El funcionario que coordinó el operativo va en las listas del PSOE por
Madrid
El jefe de área de la Subdirección de Operaciones de Vigilancia
Aduanera, Jesús Asenjo Salcedo, fue el encargado de coordinar el operativo
policial puesto en marcha para el registro y posterior detención del
exvicepresidente del Gobierno y ex director gerente del Fondo Monetario
Internacional, Rodrigo Rato.
Jesús Asenjo va en la lista del PSOE, que encabeza Antonio Miguel
Carmona, a la alcaldía de Madrid.
En concreto, es el número 29.
Y además no es un desconocido en el Partido Socialista de Madrid (PSM).
En las pasadas elecciones también fue candidato a concejal del
ayuntamiento de la capital .
Lo
que viene a demostrar algo que los ciudadanos sospechamos, que los partidos
tienen a sus funcionarios en todas las instituciones del estado y estos actúan
en el momento que mas interesa a sus partidos y no al interés general, eso pasa
en Hacienda y también en la justicia, por lo tanto el poder en España no
pertenece ni perteneció nunca al pueblo soberano, lo tienen los partidos y sus
funcionarios estrategicamente colocados, menuda mierda de país, no podemos
fiarnos de nadie.
Deriva
peligrosa en la guerra civil que mantienen los populares: se abre paso una
nueva y nada sorprendente hipótesis según la cual una parte de la dirigencia
actual del Partido Popular y algunos miembros del Gobierno -entre ellos
Cristóbal Montoro y José Manuel García Margallo- militan fervientemente en el antiaznarismo.
Es
más: algunos de los estrategas del PP consideran que tanto las palabras como
los silencios y actitudes del expresidente han dañado y dañan al partido y al
Gobierno y que, por eso, Aznar merecería un escarmiento más contundente del que
le propinaron en noviembre de 2013 al ausentarse en bloque del acto de
presentación del último volumen de sus memorias. Habría que “acorralarle” para
que su retorno sea inviable, sostienen.
Como
ahora no parece posible llegar hasta él con un reproche jurídico a sus
comportamientos o a sus finanzas, se adora al santo por la peana.
Unas peanas
que se lo han puesto muy fácil a los antiaznaristas: Miguel Blesa, amigo de
Aznar, quintaesencia del despilfarro y la trapacería en las Cajas, y Rodrigo
Rato, el referente de su política económica, yace en la arena del desprestigio,
lo mismo que Álvarez Cascos quien representaba al “general secretario” de un
partido en su día disciplinado y siempre en orden de combate y tres ex
tesoreros del PP -dos con Aznar- están imputados en los casos de presunta
financiación ilegal del partido. La memoria política del expresidente está
dañada aunque él siga al margen del lodazal judicial.
No
hay aznaristas en el puente de mando del partido ni en el Gobierno.
Ruiz-Gallardón era el último mohicano, el verso suelto que resultó, a la
postre, el más integrado en el soneto de los populares.
Las recriminaciones de
Aznar a la política económica del Ejecutivo (Montoro-Guindos), a la debilidad
política de su discurso (Rajoy-Soraya) y a la mala gestión de asuntos como el
de Bárcenas y Gürtel (De Cospedal-Floriano) urgen a quitarle de en medio,
estigmatizándole, si posible fuera, con alguna de las muchas imputaciones de
las que abundan en el zoco judicial español. Y, así, cortarle el paso no sea
que, tras la catástrofe que se espera, se vuelva a reencarnar en el líder
efectivo del PP.
Insisto:
avanza la opinión, aderezada con algunos datos, de que Rodrigo Rato sería el
trasero más propicio en el que se ha asestado una enorme patada al expresidente
del Gobierno. De momento, es una clara víctima colateral porque el
exvicepresidente era una referencia del aznarato. En la operación puede que no
haya estado Mariano Rajoy, al que este escándalo no le conviene ni por activa
ni por pasiva ni por perifrástica. Algunos de los empresarios de Puente Aéreo
que almorzaron en La Moncloa con el presidente del Gobierno el pasado martes
aseguran que parecía muy convincente lamentando la suerte del exministro de
Economía que ha impactado emocionalmente en el empresariado español. Y por
supuesto, les pareció también sincero al confesar que desconocía el timing de
los acontecimientos del 16 de abril.
