Relaciones de pareja, dependencias emocionales y bloqueos
Las relaciones afectivas son un ámbito que suele suponer un desafío para la mayoría de las personas. A todos nos apetece tener relaciones sanas y equilibradas, sin embargo, las relaciones pueden ser una fuente de sufrimiento enorme.
Gran parte de estas dificultades en las relaciones suele tener su origen en la infancia; La forma en la que se estableció el vínculo parental condiciona mucho como posteriormente nos vamos a relacionar.
Cuando somos pequeños necesitamos el afecto para vivir. Si el amor nos llega con intensidad y de forma regular iremos construyendo una imagen de las relaciones como algo placentero y donde el amor es algo abundante y confiable.
Sin embargo, cuando el afecto ha llegado de forma deficitaria, incoherente o poco clara, aparece una carga de dolor y frustración. El infante tendrá una primera imagen del afecto en las relaciones que asociada a la carencia y a la inseguridad.
Sin embargo, durante la infancia, como el niñ@ necesita el cuidado y la protección de sus padres para su supervivencia, no puede decirles: “ahí os quedáis, me voy a buscar amor a otra parte”. Esto hace que el pequeño tenga que vivir ( o más bien sobrevivir) con una necesidad de amor insatisfecha. Consecuencia de ello, queda un conflicto irresuelto ligado a la relación parental, que se buscará resolver más adelante en el ámbito que más se parece a la vivencia parental . La pareja.
La forma en la que se trata de resolver este conflicto interno en la vida adulta es buscando a personas que de alguna forma tengan una cierta reminiscencia con la figura parental que se tuvo. También podrían buscarse rasgos totalmente opuestos a los padres, en cualquier caso, los padres son la referencia en la elección de la pareja.
En consulta me encuentro comentarios como: “Es que le ví y me enamoré”, “Sentí una pasión que antes no había sentido”, “Al estar a su lado de pronto sentía tranquilidad”.
Es muy habitual que las personas que empiezan una relación de pareja no sepan cuáles son los factores por los cuales deciden estar con alguien. Los llamados “flechazos” a veces se explican a través de la esperanza subyacente de reparar el afecto dañado en el pasado. La pareja (que suele tener unos rasgos determinados) simboliza la posibilidad de tener una segunda oportunidad para resolver el conflicto parental y sentirse digno del amor.
En función del tipo vinculación paternal que se haya tenido habrá diferentes tipos de relaciones:
Resumiendo mucho, a mi modo de ver, clasificaría las relaciones a través de tres tendencias en función del tipo de vinculación: las relaciones cálidas, las frías y las ambivalentes.
Paso a describir brevemente el extremo patológico de cada una de ellas:
Las relaciones excesivamente cálidas; se caracteriza porque la persona se entrega desde el principio de una forma muy intensa; sin apenas conocer a la otra persona se tiende a visualizar un futuro con ella. Son relaciones muy fusionales en las que se pierde el sentido de identidad desde una excesiva dependencia. Podríamos decir que debajo de esta personalidad hay mucho “hambre de afecto” y necesidad de ser amado y reconocido. Esto hace que su tendencia sea hacia la precipitación y la entrega sin control.
Por otro lado tenemos todo lo contrario. Las relaciones excesivamente frías, o aquellas relaciones que tienen un marcado componente mental. Se trata de una vinculación en la que se tiende a controlar y planear mucho la relación. Podríamos decir que tienen un carácter defensivo y una escasa espontaneidad y entrega emocional.
En cuanto a las relaciones ambivalentes tenemos una mezcla oscilante entre la calidez y la frialdad. Son relaciones que pueden dar continuos bandazos y cambios repentinos como en una montaña rusa.
A continuación he tratado de describir someramente algunos patrones de relación de pareja que se relacionan con estas tendencias.
Es importante reseñar que estos patrones son orientativos y no excluyentes, por lo que una persona podría identificarse con varios de ellos al mismo tiempo:
LA BUSQUEDA COMPULSIVA DE AMOR
Este perfil (que corresponde a las relaciones cálidas) es el que mejor el anhelo por la media naranja. Aparece una búsqueda compulsiva y desesperada en pos del “amor”. Cualquier acción que se realice tiene como último sentido encontrar a “esa persona” y la imaginación se ve envuelta frecuentemente en fantasías románticas.
