El fallido golpe de Estado planteado por
algunos militares contra la República había dejado libre de cualquier control a
las organizaciones obreras.
La revolución se expandió en aquellos
núcleos poblaciones donde el alzamiento había fracasado o no se había producido.
En todos esos sitios se crearon comités
de control formalmente constituidos por los partidarios del Frente Popular
junto a los anarquistas.
Una de las primeras actuaciones de
estos comités de control fue la prohibición de los partidos de derechas y la confiscación
de los bienes de todos aquellos que de una forma u otra se hubieran opuesto a
la República.
En Madrid la dirección de este
movimiento revolucionario recayó en la socialista UGT que trabajaba en relativa
armonía con la anarquista CNT.
Detrás de la UGT empezaba ya a dar
muestras de un gran activismo político el PCE con un sistema propagandístico
hábilmente elaborado.
La división en el seno de PSOE les ayudó
también a instalarse cada vez más en el seno de la sociedad republicana.
Los socialistas estaban divididos ya
antes de la guerra en tres ramas, la revolucionaria con Francisco Largo
Caballero, la moderada con Indalecio Prieto como cabeza más visible y la aún
más moderada de Julián Besteiro contraria a la guerra.
Todas las industrias del Madrid republicano
fueron requisadas y puestas en manos de comités de trabajadores.
Se estableció un nuevo sistema de
reparto de alimentos pagados con vales emitidos por los comités.
El dinero quedó abolido lo que
conllevaría un cierto caos económico porque cada localidad tendía a emitir sus
propios billetes locales aumentando en gran manera la masa monetaria en
circulación.
El ejemplo más claro de la Revolución
se encontraba en Barcelona.
La capital catalana parecía el sueño
dorado de cualquier anarquista.
Después de combatir a la rebelión, la
guerra les había proporcionado la oportunidad ideal de conseguir la libertad y
justicia que soñaban y que según ellos, una república burguesa no podía
proporcionar.
Los anarquistas, a diferencia de lo
que ocurría en Madrid, controlaban completamente Barcelona pero fieles a sus
principios se negaban a monopolizar el poder.
En vez de eso, accedieron de buena gana
a compartirlo en toda Cataluña dentro del Comité de Milicias Antifascistas.
Este comité fue el encargado de restablecer
el orden público, organizar la producción y distribución de alimentos y al
mismo tiempo de crear un ejército de milicias para defender la revolución.
Todas las grandes industrias de
Barcelona pasaron a manos de la CNT.
Lo mismo ocurriría con los servicios
básicos de agua, gas y electricidad.
Pero los anarquistas no eran los únicos
integrantes de las fuerzas políticas al servicio de la República. La
Generalitat, que como ya hemos dicho había quedado reducida a un gobierno sin
autoridad, encontró en el PSUC (Partit Socialista Unificat de Cataluña) un
aliado frente al predominio anarquista. El PSUC era un partido comunista
afiliado al Komintern que pronto apoyó al gobierno de Lluís Companys con vistas
a ejercer una mayor influencia en la política republicana. Otra fuerza a tener
en cuenta era el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) partido
revolucionario antiestalinista formado por ex comunistas catalanes.
En las ciudades y campos de Castilla la
Nueva, y la Extremadura y Andalucía republicana el control lo ejercía también
la UGT aunque los anarquistas pronto crearon numerosas colectividades agrarias
fieles al ideario anarquista.
La distribución de alimentos de esas
colectividades pasaba por las manos del comité local.
En la zona de Aragón controlada por la
República se aplicó por primera vez en la historia las prácticas del comunismo
libertario, regulado por el Consejo de Aragón radicado en la población de
Caspe.
En Valencia, el éxito del comité local
de la CNT-UGT a la hora de combatir a los rebeldes les dio la autoridad.
Pero Valencia era una ciudad más
burguesa que Barcelona y se realizaron menos expropiaciones.
En el resto del Levante los anarquistas
y los socialistas se disputaron el poder. Alcoy era anarquista, así como
Xàtiva, Elche y Sagunto. Alzira y Elda eran socialistas.
En los territorios de la costa norte,
aislados del resto de la España republicana, surgieron tres tipos de formas
distintas de concebir la revolución.
*.- Una centrada en el País Vasco, otra
en Santander y la última en Asturias.
