El líder del PSOE tiene dos líneas rojas: no
apoyar al PP y no pactar con partidos independentistas, y el resto de acuerdos
se antojan irrealizables por la oposición de otros partidos, el Comité Federal
socialista o él mismo.
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A.B./A. Martínez. Madrid.
Las alianzas imposibles de Sánchez
El presidente del Gobierno en funciones,
Mariano Rajoy, lo ha dicho hasta la saciedad y ayer, tras ser el último en
entrevistarse con el Rey en la segunda ronda de consultas para proponer un
candidato a la investidura, insistió: su propuesta es una gran coalición entre
el PP, PSOE y Ciudadanos a la que Pedro Sánchez se niega y que para Albert
Rivera no supone en principio un escollo insalvable. La suma de 252 escaños que
aporta este acuerdo sería más que suficiente para afrontar las reformas
imprescindibles a cargo de los partidos constitucionalistas, una tarea que se
antoja una ilusión por el insistente «no» del secretario general socialista.
Un Pedro Sánchez para quien, con el encargo
formal de Felipe VI para formar gobierno, se abre un nuevo escenario para
articular un Ejecutivo alternativo en los próximos días. Casi un puzle de
combinaciones poco menos que imposibles. En principio, el líder del PSOE tiene
dos líneas rojas: no apoyar al PP ni a ninguno de los candidatos que presente y
no apoyarse en partidos independentistas para llegar a La Moncloa. Si tenemos
en cuenta esta última premisa, al secretario general socialista sólo le queda
una vía: conseguir el apoyo de Podemos e IU y granjearse la abstención de
Ciudadanos. Sin embargo, la «incompatibilidad» manifiesta que el lunes se
profesaron respectivamente ambas formaciones aleja el entendimiento y, por
tanto, las opciones presidenciales de Sánchez. Iglesias le instó a elegir entre
un partido u otro, pero el líder socialista no puede prescindir de ninguno en
su ecuación de gobierno, ya que los necesita a ambos.
Granjearse el apoyo de Podemos permitiría al
PSOE salvar el primer obstáculo hacia la investidura. No obstante, este aval es
visto con desconfianza por distintos sectores del partido, que entienden que
esta alianza sería un «suicidio» para la formación y llevaría aparejada la
desaparición de sus siglas. Ni siquiera aunque el PSOE sumase a esta alianza a
los nacionalistas del PNV le saldrían los números, porque sus 167 «síes» se
enfrentarían a los 179 «noes» de PP, Ciudadanos y los independentistas. Sólo
con la abstención de ERC (9) y Democracia y Libertad (8) podría salvar la
diferencia, sin embargo, la opción de contar con el apoyo tácito de los
soberanistas es inasumible para el partido y para el propio Sánchez, cuyas
«convicciones» no le permitirían rubricar este pacto.
Los pactos imposibles también incluyen a
Ciudadanos. El partido de Albert Rivera es la opción preferida para los
socialistas, pero sus 40 diputados son insuficientes y complican el éxito de
cualquier combinación. «Yo tengo un buen pacto en Andalucía con Ciudadanos»,
presumió el pasado sábado Susana Díaz. Una forma de marcar el camino al partido
en su tejido de alianzas. Los socialistas también se deshicieron en halagos
hacia la formación naranja tras el pacto de la Mesa del Congreso que hizo
presidente a Patxi López, pero sus exiguos 40 diputados requerirían de nuevo la
abstención de los independentistas y de Podemos para convertirse en una mayoría
solvente frente al Partido Popular. Esta tesis es descartada por Iglesias, que
no permitirá un Ejecutivo de C’s y PSOE, y por los populares, que, aunque con
su hipotética abstención podrían darle viabilidad, también se niegan.
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