En un contexto de incertidumbre tras las
elecciones generales, el expresidente socialista explica su punto de vista
sobre la actual crisis política y ofrece un marco en el que pueda encontrarse
una salida
ANTONIO CAÑO
Madrid 28 ENE 2016 - 14:19 CET
Como recuerda en esta entrevista, hace 20
años que Felipe González salió del Gobierno y 19 desde que abandonó la
secretaría general del PSOE. Sin embargo, su influencia dentro de su partido y
en la sociedad no solo no ha decrecido en este tiempo, sino que ha aumentado
ahora que el país vive la zozobra de una crisis política de muy difícil
solución y de consecuencias inciertas.
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Después de varios días en los que su silencio
ha sido interpretado de muy diversas maneras y su posición manipulada en
beneficio de intereses particulares —“estoy cansado de que interpreten lo que
suponen que pienso o debería pensar”—, González explica en estas páginas su
verdadero punto de vista sobre la situación actual y ofrece un marco en el que
pueda encontrarse una salida.
Para ello, sostiene el expresidente del
Gobierno, es preciso que los dos principales partidos del país, el Partido
Popular y el PSOE, ambos derrotados en las recientes elecciones, dejen a un
lado la preocupación por su futuro y antepongan los intereses de España.
Defiende un proyecto reformista que supere el inmovilismo practicado durante
estos años por Mariano Rajoy y el liquidacionismo que pretende Podemos.
González califica de “irresponsabilidad” la
decisión de Rajoy de renunciar a formar Gobierno sin retirarse ni permitir que
otro dirigente de su partido lo intente. También alerta sobre los riesgos de un
pacto del PSOE con Podemos, partido del que afirma que pretende “liquidar el
marco democrático de convivencia y, de paso, a los socialistas”. No defiende
ninguna combinación precisa para formar Gobierno. Prefiere un Gobierno
progresista y reformista, pero admite que es muy difícil porque no existe una
mayoría de esa naturaleza en el Parlamento. En todo caso, recomienda que ni el
PP ni el PSOE impidan que el otro forme Gobierno si ellos mismos no lo pueden
lograr.
Pregunta. ¿Considera que la crisis actual
puede ser la prueba de que el sistema político español ha entrado en crisis?
Respuesta. Hace algún tiempo que presenta
síntomas de deterioro el sistema surgido de la Transición y la Constitución del
78. Después de más de tres décadas que deben ser calificadas de éxito histórico
para España, el sistema necesita reformas y cambios regeneracionistas. Pero las
actitudes inmovilistas y las liquidacionistas estrechan el margen para
propuestas de reforma que son cada vez más necesarias.
La crisis financiera y sus terribles
consecuencias económicas y sociales han acelerado la sensación de que hacen
falta cambios. Muchos ciudadanos ven en peligro los derechos que consideran
adquiridos, en sanidad o educación, por ejemplo. Pero también han sufrido un
ajuste basado en el paro, la devaluación salarial, la precarización del empleo
y la consiguiente pérdida de dignidad del trabajo. Ahora, en la frágil
recuperación, los ciudadanos siguen viendo que las desigualdades no se
corrigen. La sensación de agotamiento aumenta con la serie permanente de casos
de corrupción, tanto los que están llegando a la justicia como los que aparecen
sin cesar.
La crisis aumenta de tamaño por la aparición
del secesionismo, que plantea un desafío para una España que ha sido un espacio
público compartido durante 500 años. La propia Unión Europea se ha equivocado
en el enfoque de esta crisis que nos afecta a todos, y España es cada vez menos
relevante en las decisiones de la Unión.
“No tendrían que negar la posibilidad de un
Gobierno si no pueden hacerlo ellos”
Así que, en efecto, vivimos una especie de
final de ciclo, sin que se abra paso un proyecto reformista imprescindible para
España. En los años ochenta sabíamos dónde estábamos y qué queríamos ser, pero,
como otras veces en la historia, parece que nos hemos salido de la ruta y no
sabemos ni a dónde vamos ni quiénes somos. Falta un proyecto reformista para
España.
