Los primeros pasos de la construcción europea
(constitución de las Comunidades Europeas en 1951 y 1957) fueron dados
excluyendo a España, cuyo modelo político no cumplía con los requisitos
exigidos por los Estados fundadores del proyecto.
Hubo que esperar al periodo que se inicia en la
Transición política española para iniciar un proceso decidido de acercamiento.
No obstante, hubo dos momentos de crucial importancia
antes de la transición política:
*.- La solicitud del Gobierno español al Consejo de la
CEE el 9 de febrero de 1962, demostración de la voluntad de España de formar
parte del proyecto europeo.
*.- La firma, el 29 de junio de 1970, de un Acuerdo
comercial preferencial con el Mercado Común, que permitió ir integrando la
economía española a la economía comunitaria.
Con la solicitud del Gobierno español al Consejo de
Ministros de las Comunidades Europeas de 26 de julio de 1977, se inició
formalmente el proceso que culminaría con la entrada de España en la Comunidad
Económica Europea.
Una entrada entre cuyos requisitos figuraba la
existencia de democracia en nuestro país. Con el Gobierno de Adolfo Suárez se
dio un impulso claro en las relaciones con Europa.
Se abrió entonces un diálogo directo y decidido que
condujo, el 5 de febrero de 1979, a la apertura de las negociaciones para la
adhesión de España a las Comunidades Europeas.
Los sucesivos Gobiernos españoles trabajaron
arduamente en la materialización de las diferentes fases de la incorporación de
España a la Europa comunitaria.
Los Gobiernos de Leopoldo Calvo-Sotelo, con quien
España ingresó en la OTAN, y de Felipe González, dirigieron las negociaciones
con la Comunidad, que obtuvieron un respaldo por un amplio consenso de los
partidos con representación parlamentaria.
Las negociaciones, que se prolongaron durante
siete años, estuvieron protagonizadas por la adaptación de la economía española
a la economía comunitaria, exigiendo la Comunidad periodos transitorios en el
ámbito de la producción agraria y pesquera española, y exigiendo España
periodos transitorios en otras áreas (Unión Aduanera, monopolios o servicios)
destinados a permitir la integración progresiva de algunos sectores
productivos.
Finalmente, el 12 de junio de 1985, España y Portugal
firman el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas. Tras la firma
del Tratado en Lisboa, en Madrid, en el Salón de Columnas del Palacio Real, el
Presidente del Gobierno (Felipe González), el Ministro de Asuntos Exteriores
(Fernando Morán), el Secretario de Estado de Relaciones con las Comunidades
Europeas (Manuel Marín) y el Embajador Representante Permanente ante las
Comunidades Europeas (Gabriel Ferrán) firmaron el Tratado de Adhesión de España
a las Comunidades Europeas, que sería ratificado por unanimidad por el Congreso
de los Diputados.
La Comunidad Europea tras la incorporación de España y
Portugal
Con la entrada de España y Portugal en la Europa
comunitaria, que pasaría a tener 329 millones de habitantes, se culminaba la
tercera ampliación de las Comunidades Europeas.
La configuración de las instituciones después de esta
ampliación dio a España, como quinto país más poblado de la Comunidad, ocho
votos en el Consejo. La Comisión Europea pasó a estar integrada por 17
Comisarios, de los que dos serían españoles: Manuel Marín y Abel Matutes.
En el Parlamento Europeo, España estaría representada
por 60 eurodiputados sobre un total de 518 escaños.
El Acta de Adhesión contemplaba un plazo de dos años
para que mediante sufragio universal España y Portugal celebraran elecciones al
Parlamento Europeo: el 10 de junio de 1987 se celebraron las primeras
elecciones al Parlamento Europeo en España. En 1989, Enrique Barón sería
elegido Presidente del Parlamento Europeo (1989 - 1992).
En el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas,
el número de Jueces pasó de 11 a 13, y el número de Abogados Generales de 5 a
6. En el Comité Económico y Social, España contaría con 21 miembros.
En el Tribunal de Cuentas, la representación de los
Estados miembros en esta institución quedó fijada en un representante por país.
