Ciudadanos o “el cambio real”
Arrimadas busca trasladar que es la única capaz de arrinconar el ‘procés'
Barcelona
Inés Arrimadas quiere todos los votos no independentistas el 21-D. La candidata de Ciudadanos se presenta como la única capaz de impulsar un “cambio real”. El PP apenas le inquieta —está lejos en las encuestas—, pero con el PSC e incluso con los comunes, ha optado por la estrategia de la desconfianza: no son de fiar porque, insiste en sus mítines, acabarán dando la presidencia a los republicanos de Oriol Junqueras.
Arrimadas visitó el viernes la Seu Vella de Lleida. Ir a las cuatro capitales de provincia es casi obligado en toda campaña catalana, aunque sabe que no es donde se juega sus opciones. Su terreno es el área metropolitana de Barcelona, con 3,3 millones de electores y donde Ciudadanos obtuvo en 2015 los mejores resultados de su historia, desbancando al PSC de sus feudos. Allí ha organizado la mayoría de actos de campaña.
Con actos y mítines de pequeño formato —que permite al partido desbordar los aforos—, Arrimadas pretende mantener y ampliar esa ventaja sobre los socialistas. En Lleida volvió a cargar contra Miquel Iceta, una “vía indirecta” para alargar el proceso independentista. La líder de Ciudadanos le atribuye el deseo oculto de reeditar la alianza con ERC, en alusión al tripartito de izquierdas que comandó la Generalitat de 2003 a 2010. Catalunya en Comú-Podem, a medio camino entre constitucionalistas e independentistas, tampoco es buena opción porque quiere hacer president a Junqueras, hoy encarcelado.
“El único cambio de verdad es el de Ciudadanos, el único voto claro, nítido y respetuoso”, insiste la candidata, que refuerza estos días el hilo del primer debate televisado, el jueves en TVE, en el que se mostró escéptica con las alianzas poselectorales.
En 2015, Arrimadas obtuvo para Ciudadanos los mejores resultados en unas autonómicas: 25 diputados, insuficientes para frenar la mayoría independentista de Junts pel Sí y la CUP. Entonces estuvo fuertemente arropada por el presidente del partido, Albert Rivera, que ahora le ha dejado mayor margen de maniobra.
Arrimadas es la protagonista de su campaña, aunque sus intervenciones son contenidas, muy medidas. No da margen para el error. La candidata tiene claro el mensaje que quiere hacer llegar a los votantes: hay que acabar con el procés, que ha hecho mucho daño a la economía, y sanar las heridas. De ahí no se sale. Arriesga poco y sus discursos son repetitivos, en ocasiones rígidos. Siempre acaba sus mítines con la misma fórmula, que es el lema de campaña: “Ahora sí que votaremos. Ahora sí, Ciudadanos”.
Aunque quiere huir de lo que llama “el monotema” (el procés), su relato también está centrado en un solo asunto: confrontar el independentismo. Consciente de que solo con eso puede quedar corto, insiste en la agenda social: cita como ejemplo que Cataluña es la segunda peor comunidad, por detrás de Canarias, en listas de espera. Se ha sumado, tímidamente, a una reforma de la Constitución (“reformarla, no liquidarla”) y ha anunciado que, si gobierna, pedirá una reunión con Rajoy para defender un nuevo modelo de financiación autonómica e inversiones en infraestructuras.
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