P. ¿Por qué entonces ha sido el PP el partido
más votado?
R. Eso es un hecho, porque la concentración
de voto de la derecha en torno al PP ha sido mayor que los votos en el espacio
de la izquierda. Hemos pasado a lo que he dicho en otras ocasiones: un
Parlamento a la italiana, pero sin italianos para manejarlo. Pero lo relevante
es que el PP no ha sido capaz de leer el resultado como lo que es: una derrota.
No solo por perder casi 60 diputados, sino porque está siendo rechazado por los
demás partidos. O sea, porque la mayoría del Parlamento es muy crítica con la
gestión del Gobierno y su comportamiento en estos años.
Es notable que es muy fuerte el rechazo a
Rajoy, que no ha querido ni quiere asumir responsabilidades como dirigente del
PP y del Gobierno. Igual de fuerte es el rechazo a Pablo Iglesias por la
reacción que inspira su política liquidacionista. Pero ninguno de los dos quiere
interpretarlo así.
P. ¿Y el Partido Socialista? Pedro Sánchez
apareció la noche electoral celebrando un resultado que valoró como
“histórico”. ¿Ha sabido el Partido Socialista interpretar el resultado?
R. Creo que esa lectura errónea de los
resultados afecta también al Partido Socialista, que ha sufrido una derrota
clara en las urnas y debería haber considerado la voluntad de los ciudadanos.
“Quiero que España tenga Gobierno. Yo
prefiero que sea progresista y reformista”
Además, se está confundiendo la idea de que
en un eje de izquierda y derecha hay más votos en la izquierda, como ha
ocurrido casi siempre. De esa noción se deriva, sin más, que se dan
posibilidades de Gobierno de izquierda mayores de las que hay en la realidad,
no solo en la aritmética parlamentaria, sino en las necesidades de que haya un
Gobierno progresista y reformista, con base suficiente para llevar adelante su
tarea.
P. ¿Existe una mayoría progresista en este
Parlamento?
R. Ojalá existiera una mayoría progresista y
reformista, porque esa sería la opción que preferiría como la mejor para
España. Pero analizando la representación parlamentaria no creo que exista.
Esto no contradice que tampoco exista una mayoría conservadora. De ahí la
dificultad en la que estamos.
P. ¿Le decepciona o le preocupa esa falta de
una mayoría progresista?
R. Lo que más me preocupa es la necesidad de
un Gobierno para España basado en un programa que permita que haya reformas en
la Constitución, en el sistema electoral, en educación, en sanidad o en relaciones
industriales. Pero de esto no está hablando nadie. Creo que se habla más de
votos para la investidura que de votos para desarrollar un programa de Gobierno
al servicio de los españoles.
Cuando digo esto, no estoy hablando de
derogar leyes pasadas sino de propuestas reformistas y de los votos que estas
necesitan para salir adelante. En definitiva, creo que los ciudadanos esperan
diálogo y acuerdos en este escenario de fuerzas elegidas más allá del
bipartidismo imperfecto de las últimas décadas, que parece claro que ha quedado
atrás.
P. Entonces, ¿quién debe tratar de formar
Gobierno?
R. En principio, el orden lógico es que lo
intente la minoría con más votos y representación, que es el PP. Pero ese
espectáculo montado el viernes pasado en la ronda de consultas del Rey tanto
por Iglesias como por Rajoy no es indicativo de que este último ni su partido
estén tomándose en serio su responsabilidad. Esa jugada del candidato del PP,
declinando hacerse cargo de la investidura y al mismo tiempo manifestando que
no se retira, es de una irresponsabilidad difícil de calificar. ¿Qué pretende?
¿Propone que se estrellen otros y ofrecerse él después como única solución?
¿Habrá pensado en las implicaciones que tiene para todas las instituciones este
juego? ¿Está pensando solo en sí mismo, sin tener en cuenta los intereses de
España?