Por último, en el Banco Europeo de Inversiones: Se pasó de cinco
vicepresidentes a seis, siendo la nueva Vicepresidencia compartida entre España
y Portugal. En el Consejo de Administración, a España le fueron atribuidos dos
puestos de administradores y a Portugal uno, compartiendo ambos países un
suplente.
Desde el punto de vista económico, se han recibido
fondos netos de la UE por valor del 0’8 % de nuestro PIB durante cada año desde
1987; nuestra renta per cápita era, en 1986, de apenas un 68% respecto de la
media comunitaria, se sitúa según las últimas estimaciones en el 89,6% en una
Europa a 15 y en el 97,7% en una Europa a 25; las ayudas de la UE han
creado unos 300.000 empleos anuales en España; finalmente, hay que resaltar que
un 90% de la inversión que recibe España de todo el mundo proviene de la UE.
La UE es destino de en torno al 75% de nuestras
exportaciones y origen del 66% de nuestras importaciones. Finalmente, y sin
ánimo de exhaustividad, merecen destacarse algunos datos concretos de un sector
de actividad, como las infraestructuras. Cuatro de cada diez kilómetros de las
autovías que cruzan nuestro territorio han sido financiados con fondos
comunitarios. Además, las ampliaciones de los aeropuertos de Madrid y Barcelona,
el metro de Sevilla, la Ciudad de las Artes de Valencia, la expansión del
Puerto de Las Palmas son algunos de los grandes proyectos que se han hecho
gracias a la ayuda del Banco Europeo de Inversiones.
Desde el punto de vista social y cultural, los fondos
sociales de la UE han llegado, sólo entre 2000 y 2003 a casi 16 millones de
personas. Los principales beneficiarios son los desempleados (gracias a la UE
se crean unos 298.000 empleos anuales en España), los jóvenes, las mujeres y
otros grupos con especiales problemas de inserción social.
Respecto de los jóvenes, hay nuevas posibilidades que
se han abierto a ellos a través de programas educativos como Lingua o
Erasmus, del cual se han beneficiado hasta hoy 180.000 estudiantes.
En el ámbito sanitario, el español que viaja a los
demás países de la UE cuenta ya con la Tarjeta Sanitaria Europea, que le
asegura tratamiento médico y quirúrgico en caso necesario.
En el ámbito cultural, por sólo dar un ejemplo, la
Comisión Europea ha ayudado a financiar numerosos proyectos como la
restauración del Patio de los Leones de la Alhambra de Granada, el Monasterio
de Guadalupe, o la restauración tras el incendio del Teatro del Liceo de
Barcelona.
La creación del concepto de la ciudadanía europea que
acerque más el proyecto comunitario a los ciudadanos, destinatarios últimos del
proyecto europeo; la apuesta por la Europa social, paralelamente a la idea de
la Europa económica y monetaria (trabajando para consolidar la moneda única, el
Euro); la defensa de la idea de la cohesión económica, social y territorial de
la UE; la creación de empleo como motor de esa cohesión en el marco de la
“Estrategia de Lisboa”, que permita que la Unión sea uno de los espacios más
dinámicos y prósperos del mundo; la creación de un verdadero “Espacio de
Libertad, Seguridad y Justicia”; como también la aportación a las relaciones
exteriores de la Unión trabajando por la estabilidad en la cuenca
mediterránea, intensificando los lazos de cooperación con los países del norte
de África, ejerciendo una labor de mediación activa en el proceso de paz de
Oriente Medio, impulsando el Proceso de Barcelona, o acercando América Latina a
Europa, son todos ellos ejemplos paradigmáticos de en qué medida ha contribuido
España a perfilar algunos de los contornos de la Unión Europea de la
actualidad.
Participación española en la
Alianza Atlántica
En la definición de una política nacional para la
seguridad, había tres aspectos: la Alianza Atlántica, la Unión Europea
Occidental y la relación de defensa bilateral con Estados Unidos.
