Luis
María Anson publicó en El Mundo un artículo ampliamente comentado y reproducido
en las redes sociales, en el que se anticipaba la intervención de un infiltrado
de Hacienda, confirmado hoy por el diario ABC con el nombre de Jesús Asenjo
Salcedo, funcionario del Servicio de Vigilancia Aduanera, al servicio del ala
izquierda del socialismo. Lo reproducimos a continuación.
“Hubo
un tiempo en el que cualquier juicio sagaz de tipo político se le atribuía a
Winston Churchill, la primera cabeza del siglo XX. Así es que un día mostraba a
un invitado ilustre la Cámara de los Comunes. “Y ahí enfrente -dijo el primer
ministro- es donde se sientan mis rivales, los laboristas”. “¿Y aquí?”
-preguntó el invitado señalando la bancada conservadora. “Aquí -respondió Churchill-
se sientan mis enemigos”.
Que
se lo pregunten a Rodrigo Rato. Alguien desenmascarará las oscuras andanzas por
los salones monclovitas y las desbocadas correrías por los pasillos genoveses
que han desencadenado el linchamiento del político, el sacrificio del altar
urbi et orbi, la vejación descarnada y cara al público con un torrente de
cámaras de televisión convocadas de antemano e infringiendo la ley, dicen que
por infiltrados de extrema izquierda en Hacienda. No voy a entrar en la
presunción de inocencia ni en el carcaj de la culpabilidad, pero a la natural
reacción del PSOE, que está muy escocido con los eres y los cursos de
formación, ha seguido el lanzamiento de las flechas ofidias del PP contra el
que fue todopoderoso vicepresidente del Gobierno. Nadie de relieve le ha
tendido la mano en el partido. A pesar de los daños colaterales al PP, se ha
escuchado en las filas populares como un frotarse de manos cainitas con la
satisfacción de enmascaradas venganzas y viejas navajas cachicuernas.
No
le faltaba razón a Winston Churchill. En la bancada del partido afín están
colaboradores y amigos; también los verdaderos enemigos. Que se lo cuenten a
Esperanza Aguirre. Que se lo cuenten a Ignacio González. Asistimos estos días
en vivo y en directo a una lección de Historia. Hasta que pasen las elecciones
generales, los socialistas mantendrán viva la imagen de Rato. Hurgarán todo lo
que puedan en ella. Algunos populares continuarán vengándose de los desdenes,
las desatenciones, las prescripciones que de ellos hizo en el partido y en el
Gobierno el antiguo vicepresidente.
La
venganza contra los enemigos, contra uno en particular, se la beberá a largos
sorbos Rodrigo Rato cuando le llegue el momento si es que le llega. Es hora de
leer El Príncipe y glosar a Maquiavelo. La Historia se repite una y otra vez.
No sé si será maestra de la vida. Lo es, sin duda, de la condición humana, de
sus bajas pasiones y a veces de las agrias heridas. Bruto, tras apuñalar a
Julio César junto a la estatua de Pompeyo, dijo: “Ya tienes, Cicerón, vengada
la República”. Lo que más temía Miguel de Cervantes era la venganza de los que
aparentemente le habían querido. Murió convencido de que Lope de Vega había
sido el inspirador del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda; seguro de que
el autor de Fuenteovejuna tiró la piedra y escondió sabiamente la mano, hasta
el punto de que todavía gallea en la incertidumbre la autoría del libro
falsificado.
Dicen
los enterados que Rodrigo Rato prepara ya su venganza, que puede derribar las
columnas del templo y que la techumbre caiga sobre los populares. Y que está
leyendo el Éxodo con minuciosa parsimonia: “Adustionem pro adustione, vulnus
pro vulnus, livorem pro livore”. Quemadura por quemadura, herida por herida,
golpe por golpe”.
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