P. Como usted menciona, esos episodios de la
investidura se produjeron con el Rey de por medio. ¿Cree que esto compromete de
alguna forma el papel del Rey?
R. El Rey es un jefe de Estado con la ventaja
de que debe obrar con neutralidad respecto a las opciones políticas en juego.
Esto exige un respeto por parte de los líderes políticos para preservar esa
neutralidad en el marco de la Constitución y las leyes. Por eso me ha
preocupado el juego partidista del viernes pasado cuando acabó la primera ronda
de consultas. Nadie tiene derecho a decirle al jefe del Estado que ni acepta ni
se retira, como hizo Rajoy.
“La pinza que el PP hizo en Andalucía con
Podemos no es un ejemplo a imitar”
P. Si se confirma esa renuncia de Rajoy, ¿es
posible un Gobierno progresista liderado por el PSOE?
R. Si tenemos en cuenta la aritmética
parlamentaria, sí es posible ese Gobierno, pero con enormes dificultades para
llevar adelante una tarea de Gobierno reformista y progresista. Obviamente,
Pedro Sánchez debe cumplir el mandato de los electores y también del comité
federal del Partido Socialista y debe intentarlo si fracasa el candidato del
PP, sea o no Rajoy.
Para hacerlo tiene que hablar con todos, ya
que eso es el diálogo, y dejar claro con qué programa para España está
dispuesto a gobernar. Reitero que no se trata de sumar votos para una
investidura, sino de tener una base coherente de apoyos para gobernar, que no
es lo mismo.
El comportamiento arrogante de los líderes de
Podemos, con humillaciones que ponen al descubierto cuáles son sus verdaderas
intenciones, no se debe aceptar. Esos dirigentes, con el debido respeto que
merecen sus votantes y los grupos que se han sumado a las distintas
plataformas, quieren liquidar, no reformar, el marco democrático de
convivencia, y de paso a los socialistas, desde posiciones parecidas a las que
han practicado en Venezuela sus aliados. Pero lo ocultan de manera oportunista.
Del mismo modo, dejaron de hablar de Grecia cuando más lo necesitaron sus
amigos. Son puro leninismo 3.0.
Para colmo, plantean también con disimulo la
autodeterminación, algo que contradice un proyecto para España como espacio
público que comparten 46 millones de ciudadanos que quieren ser tratados como
tales, también para decidir en igualdad de derechos y obligaciones su destino
común.
P. ¿Cree que es legítima la formación de un
Gobierno cuya única coincidencia sea la de ser anti-PP?
R. A mí no me gustan los Gobiernos anti lo
que sea, aunque los haya vivido yo mismo. Recuerde el “váyase señor González”.
Los Gobiernos deben proponerse para realizar proyectos, no para negar los de
los otros.
“Las actitudes inmovilistas y las
liquidacionistas estrechan el margen para propuestas de reformas muy necesarias”
Pero no es un problema de legitimidad, como
usted dice. Es una obviedad recordar que para las reformas que necesita España
hay que contar con el PP en bastantes casos, porque esa es la realidad
parlamentaria. Del mismo modo, parece lógico exigir al PP que diga qué está
dispuesto a hacer por convicciones y, por tanto, es lógico esperar que lo haga
tanto si está en el Gobierno como si pasa a la oposición.
P. ¿Es partidario de una gran coalición entre
PP, PSOE y Ciudadanos?
R. De ninguna manera. Me parece una propuesta
que nace de un fracaso y que no se plantea la gobernanza de España en el medio
plazo. El fracaso es el de la estrategia que algunos llaman del “Gobierno del
Ibex”, una suma PP-Ciudadanos que fuese mayoritaria, creando así una pinza contra
el Partido Socialista apoyando la subida de Podemos. ¿Recuerdan a Rajoy el 6 de
diciembre animando a Iglesias? “Vas bien Pablo, vas bien”, le decía.
Eso falló, y pasaron del lema “hay que salvar
al soldado Sánchez”, ideado para hundir al candidato, a hacer a Sánchez
responsable de la estabilidad que sugieren, ya después de las elecciones del 20
de diciembre.