El 30 de mayo de 1982, bajo el gobierno de UCD, España
presentó en Washington el instrumento de adhesión a la OTAN, convirtiéndose de
esta manera en un miembro de la organización. Tras la victoria del PSOE, el
nuevo gobierno decidió suspender el proceso de incorporación dentro de la
estructura de la Alianza y convocó un referéndum para decidir si España debía
integrarse en la estructura militar de la organización.
En octubre de 1984, el presidente del gobierno, Felipe
González, presentó al Congreso de los Diputados lo que se llamaría los Diez
Puntos de una Política de Paz y Seguridad, sentando las bases para la
restauración de un consenso de todas las fuerzas políticas con respecto a la
política de seguridad y defensa.
En esa misma exposición, el presidente sugirió
celebrar un debate parlamentario sobre los diez puntos, para difundir
información que ayudara a los ciudadanos a tomar una decisión, por medio de un
referéndum, sobre si España debería estar en la Alianza.
El 12 de marzo de 1986, tuvo lugar el referéndum
anunciado por el gobierno.
Tuvo la siguiente forma:
1. La participación española no incluye el ingreso en
la estructura militar integrada.
2. Se mantendrá la prohibición de instalación,
almacenamiento o introducción de armamento en suelo español.
3. Se llevará a cabo una reducción gradual de la
presencia militar de los estados Unidos en España.
El referéndum mostró un resultado favorable para la
posición del gobierno y, desde ese momento, España empezó a elaborar su propio
modelo de participación en la Alianza, dentro de los límites establecidos en el
referéndum.
RESULTADOS
DEL REFERÉNDUM
SOBRE
EL INGRESO DE ESPAÑA EN LA ALIANZA ATLÁNTICA
12 DE
MARZO DE 1986:
VOTOS
A FAVOR: 9.054.509 (52,49 %)
VOTOS
EN CONTRA: 6.872.421 (39,84 %)
VOTOS
EN BLANCO: 1.127.673 (6,53 %)
VOTOS
NULOS: 191.855 (1,11 %)
NUMERO
TOTAL DE VOTANTES: 29.025.494
(Fuente: Ministerio de
Interior.)
La celebración en Madrid, por primera vez, de la
sesión ministerial de primavera del Consejo del Atlántico Norte, en junio de
1988, simbolizó la consolidación de la participación española en la OTAN.
Las características básicas del modelo de la
participación de España en la Alianza están contenidas en las comunicaciones
oficiales que los ministros españoles de Defensa y Asuntos Exteriores enviaron
a sus colegas de la OTAN y al Secretario general de la organización, después
del referéndum. Consisten principalmente en la no incorporación a la estructura
militar integrada, el mantenimiento de la no nuclearización del territorio
español, la reducción progresiva de la presencia militar americana en
territorio español y la petición de la soberanía sobre Gibraltar.
Las características complementarias son una
consecuencia de los Principios generales de Participación en la Alianza,
presentados por el gobierno español y aprobados por el Consejo Atlántico en
mayo de 1986. Consisten esencialmente en la participación en el Consejo del
Atlántico Norte y en sus órganos subsidiarios, en el Comité de Planificación de
Defensa, el Comité Militar y el Grupo de Planificación Nuclear, así como la contribución
militar llevada a cabo a través del Acuerdo de coordinación entre las
autoridades españolas y aliadas. La aprobación de las directrices generales
para la contribución militar española en la Alianza Atlántica ha experimentado
un largo proceso desde octubre de 1986, cuando el memorándum español que
contenía los principios generales fue presentado por primera vez. Después de
tres rondas sucesivas, el embajador español en la OTAN presentó, en enero de
1988, al Secretario general de la Organización, una carta en la que el gobierno
español explicaba detalladamente las directrices generales para la contribución
militar española. Las misiones de España en la OTAN están especificadas en esta
carta:
1. Defensa del territorio español.
2. Operaciones navales y aéreas en el Atlántico
oriental.
