Antonio
Martín Beaumont
José
María Aznar, seguro, jamás hablará de ello. Sólo él sabe si el temor a la
codicia de Rodrigo Rato fue lo que llevó aquel verano de 2003 a posar el dedo
sucesorio sobre Mariano Rajoy.
Rumores
al respecto hubo muchos. Antes y después de la controvertida decisión.
Tampoco
el otro gran protagonista de aquella omertá --si la hubo en realidad--, Jesús
de Polanco, puede aportar luz ya al tema.
Siempre
se dijo que el poderoso dueño de Prisa guardaba con celo las pruebas que
terminarían con Rodrigo Rato si hubiese sido el elegido.
En
fin… Únicamente el mito unificador del centro derecha podría conocer ahora
cuándo empezó a funcionar la maquinita tragaperras de Rato.
Aportaré
simplemente un dato al respecto: los entonces más cercanos a Aznar en La
Moncloa, cuando hablaban del vicepresidente económico, se referían a él con el
mote de "Don Ratone" -dicen— por sus negocios familiares. Aunque bien
podría tratarse simplemente de típicos rifirrafes de la vida partidista.
Cualesquiera
fuesen los motivos por los que se tomó aquella decisión, ya del pasado, la
verdad es que las peripecias de Rato desde que dejó de ser ministro del
Gobierno Aznar son más propias de una serie norteamericana como House of Cards
o Scandall que de la tradición política española.
Aunque
las cosas en este país están cambiando tanto que historias sórdidas como las de
Francisco Nicolás o el comisario Villarejo son moneda de cambio diario, y
sofisticados medios para interceptar comunicaciones, vigilar y grabar se
utilizan sin escrúpulo para destruir reputaciones.
Primero,
su entrada -costosa para España- en el Fondo Monetario Internacional para luego
fugarse a la carrera del organismo, descolocando a quienes desde las alturas
políticas, diplomáticas y financieras habían empeñado su prestigio en la tarea.
¿Salió corriendo de Washington porque supo que la agencia antiblanqueo
estadounidense andaba tras sus pasos o también esto es una leyenda urbana?
Más
tarde, su abrupto deseo de recuperar protagonismo social sentándose en la
cúspide de Caja Madrid y promoviendo una cuestionada unión de Cajas que
confluirían en Bankia (ambicionaba ser el nuevo gran banquero español en
sustitución de Emilio Botín) a pesar de la posición desairada en la que
colocaba a Esperanza Aguirre, quien ya había hecho su apuesta pública por
Ignacio González para el cargo.
Pero
lo peor estaba aún por llegar. ¿Quién podía pensar que todo un referente,
artífice del milagro español de la entrada en el euro, se enredaría en una
salida a bolsa a todas luces fraudulenta o en el uso y abuso de las inmorales
"tarjetas black", mientras la entidad que presidía desahuciaba a
víctimas de la crisis y engañaba a jubilados con las preferentes robándoles los
ahorros y el sosiego de su vejez?
El
final de aquella juerga de Caja Madrid a la que Rodrigo Rato puso la guinda
tuvimos que pagarla todos los españoles y costó más de 20.000 millones de
euros.
Lo
que, escandaloso e inmoral, sale ahora a la luz sobre su fortuna oculta en el
extranjero, en realidad es otro episodio de la truculenta historia de gloria,
ambición y ocaso de Rato y allegados. Un paso más de quien, loco por la
avaricia, decidió, en algún momento de su vida, sustituir la auctoritas por el
poder de la riqueza a cualquier precio. Incluso a costa de finiquitar su
prestigio político y moral para siempre y arriesgar la credibilidad del partido
que le llevó hasta donde jamás hubiese soñado cuando su padre, a finales de los
años 70, entró en el despacho de Manuel Fraga con la petición de convertir a su
hijo en dirigente de Alianza Popular y unos meses después (elecciones generales
de 1979) encabezó sin éxito la lista de Coalición Democrática por Ciudad Real.
Pablo
Casado, uno de los jóvenes políticos que tan bien representan el presente y el
futuro regenerador del centro derecha español, y que cuando Rodrigo Rato dejó
España para irse al FMI todavía ni estaba afiliado al Partido Popular, ha dicho
una verdad cargada de doble intención, es decir, de las que miran al exterior
pero, también, al interior de su partido: "Este PP se dedica a resolver
problemas que otros dejaron". A buen entendedor, con pocas palabras
bastan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario