HERMAN TERTSCH / ATENAS
Día 04/07/2015 - 14.39h
La elaborada pregunta hace
referencia a propuestas concretas de las instituciones europeas, desconocidas
para muchos griegos
Ni un solo griego sabe en
qué consiste la pregunta de la consulta
REUTERS
Una ciudadana griega
llevando una pegatina a favor del No
El Tribunal Supremo de
Grecia decidió ayer que es legal el referéndum que convocó el primer ministro
Alexis Tsipras la pasada semana para intentar huir de ella presión de sus
acreedores y socios en la zona euro. Quedan así sin efecto todas las dudas y
reservas legales que habían aducido diversas asociaciones y personalidades
jurídicas. Que habían cuestionado su constitucionalidad tanto por su forma de
ser convocado como por el carácter de la pregunta.
El referéndum se llevará a
cabo para decidir si el pueblo griego acepta una propuesta presentada por la
troika el pasado 25 de junio. Lo que no todos saben es que esa propuesta que le
piden al pueblo rechazar o aceptar de hecho ya no existe. Porque quedó sin
efecto en el momento en el que con el fin del mes de junio concluía el plazo
del plan de ayuda que no se prolongó. Y que llevó al impago al FMI por parte
del Estado griego. Con lo cual Grecia quedó en quiebra y legalmente la oferta
sometida al referéndum dejó de existir. Eso al Gobierno de Tsipras le ha dado
igual. La pregunta, sobre la que muchos tienen también enormes dudas que han
pasado a ser irrelevantes después del auto del Supremo, reza así:
«¿Debe aceptarse la
propuesta de acuerdo que fue sometida por la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la reunión del
Eurogrupo del 25 de junio de 2015 incluyendo las dos partes que constituyen la
propuesta unificada?» Como es fácil de entender ante una pregunta así, el
votante griego no tiene la menor idea de cuales son los aspectos concretos que
contemplan las propuestas. Por lo que en el fondo también importa poco que,
como es el caso, la oferta ni siquiera esté vigente.
Se trata en realidad de una
pregunta poco imaginativa y elaborada, con la intención de escenificar el
enfrentamiento entre las fuerzas partidarias del Gobierno y las que ya desde la
oposición, pretenden acabar con el enfrentamiento permanente con países e
instituciones acreedoras. Y con la pretensión de cargar sobre la sociedad
griega toda la responsabilidad que tiene el gobierno Tsipras por haber llevado
al país directamente al impago y a la quiebra. Y también por haber generado en
el resto de la eurozona una inusitada presión en favor de acabar con la
pesadilla de la forma más expeditiva posible que es la expulsión de Grecia del
euro, una posibilidad que legalmente no contempla la legislación de la Unión
Europa.
Con la citada pregunta, los
griegos han tenido una semana para torturarse en busca de una respuesta que
dictará casi en exclusiva su posición respecto al gobierno de tsipras. Porque
los griegos no saben qué sucederá si gana el Sí como si gana el No. Desde
la oposición y desde Europa se advierte que el No pone a Grecia muy cerca de la
salida del euro. Tsipras y su ministro de Hacienda Iannis Varoufakis,
desmienten esto con vehemencia. dicen que en ningún caso se contempla la salida
del euro y que esta no se producirá porque el coste sería altísimo y nadie en
Europa se atreverá a ello.
Hasta ahora ha sido cierto.
Pero nada garantiza que siga siendo así. Y son muchos griegos pero sobre todo
responsables europeos los que no están ni mucho menos seguros de que al final
la situación sea tal que suceda lo que nadie quería que sucediera. Como el día
1 de julio sucedió lo que todos habían intentado evitar a su manera.
Dice el gobierno griego que
con el Si, Grecia quedará postrada ante la voluntad de imposición y chantaje de
los organismos europeos a los que ha calificado con los peores epítetos. Y que
con el No, por el contrario, el Gobierno conseguirá de inmediato, el mismo
lunes, dicen, un acuerdo ventajoso, realista y sostenible para salir de la
crisis. Ni los más entusiastas de la coalición radical de ultraizquierda y
ultraderecha se acaban de creer eso.
Lo cierto es que Grecia que
no tiene experiencia en generaciones en este tipo de consultas, la ha de
improvisar en unos momentos de enormes dificultades logísticas por la falta de
dinero en efectivo y solvencia general de las administraciones y organismos
gubernativos responsables. Los prefectos regionales se las ven y desean para
organizar esta votación de urgencia que se inventó Tsipras cuando saltó por los
aires la reunión del eurogrupo del pasado viernes.
El último referéndum que se
celebró en Grecia fue para la abolición de la monarquía e instauración de la
república tras la caída del régimen golpista de los coroneles. Eso fue en 1974.
Ahora 41 años después, el referéndum no es para cambiar la forma de Estado sino
para algo probablemente mucho más grave aun. Los griegos saben que es gravísimo
lo que sucede. Pero no saben a ciencia cierta ni qué deciden ni cuál opción se
esconde detrás del Si y el No.
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