3. Control sobre el Estrecho de Gibraltar y sus
accesos.
4. Operaciones navales y aéreas en el Mediterráneo
occidental.
5. Control y defensa del espacio aéreo en la zona de
responsabilidad española y cooperación en zonas adyacentes.
6. Uso del territorio español como una plataforma
multifuncional de retaguardia (tránsito, apoyo, logística).
El 1 de diciembre de 1988, el comité de planificación
de defensa de la OTAN aprobó las directrices generales del Comité militar español.
Más adelante, el Consejo Atlántico tomó nota de estas directrices en su reunión
de los días 8 y 9 de diciembre en Bruselas. Esto marca el final de un periodo
de responsabilidad política y deja las especificaciones técnico-militares para
que sean resueltas por los expertos.
La concreción de la contribución militar española
comenzó con la firma, en mayo de 1990, de los dos primeros acuerdos de
coordinación entre las Fuerzas Armadas españolas y los comandos militares, con
respecto a la ejecución de maniobras marítimas y aéreas en el Atlántico
oriental y de defensa aérea.
Más adelante, en mayo de 1991, entraron en vigor dos
nuevos tratados sobre coordinación de defensa del territorio español y
operaciones aéreas y marítimas en el Mediterráneo occidental. Después, en junio
de 1992, se firmaron los dos últimos acuerdos, referentes al control y defensa
del Estrecho de Gibraltar y sus accesos, y el uso del territorio español como
zona de apoyo logístico y de retaguardia. Con estos acuerdos se definió la
contribución defensiva española a la Alianza Atlántica, manteniendo la no
incorporación en la estructura de mando, con el objetivo de cumplir la
condición de no participación en la unidad militar integrada.
El 1 de diciembre de 1995, 16 embajadores de los
estados miembros de la OTAN acordaron nombrar al ministro español de Asuntos
Exteriores, Sr. Javier Solana, como el nuevo Secretario general de la OTAN. Fue
nombrado oficialmente el martes 5 de diciembre.
1986: LA POLEMICA DE LA OTAN
MANUEL ANTONIO RICO
29 de octubre de 1981. El Pleno del Congreso de los
Diputados apoya al Gobierno de Calvo-Sotelo en su intención de solicitar el
ingreso de España en la Alianza Atlántica. Hubo 186 votos a favor y 146 en
contra. A favor, UCD, Coalición Democrática (Fraga), y los nacionalistas de CiU
y PNV. En contra, el PSOE, Partido Comunista, los andalucistas del PSA y la
mayoría del Grupo Mixto. El líder socialista Felipe González anuncia que,
cuando su partido llegue al poder, convocará un referéndum, para promover que
España salga de la Alianza.
30 de mayo de 1982. Con la entrega del protocolo
correspondiente, en Washington, y previa la ratificación por los Gobiernos y
los Parlamentos de cada uno de los países integrantes, España se adhiere a la
Alianza, convirtiéndose en su 16º socio. El 5 de junio del mismo año se iza,
por vez primera, la bandera de España en la sede de la Alianza en Bruselas,
junto al resto de banderas de los países integrantes, y el 10 de junio, en
Bonn, Calvo-Sotelo comparece ante los grandes de Occidente, reunidos en una
Cumbre, y afirma que la integración española es el final de un secular periodo
de aislamiento», al tiempo que pide ayuda para la solución de tres problemas:
el contencioso con Gran Bretaña sobre Gibraltar, la lucha contra el terrorismo
y la plena incorporación de España a las Comunidades Europeas. Ronald Reagan y
Margaret Thatcher, entre otros, le escuchan atentamente. En la foto de familia»
de aquella Cumbre, histórica para España, Calvo-Sotelo aparece en una esquina y
con su gesto circunspecto de siempre, pero seguro que satisfecho por dentro.