Para colmo, dejar el espacio de la oposición
a Podemos es una gran estupidez, más aún que un error, generada por la falta de
visión de España en el medio plazo. Mire, si no se emprenden las reformas que
necesitamos, incluida la regeneración democrática frente a la corrupción
rampante que nos inunda cada día, estamos contribuyendo a alimentar a los que
desean liquidar el marco democrático de convivencia que tenemos.
P. ¿Cuál es entonces el mejor Gobierno
posible?
R. Eso es mucho pedir en una entrevista como
esta, pero creo que ha llegado el momento de mirar a los ciudadanos y abandonar
estrategias de trileros como las que hemos visto el viernes pasado. A nadie le
extrañará que a estas alturas de mi vida prefiera que haya un Gobierno con
programa acordado para España, porque lo necesitamos, incluso si no es el
Gobierno que más me guste a mí personalmente.
Podríamos contar el número de escaños en dos
dimensiones: la de izquierda y derecha o la de los que sumen en un proyecto
reformista para España, un eje en el que no entran los que quieren acabar con
esa realidad o ponerla en riesgo.
“Vivimos un final de ciclo... No sabemos ni a
dónde vamos ni quiénes somos. Falta un proyecto reformista para España”
Si los partidos políticos estuvieran hablando
de programas de Gobierno y no de aritméticas parlamentarias incompatibles en
todo o en parte con un Gobierno estable, sería menos complicada la respuesta.
Pero el ambiente no es ese. Es un momento más
de regates cortos y oportunistas, o de supervivencias personales como la de
Rajoy, que de miradas largas para dar respuesta a los desafíos de España.
P. ¿Algún ejemplo de esos regates cortos?
R. Un ejemplo: PP y Ciudadanos sumarían 163
diputados. Por otro lado, PSOE, Podemos e Izquierda Unida sumarían 161
diputados. Esto último sería una especie de tripartito, que dependería para
lograr mayoría del mismo número de diputados, más o menos, de los que dependían
los del bipartito anterior, pero en condiciones menos compatibles, porque han
derivado hacia posiciones de ruptura de España, más que de acuerdos para
gobernar.
Por tanto, lo podría intentar el PP, con
Rajoy o con otro candidato, con Ciudadanos, para arrancar con el encargo del
Rey.
También podría ser el PSOE, hablando y
negociando hacia Ciudadanos y hacia la amalgama de Podemos, pero dejando claros
los elementos esenciales para que se pueda hablar de un Gobierno para España.
En suma, hay que entender la nueva realidad
que han querido los electores, que exige que haya diálogo y acuerdos. Y que
puede repetirse, en peores condiciones, si los responsables políticos no asumen
el resultado y devuelven la responsabilidad que les toca a los ciudadanos en
nuevas elecciones.
P. ¿Y un Gobierno del PSOE con Ciudadanos?
¿Ve eso posible?
R. Intentar llegar a un acuerdo con
Ciudadanos dentro de la aritmética parlamentaria significa tener una base para
las reformas que necesitamos. Si se habla de Gobierno de reformas y de
progreso, hay que tener fundamentos programáticos y número de diputados para
apoyarlos. En este ejercicio el PP tiene que dejar claro si sus posiciones
programáticas, aún en la sombra, lo son por convicción o por oportunismo de
Gobierno. Porque no habrá reformas de calado si el PP practica la vetocracia.
P. ¿Qué se debe hacer con la crisis de
Cataluña durante este periodo de Gobierno en funciones?
R. Que haya un Gobierno en funciones no
quiere decir que haya un vacío de poder. Si alguien lo ve así, se equivoca.
“El PP no ha leído el resultado como es: una
derrota. No solo por perder 60 diputados sino por su rechazo en el Parlamento”
La democracia exige que la ley, tanto la
Constitución como el Estatuto, se cumpla, incluso para cambiarla. Sin esa
premisa, se pone en peligro la democracia misma y el marco de convivencia que
nos hemos dado entre todos los españoles. Si alguien se salta la legalidad, el
Gobierno tiene la obligación de restablecerla. Y tiene además los instrumentos
parlamentarios para hacerlo.
