Ciudadanos
no entrará en ningún Gobierno de PP, PSOE o Podemos
El
partido naranja quiere evitar hipotecas ante las elecciones generales
Se
marca como techo pactos puntuales o de estabilidad allí donde no gane
Los
populares temen un pacto de “todos contra el PP” con Ciudadanos
J.
CASQUEIRO / JUAN JOSÉ MATEO Madrid 29 ABR 2015 - 10:16 CEST
Ciudadanos
no firmará pactos que impliquen su entrada en Gobiernos allí donde no gane las
elecciones, pese a las presiones de PP y PSOE para que el partido de Albert
Rivera haga público a cuál de las dos formaciones apoyaría tras los comicios
municipales y autonómicos del 24 de mayo.
En
la estrategia de Ciudadanos, según confirmó este periódico, pesa la voluntad
explícita de cambiar los hábitos políticos del país, el temor a que el partido
quede prisionero de las decisiones que tomen Ejecutivos en los que no mande y
el deseo de llegar a las generales de noviembre sin hipotecas que castiguen los
electores.
*.-
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Rivera
creará un Comité para analizar y aprobar pactos postelectorales
“Allí
donde no hayamos ganado no estaremos en el Gobierno”, confirmó este martes a EL
PAÍS José Manuel Villegas, vice secretario general de Ciudadanos y jefe de
gabinete de Rivera. “Como mucho, habrá o podrá haber acuerdos puntuales de
Gobierno a cambio de medidas concretas, y nos plantearemos pactos de
estabilidad dependiendo del volumen de coincidencias programáticas, pero
siempre desde fuera del Gobierno”, insistió. “Que haya elecciones generales
puede ser una segunda derivada [en el planteamiento de la formación], pero esta
propuesta no cambiará después de las elecciones”, subrayó. “Creemos que hablar
de consejerías y cargos distorsiona la discusión del acuerdo. Nosotros queremos
hablar de medidas, no de cargos, y no queremos confundir a la opinión pública
entrando en un Gobierno que no controlamos”.
Los
dos partidos mayoritarios presionan a Ciudadanos para que se pronuncie. A menos
de un mes para las elecciones del 24 de mayo, el PP, por ejemplo, teme la
formalización de un pacto entre el resto de formaciones para desalojarle del
poder. En ese acuerdo, Ciudadanos resultaría doblemente clave: su posición
central en el arco ideológico no solo le permite pactar con todos, incluido
Podemos, sino que le convierte en el único aliado posible del PP.
La
formación de Rajoy acusa a la de Rivera de formar un frente antipopular de cara
a los próximos comicios
“De
grandes pactos contra la prosperidad de España hemos estado muy hartos en el
pasado”, expresó María Dolores del Cospedal, secretaria general del partido y
presidenta de Castilla-La Mancha, el pasado fin de semana. Esteban González
Pons, vicesecretario de Estudios y Programas del PP, también advirtió contra
“el frente” que se estaría formando ante su partido. “En estas elecciones
ocurrirá como en todas las municipales ya celebradas: que el PP será el único
partido que se presenta en todas partes para gobernar y todos los demás para
que no gobierne el PP”, sostuvo el portavoz de La Moncloa, José Luis Ayllón.
Fuentes
del PP señalan a las comunidades de Murcia, Madrid y Castilla-La Mancha como
las primeras en las que han apreciado movimientos con vistas a formar un pacto
en su contra que incluiría a Ciudadanos. En el caso de la autonomía que preside
Cospedal, afirmaciones tan tajantes se basan, según el argumentario que maneja
el PP, en tres elementos: el partido de Rivera firmó el pasado verano un pacto en
defensa de la sanidad pública con el resto de grupos; uno de sus candidatos fue
diputado regional del PSOE y el coordinador autonómico también ha sido
militante socialista.
Los
criterios para cerrar un acuerdo
“Para
llegar a cualquier acuerdo poselectoral en nombre de Ciudadanos resultará
necesaria siempre la aprobación del Comité Ejecutivo, a propuesta del Comité de
Acuerdos Poselectorales”.
“Será
condición previa para entablar negociaciones con cualquier partido que en el
ámbito institucional al que pueda circunscribirse el posible acuerdo no tenga
cargos electos imputados por corrupción política”.
“No
descarta de antemano llegar a acuerdos con ningún partido político, siempre que
respeten los principios democráticos establecidos en la Constitución y en las
leyes”.
“Solo
formará parte de Gobiernos cuando los ciudadanos le hayan otorgado
mayoritariamente su confianza”.
“Ciudadanos
se planteará los posibles acuerdos con otras formaciones siempre pensando en
los ciudadanos y no en el reparto de cargos ni en intereses partidistas”.
