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04 de enero de 2018. 22:51h
No fue una decisión fácil para quien creció pensando que los Reyes renuncian al trono en el lecho de muerte. Enero de 2014 enmarcó una de las etapas más duras en la vida de Don Juan Carlos, ya que fue cuando sintió que no le quedaba más remedio que abdicar por el bien de la Corona. Cinco meses después, el 19 de junio, su hijo Felipe ya era Rey de España. Don Juan Carlos se fue en silencio, sin grandes fastos, en comparación con otras monarquías europeas como la holandesa. A la Reina Beatriz su país le reservó una «fiesta naranja» en el Rijksmuseum de la capital holandesa con más de 20.000 invitados, entre los que asistieron los entonces Príncipes de Asturias.
Según informan fuentes cercanas al Rey Juan Carlos, cuando tomó la decisión de abdicar, y tanto el equipo de Zarzuela como el presidente del Gobierno y el líder de la oposición tuvieron conocimiento de la noticia se trabajó en la opción de hacer un homenaje al artífice del periodo de la Transición. Una opción que se descartó rápidamente porque la nueva Casa del Rey prefirió la vía más austera posible, en línea con el estilo que definió los últimos tiempos de Don Juan Carlos como máximo representante de los españoles, sumado a un ejercicio de transparencia. La imagen pública de la Corona se encontraba bajo mínimos, un deterioro que inició el «caso Nóos» y que culminó un viaje cinegético a Botswana. A pesar del esfuerzo final del entonces Jefe del Estado por virar el rumbo, con seguidos viajes a los países del Golfo, arrastrando un nocivo estado de salud, la situación parecía irreversible.
Este escenario no permitía grandes celebraciones, a lo que se sumaba un sistema bipartidista político, que recuperó y fortaleció durante su reinado, en la cuerda floja. Las posteriores elecciones europeas celebradas en mayo, con los escaños conseguidos por un incipiente partido llamado Podemos, pronosticaban unas elecciones generales en 2015 convulsas, por lo que de existir un momento propicio para renunciar al Trono era en ese momento. Con Rajoy al frente del Gobierno y con Rubalcaba como secretario General del PSOE, el apoyo estaba garantizado y, lo más importante, el relevo en su hijo Felipe. «Fue una situación que él manejó de forma voluntaria», informa una persona muy allegada a Don Juan Carlos y que formó en su día parte del equipo de la Casa. «Don Juan Carlos quiso que el relevo se produjera de una forma natural y sencilla, y él fue el primero que no quería homenajes, prefería que toda la atención se enfocara en su hijo, el nuevo Rey». Él mismo lo dejó muy claro en su mensaje de despedida, habló de la necesidad de «un relevo generacional» porque, afirmó, «quiero lo mejor para España, a la que he dedicado mi vida entera».
Pese a que la Casa del Rey se apresuró a aclarar que ni la implicación de la Infanta Cristina en el «caso Nóos» ni la situación política habían influido en su decisión, lo cierto es que fueron dos motivos de peso, lo que demuestra el que en el primer aniversario del reinado de Felipe VI, éste tomase la decisión de revocar el título de duquesa de Palma a su hermana –y, por tanto, también a su marido Iñaki Urdangarín–, y de tomar medidas como impedir que ningún miembro de la Familia Real –Reyes, Princesa de Asturias e Infanta Sofía, los demás pasaron a ser Familia del Rey– pudiesen desempeñar una tarea profesional al margen de la Corona. De hecho, ya en 2013 Don Juan Carlos, según explica el periodista Fernando Ónega, solicitó al entonces Jefe de la Casa del Rey que estudiase cómo se debía llevar a cabo un proceso de abdicación en España. Fue el día 6 de enero del año siguiente cuando tomó la decisión definitiva. El país entero vio cómo un Monarca que se esforzaba por recuperar sus problemas de salud después de sucesivas operaciones quirúrgicas tenía serias dificultades para poder leer el discurso, mostrando un aspecto visiblemente perjudicado.
La Monarquía necesitaba aires nuevos para recuperar los índices de popularidad. Se tramitó una rápida ley orgánica que se aprobó el 18 de junio a las 18:00 horas en el salón de Columnas del Palacio Real, y Don Felipe fue proclamado Rey al día siguiente. Aquel día, tras saludar a los ciudadanos congregados en la plaza de Oriente desde el balcón, cerró la puerta y su etapa como Rey de todos los españoles.
Desde ese momento, Don Juan Carlos se ha mantenido en un discreto segundo plano público para no perjudicar a su hijo, estando al servicio de España y para lo que la Casa del Rey le necesitara. «Estoy donde tengo que estar», aseguraba recientemente, «y estoy muy orgulloso de mi hijo desde la retaguardia».
Ha sido a lo largo del año pasado cuando la Casa del Rey ha favorecido el «regreso» de Don Juan Carlos, cargando su agenda institucional de más actos e incluso haciendo coincidir a padre e hijo en el 300 aniversario de la creación de la Real Compañía de Guardamarinas. Y será ahora, en la celebración de la Pascua Militar que tendrá lugar mañana, cuando Don Juan Carlos y Doña Sofía asistan por primera vez desde la proclamación de Felipe VI al Palacio Real. Será así el inicio de una serie de actos conmemorativos de los que la Casa del Rey irá informando «oportunamente», según se aclaró desde Zarzuela, en reconocimiento al 80 cumpleaños de los padres del Jefe del Estado. Don Juan Carlos podrá tener finalmente, tres años y medio después, el reconocimiento público que no tuvo cuando tomó la decisión de renunciar al Trono.
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