Las elecciones de junio de 1931 dieron
el poder a la coalición de republicanos de izquierdas y socialistas.
Durante dos años, hasta fines de 1933,
el nuevo gobierno dirigido por Manuel Azaña intentó encontrar solución a los
principales problemas que aquejaban al país.
La tarea resultó mucho más complicada de
lo previsto y agrandó la separación entre derechas, que creían que las reformas
eran demasiado radicales y atrevidas, e izquierdas que creían que eran
demasiado moderadas y lentas.
Escándalos como el de Casas viejas, la
lentitud de las reformas y el creciente desempleo impulsaron a los socialistas
a abandonar un gobierno Azaña desprestigiado.
La crisis desembocó en las elecciones de
1933.
LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA
Las causas de la instauración del
régimen republicano: el agotamiento del sistema político de la Restauración y
la incapacidad de la monarquía de asumir sus errores durante la Dictadura.
El descontento popular fue
antimonárquico y pro republicano.
El rey, Alfonso XIII, estaba aislado, la
clase obrera lo consideraba el símbolo de la opresión, la clase media no le
perdonaba los siete años de dictadura, incluso para la clase dirigente la
monarquía ya no representaba una solución de continuidad.
El nuevo gobierno presidido por el
general Dámaso Berenguer trató inútilmente de volver a la situación anterior a
la Dictadura, pero fue imposible. La mayoría de la opinión pública estaba ya
resueltamente en contra de la monarquía.
En el verano de 1930 se produjo un pacto
entre diversos sectores del republicanismo. El “Pacto de San Sebastián”, fue
clave en el tránsito de la monarquía a la república. Alcalá Zamora fue elegido
presidente del comité revolucionario creado con la firma del Pacto de San
Sebastián. Sus principales integrantes:
*.- El
republicanismo “histórico”, Alejandro Lerroux, fundador del Partido Radical en
1908.
*.- La nueva
izquierda republicana de Manuel Azaña que junto a Marcelino Domingo y Alvaro
Albornoz, representaba a los elementos del radical-socialismo.
*.- Los
socialistas, Indalecio Prieto convenció a los socialistas para que se unieran a
las posiciones republicanas.
*.- El
catalanismo de izquierdas (Carrasco Formiguera, Matías Malliol y Jaume
Aiguader).
*.- El
regionalismo gallego (Casares Quiroga al frente de la ORGA, partido republicano
gallego).
*.-
El republicanismo moderado (Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura).
Antes de que este Pacto se pudiera
plantear como alternativa y salida pacífica, estimulados por diversos círculos
militares (Unión Militar Republicana), la guarnición de Jaca, con el capitán
Fermín Galán y el teniente García Hernández al frente se sublevaron contra la
monarquía y proclamaron la República. Aislados los rebeldes, sus cabecillas
fueron fusilados. Los firmantes del Pacto de San Sebastián fueron encarcelados.
En las elecciones municipales del 12 de
abril de 1931, las candidaturas republicanas vencieron en todas las principales
ciudades españolas. Los datos oficiales señalaron 29.953 concejales
monárquicos frente a 8.855 republicanos pero en aquella época los votos de las
ciudades eran los que decidían y éstas habían votado mayoritariamente por la
República.
La proclamación de la República fue
acogida con euforia, representaba la esperanza de una nueva España moderna y
más justa. Alfonso XIII salió de España rumbo a un exilio voluntario.
Su primer jefe de gobierno fue Alcalá
Zamora.
En el nuevo gabinete podían
identificarse miembros de reconocido corte anticlerical o que ejercían
profesiones liberales, representantes de la Institución Libre de Enseñanza:
Miguel Maura (Gobernación), Fernando de los Ríos (Justicia), Casares Quiroga (Marina),
Alvaro de Albornoz (Fomento), Marcelino Domingo (Educación) y Manuel Azaña
(Guerra).
Nada más formarse este nuevo gobierno la
República tuvo su primera dificultad: desde el balcón de la Generalitat,
Francesc Macià, proclamó la Republica Catalana.
Varios ministros viajaron a Barcelona
para persuadirle de que abandonara su idea y que aceptase la vía estatutaria.
El 11 de mayo de 1931, el
anticlericalismo se convirtió en violencia callejera. Después de un
enfrentamiento entre monárquicos y republicanos el día anterior, los
partidarios de la República prendieron fuego a seis iglesias en Madrid.