28 de octubre de 1982. Elecciones generales. El PSOE y
Felipe González cosechan diez millones de votos y una irrepetible mayoría absoluta
de 202 diputados. El cambio» anunciado incluye la promesa del referéndum, para
salir de la Alianza. Después de tan arrolladora victoria y en su discurso
presidencial de investidura, González renueva ante el Congreso su compromiso
con la celebración de un referéndum, aunque sin grandes especificaciones.
Quizás en ese mismo momento y de forma muy sutil empezaba el cambio del
cambio», que se iría escenificando suavemente y paso a paso.
12 de marzo de 1986. Por fin, se celebra el referéndum,
pero lo que propone Felipe González es continuar en la Alianza, no salirse de
ella. España se retuerce dolorosamente y, en contra de lo que hasta última hora
auguraban los sondeos, termina venciendo el sí», con un porcentaje del 52,5,
mientras que el no» obtiene el 39,8. La participación fue del 59,7 y la
abstención del 40,7. Hubo un 6,5 de votos en blanco. La derecha, que
temerariamente había propugnado la abstención, reclamó la victoria moral» en la
consulta y Occidente se inclinó ante la capacidad de liderazgo y de mutación de
González.
Entre estas fechas de referencia y en el estrecho
margen de estos cinco años, se escribe la dramática, compleja y contradictoria
historia de la adhesión y permanencia de España en la Alianza Atlántica, en la Organización
del Tratado del Atlántico Norte, en la OTAN, y también la historia de la
transformación increíble de González y del PSOE, tan próxima a la
esquizofrenia; una transformación que va desde el marxismo-anarquismo de los
años sesenta al aterrizaje en el poder y la rápida asimilación de su estructura
en el mundo, donde las cosas son como son y no como se predican. La historia
tiene un epílogo tan sorprendente como todo lo anterior, o más aún: la llegada
de Javier Solana, íntimo colaborador de Felipe González, al puesto de
Secretario General de la OTAN, al puesto número 1» de una Organización que él
también, claro, había combatido y demonizado, como había demonizado Solana la
hegemonía imperial de los Estados Unidos y hasta les había avisado, en 1981, a
propósito de las bases militares norteamericanas en España, advirtiéndoles de
que no;si hace falta, mandaremos a Washington un ejemplar de la Constitución,
para que sepan lo que es un país soberano».
A finales de 1995, la OTAN busca un nuevo Secretario
General, por la dimisión, obligada, del belga Willy Claes, por su presunta
implicación en el cobro de comisiones por una operación de venta de armas, y
los aliados buscan el consenso, que no consigue reunir el último de los
candidatos aparentes, el ex primer ministro holandés Ruud Lubbers. El ministro
español de Asuntos Exteriores, Javier Solana Madariaga, de ilustres apellidos y
carácter conciliador, es el tapado» de última hora a quien, entre la
incredulidad de sus paisanos españoles, Washington en particular y la OTAN en
general dan su apoyo unánime en el Consejo Atlántico del 1 de diciembre y a
quien oficialmente nombran para tan alto cargo los ministro de Asuntos
Exteriores de toda la Alianza, el 5 de diciembre, con el intermedio de una
rápida visita a España del Presidente norteamericano Bill Clinton, el día 3 de
ese mismo mes y de ese mismo trascendente año.
Probablemente una novela de ficción no hubiese
mejorado el guión que la realidad fue escribiendo, a propósito de la OTAN y de
España, y para cuya explicación que no entendimiento hay que situarse, una vez
más, en los tiempos inciertos de la salida de la Dictadura y a partir de
algunas preguntas, con difícil respuesta. ¿Por qué la izquierda era tan
visceralmente anti-atlantista, si la Alianza era la valedora armada de las
libertades y del Occidente en que había que encajar a la democracia? ¿Por qué
la izquierda defendía una situación parecida a aquella en la que,
necesariamente y para sobrevivir, había tenido que instalarse el Régimen de
Franco? ¿Por qué el Partido Socialista tardó tanto en desmarcarse del Partido
Comunista y estuvo tanto tiempo enarbolando una bandera que, objetivamente,
favorecía los intereses de la Unión Soviética?
