lunes, 12 de marzo de 2018

La tasa de natalidad sigue en caída libre. Ni siquiera el incremento de los nacimientos de madres no nacidas en España logra cambiar la tendencia.

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El "invierno demográfico" era esto: las españolas tienen 100.000 hijos menos que en 1939

La tasa de natalidad sigue en caída libre. Ni siquiera el incremento de los nacimientos de madres no nacidas en España logra cambiar la tendencia.

España es uno de los países con una tasa de natalidad más baja del mundo. | Pixabay/CC/freestocks-photos
Los españoles no tenemos niños. No se habla demasiado del tema, aunque en los últimos años ha ganado algo de actualidad, sobre todo por el debate acerca de la sostenibilidad del sistema de pensiones. Y sí, está claro que si no hay un reemplazo, en el mercado laboral, a los actuales trabajadores, será mucho más complicado financiar las prestaciones de jubilación.
Pero que no haya niño es importante no sólo porque no vayamos a tener quién nos pague la pensión. El cambio que estamos viviendo en los últimos 30-35 años tiene unas enormes implicaciones sociales, económicas o políticas. Pocas veces (si es que se ha producido antes) hemos asistido a una modificación de tal magnitud y tan rápida en una sociedad. No estamos solos, eso es cierto: otros países como Italia, Grecia o Portugal nos acompañan. Eso sí, no pensemos que también aquí la crisis ha sido la culpable: en 2005 o 2007, las cifras no eran muy diferentes. Y ni la recesión impactó de forma especialmente negativa en este tema ni la recuperación económica ha servido para cambiar de tendencia.
Algunos datos son escalofriantes: según publicaba hace unos días Eurostat, en 2016, las madres nacidas en España dieron a luz a 312.898 niños. Simplemente para que nos hagamos una idea de lo que eso significa: en 1939, con 25,5 millones de habitantes (20 millones menos que ahora), en el año final de una Guerra Civil (con lo que un conflicto de este tipo implica desde un punto de vista demográfico, sobre todo por su impacto entre los hombres jóvenes) que supuso cientos de miles de fallecidos, una ruina económica y el exilio para muchos otros miles… pues bien, en aquellas circunstancias, nacieron en nuestro país 419.800 niños: 107.000 más que en la actualidad (de madres nacidas en España).

Las cifras

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En esta tabla, con cifras del INE, podemos ver el número de nacimientos en España en las últimas ocho décadas. Como vemos, tras la Guerra Civil, que implicó un desplome en esta estadística (de más de 635.000 nacimientos en 1934 se pasó a menos de 420.000 en 1939), la natalidad se recuperó rápidamente en España. En 1945 ya estábamos de nuevo por encima de los 600.000 nacimientos y por encima de esa barrera continuamos hasta 1979: ese fue el último año, hasta el momento, en el que se superó esa cifra. A partir de ahí, vivimos un descenso casi continuo durante dos décadas, que vivió su punto más bajo en 1996, cuando se registraron apenas 362.626 nacimientos.
Luego, comenzó una pequeña recuperación, especialmente con el nuevo siglo y en 2008 España volvió a superar el medio millón de nacimientos. Eso sí, fue la primera y última vez desde 1982 en que esto ocurría. Un espejismo. En aquel año se desató la crisis y muchos inmigrantes salieron de España, para volver a sus países de origen o buscando otros destinos más atractivos desde el punto de vista económico.
Y las cifras de nacimientos volvieron a hundirse. Desde 2008 a 2016, hemos vivido ocho años de descensos (con un mínimo repunte en 2014, de apenas 1.800 niños más que en 2013) que nos ha llevado de los 519.779 nacimientos de aquel año a los 410.583 de 2016: ¡casi 110.000 menos en ocho años! No hay una cifra cerrada para 2017, pero viendo los datos parciales, todo apunta a que también habrá habido un descenso en el pasado ejercicio.
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Pero cuidado, incluso esa cifra de 410.000 nacimientos es algo engañosa. Porque cuando hablamos de niños nacidos en España o de tendencias demográficas, tendemos a imaginar a una pareja española y a pensar en si los jóvenes españoles tienen más o menos hijos. Esta es una imagen que cada vez es menos precisa. Porque el porcentaje de niños que nacen de madres no nacidas en España es cada vez más elevado. Por eso, como apuntábamos antes, el estallido de la crisis tuvo un impacto tan importante en los nacimientos: no es sólo que las españolas tuvieran menos hijos (que también), es que, sobre todo, muchas madres potenciales nos dejaron.
De esta manera, en la tabla 2 vemos las cifras de Eurostat para 2016 de hijos nacidos de madres nacidas en España y de madres nacidas en el extranjero (por cierto, hay una pequeña diferencia en la suma total con las cifras del INE, que probablemente se ajustará con las cifras definitivas). Pues bien, como podemos ver, el 23% de los nacimientos se debe a madres nacidas en el extranjero. Esto tiene una lectura positiva: la inmigración está ayudando a que el invierno demográfico no sea tan duro. Pero también podemos leerlo de otra manera: si sólo contamos a las madres españolas, hablamos de poco más de 300.000 nacimientos al año. Y no es la crisis: en 2010, en mitad de la recesión, las españolas tuvieron más de 370.000 hijos (casi 60.000 más que en 2016). En nuestro país, como en la mayoría de la UE, los últimos años han visto un desplome de la natalidad; una tendencia que se ha mantenido tras la recuperación económica.
En las décadas de 1940-50-60-70 no hay (al menos, nosotros no lo hemos encontrado) una estadística detallada que permita dividir entre madres nacidas en España y en el extranjero. Pero parece razonable suponer que en aquellos años había muy pocos hijos de madres no españolas. Así, si asumimos que todos los nacimientos de 1939 eran de madres españolas (algún hijo de madre extranjera habría, pero se podrían contar casi con los dedos de una mano), lo que tenemos es que en 2016 las españolas dieron a luz a más de 100.000 niños menos que en el peor año de la Guerra Civil.
En el libro Estadísticas Históricas de España siglos XIX y XX, de la Fundación BBVA (se puede descargar aquí el PDF de forma gratuita), se recogen datos desde 1858: pues bien, en aquel año, con apenas 15 millones de habitantes, nacían en nuestro país 546.000 niños. De hecho, a partir de 1861, cuando nacen 611.000 niños, apenas hay ningún año hasta 1980 en que se baje de esa barrera de los 600.000 (sólo durante la Guerra Civil y algún año suelto en el siglo XIX y en la postguerra). Alejandro Macarrón, experto en demografía y autor del libro El suicidio demográfico en Occidente y medio mundo, cree que, salvo sorpresa en los últimos meses del año, cuando conozcamos la estadística completa de 2017 veremos que hemos superado (por abajo) otro hito histórico: "El pasado año habrán sido menos de 300.000 los nacimientos de madres nacidas en España, por los datos preliminares publicados (a falta de los definitivos). Una cifra tan baja no se daba, muy probablemente, desde el siglo XVII, en una España con siete millones de habitantes".