Hay
quienes han esparcido la especie de que 'la repera patatera' del director de la
Agencia Tributaria se referiría a la presencia de Aznar entre los investigados
Las
hemerotecas, además, echan humo. Se están emitiendo en espacios informativos
varios cortes de intervenciones parlamentarias de Aznar cuando en el año 1994
reclamaba el “¡Váyase señor González!” aduciendo, entre otros muchos
argumentos, que sus colaboradores (Roldán, Rubio, Barrionuevo, Serra y otros
más) estaban enfangados en golferías delictivas, presuntas y probadas, y él
debía asumir la responsabilidad política de ello.
No
han faltado quienes esparcieron el martes y miércoles pasados la especie de que
“la repera patatera” del impresentable director de la Agencia Tributaria -¿cómo
es posible ese coloquialismo tan prepotente en el Congreso?- se referiría a la
presencia de José María Aznar (él fue quien popularizó la expresión “cero
patatero” en un mitin en el año 2000) entre los más 700 investigados por la
Agencia Tributaria. Tal hipótesis, barajada en algunos mentideros, creció tanto
en determinados circuitos que el propio Montoro hizo el miércoles un corrillo
con periodistas para asegurar que el nombre más relevante de los investigados
era el de Rodrigo Rato.
A
Aznar ya se le ha hecho todo el daño que se le podría hacer desde su partido
que dispone de colaboraciones mediáticas para denigrarle de manera sistemática
La
cuestión es que a Aznar ya se le ha hecho todo el daño que se le podría hacer
desde su propio partido que dispone de algunas colaboraciones mediáticas para
denigrarle de manera sistemática. No está en cargo público pero su imagen se ha
deteriorado, en buena medida por el hostigamiento de sus propios
compañeros. Él, que es hombre avisado,
no parece que haya dejado cabos sueltos ni en sus actividades ni en sus
finanzas, más allá del juicio que pueda merecer a estos o a aquellos sus
actuales actividades profesionales.
Félix
de Azúa ha declarado al diario El País que España está enferma de “autoodio”.
Cierto. Pero más que España y su sociedad, el autoodio está instalado en las
elites que libran batallas crudelísimas entre sí. Como la que ahora se vive en
el Partido Popular y en el Gobierno. Unos con un adanismo ridículo quieren
condenar -si es posible con oprobio y judicialmente- la memoria del llamado
aznarato para evitar su muy improbable resurrección en caso de debacle electoral.
Otros contemplan la operación con cobarde perplejidad, entre ellos el propio
Rajoy. No es muy distinto de lo que ocurre en otros partidos, desde luego, pero
el empleo de una artillería con fuego graneado para batir la reputación
política del expresidente mediante la damnatio memoriae de Rodrigo Rato sugiere
que el PP -ante la impotencia de sus dirigentes más sensatos- ha entrado en un
acelerado proceso de descomposición.
SOMBRAS
SOCIALISTAS EN EL CASO RATO
HASTA
ahora, la desproporcionada detención de Rodrigo Rato y la entrada y el registro
en su vivienda y su despacho profesional solo tenían una lectura política, que
ponía en jaque al Gobierno y al Partido Popular. A la revelación de posibles
irregularidades fiscales y patrimoniales cometidas por el exvicepresidente del
Gobierno se unía la cadena de errores y sombras en todo el procedimiento que
desembocó en su detención por el servicio de Vigilancia Aduanera. Pocas veces
ha sido tan notoria la vulneración de garantías tributarias y procesales, con
aviso previo a determinados medios de comunicación para que retransmitieran en
directo y como un espectáculo la detención y el traslado de Rato a media tarde,
en pleno centro de Madrid.
Sin
embargo, la sombra socialista aparece en este lamentable episodio con el nombre
de Jesús Asenjo Salcedo, candidato número 29 de la lista de Antonio Miguel
Carmona al Ayuntamiento de Madrid, candidatura en la que ya estuvo como número
21 cuando la encabezó Jaime Lissavetzky. El socialista Asenjo fue nombrado
funcionario del Servicio de Vigilancia Aduanera, en la especialidad de
investigación, el 19 de julio de 1999, y destinado a Madrid. Desde este puesto
ha sido el responsable de montar y ejecutar el dispositivo que se saldó con la
detención de Rodrigo Rato y la entrada y el registro en su vivienda particular
y en su despacho profesional. Nada de lo sucedido en este procedimiento
responde a trámites admisibles en un Estado de Derecho: ni la vulneración de la
confidencialidad sobre los datos del contribuyente, ni la filtración, con horas
de antelación, de que Rato iba a ser detenido, ni la orden judicial de
detención y entrada y registro, carente de la más mínima motivación, ni el caos
de competencias entre jueces y fiscales. Y, a todo esto, Rato no ha sido
llamado a declarar ante nadie.
