Santiago Menéndez:
«Tenemos información muy relevante para investigar los ‘‘papeles de Panamá”»
España: 100.000
millones en «panamás»
No tributan ni tienen
empleados. Son meros códigos postales. La información que países como Panamá
tienen de las sociedades «offshore» es muy escasa. Su rastro, un laberinto
Ciudad de Panamá se
ha llenado de rascacielos con la llegada de capital extranjero
Julio Valdeón
De los creadores de
«Sin el fisco en los talones», llega una historia de evasión, enredo,
amiguismos y triquiñuelas financieras. Una obra maestra de la ingeniería
fiscal. «Cuando ellos no pagan, al resto nos sale caro», dicen en el tráiler de
«El fiasco del fisco», que no está basada en hechos reales, sino que son hechos
reales. Y de máxima actualidad. Los «papeles de Panamá» han dado la vuelta al
mundo. Y el goteo de nombres pone la lista patas arriba. Desde políticos y
empresarios hasta futbolistas y artistas, la amalgama de propietarios de
sociedades «offshore» resulta tremendamente heterogénea y transversal. Pero,
¿qué son?, ¿cómo funcionan?
Se trata de
estructuras societarias complejas que, normalmente, se encuentran domiciliadas
en islas o istmos que fueron (o son aún) colonias de los antiguos imperios
británico, francés o español, y buscan ahorrar al máximo el pago de impuestos.
Tras la descolonización, encontraron en el negocio financiero su forma de
prosperar, ofreciendo ventajosas condiciones fiscales y regulatorias.
Límite: hasta 50.000
euros
Los propietarios
suelen ser grandes fortunas que buscan ahorrar impuestos de forma legal u
ocultar patrimonio o rentas para esquivar a Hacienda. Pese al lógico repudio
social contra los defraudadores y a la demonización de los que tienen dinero
lejos de su país de residencia, estas sociedades no son ilícitas. Sí sería
ilegal que un residente en España, por ejemplo, que haya creado una sociedad de
este tipo no declarara en nuestro país las rentas que hubiera logrado con ella.
Además, Javier Santacruz, profesor del IEB y gestor de patrimonios, recuerda
que si la sociedad tuviera un valor superior a los 50.000 euros el propietario
estaría obligado a comunicar su existencia a la Agencia Tributaria a través del
«modelo 720» de declaración de bienes en el extranjero.
El símil resulta muy
atractivo, pero crear una sociedad «offshore» no es sinónimo de fraude fiscal,
siempre que su propietario se encuentre al corriente de sus obligaciones
tributarias. Si cuando se publicó la famosa «lista Falciani» de clientes de
HSBC en Suiza –que presuntamente habían cometido evasión de capitales– sólo
pudo demostrarse que el 7% de los implicados había incurrido en un delito,
seguramente en unos meses veamos que la mayoría de los clientes del despacho
Mossack Fonseca no han defraudado.
La principal función
de estos despachos es la de crear, gestionar y supervisar de sociedades
ubicadas en paraísos fiscales. Así, la labor más significativa de Mossack
Fonseca pasa por ser administrador de las «offshore» creadas en Panamá. Dos de
los requisitos irrefutables a la hora de fundar una empresa son tener un
administrador y que éste resida donde se crea. En los países con mayor tráfico
de empresas surgen bufetes y despachos especializados en ofrecer al cliente
todos los servicios necesarios, y el mayor requerimiento es que estos despachos
ejerzan de administrador residente, que les lleven las cuentas y que les hagan
las respectivas liquidaciones de impuestos sin necesidad de que el propietario
se desplace.
«Los españoles con
sociedades “offshore” no tienen que desplazarse cada año a firmar cuentas o a
liquidar impuestos. Mossack Fonseca lo hace por ellos», asevera Santacruz.
Asimismo, el testaferro cobra especial relevancia, ya que mediante un contrato
privado con el propietario de la sociedad es el que figura en todos los papeles
y el que firma para evitar que lo haga directamente el accionista.
En Gibraltar o en las
islas del Canal un mismo edificio puede albergar hasta 100 empresas de este
tipo. Son meras placas, habitaciones vacías. Para poder operar desde un paraíso
fiscal basta con tener un código postal. Y ahí funciona muy bien el modelo
«sociedad matriz-filiales».
Despachos como
Mossack Fonseca asesoran en la creación y gestión de empresas «offshore». Pero
si lo que realmente pretende el contribuyente es defraudar y ocultar su
patrimonio, también pueden asesorarlo. «Consiste en crear muchas sociedades en
diferentes sitios, y que cada una sea accionista de la otra para esquivar a
Hacienda». Santacruz sostiene que los lugares donde se crean las sociedades
dependen del grado de cercanía al foco de su negocio.
Aunque Panamá es un
«paraíso fiscal» para algunos países, no lo es para España. Se trata de una
zona estratégica. El tráfico de mercancías desde el Atlántico hacia el Pacífico
y, sobre todo, el Canal de Panamá lo convierten en un enclave transcendental
para hacer negocios y en el epicentro financiero de Centroamérica.
