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PAZOSBilbao - 25/05/2016 a las 13:58:35h. - Act. a las 16:31:07h.
Entre
1990 y 2011 ETA cometió 11 de los 15 asesinatos de miembros de la Ertzaintza,
periodo en el que llevó a cabo 23 de los 27 atentados directos que lanzó contra
la policía autonómica vasca.
Durante
esa década, el entorno proetarra promovió 1.335 acciones de violencia callejera
no solo contra ertzainas, sino también contra sus familiares.
El
periodo 1995-97 y los años 2001 y 2008 fueron especialmente crudos.
Son
datos que constan en el informe encargado en la primavera de 2015 por la
secretaría general para la paz y la convivencia del Gobierno vasco al Instituto
de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto, con el fin de que
analizara «la amenaza que ETA ejerció sobre el cuerpo de la Ertzaintza y el
impacto en sus familias». Incluye 15 entrevistas a ertzainas en activo y
jubilados, así como familiares.
Un
documento que han analizado esta mañana en Bilbao, antes de hacerlo público, la
Consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia; el Secretario General
para la Paz y la Convivencia, Jonan Fernandez; la directora de Víctimas y
Derechos Humanos, Monika Hernando; así como sus redactores (José Ramón
Intxaurbe, Eduardo J. Ruiz Vieytez y Gorka Urrutia) y Txema Lanzagorta,
representante de la Asociación de Ertzainas y Familiares Víctimas del
Terrorismo ASERFAVITE.
«Con
este estudio queremos que los ertzainas y sus familias sepan que conocemos el
sufrimiento que padecieron, que reconocemos su injusticia, y que este
reconocimiento forma parte ya, mediante este informe, de la construcción de la
memoria», ha indicado Fernández.
Por su
parte, Beltrán de Heredia, ha destacado la importancia de contar por primera
vez con un informe de estas características que, además de los atentados con
víctimas mortales, «visibiliza con datos y testimonios en primera persona el
sufrimiento padecido durante tanto tiempo por la Ertzaintza y su entorno
familiar». Ha precisado que hoy mismo hará llegar a cada ertzaina un ejemplar
de este estudio.
Amenaza
global
De
acuerdo con el informe, la amenaza de ETA se extendió sobre todo el cuerpo de
la Ertzaintza. El primer agente que fue asesinado por Carlos Díaz de Arcocha,
en 1985, mediante una bomba colocada en su vehículo. Los últimos, Ana Isabel
Arostegi Lejarreta y Francisco Javier Mijangos Martínez de Bujón, muertos a
tiros en Beasain.
La mejor
fuente para dar fe de hasta qué punto la Ertzaintza estaba en la diana etarra
son los documentos incautados a los terroristas en operativos policiales. De
acuerdo con dicha documentación, el número total de ertzainas sobre los que ETA
había recabado información asciende a 7.895, de los cuales 7.745 están clasificados
en el apartado con información básica (nombres y apellidos). El número de
ertzainas sobre los que ETA tenía información elaborada (identidad, domicilio,
vehículos, rutinas, seguimientos, fotografías, etc) es de 43, mientras que el
número de personas con información semielaborada (datos sobre identidad,
filiación, domicilio y bienes de una persona, pero que aún no han sido
cotejados ni ampliados) asciende a 107, según consta en el informe.
Pintadas,
miradas e insultos
«La
amenaza sobre agentes de la Ertzaintza era diaria y sostenida durante años por
el mero hecho de formar parte del cuerpo policial. El hostigamiento y la
amenaza provocaron un sufrimiento injusto e intenso que se extendió a las
familias de los Ertzainas y a su vida diaria con un alto grado de alteración de
la normalidad y en muchos casos con graves consecuencias en el entorno
familiar, laboral, social y en el de la salud», indica el Gobierno vasco en su
resumen del informe.
«La
amenaza fue constante a través de pintadas, miradas, insultos que incluso iban
destinadas a sus hijos e hijas. Algunas de las personas entrevistadas relatan
que tuvieron que dejar su domicilio con consecuencias como la pérdida de empleo
de la pareja o la nueva escolarización de sus hijos e hijas. Renunciar a hacer
visible la condición profesional fue una medida para reforzar su ámbito de
seguridad pero también para alejar de los círculos sociales y de sus amistades
a agentes de la Ertzaintza».
«Al
principio aparecieron pintadas. Lo típico “Cipayo, hijo de puta, txakurra…”, no
directamente donde vivía yo, pero sí en las paredes de alrededor. No le di
demasiada importancia.
Luego me
quemaron el coche. Me acuerdo porque mi padre murió en abril, yo heredé su
coche y el 1 de mayo me lo quemaron. Vinieron los bomberos, lo apagaron y ahí
se quedó. Nadie vino a solidarizarse conmigo. Ni una palabra. A mí me sentó
como un tiro porque era el coche de mi padre, que había muerto hace un mes»,
recoge un testimonio.
Otra
muestra: «Es que no podías ni ir por la calle. Me acuerdo de un día que llovía
a cántaros. Yo iba con el paraguas, tapada hasta por aquí, con el chal puesto,
y en el bar, uno que hay cerca de casa que es todo de borrokas, pues yo pasé, y
salieron por una puerta: “cipayo, te vamos a matar”. Y decías: “jo, es que no
puedo tampoco contar eso, no puedo salir a la calle…”».
«Convertirme
en un hombre gris»
Entre
las medidas preventivas que se adoptaron ante la amenaza de ETA y su entorno,
un total de 650 agentes tuvieron que cambiar su número profesional y 3.106 de
matrícula, según recoge el informe. «Mi estrategia fue convertirme en un hombre
gris. Un hombre que no existía (…) No decir absolutamente nada a nadie, ni a
dónde vas, ni de dónde vienes ni dónde estás… A cambiar de coche, de placas, de
número de teléfono constantemente. Y luego, lo que yo llamo una residencia
refugio… por circunstancias tuve la posibilidad de conseguirla y lo hice»,
recoge otro testimonio.
Intxaurbe
ha hablado del «peaje emocional» que pagaron muchos ertzainas ante el
aislamiento que se impusieron como medida de «autoprotección». Ese «menoscabo»,
en algunos casos, vino aparajeado de un diagnóstico de estrés postraumático.
«Durante
bastante tiempo tuve tratamiento psiquiátrico porque te haces muchas preguntas que
no deberías hacerte. El médico te dice que no debes hacértelas, pero te las
haces. Es lo que se llama el síndrome de estrés postraumático. Lo tengo
diagnosticado», corrobora uno de los entrevistados. «Te planteas, por ejemplo,
en mi caso particular, por qué estás vivo y otros compañeros no. Son cosas que
no tienes que plantearte, pero lo haces. ¿Qué derecho tengo yo que ellos no? Te
comes mucho el tarro y lo llevas mal. Me dio una serie de pastillas para
relajarme cuando estoy con estrés de ansiedad, y a mi pareja también porque
estaba igual».
Intxaurbe
ha desvelado que en algunos de los ertzainas entrevistados aparece un
«déficit», una «sensación de soledad». «Tenemos que reflexionar sobre eso. Cómo
esa sensacion soledad pudo acrecentar el estrés», ha apelado. Beltrán de
Heredia ha querido puntualizar que «se sigue prestando atención psicológica»,
pero que si «muchas personas han podido sentir que las herramientas puestas a
su disposición no eran suficientes», en tal caso «hay que hacer autocrítica».
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