Soy muy crítico con el inmovilismo y me gusta
muy poco la respuesta judicial, porque creo que lo prioritario en política es
una respuesta política como paso imprescindible. El inmovilismo tiende a
ampararse en el Tribunal Constitucional u otras variantes, porque no cumple con
su obligación.
Por eso, cumplida la ley como condición
democrática, debe haber una clara disposición al diálogo, algo que se viene
obstaculizando en los últimos años.
P. ¿Qué papel cree que debe cumplir su
partido en una situación como la actual?
R. No soy responsable del partido, ni tengo
responsabilidad institucional. Hace 20 años que salí del Gobierno y 19 de la
secretaría general del Partido Socialista. No me toca decidir.
Me gusta que se debata y que se adopten
posiciones claras ante los ciudadanos, manteniendo la unidad. Yo opino como
ciudadano que vota al PSOE y milita en él, con la carga de la experiencia
vivida en España, en Europa, en América y en otros lugares.
También soy prudente a la hora de decir lo
que pienso a los líderes del partido. Si me preguntan, respondo, pero
intentando no entrometerme nunca.
A veces sufro, porque estoy en desacuerdo con
unos o con otros, incluso con unos y con otros, pero trato de ser prudente sin
perder la libertad y la responsabilidad como ciudadano y votante.
Ahora acepto esta entrevista porque estoy
cansado de que otros interpreten lo que suponen que pienso o debería pensar,
dependiendo de gustos o de intereses. Como cualquiera, me puedo equivocar, algo
a lo que incluso tengo derecho, pero me gustaría no interferir, sin renunciar a
opinar cuando quiero o creo que necesito hacerlo.
Así que comprendo la inquietud, pero no me
toca decidir lo que tiene que hacer el partido. Y esto es algo que asumo con
serenidad.
P.
Desde esa libertad personal, ¿qué cree usted que es un proyecto progresista en
el momento presente de España?
R. Necesitamos recomponer las fracturas en la
cohesión social de las políticas que se han hecho en la crisis y hacerlo con
criterios de sostenibilidad, con la visión puesta en el momento que vivimos en
España y en el mundo.
Diría que necesitamos una economía social de
mercado, algo que en Europa se está poniendo en cuestión, aunque sea parte de
su identidad fundamental. En España son muchas las desigualdades provocadas, y
hay que corregirlas con un modelo económico capaz de combinar la necesidad de
ser competitivos para generar riqueza y la de redistribuir con justicia el
excedente que se genere.
Tenemos que dignificar el trabajo, superando
la precariedad, mejorando los salarios y relacionándolos con la productividad.
En fin, tenemos que recomponer nuestro sistema de acceso universal a la
sanidad; pactar una reforma educativa en general y de la Formación Profesional
en concreto, y apoyar en serio, no con palabras, la investigación y la
innovación para mejorar nuestra capacidad de competir y de generar empleos
dignos.
Deberíamos federalizar nuestro modelo
autonómico, garantizando la descentralización política y la financiación,
preservando el poder del Gobierno central como responsable de la igualdad de
derechos y obligaciones de todos los ciudadanos. Como ve, creo en una
descentralización política que reconozca y garantice la diversidad, pero no
creo en una centrifugación que ponga en peligro la realidad misma de España.
Hay que tomarse en serio la reforma de la ley
electoral y mucho más en serio, por su gravedad, la regeneración del sistema
para luchar con rigor contra las prácticas corruptas que nos están ahogando.
Esta es solo una parte de las cosas que se
deberían estar debatiendo y acordando entre los responsables políticos, para
salir cuanto antes de este juego de sombras.
“Analizando la representación parlamentaria,
no creo que exista una mayoría progresista y reformista, que sería la opción
que preferiría”
En fin, progresar es hacer reformas frente al
inmovilismo y al liquidacionismo, ambos fenómenos que han acompañado demasiado
tiempo a nuestra historia. Si fuimos capaces de superarlo en la Transición,
¿por qué no lo vamos a poder hacer ahora?