Generalmente debajo de esta búsqueda existe un fuerte vacío y carencia emocional. El amor se convierte en una cruzada para restablecer esta sensación de que algo falta o algo está mal internamente. Es como si se fuera buscando la pieza perdida de un rompecabezas.
Desde esta carencia de amor tan intensa la persona elegida puede ser la primera que le ofrezca un mínimo de atención. Como hay tanta necesidad de ser reconocid@ y amad@ es frecuente que la otra persona acabe sintiendo rechazo y termine por alejarse.
LA BUSQUEDA DE LA PAREJA COMO PROTECCIÓN
Cuando se es niño se tiende a idealizar a las figuras paternales como una forma de disminuir el miedo y la angustia. Con la maduración de la persona este proceso en su estado sano pasa por la desidealización de los padres y la búsqueda de recursos internos propios.
En este patrón de relación también cálido, este proceso queda bloqueado. La persona ya adulta no consigue resolver la angustia y sigue buscando figuras de protección externas. Pasa de colocar la idealización y protección en los padres a colocarla en la pareja, que se convierte en la figura “salvadora”, y cuya proximidad le permite contender la angustia interna.
Fruto de este tipo de vinculación, la persona niega su propia responsabilidad, y delega continuamente en el otro para que le resuelva la vida.
Esto hace que la persona dependiente pueda aguantar verdaderas humillaciones con tal de mantener a la pareja cerca y así no tener que afrontar su terror a la soledad y a la separación.
Lo trágico de esta situación es que la persona se va sintiéndose cada vez más incapaz de llevar a cabo múltiples actividades y por tanto reforzando esta relación de dependencia.
Este esquema de relación suele estar más presente en el género femenino.
LA COMPENSACIÓN NARCISÍSTICA Y EL PERFECCIONISMO
Se sitúa dentro del marco de las relaciones frías. Implica un deseo de transformar al otro a imagen y semejanza de unas expectativas idealizadas. En este caso se traslada a la pareja la responsabilidad de llenar sus carencias emocionales.
De una forma más sutil (y a veces no tan sutil) se trata de convertir a la pareja en una extensión de uno mismo para gestionar las propias limitaciones. A través de esta manipulación se puede “esculpir al otro a imagen y semejanza de sus deseos”.
Se puede tratar de modificar a la pareja para que piense de una forma determinada y cultive determinados valores o principios; para que vista de determinada forma; para que haga deporte o trate de tener el cuerpo que desea la otra persona; para que coma determinados alimentos y un sin fin de otros “retoques”.
Esta búsqueda se puede volver obsesiva pudiendo a parecer una mirada perfeccionista donde nunca existe la persona lo suficientemente buena, atractiva, lista, espiritual, atenta, sexual…etc.
Es frecuente además que se perciba a la pareja como objeto de su pertenencia. Las obsesiones en este caso van dirigidas a preservar y proteger el “patrimonio”. “¿Que has hecho?, ¿Con quien has estado?, ¿de que has hablado?.
Sin embargo, esta manipulación narcisística puede también realizarse en el sentido opuesto. Es decir, se puede utilizar al otro para proyectar en el todos los aspectos negativos y rechazados de uno mismo. Haciendo del otro un “cubo de basura” la persona puede sentirse más segura con su propia imagen.
En este caso se infantiliza al otro para hacerle dependiente y mantenerle “pequeño/a”. En este marco nos encontramos la dinámica de relación “Planeta-Satélite” donde existe una personalidad fuerte y segura alrededor de la cual gira una personalidad débil y dependiente.
Este modelo de comportamiento suele estar más presente en el género masculino.
