Eduardo Martínez de Pisón
El calentamiento global se siente en el Planeta.
Un montañero, un hortelano, un submarinista y un apicultor explican a
LA RAZÓN las consecuencias que en su actividad diaria está teniendo el cambio
climático.
Eso implica una adaptación de sus profesiones por el impacto que está
teniendo. Todos son conscientes de que las alteraciones y los desajustes que se
producen en la naturaleza son una evidencia y puede que no estemos preparados
para asumir cómo influirán estos cambios en la humanidad en los años venideros.
El montañero ha sido testigo de la desaparición de los glaciares, el
agricultor observa un cambio en el crecimiento de sus cultivos, el apicultor
aprecia un cambio en la floración de las plantas que dificulta su labor a los
apicultores y a las abejas, y el submarinista es testigo del calentamiento de
los mares y de los cambios en las especies marinas.
Eduardo Martínez de Pisón, montañero: «Hay glaciares en los Pirineos
que ya no están. Donde haba hielo hay roca»
Eduardo es alpinista, montañero, geógrafo y profesor emérito de la
Universidad Autónoma de Madrid.
Lleva toda una vida recorriendo los glaciares del mundo. «He estado en Groenlandia,
la Antártida, los Andes... y he sido testigo directo de la desaparición de los
glaciares». Pero si hay alguna zona que le ha impresionado especialmente han
sido los Pirineos. «Llevo observándolos durante muchos años y creo que he
perdido un paisaje.
En esta zona se ha acelerado mucho más que en otras la desaparición de
los glaciares, especialmente a partir de 1990.
Donde antes pisaba hielo ahora piso roca viva».
Eduardo cree que el cambio climático al que asistimos es «uno más» de
los que han existido a lo largo de los millones de años de la historia del
planeta. «Los cambios que se producen por razones naturales no son accesibles
al ser humano, pero los que ocurren por la acción del hombre son corregibles.
Hay que cambiar las fuentes de contaminación o las que crean el efecto
invernadero. Es un problema de conciencia del mundo. Si se puede actuar contra
las misiones, hay que hacerlo».
Los testigos del calentamiento global
Alfonso Molina, hortelano: «El pimiento y la calabaza son más pequeños
por el clima»
Alfonso Molina es de Córdoba, tiene 74 años y se siente orgulloso de
pertenecer a la quinta o sexta generación de horticultores. Es un amante de la
naturaleza y se dedica al cultivo ecológico de verduras.
«Soy un gran observador de las plantas y creo que les pasa lo mismo que
a las personas. Este verano ha hecho muchísimo calor, más de lo habitual. Por
las noches no se podía dormir, y las plantas se han resentido.
Ha supuesto un martirio para ellas, al igual que para las personas. Si
nosotros no descansábamos por la noche, las plantas tampoco. Necesitan el
frescor de la noche». Alfonso cree que estamos sufriendo las consecuencias del
cambio climático. «Ya no se pueden distinguir apenas las estaciones.
En Córdoba casi siempre hace bueno y el invierno pasa de largo. A estas
alturas del año en otras ocasiones yo ya no regaba porque hacia el 8 de
septiembre ya empezaban las lluvias y el frío, pero ahora tengo que hacerlo».
Alfonso observa que el grano es cada vez más largo, que la flor de las
hortalizas «sale pero no llega a cuajar por el aumento de las temperaturas y el
pimiento, la berenjena y la calabaza son más chicos por el clima».
Los testigos del calentamiento global
Alberto Castro, apicultor: «El tiempo no es estable y eso dificulta la
labor de la abeja y del apicultor»
El clima no es estable y eso dificulta su labor a las abejas y a los
apicultores.
Alberto Castro, técnico en apicultura, asegura que el cambio climático
está influyendo en los periodos de floración de las plantas en la medida en que
sus ciclos se alargan o acortan de manera diferente a lo que venía ocurriendo.
«Eso implica que las abejas tengan que adaptarse porque, si antes la
planta florecía una vez al año durante veinte días, ahora puede ocurrir que esa
floración se acorte a diez días o bien que el proceso se repita a lo largo del
año».
Esta circunstancia no influye en la calidad de la miel que se produce,
pero sí cambia el modo de trabajar de los apicultores y de las abejas. «Es más
difícil el manejo para el agricultor, exige un mayor control de las colmenas
porque han cambiado su ciclo de cría –es más inestable–, el control sanitario
es también más difícil y la producción es más complicada de obtener. Castro,
que actualmente está haciendo el primer estudio apibotánico con el que intenta
calcular cuántas colmenas son necesarias en función de la vegetación, cree
también que «ahora hay mayor riesgo de enfermedades para las abejas».
Carlos Suárez, submarinista: «La temperatura del mar es más alta
durante más tiempo»
Carlos pasa mucho tiempo en el mar porque dirige junto a su pareja una
escuela de buceo en Puerto del Carmen (Lanzarote).
Comenzó con esta actividad cuando era un adolescente y ha sido testigo
de cómo Canarias se publicitaba como un destino de clima suave con unos eternos
25 grados durante todo el año.
Entonces era verdad. Ahora los inviernos son más cortos y más fríos y
los veranos más largos, ventosos y cálidos, explica Carlos. Antes la
temperatura del mar también era más estable, pero «durante los últimos años
podemos apreciar que la temperatura del mar se mantiene muy alta por periodos
más largos y en temporada fría baja demasiado.
Ésto influye en la productividad del mar y en el comportamiento de la
vida marina. Peces que antes eran abundantes se vuelven escasos debido a que no
se dan las condiciones adecuadas para reproducirse».
Carlos cuenta que ahora se avistan por todas partes peces león o
cirujanos que antes eran propios de determinadas latitudes. La alteración y
desajustes en los océanos son una evidencia. Gran parte de la población mundial
depende de la productividad de los mares para subsistir.
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