La policía republicana no hizo nada para
impedir la quema de los conventos. Manuel Azaña,
futuro presidente de la República, dijo ese día: “Todos los conventos de Madrid
no valen la vida de un republicano”.
Los republicanos promulgaron una Ley de
Defensa de la República.
El proceso de reformas quedó paralizado.
La izquierda, alarmada, defendía que detrás de Gil Robles se escondía la
amenaza del fascismo.
En 1934 el fascismo se extendía por
Europa, las dictaduras reemplazaban a las democracias parlamentarias. Los
socialistas españoles temían que lo mismo ocurriera en España si la CEDA
ocupaba el poder. Para calmarles se formó un gobierno de centro dirigido por el
jefe del Partido Radical, Alejandro Lerroux.
Gil Robles y la CEDA lo apoyaron, aunque
no entraron a formar parte del mismo, a pesar de que era el partido más votado.
Esperaba la ocasión más propicia para
hacerse con el poder. Mientras tanto, la sustitución de las escuelas religiosas
por las laicas se pospuso, la Reforma Agraria se abandonó en gran medida, y se
produjo una amplia amnistía política hacia los conspiradores de 1932.
La situación fue tornándose cada vez más
confusa. Ante las vacilaciones del presidente de la República en promulgar la
ley que perdonaba a Sanjurjo y los conspiradores de 1932, Lerroux dimitió en
mayo de 1934 siendo sustituido por otro radical, Ricardo Samper, que contaba
con muchos menos apoyos en las Cortes.
Ante la debilidad del gobierno, el 4 de
octubre Gil Robles retiró el apoyo de la CEDA a Samper que dimitió. Alcalá
Zamora no hizo otra cosa que volver a encomendar su formación a Lerroux, pero
ahora Gil Robles exigió que tres de sus partidarios de la CEDA entraran como ministros.
Este hecho fue suficiente para que los socialistas, que seguían creyendo que
Gil Robles era “otro Mussolini”, se levantaran contra el poder constitucional.
En Madrid la UGT declaró la huelga
general, en Barcelona, el presidente de la Generalitat Lluís Companys, juzgando
erróneamente la situación, proclamó el “Estado Catalán”.
La rebelión fue aplastada. El movimiento
revolucionario fracasó en todo el país con una excepción: Asturias.
Las guarniciones en Asturias se vieron
impotentes para frenar una ofensiva revolucionaria que produjo violentos
combates. Todas las ciudades y pueblos de la cuenca minera quedaron sometidos a
un comité revolucionario.
El gobierno tuvo que llamar a las tropas
coloniales y la Legión. Los generales Manuel Goded y Francisco Franco
coordinaron la ofensiva desde Madrid. Apoyados por la aviación liberaron
Oviedo, Gijón cayó el 10 de octubre y en 15 días la rebelión quedó sofocada.
Casi 2.000 personas murieron en la
revolución asturiana, algunas ejecutadas sin previo juicio, miles de
republicanos y socialistas en toda España fueron encarcelados. La rebelión
había fracasado principalmente por su falta de cohesión, pero la izquierda
había aprendido una valiosa lección. Durante los dos años siguientes el deseo
de amnistía para sus compañeros encarcelados contribuyó a forjar la alianza de
la izquierda.
Antes el gobierno debía quedar
desprestigiado. El castigo a los rebeldes de 1934 suscitó las primeras
divisiones en el seno del gobierno de centro-derecha. Gil Robles y la CEDA eran
partidarios de la aplicación de varias penas de muerte.
Alcalá Zamora les recordó las medidas de
gracia impuestas a los conspiradores de 1932 y no las ejecutó. Los ministros de
la CEDA retiraron el apoyo al gobierno radical de Lerroux.
En marzo de 1935 se vió obligado a
incluir cinco nuevos ministros de la CEDA, con Gil Robles al frente del
Ministerio de la Guerra.
En octubre de 1935 el gabinete se hundió
debido al escándalo del “estraperlo” en el que Lerroux quedó bastante mal
parado.
El Partido Radical se desmoronó y el 4
de enero de 1936 el presidente de la República tuvo que disolver por segunda
vez las Cortes. Las nuevas elecciones quedaron fijadas para el 16 de febrero.
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