LA PERSONA “SI PERO NO” O “NO PERO SI”
La vivencia infantil en este perfil podría corresponder con niños que han vivido tanto el afecto, como la retirada del mismo, de una forma impredecible para ellos. Se les dio afecto, pero también se les retiro de una forma poco clara, generándoles frustración y rabia
Trasladando eso a la vida adulta de pareja se tiende a generar un patrón de relación muy ambivalente. Existe un anhelo de recibir ese afecto que se tuvo en ocasiones pero al mismo tiempo aparece la angustia y el enfado ante la ausencia o posible retirada. Esto mismo hace que estas personas establezcan una dinámica de relación cambiante, donde a veces se busca la unión y otras la separación. Ni que decir tiene que este patrón puede volver locos a los amantes.
EL AUTOBOICOT
Se sitúa dentro dentro de las relaciones frías. Tiene que ver con tipologías de relación en las que siempre se escogen a parejas con “tara”. Uno de los orígenes de este patrón se sitúa el marco del rechazo infantil.
Una de las formas de protección contra el antiguo rechazo parental es buscando a personas que no estén disponibles emocionalmente, por ejemplo: personas que estén involucradas en otras relaciones, personas con una vida muy inestable laboral o emocionalmente, relaciones a distancia…
Debido a lo inconsciente de este proceso la persona puede llegar a creer que no está hech@ para el amor y que tiene muy mala suerte.
Si nos vamos a la raíz de este conflicto existe un gran terror a revivir la experiencia traumática de la infancia de haber sido rechazado. En este sentido, a través de este mecanismo la persona podría estar tratando de anticiparse a la posibilidad de volver a ser dañado. Cuando la persona elige una persona que no está disponible emocionalmente se siente más segura, en tanto que alberga cierta sensación de control. Al saber que la relación no funcionará se protege de la incertidumbre de volver a ser rechazado.
EL PONER A PRUEBA EL AMOR
Cuando somos recién nacidos vivimos en un mundo egocéntrico donde solo estamos pendientes de nuestras necesidades. A medida que nos hacemos mayores, primero nuestros padres y luego el mundo nos van imponiendo límites.
El límite permite explorar al niño hasta donde puede llegar y hasta donde no. Un límite adecuado permite al niño explorar el mundo y al mismo tiempo le transmite la seguridad de que no se le retirará el afecto.
Cuando la persona tuvo límites muy rígidos, acompañados de la amenaza del abandono tenderá a establecer un doble vínculo con la pareja.
Por un lado, por miedo a que la pareja le retire el afecto, podría comportarse de forma muy sumisa, tratando siempre de complacer las expectativas del otro. Sin embargo, este comportamiento al cabo de un tiempo puede tornarse frustrante y generar resentimiento. Surge entonces un deseo de trasgredir las normas, de dejar de ser tan “bueno”.
A un nivel latente la persona quiere sentirse libre y ver si él otro le sigue queriendo si actúa según sus deseos y apetencias. No obstante, como trasgredir ciertos límites le suscita un gran miedo, la forma de canalizar su frustración será a través de una estrategia indirecta, que busca poner a prueba a su compañero/a sentimental. La persona va así comprobando progresivamente hasta donde puede llegar.
Algunas de las formas en las que se pone a prueba al otro podrían ser: cuestionar lo que dice, ponerle en situaciones incómodas, hacerle preguntas que van a pillar…
Este mecanismo es un arma de doble filo en tanto que al estar basada en la aprobación del otro nunca aporta la vivencia de libertad deseada.
EL ENGANCHE INTERMINABLE Y LA ADICCIÓN
Es frecuente que la persona a pesar de no encontrar grandes argumentos racionales para continuar una relación se siga sintiendo ligad@ a la otra persona.
En estos casos la persona es como si tuviera un doble campo magnético. Por un lado de repelencia de la relación al ponerse en contacto con el dolor que le provoca, y por otro de atracción, que hace que vuelva a estrechar la relación cuando se dispone a dejarla.
Las excusas para volver pueden ser variadas: una llamada, una enfermedad del otro, un antiguo trámite que tenían que resolver los dos…
Estos procesos de atracción y repelencia se pueden perpetuar durante mucho tiempo aumentando la gravedad de los síntomas.
