecimiento decide en 1625 el
nombramiento de capitanes generales para el archipiélago Canario por España,
país que tiene colonizada las Islas Canarias desde 1492, con el encargo de
fortificar las ciudades y mejorar las tropas y milicias de las islas.
Cabe recordar aquí que a mediados del
siglo, Sir. Roberto Blake enterado de la presencia en Tenerife de naves
procedentes de América, intentó apoderarse de ellas con su armada de treinta y
seis naves.
Enterados los tinerfeños de su
presencia, se dispone la defensa desde los buques españoles surtos en el puerto
y desde los castillos de ribera.
Durante casi cuatro horas, que duro el
enfrentamiento y al no poder apoderarse de los mercantes españoles, prendieron
fuego a ellos los ingleses.
Quedándole solo dos nave de guerra a
Sir Blaker, por lo que decidió el almirante español Diego de Eugues, prenderles
fuego y volarlas, pero el enemigo rompió la resistencia y al amparo de la caída
de la noche se alejo mar adentro.
Este siglo XVII, se distinguió por la
existencia de funcionarios infieles, jueces prevaricadores, generales
despóticos y rapaces, visitadores complacientes y autoridades y corporaciones
que seguían costosos litigios. Sólo una persona se libró de todo ello: el
Obispo Bartolomé García Jiménez.
Él fue causa de paz y benevolencia,
hasta su muerte en Santa Cruz de Tenerife, en el año 1690, Su liberalidad era
inagotable, y con sus consejos y advertencias logró llevar la paz a muchas
comarcas.
Siglo XVIII: Penalidades, sequías y volcanes
Comienza el siglo con grandes
penalidades: sequía y hambre.
En Lanzarote y Fuerteventura se veían
caer muertos de inanición a hombres y animales.
Los supervivientes huían a Tenerife y
Gran Canaria.
A ello se unió la presencia de la
fiebre amarilla, que importada de la Habana, apareció en Santa Cruz de Tenerife
habiendo numerosas víctimas.
A fines de 1740, por si fuera poco todo
lo anterior, se produce una erupción volcánica sobre la degollada de
Alberchigo, cerca de Guimar. Gracias a Dios, lo desolado del terreno hizo que
no hubiera que lamentar perdidas de bosques, viñedos ni pastos.
Pero a los dos meses del anterior, un
nuevo volcán entre Guinar y Arafo, causó grandes destrozos, sus ríos de lava
cegaron los barrancos que encontró al paso, amenazando a las ciudades y durado
tres meses por las erupciones, siendo el daño mayor el sentimiento de terror
profundo que dejo en el animo de todos los habitantes.
Un año después, otra erupción volcánica
fue mucho más desastrosa por la zona en que se produjo, Garachico el lugar
elegido por el gigante Teide, la lava invadió y destrozó el muelle y su rada
natural, yendo a parar al mar, otra de las lenguas de fuego atravesó 1a ciudad
y penetró en conventos, iglesias, bodegas, almacenes y casas.
Locos de terror huyeron los habitantes,
en confuso tropel y dando alaridos la erupción duro 28 días, al final habían
desaparecido viñas, aguas, pájaros, puerto, comercio y vecindario, quedando
cubierto por un malpais de cenizas volcánicas.
Siglo XIX:
Comienza el siglo XIX, en la que
destaca la labor del Obispo Verdugo, en la isla de Gran Canaria, primer Obispo
natural de estas tierras, y cuya labor quedo esculpida en piedra en numerosas
obras que finalizo o acometió, entre ellas citemos la terminación del Hospital
de San Martín, la Plaza de Santa Ana, la Catedral, y del Puente de Piedra.
No le faltaron disgustos al venerado
Obispo con el Santo Oficio, celebres son sus palabras, cuando las Cortes
decretaron la supresión del Tribunal "hacia tiempo que debía haber
desaparecido un establecimiento no solo antipolíco, sino también an
ticristiano,
baluarte de la ignorancia y del fanatismo".
Continua uno de los momentos históricos
de Canarias, por la abdicación de Fernando VII y la presencia en España de José
Bonaparte.
La ignorancia concreta de los hechos en
Canarias, produjo la creación de la Junta de Laguna, ciudad que pretendía el
poder de todo el archipiélago, en contra de los intereses de Santa Cruz de
Tenerife, residencia de los comandantes generales y Las Palmas de Gran Canaria
con la Audiencia de Justicia y Catedral.
Se opuso fuertemente Las Palmas de Gran
Canaria, pero la Junta Central de Sevilla sancionaba todos sus actos,
reglamentando su acción gubernativa con fecha 19 de septiembre de 1808 y
disponía que recibiera el nombre de "Junta Suprema de las Islas
Canarias" a la Junta de la Laguna, pudiendo esta enviar un diputado que la
representara en la Central, esta situación, captada por el pueblo canario, poco
avezado en la política, y viendo que sus anteriores autoridades eran
despreciadas y conducidas a prisión, sintieron resquebrajarse todas sus viejas
ideas de respeto y sumisión comprendían la soberanía popular, ni la sustitución
de poderes, pues la historia política había sido muy corta en las islas y donde
se produjo un espíritu de insubordinación y anarquía, siendo la primera víctima
el presidente de la Junta de La Laguna, el marques de Villanueva del Prado
(poseía este marques, en la Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), un vasto feudo
que cultivaban con lo arrendatarios un grupo numeroso de labradores, quienes
dividieron entre si los terrenos y se constituyeron en dueños y señores de los
mismos).
