En un ejercicio de periodismo piadoso, me voy a abstener de citar las solemnes declaraciones de los líderes que timoneaban entonces los principales sindicatos y que anunciaron urbi et orbi, ante las medidas laborales de Mariano Rajoy en 2012, que el paro se incrementaría de forma ineluctable y que España caminaba hacia la completa catástrofe económica. Cinco años después, la prima de riesgo, que alcanzó los 638 puntos básicos, se mueve en el entorno de los 100; el déficit está embridado conforme a las exigencias de Europa, y el PIB español crece por encima del alemán o del francés. Además, tras contener la cuesta arriba, el paro disminuye a razón de 500.000 desempleados cada año.
Los sindicatos, imprescindibles en una democracia pluralista plena, no saben dónde esconder sus vergüenzas y argumentan con la precariedad como si un empleo precario fuera peor que no tener empleo. Mariano Rajoy, que tantos errores políticos ha cometido y ahí está la situación de Cataluña para subrayarlos, acertó plenamente en la terapia económica y laboral.
El mes de junio ha registrado 98.317 desempleados menos. La Seguridad Social se ha visto robustecida con 87.692 afiliados más. Cifras, en fin, incontrovertibles. Todavía más de 3 millones de parados zarandean la vida española y, aunque se ha hecho mucho, mucho es lo que queda por hacer. España, en todo caso, camina a zancadas por la senda adecuada y, ante tantas malas noticias nacionales e internacionales como todos los días nos agobian, resulta reconfortante resaltar la solución que va alcanzando el principal problema que sufren los españoles.
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