P. ¿Cree que el PSOE debe negociar con el PP?
R. Me parece indiscutible que se debe
dialogar con el PP. Otra cosa es que haya margen o no para acordar cosas que
faciliten lo que acabo de decir. Pero la experiencia de Gobierno de Rajoy ha
sido de decretos leyes e imposiciones sin ningún diálogo y eso hay que intentar
superarlo. Pero en democracia hay que atender el mandato de las urnas, en el
que se incluye ese diálogo sin reservas.
P. ¿Cree que el PSOE debería, llegado el
caso, permitir con su abstención la formación de un Gobierno en España?
R. No quiero definir la posición del partido
como tal. Dicho esto, creo que ni el Partido Socialista ni el PP ni otros
deberían negar la posibilidad de un Gobierno para España si no están en
condiciones de hacerlo ellos con sus formulaciones y programas.
Lo que digo vale pues para cualquier partido
responsable, porque jugar a impedir que gobierne otro aunque yo no pueda
gobernar no conduce a nada. Lo que el PP hizo en Andalucía para impedir un
Gobierno del Partido Socialista en una pinza con Podemos no es un ejemplo de
práctica democrática responsable, y es algo que no hay que imitar.
Pero es falso lo que se está diciendo y se me
atribuye. Quiero que España tenga un Gobierno capaz de sacar adelante un
proyecto. Prefiero que ese Gobierno sea progresista y reformista. Si no es
posible, no creo que haya que obstaculizar la posibilidad, muy difícil por
cierto, de un Gobierno distinto.
P. ¿Qué importancia cree que tiene Europa en
la búsqueda de una solución a la crisis actual en España?
R. Verá, yo soy un europeísta crítico con los
errores de la Unión Europea en la lucha contra la crisis. Estoy seriamente
preocupado por los desafíos que tiene por delante en temas que no se pueden
sortear: refugiados, referéndum británico, amenazas a la seguridad y demás.
Pero me asombra que el tema de la Unión Europea esté ausente de nuestras
campañas y de los debates actuales.
Me preocupa que España sea irrelevante en la
sala de máquinas de la Unión Europea, porque el proceso es de soberanía
compartida, no de cesión de soberanía para que otros decidan por nosotros.
Dependemos mucho de lo que se decida en
Europa, por eso tenemos que decidir con los socios en igualdad de condiciones,
no diciendo “lo que nos diga Europa, lo haremos”. Me parece humillante ese
comportamiento. Somos parte de Europa, con las mismas responsabilidades que
otros en sus decisiones.
Dependemos de la Unión Europea, con quien
compartimos soberanía, y tenemos que decidir de forma conjunta para cambiar el
rumbo de la Unión.
“Nadie tiene el derecho a decir al jefe del
Estado que ni acepta ni se retira, como hizo Rajoy. Es de una irresponsabilidad
difícil de calificar”
P. ¿Cómo cree que puede afectar la crisis de
España a la estabilidad de Europa?
R. No soy partidario de esas campañas que
tratan de meter miedo a los ciudadanos para condicionar su libre voluntad. Ahí
incluyo campañas como las que vienen de la Comisión Europea sobre la formación
de Gobierno aquí. Pueden advertir sobre nuestro déficit, pero no interferir en
la formación de Gobierno.
Es importante para los españoles resolver
nuestros problemas. También es importante para Europa, en la misma medida en
que influyen en ella los problemas de otros socios.
P. En las últimas semanas se ha especulado
mucho con su nombre en distintos escenarios potenciales, siempre como una especie
de solución ideal. ¿Por qué cree que se echa tanto en falta un Felipe González
en España?
R. Respuesta negativa: porque les ha dado
tiempo a olvidarse de los errores que cometí. Respuesta positiva: porque
reconocen que siempre puse por delante los intereses de España y eso se echa de
menos ahora.
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