“Los
acuerdos de Ciudadanos siempre se realizarán basándose en el cumplimiento de su
programa”.
“El
contenido completo de los acuerdos suscritos por Ciudadanos se hará público y
su cumplimiento será evaluado periódicamente”.
La
lista de criterios que rige las alianzas poselectorales de Ciudadanos, sin
embargo, obliga a la formación de Rivera a “no descartar de antemano llegar a
acuerdos con ningún partido”, como recordaron fuentes de su dirección, que
someterá cualquier opción de pacto a un comité que elevará propuestas a la
ejecutiva.
“No
somos sectarios”, dijo Fernando de Páramo, secretario de Comunicación de
Ciudadanos, que es la única formación que no ha firmado un acuerdo local para
la reforma de la ley electoral en Murcia porque del mismo se excluía al PP. “No
vamos a reunirnos con nadie hasta después de las elecciones. Lo primero son las
urnas, que son las que marcan los tiempos”, señaló.
La
estrategia del partido para los comicios del 24 de mayo resulta inseparable de
las elecciones catalanas y de las generales, que previsiblemente diseñarán un
panorama político inédito en la historia de España.
La
formación naranja ha cimentado su discurso alrededor de la lucha contra la
corrupción y ha diseñado su táctica por contraposición a “la vieja política”.
Sus dirigentes creen que traicionar esa posición en Andalucía, apoyando a la
socialista Susana Díaz sin que firme su decálogo anticorrupción, les
penalizaría en los comicios del 24 de mayo. También mantendrá el criterio de no
pactar con grupos nacionalistas, decisión que le reporta réditos en toda
España, como se puede comprobar en las ovaciones que recibe Rivera cada vez que
menciona ese punto. Finalmente, los estrategas de Ciudadanos quieren defender
con firmeza su idea de gobernar solo allí donde ganen sus candidatos, sin
entrar en coaliciones. La meta es llegar sin hipotecas a las generales y
conseguir que no surjan barones territoriales que distorsionen el discurso
único del núcleo duro de Rivera.
“No
luchamos contra nadie”, resumió una fuente de la dirección. “Unos dicen que
somos la muletilla del PP y otros la del PSOE. ¡Que se pongan de acuerdo!”,
apostilló. “La vieja política sigue estancada en el siglo pasado, en las dos
Españas”, añadió. “No comprenden que en Ciudadanos tenemos un proyecto de
ilusión para todos los españoles. Las dos Españas ya no existen”.
Un
calendario de pactos frenético
Si
las negociaciones para formar Gobierno en Andalucía son ejemplo de algo, España
vivirá un frenético año de pactos en lo que queda de año. El 22 de marzo, los
electores andaluces dieron la victoria a Susana Díaz, la presidenta saliente,
del PSOE. Más de un mes después, Díaz todavía no ha formado Ejecutivo y, según
los partidos que podrían facilitar su investidura (Podemos y Ciudadanos), aún
está lejos de hacerlo. En consecuencia, es factible que las negociaciones
andaluzas se enreden tanto como para que comience el próximo 8 de mayo la
campaña de las municipales y autonómicas sin que se hayan resuelto.
Lo
mismo podría ocurrir, a su vez, con los Gobiernos de las 13 comunidades
autónomas que se votarán el 24 de mayo. Allí donde no haya mayorías absolutas
habrá que negociar, y el proceso de búsqueda de acuerdos podría extenderse
hasta las elecciones catalanas, anunciadas para septiembre. Ningún partido
podrá desligar una cosa de la otra, como tampoco podrán tomar decisiones sin
tener antes en consideración la gran cita de 2015: a finales de año hay
elecciones generales.
«A
mí no me cogerán ni vivo ni muerto. No me convertirán en un muñeco de feria ni
se ensañarán con mis restos». Estas fueron las palabras del Führer poco antes
de morir.
Las
contradicciones de "Podemos": ideología e hiperliderazgo
Alfredo
Torrado. Rebelión
Señalar
las contradicciones de Podemos se ha convertido en un tópico, como la
conclusión de que estas contradicciones se manifestarán si gobiernan y que
entonces deberán resolverlas o éstas acabarán con la formación.
Me
parece, al contrario, que las contradicciones más aparentes no son tales; que,
aun así, explican parte de su éxito y que el peligro, para Podemos, puede venir
más bien de su falta de contradicciones, de un exceso de liderazgo.
Las
contradicciones más visibles de Podemos son:
*.-
la contradicción entre la “democracia
participativa”, más o menos “directa”, de los “círculos” y el hiperliderazgo de
Iglesias; la contradicción entre la autoproclamada identidad de izquierdas de
sus dirigentes y la insistencia en que “no es un problema de izquierdas ni de
derechas, sino de decencia”, etc.
