Zapatero ha dicho que la solución para
Cataluña es volver al Estatut de 2006, previo a la sentencia del Tribunal
Constitucional.
Sólo ERC era realmente partidaria de aquella
aventura. Zapatero dijo lo de «apoyaré el Estatut que salga del Parlament» para
ayudar a Maragall a llegar a la Generalitat y para poder tachar al PP de caspa
inmovilista.
Convergència siempre había renunciado, con
razón, a este tipo de experimentos, pero con Mas al frente, desorientado tras
perder la Generalitat, se abandonó a la pirueta de parecer más soberanista que
Esquerra, para poder acusar a Carod-Rovira de traidor por haber pactado con los
socialistas. Fue el Estaut de los mentirosos, sellado por dos a los que les
importaba un bledo.
El bodrio que salió era el que cabía esperar:
un Estaut de máximos aprobado en el Parlament en 2005, que Zapatero y Mas
mutilaron a machetazos en la Moncloa, en una poda mucho más severa que la que
luego le practicó el Constitucional a instancias del Partido Popular, que de
todos modos tuvo tardes mejores que la que decidió interponer su famoso
recurso.
Si Zapatero cree que los independentistas se
contentarán con aquel panfleto, demuestra que es incluso más inepto de lo que
aparenta. Si Mas todavía cree que alguien se tomará en serio su independentismo
después de aquel Estatut de pacotilla con el que quiso hacerse el héroe, cuando
fue en realidad su verdugo, verá como hasta el último de sus votos se fuga a
Esquerra.
El Estatut de 2006 fue el resumen de todas
las incapacidades: la del catalanismo para articularse, la del socialismo para
defender una idea de España, y la del PP para escapar del váter de las
histéricas donde la izquierda tanto se divierte acorralándole. Aquel texto
explica por qué Cataluña no logrará jamás la independencia, y por qué a España
le cuesta tanto ingresar en una normalidad homologable.
Pero en algo tiene razón el expresidente del
Gobierno: y es en que tanto el PSOE como Mas aceptarían a cualquier garrapata
como princesa si fuera a cambio de volver a mandar.
Salvador
Sostres
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