“Stalin se parecia a mi. Mira el bigote igualito”
Cualquier dirigente sensato, responsable y con unos mínimos
conocimientos históricos huiría de compararse con quien está considerado incluso por
encima de Adolf Hitler– como el mayor genocida de la historia contemporánea.
Fusilamientos, deportaciones,
masacres, hambrunas... Millones de personas fueron liquidadas por Stalin en su
despiadado mandato. Maduro se queda con la simpleza del bigote. Y bromea...
Votación
contra Maduro.
Podemos y los cuentos de las mil y una noches
Las estrechas y rentables relaciones de la cúpula de Podemos con sus
camaradas del régimen chavista eran motivo suficiente para que sus
representantes en el Parlamento Europeo se abstuvieran en la votación del
pasado jueves, cuando se condenó la represión bolivariana.
Pablo Iglesias, sin embargo, prefiere escurrir el bulto. Ahora dice que
no votó a favor de la resolución porque en su texto se aseguraba que «Venezuela
es como Arabia Saudí». Nadie escuchó ni leyó tal cosa en la Eurocámara, pero
Iglesias necesita nuevas mentiras para camuflar su querencia caribeña.
AUTORRETRATO
CON CACIQUE AL FONDO
IGNACIO CAMACHO. ABC
Incapaz
de condenar los excesos de su despótico patrocinador, Iglesias se ha retratado
como la voz de su amo
DE
las dos fotos que se ha hecho esta semana Pablo Iglesias, una lo retrata como
él se ve a sí mismo y la otra como realmente es.
El
ego catedralicio del líder de Podemos habrá ascendido al contemplar su efigie
en la portada de The New York Times –aunque fuese en la menos influyente
edición internacional– hasta los pináculos del mismísimo Empire State: una imagen central de buen tamaño en carismática
actitud de «asaltar el cielo» de la política desde una nueva izquierda rupturista
y filorrevolucionaria.
Pero
sólo 48 horas más tarde esa misma política que pretende reinventar con un
mesianismo adánico lo atrapó con sus contradicciones en el Parlamento Europeo y
lo plasmó ante un fondo de realidad por el perfil menos favorecido: votando
contra una petición de libertad para los presos políticos venezolanos, con el
gesto serio y hasta contrito de quien conoce el alcance de esa decisión y su
impacto en sus propias aspiraciones.
Con
la actitud consciente de digerir a duras penas la humillante conciencia de
presentarse ante la comunidad occidental como la simple voz delegada de su amo
bolivariano.
A
medida que pasa el tiempo y la fuerza irruptiva de Podemos se va decantando en
el roce con la cruda experiencia de la política real, tan distinta del
escenario cómodo de las tertulias, la nueva formación empieza a comprobar la
dificultad de mantener intacto su fulgurante discurso de populismo de
laboratorio.
El
pretendido interclasismo queda en evidencia con sus propias proclamas de
revanchismo extremista; la supuesta claridad de ideas se desmorona en programas
ambiguos mal sostenidos en la muletilla del «empoderamiento ciudadano»; la
altiva exigencia de honestidad sufre el áspero contraste con los chanchullos de
unos dirigentes que antes de estrenarse aparecen contaminados de malas
prácticas.
Y
por último, pero no menos importante, tras la proclama de un nuevo patriotismo
rebelde aparece cada vez más nítida la sombra ominosa del padrino venezolano,
el régimen corrupto, autoritario y violento cuyos excesos no son capaces de
condenar siquiera de manera retórica por haber crecido amamantados en su seno
como una franquicia ideológica.
Fuera
caretas.
Podemos
se retrata más allá de sus abstractas declaraciones tácticas como el partido
neocomunista que es, como la sucursal ideológica del bolivarismo que detiene a
los opositores y los encierra en pestilentes mazmorras subterráneas.
Incapaz
de rebelarse contra su patrocinador, con el ceño apretado en la cerril defensa
de un caciquismo inaceptable. Con toda probabilidad este gesto de sumisión
carecerá de impacto entre la amplia masa de ciudadanos que ha decidido votarlo
como expresión de ruptura y de rechazo del actual sistema político, pero al
menos desmonta la coartada de su presunta moderación y de su adaptativa
elasticidad política. Podemos es lo que es y ya nadie podrá decir que lo
ignoraba.
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