Emilia Fernández, «la
Canastera», primera mujer gitana elevada a los altares
El
Papa Francisco, durante la misa celebrada en un parque de Monza - EFEJUAN VICENTE BOO
El Papa Francisco ha presentado este
domingo como modelos de «la civilización del amor» a los 115 mártires de la
Guerra Civil beatificados el sábado en Almería, entre los que figura Emilia
Fernández, «la Canastera de Tíjola», la primera mujer gitana elevada a los altares.
Con la voz todavía afónica
después de haber pronunciado discursos durante todo el sábado ante un millón de
personas en las calles, la catedral, la cárcel, el parque y el estadio de
Milán, el Santo Padre ha mencionado en el rezo del Ángelus en la plaza de San
Pedro la beatificación de «José Álvarez-Benavides y 114 compañeros mártires»,
haciendo notar que «estos sacerdotes, religiosos y laicos han sido testimonios heroicos de Cristo y de su
Evangelio de paz y de reconciliación fraterna».
La causa de beatificación
agrupaba el martirio de noventa y dos sacerdotes, veintidós laicos, y un
religioso. Entre los laicos hay dos mujeres: Carmen Godoy, ahogada en el puerto, y Emilia Fernández, nacida en Tíjola en 1914, que se ganaba la vida
haciendo cestos de mimbre y por eso era conocida como «la canastera».
Fue
arrestada a los 23 años por intentar
ayudar a su marido a evitar el llamamiento a filas. En la cárcel entabló
amistad con dos mujeres que la ensenaron a rezar. Una de ellas, María Ángeles Roda Díaz, quien todavía
vive y se acuerda perfectamente de su amiga gitana.
Los carceleros notaron
que Emilia «la Canastera» rezaba el rosario e
intentaron sonsacarle los nombres de las compañeras de prisión que le habían
ensenado a rezarlo.
Como se negó a descubrirlas, fue recluida en un calabozo de
aislamiento donde dio a luz a su hija sobre una estera de esparto y
en condiciones penosas hasta el punto de fallecer doce días más tarde.
Se da la casualidad de que el
primer beato gitano es también un mártir español, Ceferino Giménez Malla, «el Pelé», un tratante de ganado en
Barbastro, fusilado durante la Guerra Civil por defender a unos sacerdotes y
negarse a ultrajar símbolos religiosos, incluido su rosario.
Ceferino «el Pelé» fue beatificado por san Juan Pablo
II en 1997 y su estatua de bronce con el rosario en la mano preside
como retablo la iglesia gitana del Santuario
del Divino Amor en las afueras de Roma.
Es un templo único en el mundo, pues tiene
forma de rueda de carreta vista desde el aire y carece de paredes o de techo.
Es una iglesia a cielo abierto, como la vida de los nómadas.
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