«Si un gobierno
abruma con impuestos, los contribuyentes se ven tentados a evadir», escribía el
Nobel Vargas Llosa en «La civilización del espectáculo». Y Santacruz remarca
que los «paraísos fiscales» existen porque hay «infiernos fiscales», y que con
ellos no se acaba mediante decreto, intercambios automáticos de datos fiscales
(la ley FATCA de USA) o decisiones del G-20.
Amenaza para Hacienda
Al menos 1.200
sociedades, 558 accionistas, 166 clientes intermediarios y 89 beneficiarios con
remitente español aparecen en los «papeles de Panamá». Mossack Fonseca
intentaba sortear los requerimientos de información solicitados por las
autoridades tributarias, según los 11,5 millones de documentos internos de la
firma panameña a los que se ha tenido acceso. Y en el caso de España, el
director del departamento de Gestión de la Agencia Tributaria, Rufino de la
Rosa, garantizó que usará todos los medios a su alcance para investigarlos. No
obstante, buena parte de los españoles salpicados se acogió a la amnistía
fiscal y disolvió las sociedades.
El ministro de
Hacienda, Cristóbal Montoro, insistió en que la nueva obligación de declarar
los bienes en el extranjero ha logrado aflorar 127.113 millones de euros que
192.000 contribuyentes españoles tienen en otros países. Y más allá de que
calcular el montante de la recaudación tributaria bajo el supuesto de que no
existieran los paraísos fiscales resulte tremendamente complejo, debido a la
opacidad de estos territorios, algunos economistas han tratado de estimar a
cuánto asciende el dinero allí depositado. Un 10% de toda la riqueza de Europa
podría estar en paraísos fiscales. Extrapolando los datos a España, supondría
que 100.000 millones se encuentran ocultos en paraísos, lo que implicaría una
pérdida de recaudación anual de 35.000 millones.
Ignacio Ruiz-Jarabo,
ex director general de la AEAT, explica que aunque estas sociedades «offshore»
se constituyan en Panamá, no pueden realizar actividad alguna en ese país, ni
tener empleados, ni acceso a subvenciones. Tampoco pagan impuestos allí, al
margen de la tasa de constitución y de la cuota anual de mantenimiento, ni han
de presentar declaración tributaria. La información de la que dispone Panamá
sobre estas sociedades es muy escasa y poco relevante.
A partir de la
opacidad inicial conseguida con la «offshore» y de la complementaria lograda
con los servicios auxiliares, «los propietarios de las sociedades pueden
“esconder” su patrimonio y sus ingresos. Ahí surge la posibilidad de cometer
infracciones y/o delitos tributarios difíciles de detectar, perseguir,
demostrar y sancionar o condenar». Pese a que la constitución y mantenimiento
de una sociedad “offshore” no sea ilegal, supone un indicio bastante obvio de
la intencionalidad de defraudar. “¿Qué ciudadano decide montar una sociedad de
este tipo si no es para aprovecharse de las opacidad que brinda?», se cuestiona
Ruiz-Jarabo.
En la medida en que
las sociedades representan un instrumento de evasión, despachos como el de
Mossack Fonseca están expandiendo el uso de un vehículo potencialmente
defraudatorio. «He ahí la amenaza para la Agencia Tributaria». Ruiz-Jarabo
considera que el sistema tributario panameño es muy laxo. «Si Panamá realizara
un esfuerzo para obtener la información que ahora no tiene y dársela a la AEAT
acabaría con su condición de centro internacional “offshore” y mataría a su
gallina de los huevos de oro», apostilla.
¿Cómo funcionan?
Crear una sociedad
«offshore» lleva menos de 48 horas y, aunque los costes dependen del despacho y
del lugar (en algunos países es gratuito), por apenas 100 euros pueden
mantenerse. Santacruz revela que la sociedad «offshore» se convierte en la
accionista principal del resto de compañías que están operando en distintos
países. «El ahorro de impuestos recae tanto en la matriz como en las sociedades
que dependen de ella. Y, por supuesto, en los accionistas». El gestor de
patrimonios desgrana el proceso, paso a paso:
- Se crea una
estructura societaria.
Mínimo un socio, un
administrador, un domicilio social, un capital inicial y una tesorería. Lo más
sencilla posible (el equivalente en España a una sociedad limitada) en un
«paraíso fiscal» que elija el cliente o su asesor (por ejemplo, despachos como
el de Mossack Fonseca).
- Se registra la
sociedad.
Se le da un código de
identificación fiscal y se le crea una cuenta bancaria. De esta forma, la
sociedad se pone en funcionamiento. Se trata de un procedimiento formal que no
implica que la empresa constituida tenga actividad. La mayoría no pasan de ser
placas en la puerta de un edificio de oficinas.
- Operativa en el
resto del mundo.
De la matriz se crean
filiales que cuelgan de ella con administradores que son personas de confianza
del cliente o del asesor fiscal. Éstos se convierten en accionistas de los
negocios en los diferentes países, tributando a un tipo muy bajo y diluyendo
dicha tributación entre todas las filiales.
- Sin necesidad de
dar la cara.
La confidencialidad
permite que el cliente no necesite desplazarse a Panamá o a cualquier otro
sitio. El asesor fiscal, que ejerce las funciones de domicilio social y
administrador, realiza todos los trámites anuales de presentación de cuentas,
junta de accionistas, liquidaciones fiscales...
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