24/06/2016@09:42:09 GMT+1
Luis María
ANSON
El empate técnico que vaticinaban varias de las
principales encuestas británicas lo han resuelto el diez por ciento de los
indecisos que, con el Brexit, han desbaratado en parte sustancial una de las
más grandes construcciones supranacionales articulada tras la Segunda Guerra
Mundial.
En medio de la confusión y las inciertas consecuencias
del referéndum británico hay algo que parece claro: Alemania queda como líder
indiscutible de Europa. Por su alianza profunda con los Estados Unidos de
América, por su economía pujante, por su Armada todavía poderosísima, por su
fuerza militar, por su Commonwealth reflejo del mayor imperio que ha conocido
la Historia Universal, Inglaterra disputaba el liderazgo europeo a Francia y a
Alemania. Al hacer mutis por el foro, ha dejado al gran perdedor de la Segunda
Guerra Mundial como rector de los destinos europeos.
El Reino Unido se había quedado fuera del euro y
también de Schengen, los dos hitos que anticipaban la evolución de la Unión
Europea hacia los Estados Unidos de Europa. El trauma de la fuga británica, que
se materializará en varios meses de negociaciones, es enorme pero si las
naciones europeas actúan con eficacia y sin nerviosismos todavía quedaría vivo
el cuerpo de Europa, aunque se haya quedado cojo.
Existe, por cierto, un criterio generalizado sobre la
torpeza de Cameron al convocar un referéndum innecesario cuando todavía el
mundo no se ha desembarazado por completo de la última crisis económica
globalizada. Si para Europa el resultado del referéndum británico es gravísimo,
para el Reino Unido, partido en dos, y para su primer ministro, al que no le ha
quedado otro remedio que anunciar su dimisión, la situación resulta
especialmente alarmante.
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