PODÍA
HABER OCURRIDO EN ESPAÑA, Y TODAVÍA PUEDE
14/11/2015@11:01:39
GMT+1
Luis
María ANSON
A lo
largo de este año de zozobras, las Fuerzas de Seguridad Españolas y los
servicios de inteligencia del CNI han desarticulado, que se sepa, cuatro
comandos yihadistas dispuestos a atentar en España. Para el Estado Islámico,
para el califato que se ha constituido en Oriente Medio, nuestro país es
territorio a reconquistar. Somos Al-Andalus-norte; Marruecos, Al-Andalus-sur.
España tiene una experiencia atroz del terrorismo yihadista con repercusión
directa en las elecciones que ganó, tras el 11-M, José Luis Rodríguez Zapatero.
El
presidente Hollande decidió intervenir directamente en la guerra siria hace
unos meses. Ayer se encontró con la horrenda respuesta del yihadismo y las
calles de Paris se ensangrentaron tras el asesinato de más de 120 personas ante
la impotencia de los servicios de seguridad franceses, que están reconocidos
entre los mejores del mundo.
Que
España haya desarticulado a lo largo de este año cuatro comandos yihadistas
dispuestos a atentar en nuestro país no quiere decir que estemos a salvo.
Podría ocurrir lo que ha ocurrido en Francia. Y todavía puede. Es
imprescindible extremar los controles y las medidas de seguridad.
En
varias ocasiones me he referido al riesgo de atentado yihadista en España. Voy
a reproducir a continuación solo dos de los artículos que he dedicado al
asunto. El primero titulado “España, carne de atentado yihadista” apareció en
esta misma sección el pasado día 11 de marzo. El segundo titulado “Riesgo de
atentado” se publicó en el diario El Mundo el pasado día 3 de septiembre.
Un tipo
tóxico
Artur
Mas es un personaje manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la
destrucción a quienes confiaban en él
ENRIQUE GIL CALVO 14 NOV
2015 - 21:26 CET
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Artur
Mas es un político tóxico. Un politópata, si se me permite el
neologismo construido por analogía con psicópata o sociópata. Un personaje
manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la destrucción a quienes
confiaban en él. Así lo traslucen sus rasgos caracte-riológicos (envidioso y
egocéntrico, conspirador y victimista, fabulador y fraudulento), que le
asimilan al tipo de personalidad tóxica que definen los psicólogos. Y así lo
revela su trayectoria, movida por la ambición de abrirse paso traicionando a
cuantos le rodean.
Primero
acabó con Miquel Roca Junyent y Josep Antoni Duran Lleida, los delfines
llamados a suceder a Jordi Pujol, a fin de monopolizar el principado
nacionalista. Después se propuso derribar a Pasqual Maragall haciendo fracasar
su proyecto de nuevo Estatut, mediante una doble maniobra que primero forzó su
radicalización soberanista en el Parlament para después pactarlo a la baja con
el presidente Rodríguez Zapatero en La Moncloa.
Luego
pervirtió el moderantismo conservador de su partido para abrazar el radicalismo
neoliberal de los recortes austericidas. Y cuando vio que sus electores
desertaban no dudó en pasarse al independentismo de ERC, a fin de fagocitarlo
en su propio beneficio. Finalmente, cuando ha visto que la fortuna le
abandonaba, no ha dudado en tratar de destruir todo el entramado institucional,
traicionando no sólo la Constitución española sino el Estatuto catalán. Todo
ello al modo furtivo de un taimado Yago que siembra insidias al oído del Otelo
catalán, sin dar jamás la cara ni asumir ninguna responsabilidad, pues siempre
encuentra alguna Desdémona españolista a quien culpar. Un antihéroe más avieso
que astuto, pues en lugar de por la virtù maquiavélica parece
poseído por el vizio y lapassione de un Macbeth
fatídico.
Lo más
extraño es que con ese historial a sus espaldas haya podido llegar indemne
hasta aquí. ¿Cómo es que todavía tiene un séquito dispuesto a suicidarse con
él? Sin duda por su capacidad manipuladora, que le ha permitido hacer a sus
cómplices unas ofertas fraudulentas que estos no supieron rechazar, quedando
atrapados en una conjura de encubrimiento mutuo. Es la conocida táctica de
hundir los puentes o quemar las naves, a fin de que los conjurados ya no puedan
rectificar ni dar marcha atrás. Y los
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