Sábado 04 de noviembre de 2017, 18:00h
Este artículo de Luis María Anson, publicado en el diario El Mundo, originó incontables referencias en las redes sociales. Lo reproducimos a continuación.
En la fachada de una ferretería del madrileño Callejón del Gato, elogiado por Valle-Inclán en Luces de bohemia, se exhibían en los años 20 del siglo pasado, dos espejos, uno cóncavo y otro convexo. A los madrileños les encantaba contemplarse deformados en aquellos espejos. Valle-Inclán el gran escritor, que crece cada año, pensaba que el sentimiento trágico de la vida en España, tan certeramente estudiado por Unamuno, respondía a una estética deformada. El diccionario normativo de la Real Academia Española define esperpento como “persona, cosa o situaciones grotescas o estrafalarias”. Valle-Inclán sabía que el teatro consiste en colocar un espejo delante de la sociedad. Tuvo la genialidad en 1920 de que ese espejo fuera cóncavo o convexo y caricaturizara la realidad. El inolvidado Umbral, que tan sagazmente estudió al autor de Divinas palabras, subrayó que el esperpento significaba un nuevo género literario de relevante alcance.
Don Ramón María del Valle-Inclán se mostraría hoy extasiado ante la tocata y fuga de Puigdemont. Hubiera encumbrado al expresidente felón como el protagonista perfecto del esperpento, dedicándole Los cuernos de don Friolera. Los héroes ilusos suelen terminar convertidos en enanos o patizambos. El expresidente botarate es el mejor ejemplo valleinclanesco del esperpento, la deformación sistemática de la realidad, la distorsión de los acontecimientos, la caricatura de sí mismo.
La huida de Carlos Puigdemont para contratar en Bruselas al abogado de los etarras, en un intento desesperado de eludir el juicio y la prisión, ha cubierto las redes sociales de divertidos comentarios que reflejan la reacción regocijada de la opinión pública española ante el mequetrefe que ha presidido la noble, la seria, la prestigiosa Cataluña democrática y que ha devastado su imagen y su realidad. Manejado como un mequetrefe por la CUP, el grupo antisistema de ultraizquierda, Puigdemont ha sido el esperpento de la democracia española, un ser grotesco, menor, elegido a dedo por el pobre Arturo Mas. Y sobre todo un cobarde, incapaz de ponerse al frente de lo que había urdido, escondiendo su canguelo como un gallina, sin dar la cara, protagonista de una peripecia digna de que Valle-Inclán le caricaturizara convirtiéndole en representante máximo del esperpento nacional.
Luis María ANSON
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