A la salida de la Dictadura, el debate en España sobre
la OTAN era un debate de emociones y de sentimientos o resentimientos, que
mezclaba el miedo a los misiles con el sueño del pacifismo y que, ignorando la
guerra fría y nuestra posición estratégica en el mapa-mundi, confundía el
rechazo a las bases y al colonialismo yanqui con la vertebración militar de la
Europa libre, a la que sin embargo aspirábamos. Y no resultó nada fácil que el
PSOE deshiciera ese nudo gordiano suyo, aunque, cuando lo logró, lo hizo con
toda la fe de los conversos, y desde el Gobierno. Antes y como alternativa, los
socialistas se estuvieron manteniendo en su neutralismo-aislacionismo,
alimentando ese fuego y sacándole buenos réditos como otro de sus medios para
hacerle la oposición al Gobierno de la UCD que encabezaba Leopoldo
Calvo-Sotelo, tan dubitativo en tantas cosas y tan firme en su atlantismo.
El 18 de febrero de 1981 y en el discurso de
investidura, ante el Congreso, el candidato Calvo-Sotelo mostraba la
disposición española a participar en la Alianza», de acuerdo con el programa
electoral de la UCD y que su antecesor, el dimisionario Adolfo Suárez, había
preferido ignorar, por falta de ganas y de tiempo, o porque sus querencias y
sus carencias se movían mejor en las ambiguas aguas de un cierto neutralismo. A
Calvo-Sotelo le replicó, ya por entonces, Felipe González y como líder de la
oposición que si algún día llegamos al poder, propondremos la salida de la
OTAN, si el procedimiento de entrada no es un referéndum». Tan sólo unas horas
después, podía haber añadido a favor del anclaje español en la Alianza que la
integración militar serviría para modernizar nuestras Fuerzas Armadas y evitar
episodios tan terribles como el golpe de Estado del día 23. No lo hizo, pero
continuó con el camino trazado y a muy buen paso, propio del que sabe que su
tiempo político está tasado. José Pedro Pérez Llorca, como ministro de Asuntos
Exteriores, fue su eficaz y discreto colaborador, en la rápida negociación con
los países aliados, consumada casi coincidiendo con la sentencia del Consejo de
Guerra contra los golpistas del 23-F y poco antes de que Calvo-Sotelo tuviera
que convocar elecciones, inevitablemente para perderlas.
Felipe González arrolló y empieza entonces su
mutación, porque la promesa del referéndum era demasiado clamorosa pero también
era demasiado evidente que ni la Europa de este lado ni los Estados Unidos le
perdonarían nunca que desestabilizara a todo Occidente impulsando la salida de
España de la OTAN. Tenía que darse la vuelta a sí mismo, a su partido, a las
encuestas y al electorado que lo había llevado hasta el Palacio de la Moncloa.
En el último año de su primera legislatura procedió a la convocatoria de la
consulta, para que los españoles respondieran a la pregunta no;¿considera
conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica, en los términos
acordados por el Gobierno de la Nación?» y referidos a la no incorporación a la
estructura militar integrada, a la prohibición de instalar o introducir armas
nucleares y a la reducción de la presencia militar norteamericana. Se trataba de
hacer más llevadero aquel gran trago. González jugó fuerte y ganó. Le ganó
también a la derecha que, en medio de aquella ceremonia de despropósitos,
defendió la abstención o el voto en blanco.
Felipe González confiesa a veces que el referéndum fue
un error, probablemente porque sabe que entonces arriesgó demasiado. O por
agradecimiento a los españoles que entonces le sacaron las castañas del fuego
donde él mismo las había colocado. La Europa del Mercado Común le había echado
también una mano. El 1 de enero del año del referéndum España ingresaba como
miembro de pleno derecho en las Comunidades Europeas y la mayoría del país
captó la conexión entre una adhesión y otra, entre las duras y las maduras.
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