jueves, 5 de octubre de 2017

LA IMPOSIBLE MEDIACIÓN CON PUIGDEMONT

Acollonado por la sombra de los barrotes que le aguardan, Carlos Puigdemont imploró ayer mediación. Ese fue el fondo de su intervención. Con un infantilismo impregnado de ridículo, montó una escenografía para equipararse al Rey y hablar de Jefe del Estado a Jefe del Estado. Claro que Don Felipe es un portaviones y Puigdemont una piragua.
Mediación y negociación son posibles. Pero con otros interlocutores A Carlos Puigdemont, Oriol Junqueras, el pobre Arturo Mas, el presunto traidor José Luis Trapero y la taimada Carmen Forcadell hay que detenerlos y ponerlos a disposición judicial, como se hizo con los golpistas del 23-F. Los jueces decidirán si han cometido delitos de sedición, rebelión o alta traición.
Después se puede y se debe negociar para encauzar las aguas encabronadas de los secesionistas, superando el error, el inmenso error de la desidia, el pasotismo y la lenidad, el no hacer nada. Cabe también la mediación, siempre y cuando no sea internacional. El problema entre un sector de Cataluña con el resto de España puede y debe ser resuelto desde dentro de la nación. Algunos apuntan a la Iglesia y tal vez fuera una solución, aunque los tiempos han cambiado. Lo más adecuado es que negocien interlocutores válidos del Gobierno y de la Generalidad, siempre y cuando acepten estos últimos la mesa común de la Constitución.
Después del fracaso del domingo, Mariano Rajoy se tiene que pensar muy bien qué hace. En su partido se alzan las voces que piden la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la convocatoria de elecciones generales en las que el actual presidente debería apartarse a un lado y dar paso a Íñigo de la Serna o a Ana Pastor o a Pablo Casado o a Núñez Feijóo… Ciertamente, Mariano Rajoy suscita importantes adhesiones populares pero también demasiadas hostilidades. El fracaso del domingo, aunque sea relativo, le ha abrasado.

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