Psicoanálisis del separatismo catalán
Viernes 29 de diciembre de 2017, 20:27h
Las leyes en las democracias suelen ser racionales o al menos intentan serlo, se refieran a cosas tan distintas como una Constitución o unas normas de tráfico, porque normalmente funciona bien el contrapeso de poderes y de mayorías y minorías. Por eso, cuando en una sociedad se instala un grado de irracionalidad de tal calibre como el del separatismo catalán se deben investigar no solo las causas históricas, políticas y económicas de ello, sino también los móviles subjetivos o psicológicos que llevan a las personas a abrazar semejante irracionalidad. En cuanto a las primeras, puesto que no es aquí de mi incumbencia, baste decir que no hay razón histórica, ni política, ni económica, ni social que justifique, a la altura del siglo XXI y con la pertenencia de España a la UE, la pretensión separatista. Dejo también de lado el examen de manipulación de masas efectuada por el separatismo, muy estudiado ya, para centrarme en los móviles psíquicos, creo que patológicos, que han llevado a unos cuantos políticos a emprender el arriesgado empeño de secesión de una parte importante del territorio de una Nación democrática de muchos años - no emplearé la sobada cifra de 500 -.
En un debate de la campaña, un separatista le espetó a un constitucionalista: "Tú crees que estamos enfermos". El constitucionalista respondió que no quería decir eso. Yo digo que no sé si llamarlo enfermedad, pero sí que me parece evidente que los líderes separatistas tienen un trastorno de personalidad, lo que no les impide llevar una vida normal e incluso dirigir los asunto públicos, aunque no muy bien, por cierto, ya que su idea delirante de la independencia nubla parte de su inteligencia, como ocurre con todas las ideas delirantes. Ya que sin ser un experto en la materia, cualquiera puede ver que muchos de los rasgos de un trastorno de personalidad llamado paranoia le vienen como anillo al dedo a los líderes del separatismo catalán. Con el contagio social de éste, esos rasgos podrían aplicarse también a quienes se dejan embaucar por tal irracionalidad, siempre que no actúen por miedo a la presión social.
Diré cuáles son los rasgos de la personalidad paranoica y luego hablaré de cómo se pueden aplicar a los líderes separatistas. Resumiendo, estos rasgos son: megalomanía, incapacidad de autocrítica, autoritarismo, uso de la mentira, delirios de grandeza, narcisismo, resentimiento, hostilidad hacia el entorno, egolatría, baja autoestima, prejuicios, manía persecutoria, desconfianza, tendencia a la frustración e inseguridad y empleo frecuente de los mecanismos de proyección y racionalización.
Comenzaré por el mecanismo de proyección, el recurso psíquico más usado por el separatismo catalán. Ese mecanismo consiste en descargar en otro tus propias culpas o atribuir a otros tus acciones o tus defectos. Así, el separatismo catalán acusa a España de Estado fascista o franquista, cuando advertimos en aquél conductas que lindan claramente con el nazismo, como señalar a los opositores y atacarlos a ellos o a sus bienes. También acusa a España de falsa democracia quien se salta alegremente las leyes democráticas, como si la democracia consistiera sólo en votar lo que uno quiere. Quien ha pretendido dar un golpe de Estado acusa a España de habérselo dado a sí misma. Puro surrealismo. Alguien de la Cup, principal impulsor del proceso de separar, acusó a España de crear fronteras. Quien manipula hasta a los niños acusa a España de prensa manipuladora. Quien promueve el odio a España dice que España odia a Cataluña.
El delirio de grandeza del separatismo no solo se atribuye cualidades inexistentes sino que se apropia de los méritos, virtudes y éxitos del otro. Si Cataluña es una Nación España no puede serlo. Hay que acabar con la lengua española y sustituirla por la catalana hasta el punto de poner multas a los comercios que no rotulen en catalán, por no hablar de la educación. No se percatan de que las lenguas son seres vivos que nacen y mueren y no se pueden mantener e imponer por la fuerza. Eso revela el complejo de una lengua pequeña frente a una lengua que hablan 550 millones de personas y que ahora se ha impuesto como obligatoria en China. Por otra parte, los ladrones separatistas que han dejado a Cataluña con un bono basura, que obliga a España a prestarles el dinero, dicen que España les roba. ¿Todo esto no es enfermizo?
El separatismo catalán ha llegado a un grado de irracionalidad tan increíble que intenta despojar a España de su Historia y de sus glorias más eximias: Colón, Santa Teresa, Cervantes, etc.etc. eran catalanes. La civilización occidental debe más a Cataluña que a Grecia y Roma. A este delirio de grandeza, que se revela aún más en el supuesto mapa de los países catalanes, su imperio fabulado, se asocian algunos de los rasgos señalados en la paranoia: la megalomanía, la egolatría, el narcisismo, la capacidad de autocrítica. Las ideas delirantes sobre la realidad de Cataluña tienen que ser avaladas por la mentira continua. La más llamativa en torno al proceso es que el referéndum fallido del 1-O les habilitaba para declarar la independencia. El delirio de grandeza y el aparente complejo de superioridad pretende ocultar, quizá de modo inconsciente, un evidente complejo de inferioridad al que se asocian otros rasgos indicados de la paranoia, como baja autoestima, desconfianza, recelo, sentimiento de frustración, manía persecutoria, inseguridad...
Fue Adler, discípulo de Freud, quien descubrió bajo la potencia del delirio de grandeza y de poder una inferioridad orgánica o un complejo de inferioridad psíquico. El ejemplo famoso es el del tartamudo Demóstenes, convertido en un gran orador por su voluntad de hierro. No hay que despreciar la enorme potencia de lo irracional, presente en el separatismo, sin olvidar que éste se funda en una conducta infantil. Porque lo mismo que el niño ve a su padre como todopoderoso parte de la sociedad catalana ve a Puigdemont como al padre que los llevará a la Patria prometida. Ésta funciona como el super yo freudiano por excelencia. En palabras del propio Adler: "toda la conducta humana está determinada por un fín, que siempre se presenta como la obtención de la victoria, de una superioridad sobre otro". En el caso separatista, sobre España. Y es que, citando de nuevo a Adler, "cuanto más intenso es el sentimiento de inferioridad más elevado es el objetivo de la potencia personal".
Otro mecanismo freudiano usado por el separatismo es la racionalización. Cuando una conducta no puede justificarse por sí misma. directamente, se aducen razones de otro tipo más convincentes. Así, los separatistas para justificar su deseo de independencia, como es demasiado primitivo o irracional fundarlo solo en las emociones que suscita el alumbramiento de una Nación, acuden a razones, aunque no puedan probarse, como "vamos a vivir mejor", "haremos lo que España, que nos odia, no nos deja hacer", "hay un derecho a decidir", "un derecho de autodeterminación", etc.etc. El arrepentimiento de algunos, aunque sea falso, y su percepción de que la independencia no era posible demuestra su mala conciencia y la mentira en la que estaba envuelto el procés.
Gabriel Albendea es escritor. Sus dos últimos libros son: ¿Por qué Marx se equivocó? y ¿Por qué el hombre creó a Dios?
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