jueves, 28 de mayo de 2015

Enhorabuena, Arriola

Día 28/05/2015 - 04.24h. ABC
Antonio Burgos
Enhorabuena grande, señor Arriola. Paso a paso, todo muy estudiado sobre las encuestas, está consiguiendo usted lo que pretendía: cargarse al PP con mucho cuidadito.
Prácticamente lo ha llevado usted a la ruina.
Basta que el puntillero no lo levante en las próximas elecciones generales, porque ya lo tiene usted aculado en tablas, amorcillado, deseando echarse.
Los que no saben una palabra de sociología ni de elecciones andan por ahí pidiendo primarias en los partidos, programas debatidos y esas tonterías. Nada de eso necesita usted.
Y sin esa ordinariez de tener que presentarse a las elecciones y otras minucias.
La izquierda tradicional apesebrada y la nueva izquierda radical por apesebrar necesitaban quien acabase con el PP y entonces, providencialmente, como el ángel a los pastores en Belén, se le apareció usted a Rajoy en la calle Génova: «Que el PP no sea lo que parece y que no parezca lo que es».
Usted ha logrado ese toreo de perfil, con el piquito de la muleta, tomando todas las ventajas, sin exponer, que ha caracterizado al PP desde que, quizá por una equivocación suya, obtuvo la esperanza en forma de votos de diez millones de españoles que no se avergonzaban, al contrario que sus pupilos, de ser de derechas y que le dieron la mayoría absoluta. Usted introdujo unos principios completamente nuevos en la praxis política, que quienes les pagaban un dineral por sus asesoramientos han seguido al pie de la letras, a saber:
1. Hay que gobernar contra los propios votantes.
2. Hay que ocultar lo que se es. La derecha debe parecerse lo menos posible a la derecha, de lo que hay que avergonzarse y ocultar. Cuanto más acomplejada, mejor.
Y lo hizo usted de cine. De cine de Almodóvar, claro, que es de ellos.
Sus pasos hacia la destrucción del PP fueron perfectos:
*.-  no derogar una sola ley de las que aprobó Zapatero para la perdición de España, empezando por el Plan Hidrológico, la Enseñanza o la Memoria Histórica;
*.- complacer a los separatistas catalanes cuanto más se pudiere;
*.- poner en la calle el mayor número posible de asesinos etarras;
*.- ignorar por completo a las víctimas del terrorismo;
*.- disimular, mirar para otro lado y silbar «Paquito el Chocolatero» si pedían la derogación de la ley del Aborto;
*.- conseguir que, hartos de coles, se fueran del partido líderes de la valía de Jaime Mayor Oreja;
*.- no desmantelar en absoluto la tela de araña que dejó el zapaterismo montada en la Justicia, en la Enseñanza, en los Medios de Comunicación;
*.- no defender llegado el caso, los símbolos de la Patria cual la bandera y la Marcha Real;
*.- seguir marginando a las Fuerzas Armadas;
*.- estar a papitos con la intelectualidad Visa Oro de izquierda y despreciar a quienes representan la verdad del pensamiento liberal.
Y recortar todo lo recortable.
Y subir los impuestos.
Y explicarlo de forma que salgan unos editoriales tela elogiosos en «Financial Times» y en «Wall Street Journal», pero que los españoles en paro o con su empresa en concurso de acreedores no se enteren ni de papa del presunto esplendor económico y del fin de la crisis.
Ah, y llegadas las elecciones andaluzas, para que no fuera a ocurrir otra vez lo de Arenas, que ganó, pero no lo dejó gobernar el Pacto del No de la izquierda, poner a un absoluto desconocido, y a dedo desde Madrid.
Y mucha blandenguería en Rajoy.
Y mucho pasteleo babosete.
Y de echar a esa máquina de perder votos que se llama Montoro, ni mijita.
Así que, enhorabuena, señor Arriola. Ha conseguido usted, en compañía de su abortista esposa, la del Candy Crush y la bronca al chófer, y con la inestimable colaboración de su aventajadísimo alumno Rajoy, cargarse el PP con mucho cuidadito.
Y, con él, la esperanza (no precisamente Aguirre) de diez millones de españoles.
Los dos millones y medio de votos perdidos ahora van a ser nada cuando lleguen las generales, ante las que le envío ya mi felicitación por adelantado, porque ha ordenado usted a Rajoy que nada cambie para que todo siga derechito, derechito hacia el desastre final. «Quod erat demonstrandum». 


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