Esto puede hacer que la relación se viva como una auténtica cárcel que puede desencadenar grandes dosis de violencia.
Es necesario entender que este conflicto forma parte de un sistema que ambas partes retroalimentan mutuamente. Estos movimientos de alejamiento y acercamiento pueden alternarse dentro de los miembros de la pareja, de forma que el que en un principio quería dejar la relación puede convertirse en otro momento en el que trata de mantenerla a toda costa.
LOS PATRONES DE MALTRATO
Cuando ha habido en la infancia ausencia de límites, violencia o abuso es frecuente que se generen relaciones de maltrato donde la pareja ejerza un rol de maltrato o de sumisión. Sin duda este es el caso más grave y donde los patrones de relación se vuelven más insanos.
.A pesar de las obvias consecuencias dañinas, la persona busca una y otra vez el mismo tipo de persona, ya sea víctima o verdugo de la agresión.
Lo delicado de esta situación es entender este patrón es buscado inconscientemente, en tanto que a un nivel profundo cumple una función de resolver el trauma infantil.
EL TRABAJO DE LAS RELACIONES EN CONSULTA
Cuando las personas llegan a mi consulta de psicólogo en Majadahonda con problemas de pareja normalmente ya existe una historia precedente de desenlaces infructuosos.
Afrontar una relación de pareja de una forma sana implica estar dispuesto a tomar conciencia de todas las emociones y patrones que nos mueve. Este es un proceso que invita a entender las motivaciones profundas que llevaron a crear la pareja en un inicio y como han evolucionado esas necesidades en el tiempo.
Desde mi forma de entender las relaciones una elección de pareja debe ser una integración adecuada de factores tanto racionales como emocionales. Es decir, hablando más llanamente, la elección de pareja debería estar hecha desde el corazón, pero también desde la cabeza. Si bien la pasión sin control lleva a una relación insana, la razón sin pasión no permite el encuentro afectivo.
Si hay algo significativo en las tendencias de vinculación, ya sean excesivamente calidad, frías o ambivalentes es que la persona no llega a crear una intimidad auténtica con la otra persona.
Cuando digo intimidad me refiero al proceso en el que la persona se va dando a conocer por lo que es.
En las relaciones cálidas, se busca acelerar la intimidad, forzando una proximidad a través de una imagen idealizada del otro y de uno mismo. La persona hace una exposición emocional pero dentro de un marco ilusorio que evita el mostrarse realmente.
En las relaciones frías, la persona quiere acceder al amor, pero de una forma medida y programada. Al cohibir el devenir natural de los sentimientos en la relación no puede llegar a entregarse ya que esto implicaría mostrarse vulnerable, ¡¡que es justo lo que quiere evitar!!.
En las relaciones ambivalentes la intimidad se evita a través de un juego en el que se actúa como si se quiera tener pareja pero en el fondo no se está dispuesto a asumir el compromiso emocional que esto implica.
El trabajo terapéutico con las relaciones de pareja tiene que ver con ayudar a la persona a lograr primero una buena intimidad consigo mism@. Una vez que la persona se conoce más, con sus virtudes y sus limitaciones, puede empezar a desarrollar una intimidad con la otra persona.
Fruto de este autoconocimiento, se va encontrando el equilibrio entre la entrega afectiva ( la calidez) y su capacidad para discernir cuando algo no le gusta y poner límites(la frialdad). Esta “temperatura adecuada” permite que los miembros de la pareja estén cerca pero no pegados, (evitando así el riesgo a perder su identidad en la relación).
En función del tipo de vinculación de pareja (más fría o más cálida) la terapia irá más enfocada a facilitar la expresión emocional, o hacia el trabajo con los límites y la identificación de los patrones que promueven relaciones perjudiciales. En el caso de las vinculaciones ambivalentes el trabajo iría dirigido a los miedos que subyacen al miedo al compromiso.
Ignacio Parra Viudes.
Psicólogo y Psicoterapeuta Gestalt. Nº Colegiado 23109
www.psicologomajadahonda.net
Psicólogo y Psicoterapeuta Gestalt. Nº Colegiado 23109
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