Su
imagen no refleja sus ideas; dicen no ser de izquierdas ni de derechas, pero
ocultan su ideología radical
ROBERTO
PÉREZ. Madrid - 05/06/2016 a las 03:01:22h. - Act. a las 12:48:53h.
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en: España
El
nacimiento de Podemos y su insistencia por presentarse como un partido
«transversal», sin ninguna ideología concreta para que no trasluzca su hondo
objetivo comunista, responden a una estrategia planificada de antemano por
Pablo Iglesias. Surgió con una suerte de «manual de estilo» definido hace más
de tres años con un objetivo final: conquistar el poder, poner en práctica el
comunismo y acometer un nuevo «proceso constituyente» que derribe el actual
régimen constitucional. Todo ello lo desveló Pablo Iglesias escasos meses antes
de que naciera Podemos, en una charla que impartió en Zaragoza en unas jornadas
de las Juventudes Comunistas. Una de sus máximas en este arte del camuflaje de
la izquierda radical es, en palabras del propio Iglesias, «llevar a nuestro
lado lo que a todo el mundo le parece bien». Populismo instrumental.
Ocultar
la ideología radical de izquierdas es primordial para ganar votos. ¿Cómo? Ante todo,
cuidando mucho el lenguaje, evitar presentarse ante el público como comunistas
para no generar rechazo social. Tiene una razón de peso: actualmente, en
España, solo el 2,4% del electorado se declara comunista.
Maniobrar
con el lenguaje
«Hay
palabras que tienen una carga valorativa positiva y palabras que tienen una
carga valorativa negativa», apuntaba Iglesias en aquella charla. Y, siguiendo
esa lógica, proponía ocultar que el objetivo del comunismo es «la dictadura del
proletariado». Mejor presentarse como demócratas, porque «mola» más. «La
palabra dictadura no mola, aunque sea dictadura del proletariado. Eso no vende,
aunque podamos teorizar que es la máxima expresión de la democracia en la
medida en que aspira a anular unas relaciones de clase injustas». Sin embargo
-continuaba en su aleccionamiento ante jóvenes comunistas-, «la palabra
democracia mola, por lo tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos
política».
Lo
mismo con el concepto de patria y de patriotismo, hacer ver que sus propuestas
son propias de un «patriota». Puso un ejemplo de cómo aplicar esta fórmula de
imagen: atacar a la banca y explotar el discurso a favor de las víctimas de
desahucios sin declarar que se hace «porque soy comunista», sino «porque soy
patriota».
Otra
máxima puesta en práctica por Podemos consiste en tejer alianzas con
nacionalistas. Es una cuestión de imagen para alcanzar el poder, para incidir
en «elementos de agregación capaces de que estén en nuestro campo político
quienes no lo han estado».
Ganarse
a los nacionalistas
Otra
máxima puesta en práctica por Podemos consiste en tejer alianzas con
nacionalistas allí donde sea posible; y, donde no cuajen las coaliciones,
competir directamente por ganarse el voto de los nacionalistas. Se trata de
incidir en «elementos de agregación capaces de que estén en nuestro campo
político quienes no lo han estado».
La
clave está en sumar votantes, porque el gran objetivo es alcanzar el poder para
aplicar luego las tesis comunistas. Y las órbitas nacionalistas e independentistas
son vistas por Iglesias y los ideólogos de Podemos como un buen caladero de
votos en el que hay que ir a pescar: «No hay un solo proceso histórico de
transformación social en una dirección de izquierdas que no haya asumido el
elemento nacional como una de las claves agregadoras más importantes».
Así
las cosas, al que se siente español hay que incidir en dar la imagen de que
Podemos propone fórmulas de «patriotas»; al que se siente nacionalista o
independentista, en mensajes que también sean de su gusto.
En
las órbitas nacionalistas, las «confluencias» trabadas por Podemos en Galicia o
la Comunidad Valenciana son un buen ejemplo; la apuesta catalana de En Comú
Podem, también. Sus nuevos pasos dados para incorporar formaciones de órbita
nacionalista en Baleares para el próximo 26 de junio, lo mismo.
Camuflar
el plan comunista
«Hay
que inventar símbolos que triunfen, buscar símbolos que nos hagan ganadores»,
remachaba Iglesias en pleno proceso para el lanzamiento de Podemos como
partido. La ideología real, mejor que sea poco visible, camuflada para que no
entorpezca el objetivo de conquistar el poder.
Para
quienes desde la militancia marxista temieran que tanto camuflaje puede suponer
renunciar en la práctica a las tesis de la izquierda radical, Iglesias lo
dejaba claro en Zaragoza en marzo de 2013: que no temieran, era mera estrategia
en aras a la gran meta. «Yo no he dejado de autoproclamarme comunista nunca»,
pero «ser comunista es algo mucho más importante que decirlo. Es una praxis; a
veces decirlo te puede ayudar y, a veces, no».
La
falsa «transversalidad»
Otra
de las máximas del «manual de estilo» diseñado por los fundadores y dirigentes
de Podemos: hacer ver que son un partido «ni de izquierdas ni de derechas»,
supuestamente indefinido y, por ende, supuestamente capaz de ser votado por
cualquiera. A eso responde la machacona práctica de Podemos de utilizar el
término «partido transversal», y usar para ello la incorporación de candidatos
de perfiles alejados de la imagen tipo del activista del comunismo, tales como
jueces, periodistas o el caso del exJemad Julio Rodríguez.
Pablo
Iglesias ha venido incidiendo al respecto: al electorado hay que hacerle ver
que Podemos huye de la dicotomía izquierda-derecha, porque «esto te divide» a
efectos de imagen y de captar votantes en sectores de lo más diverso.
Inocularse
en la sociedad
A
partir de ahí, otra herramienta a poner en práctica es inocular el activismo
político como lluvia fina en todos los ámbitos sociales que sean posibles. Por
supuesto, desde la televisión –obsesivo objetivo mediático de Iglesias–. Y, a
pie de calle, en todos los ámbitos posibles. Por ejemplo –y lo destacó como
«fundamental»– en las aficiones futboleras. «A mí no me gusta mucho el fútbol»,
confesaba ante jóvenes comunistas hace tres años, pero les insistía en que «es
fundamental estar en las hinchadas juveniles, hay que estar en los campos de
fútbol, es un ámbito de trabajo político crucial».
La
clave, insistía, está «no solo en militar» en la organización comunista, sino
en «ocupar los espacios de la sociedad civil, el deporte, la cultura, el
cine…». Y todo eso midiendo bien la estrategia: «crear un referente
propagandístico que arrase» –el lenguaje instrumentalizado para la conquista
comunista del poder– y, para ganar votos en sectores de centro e incluso de
centro-derecha, «alejarse de ciertas estéticas identitarias» del comunismo.
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