El
dato de la implicación del candidato socialista Asenjo Salcedo es objetivo, no
admite discusión y tampoco justificaría juicios de acusación. Pero como dato
político tiene un valor innegable, más ahora que los socialistas muestran tanto
escrúpulo con las compatibilidades de los parlamentarios. Es necesaria una
explicación, pero no del PSOE, sino de los responsables de Hacienda, para que,
simplemente, aclaren qué papel ha tenido oficialmente el funcionario de
Vigilancia Aduanera, a la par que contumaz, y poco exitoso, candidato
socialista, Jesús Asenjo Salcedo. Una vez conocido ese papel, quizá pueda
valorarse con nuevas perspectivas lo sucedido con el caso Rato y las
responsabilidades que lo acompañan. Hacer política de impacto desde un órgano
de la Administración tan sensible como Hacienda no puede tener pase en un
Estado de Derecho.
IGNACIO CAMACHO
ABC
ABC
VENGA,
vamos a degradar un poco más, si ello es posible, la calidad de la política. Si
queda en el Congreso un diputado capaz de ganarse la vida por su cuenta, de
enseñar algo útil en la Universidad, de dirigir una empresa, de mantener
abierto un despacho de abogados, un estudio de arquitectura o una consulta
médica; si todavía permanece en su escaño un tipo que haya cobrado o pagado
alguna vez una nómina privada con sus seguros y sus costes sociales, hay que
declararlo de inmediato incompatible. A por él, qué se habrá creído.
El
Parlamento de la nación ha de estar formado por disciplinadas tropas de choque
al servicio de los aparatos de partido.
Gente
que no tenga otro oficio mejor al que volver ni otro sueldo más alto que
disfrutar.
Profesionales
de la política; todo lo más funcionarios en excedencia o profesores sin
vocación espantados con la simple idea de regresar a la tiza.
Blindados
al mundo exterior y sobre todo inmunes a cualquier tentación de independencia
personal: herméticos militantes convencidos de que apretar botones a la orden
de un portavoz constituye la sagrada y más noble misión de su existencia.
Eso
es lo que tendremos si prospera la idea de endurecer las incompatibilidades de
los parlamentarios.
Una
política encapsulada en la endogamia, incapaz de escuchar el latido de la
calle, refractaria a la excelencia, ejercida por un puñado de doctrinarios en
dedicación plena. Un poder legislativo adocenado en la vulgaridad y criado en
las piscifactorías de los partidos.
Bajo
el pretexto de la depuración ética de la clase dirigente estamos a punto de
consagrar la miserabilizacion de la actividad pública, de reservar la
representación ciudadana a una casta –sí, eso sí que es casta– de grises
burócratas orgánicos. Un Congreso de diputados sin actividad privada es un
Parlamento de mediocres.
Y
todo porque un par de señorías han cobrado de una empresa unos dineros dudosos
que levantan sospechas de pago de favores.
En
vez de regular la actividad de los lobbys, en vez de establecer criterios
claros de transparencia y de abordar con sentido moderno la permeabilidad entre
la sociedad civil y la política, la mayoría de la nomenclatura partidista
pretende levantar alrededor de las Cortes una muralla aislante que las preserve
de cualquier eco de la vida normal.
Expulsar
a todo el que tenga talento o competencia para ganar más de tres mil euros por
obedecer al jefe de la manada. Desalojar a cualquiera que no proceda de la
cantera orgánica y no dependa para vivir de su sentido de la obediencia. Y a
eso lo llaman regeneración, y lo adjetivan de ética.
Venga,
a por ellos. Incompatibles, inadecuados, impropios, inaceptables. Que no quede
dentro de la gran burbuja nadie que pueda tener éxito por su cuenta. Así
podremos saber con claridad qué son nuestros políticos: gente que no sepa hacer
otra cosa.
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