Por qué

A partir de aquí se abre el terreno para el debate. Por un lado, es evidente que todas las sociedades ricas han sufrido una caída en la natalidad. Tiene un sentido lógico y podría decirse que positivo: por ejemplo, ya no hace falta tener 4-5 hijos para asegurarse de que al menos 2 o 3 sobreviven y pueden ayudar a los padres cuando estos envejezcan. En este sentido, los avances médicos han tenido un impacto espectacular en las cifras de mortalidad infantil. Está claro, además, que la incorporación de la mujer al mercado laboral también ha influido en esta tendencia.
Pero hay algo más. Muchas veces se apela a cuestiones económicas o políticas: desde la crisis a la falta de ayudas públicas a las parejas jóvenes. Y sí, estas causas pueden ser relevantes, pero no parecen explicar demasiado. Para empezar porque en todos los países de Europa vemos una tendencia similar. Es cierto que en España es más grave, pero ahora mismo no hay ni un solo país en la UE que alcance la tasa de fertilidad de 2,1 hijos por mujer que se considera necesaria para que haya un reemplazo natural de población. Es cierto que en algunos países del norte de Europa se vivió un repunte de la natalidad en los años 90-2000. Pero el espejismo también aquí se ha evaporado: desde 2008-2010, prácticamente todos los países del Viejo Continente están viendo desplomarse sus tasas de natalidad. Y en los pocos en los que el descenso es menos pronunciado, cuando uno analiza las cifras, casi siempre se encuentra con que son las inmigrantes las que sostienen la estadística. Vamos, que las europeas no quieren tener hijos: tampoco en los países más ricos, con más ayudas, menos golpeados por la crisis o con una cifra de paro femenino más baja.
Dicho esto, como apuntamos, la situación en España es todavía más grave. Estamos a la cola en fertilidad, con 1,33 hijos por mujer (junto a Chipre, Italia, Grecia, Portugal y Polonia, únicos países por debajo de 1,4 hijos por mujer). Eurostat apunta a 1,3 como el límite no ya de reemplazo (que ya hemos visto que es de 2,1 hijos) sino aceptable para una sociedad (lo denomina como lowest-low fertility, una expresión difícil de traducir que podría significar algo así como el mínimo de fertilidad aceptable o un nivel bajo entre los bajos). Pues estamos al límite. Y la edad media a la que las españolas tienen su primer hijo es de 31,9 años, la más alta de Europa junto a la de Italia.
En el siguiente gráfico, puede verse como estamos en el peor de los mundos posibles. En el eje vertical, se distribuyen los países según su tasa de fertilidad (los que están debajo de la línea azul es que tienen un nivel inferior a la media europea). En el eje horizontal, según la edad de la madre cuando nace su primer hijo: a la derecha de la línea significa madres con más edad. España está en el por lugar, abajo (dato muy bajo en fertilidad) y a la derecha (madres muy mayores).

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