El 6 de junio de 1809, y viendo las
consecuencias de la rivalidad por la capitalidad de la provincia, la Junta de
Sevilla decreta la disolución de la Junta de la Laguna, mientras tanto, tropas
canarias habían salido para la Península, para participar en la lucha contra
los franceses pero posterior a los motines de la Aldea y otros que se habían
producido en Teror, Moya, la Orotava y Arrecife llega a Canarias la fiebre
amarilla, traída desde la Península en los barcos correos que hacían el
servicio con Cádiz, al no saberse distinguir la enfermedad esta se extendió
desde Santa Cruz hasta otras ciudades del interior y otras islas, durando la
epidemia dos años, hasta fines de 1811.
Durante este año 1811, las Cortes
decretan la abolición de los señoríos de toda la nación, ello llenó de alegría
a las cuatro islas sujetas a señorío, entrando desde entonces en el concierto
de la libertad de la corona.
Con ello acababan los últimos restos de
feudalismo existentes en el archipiélago.
En 1813, surgen de nuevo las disputas
por la capitalidad, esta vez será Santa Cruz de Tenerife la que se constituye
en centro de gobierno político, administrativo y militar de la provincia,
favorecida por todas las autoridades que allí fijaron su residencia, dotada del
mejor puerto que entonces existía en el archipiélago, y con una numerosa
colonia de empleados que daban vida y animación a la ciudad, así lograba su
supremacía sobre sus rivales de Las Palmas de Gran Canaria y La Laguna, aunque
le faltaran sus títulos, pero en medio de esta lucha por la capitalidad,
concluye la guerra con Francia, y el rey Fernando entra en España aboliendo por
decreto el régimen constitucional y toda las resoluciones de las Cortes de
Cádiz.
Ello hace que se vengan abajo las
pretensiones de Santa Cruz de Tenerife, continuando el sistema gubernativo
anterior.
En 1816, por fin se establece la tan
deseada Universidad de San Fernando, en la ciudad de La Laguna.
La división eclesiástica fue en dos
provincias: la de las islas orientales (Gran Canaria, Lanzarote y
Fuerteventura) y la de las islas occidentales (Tenerife, La Palma, Gomera y
Hierro).
La enseñanza en Canarias seguía un plan
muy precario solo exista 37 escuelas de niños y 16 de niñas, dirigidas por
maestros, de los cuales no todos tenían él titulo profesional, aparte algún que
otro liceo privado y escuela de dibujo en Las Palmas de Gran Canaria y de
náutica en Santa Cruz de Tenerife.
Comenzaron entonces las ediciones de
periódicos entre sus nombres podemos citar El Tinerfeño, El Zurriago, El Teide,
La Hoja Amarilla, y él Atlante.
En Gran Canaria renqueaba la antigua
imprenta de la Sociedad Económica.
En la segunda mitad del siglo XIX, hay
prosperidad y miseria, comienza en esta época con la declaración de mayoría de
edad de la Reina Isabel 11, en las islas sé presto juramento a la reina, en
medio de grandes festejos y funciones religiosas.
Posteriormente, el alzamiento de
Alicante y Cartagena trae a las islas la declaración de la ley marcial, sin
fundamento ninguno, se disuelven las tropas, lo que trae grandes beneficios,
pues el presupuesto asignado a ellas es empleado en obras de fortificaciones y
otras obras civiles, como puertos y teatros, en Las Palmas de Gran Canaria, y
el casino denominado Gabinete Literario, se constituye en el centro del pensamiento
y el Teatro de Cairasco.
En Santa Cruz se inaugura una Academia
de Bellas Artes, sin embargo, en las islas de Lanzarote y Fuerteventura seguian
los rigores del hambre producidos por la falta de lluvia, unido a otra plaga de
langostas, por estas fechas llego tambien a Canarias el misionero Padre Claret.
Comienzan también a pasar por el puerto
de Tenerife las líneas de vapores ingleses, con destino a América y Africa del
Sur, que abandonaban su anterior escala en la Madeira.
La cuestión de la capitalidad, que
tanto había exacerbado los ánimos en los primeros lustros de este siglo, pasaba
ahora a segundo plano, al verse Gran Canaria compensada con el desarrollo que
iba adquiriendo su agricultura, con el alto precio de la cochinilla en los
mercados extranjeros, y la gran atención a la enseñanza publica, con escuelas
publicas y privadas, entre las que destaca el Colegio de San Agustín, dirigido
por don Antonio López Botas, pero todo ello tuvo como contrapartida la
aparición del colera, procedente de Cuba, que hizo su aparición en Las Palmas
de Gran Canaria, habían días en que los muertos eran mas de 180, desapareció la
epidemia al cabo unos dos meses, dejando una lista de 6000 vícítimas.
Con el año 1858 llega por fin la tan
deseada división provincial, esto ocurría el 27 de enero, y la orden la daba
don Francisco Javier Izturiz, ministro de la Gobernación por Real Decreto,
estableciendo dos distritos administrativos en Las Islas Canarias formándose
las provincias con las islas orientales (Gran Canaria,Lanzarote y
Fuerteventura) y la de las islas occidentales (Tenerife, La Palma, Gomera y
Hierro) igual que las Cortes de Cádiz casi 50 años antes.
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