*.- Este es un discurso que parece convenir por igual a propios y a
extraños; pero imaginemos, sólo para hacer más patente la contradicción a los
propios, que un político de derechas dijera: “yo soy de derechas, se me nota a
la legua [como dice Iglesias], pero si consigo el poder no voy a hacer
políticas de derechas, sino decentes”. Por último, la contradicción entre el
“patriotismo” y la defensa del derecho de autodeterminación de Cataluña, el
País Vasco, etc. La
enumeración podría seguir.
Al
contrario de lo que se piensa, estas contradicciones aparentes, de discurso,
han servido para captar las simpatías más diversas: en una época de
desesperación, Podemos ha ofrecido un menú contradictorio en el que cada uno
puede escoger el primer plato que más le guste sin mirar lo que pide el de al
lado y sin pensar en el segundo plato.
No
creo que Podemos “resuelva” estas contradicciones. Lo más probable es que se
diluyan en favor de uno de sus términos, en la medida en que el partido crezca
electoralmente. En esa medida, la "democracia real” de los círculos será
limitada o quedará en función del hiperliderazgo; la “política de la decencia”
dará paso a políticas de izquierdas, suavizadas por las exigencias de la
realpolitik; y el “derecho a decidir” dará paso al patriotismo pseudofederal,
común, en mayor o menor medida, a PSOE e IU.
Pero
si Podemos no cumple con las enormes expectativas que está generando (para
empezar, en sus líderes), se disolverá, con la misma rapidez con la que ha
emergido, en los términos contrarios de sus contradicciones, dejando tras de sí
una espuma de “democracia real”, “decencia” y “derecho a decidir”.
¿Por
qué? Porque la “contradicción principal” es la contradicción entre liderazgo y
democracia, y esta contradicción puede ser que se mantenga y sea superada internamente;
pero hacia fuera, habiendo renunciado los líderes de Podemos, por necesidad, a
un discurso ideológico en los términos clásicos, y aun dominantes (por mucho
que se diga), de izquierda y derecha, lo único que se mantiene es el liderazgo.
Por eso el liderazgo se convierte en hiperliderazgo, sin contrapeso de ningún
tipo. De hecho, lo es también hacia dentro, porque sigue siendo
fundamentalmente un liderazgo mediático, muy descompensado (no hay otro
dirigente de Podemos que tenga la presencia mediática que tiene Iglesias).
Podemos
no es un partido ideológico, sino un partido de líder. No es que no haya
ideologías en Podemos o en sus líderes; por supuesto que las hay. Hay
ideologías diversas, ideas e ideologemas sueltos, pero no una ideología
mínimamente coherente. La cohesión se produce en torno al líder. Lo importante
no es la ideología política, sino lo que diga Pablo Iglesias. Iglesias ha
conseguido algo que no tiene, a día de hoy, ningún otro dirigente político en
España: liderazgo. Podemos es Pablo Iglesias, por mucho que él pretenda, como
todo líder ha pretendido siempre, que no es así, que Podemos es mucho más que
él, que él no es un “macho alfa”, que quien piense eso no ha entendido lo que
es Podemos, etc, etc... Ningún líder se ha presentado nunca meramente como un
líder.
Ahora
bien, más allá de las contradicciones aparentes, la verdadera contradicción, no
superada, de Podemos es la siguiente: En el momento en que Iglesias vea que no
va a ganar, que no cumple las/sus expectativas o que su liderazgo es
cuestionado, se retirará, como amenazó con hacer si no era votada su propuesta
en la asamblea del 18-19 de octubre, y como de hecho sigue haciendo, al
declarar en la entrevista de Évole que si Podemos no obtiene buenos resultados
en las próximas elecciones, se marchará. ¿Por qué? No sólo porque
subjetivamente Iglesias tenga conciencia de que es el líder y que, como ha
repetido una y otra vez, está sólo para ganar, sino porque sabe que, a falta de
ideología, él (apoyado por su equipo, claro está) es el único que puede dar
cohesión y dirección a Podemos y a sus votantes. Por eso, sin Pablo Iglesias,
Podemos quedaría dejado de la mano de dios. A no ser que se encontrase otro
líder o que, entretanto, Podemos lograse formarse ideológicamente. Pero esta última
posibilidad es poco probable, puesto que justamente en la medida en que
Iglesias mantenga su liderazgo, Podemos no se cohesionará ideológicamente, sino
en torno a él.
Esta
es la contradicción, no resuelta, del hiperliderazgo. La fortaleza de Podemos
es su debilidad. Iglesias es su único fundamento sólido, pero por ello es
también su talón de Aquiles. A día de hoy, Podemos depende absolutamente de
Pablo Iglesias. Podemos es Pablo Iglesias.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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