Jueves 08 de junio
de 2017, 09:59h
El Banco Central Europeo ha declarado la inviabilidad del
Banco Popular. La entidad, objeto de numerosas especulaciones, sólo
parcialmente basadas en su preocupante situación financiera, ha ido perdiendo
su base de depósitos, lo que ha comprometido su posición hasta llegar a ser
inviable. Por otro lado, la entidad ha sido adquirida por el Banco Santander,
que tendrá que hacer frente a una ampliación de capital de 7.000 millones de
euros para restituir la seguridad financiera de la entidad, dentro de lo que se
puede entender por seguridad en un sistema financiero fiduciario con banco
central.
Los más de 300.000 accionistas del Banco Popular perderán
toda su inversión. No hay un plan de rescate del banco privado, y tanto ellos
como bonistas verán cómo su inversión, en la que habían despositado en parte
sus expectativas de progreso, se ha volatilizado. Y es así como debe ser. La
entidad fue durante años el asombro de la banca mundial, cuando batía al resto
en rentabilidad. En ella estaban puestos los ojos de los principales
inversores. Llegó a valer más de 19.000 millones de euros, valor del que hoy
sólo queda el recuerdo. Protagonista de este descalabro es Ángel Ron, a quien
en el banco tildan de “el exterminador”, que quiso cambiar el modelo del
Popular: de la rentabilidad al tamaño. Cimentó esa estrategia sobre el
ladrillo, que a su vez tenía el voluble y falible cimiento de la burbuja
crediticia. El largo camino de crecimiento orgánico fue abandonado por un
rápido camino hacia la desaparición.
Si los accionistas, en su mayoría, no estaban de acuerdo con
la deriva impuesta por Ron, debían haber hecho valer su poder al respecto. O
haber vendido la acción para que otros, más conformes con dicha estrategia
apostasen con su capital por ella. De haber resultado exitosa, se habrían
llevado todos los beneficios, descontados, eso sí, los impuestos. No.
Permitieron, con su pasividad, que el banco perdiera lo que fue su esencia para
crecer sobre la burbuja del ladrillo. No hay motivo para que se ponga un euro
de dinero público para socorrerles. Y sus activos han sido adquiridos por otra
entidad, que les dará un uso más productivo.
El caso del Banco Popular es el ejemplo de lo que tendría
que haber ocurrido con las cajas de ahorros: el bail in, o rescate interno, que
nos habría ahorrado a los españoles decenas de millones de euros. El caso del
Banco Popular es el ejemplo de que las soluciones de mercado no sólo son
mejores desde el punto de vista económico, sino que son más justas.
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