*.- El País Vasco quedó sometido a un
comité de defensa integrado por representantes del nacionalismo.
*.- Los anarquistas eran mirados con desconfianza
por este comité que decretó la expropiación de los bienes de sólo aquellos que
habían participado de alguna manera en la rebelión.
Al mismo tiempo se hizo con el control
de las principales industrias de la zona vasca. Sus relaciones con Madrid
aunque pasaron por diversos altibajos fueron siempre de colaboración con la
causa de la República, básicamente porque se hallaban convencidos de que sólo
apoyando a este bando podían llegar a conseguir sus aspiraciones autonomistas.
En Asturias y Santander las relaciones
entre la UGT, CNT y demás fuerzas republicanas tendió a estrecharse pero se
hacía en falta una mayor cooperación entre ellas y la zona vasca.
Belarmino Tomás, el dirigente
revolucionario de 1934, fue nombrado gobernador de la provincia con poderes
delegados en el gobierno central.
Pero la táctica militar de estas
regiones aisladas tendía a no ofrecer una única línea de actuación lo que iba
en perjuicio de su defensa.
La revolución se celebraba en toda la
España republicana con inmenso júbilo, pero no sólo era júbilo, también era
sangre, la sangre de sus enemigos.
*.- Primera en la lista, la Iglesia. La Iglesia
fue atacada porque la religión se había convertido en una de las pasiones de la
política española desde 1931.
Para muchos revolucionarios la Iglesia
representaba el inmovilismo político, la enemiga de la libertad. También le
echaban en cara su ostentación de riqueza y su tradicional apoyo en las clases
dirigentes.
La matanza de miembros de la Iglesia en
Cataluña y Aragón fue enorme.
Trece obispos y más de 6.000 monjas y
sacerdotes fueron asesinados durante los primeros días del frenesí
revolucionario.
En ningún momento de la historia de
Europa ni incluso en la historia mundial se había mostrado un odio tan
desenfrenado por la religión y sus obras.
La guerra había actuado de válvula de
escape para estos odios ya milenarios. Los crímenes anticlericales sirvieron
para reforzar al mundo la imagen de una República roja y atea.
No sólo la Iglesia se vio afectada
por la revolución.
También entre diversas capas de la
sociedad la revolución se cobró su tributo en sangre.
*.- Haber sido miembro de la Falange era
fatal en todas partes.
*.- En las ciudades los representantes
de la gran industria y de la banca fueron perseguido y en muchos casos
asesinados.
*.- En las zonas rurales la revolución vino
acompañada de la confiscación de las tierras de los grandes terratenientes y su
encarcelamiento o ejecución sumaria.
*.- Por ejemplo en el Madrid republicano
muchas personas fueron ejecutadas en la Ciudad Universitaria al amparo del
vacío de poder.
*.- La revolución había posibilitado que
cada partido político creara sus propios comités de investigación que actuaban
sin ninguna interferencia desde el gobierno central.
Ante la impotencia de la policía y los
tribunales estos comités actuaron con total impunidad.
Lo mismo ocurrió en mayor o menor medida
en el resto de la zona controlada por la República en los primeros y
desenfrenados días de la guerra civil.
CONTRARREVOLUCIÓN EN LA ZONA NACIONAL
En las zonas de la llamada España
nacional todos los partidos políticos
que habían apoyado al Frente Popular quedaron prohibidos e incluso
desaparecieron los partidos de derechas incluida la CEDA.
Los únicos grupos políticos activos
pasaron a ser la Falange y el Carlismo pero totalmente supeditados a la
autoridad militar.
Pocos días después del alzamiento
los militares constituyeron la Junta de Defensa Nacional, una especie de órgano
provisional de gobierno.
Se creó en Burgos el 24 de julio y su
presidente fue el general Miguel Cabanellas.
La Junta era un órgano colegiado en el
que los militares exponían y decidían la actuación a seguir durante las
primeras operaciones de la guerra.
Al mismo tiempo se ocupaba de la
aplicación de medidas contrarrevolucionarias.
Se decretaba la devolución de las
tierras expropiadas, se declaraban ilegales todos los sindicatos y partidos del
Frente Popular y la naturaleza laica del Estado republicano.
Pero la contrarrevolución también
significaba venganza.
La represión fue un acto político
dirigido por aquellos militares que, viendo fracasado el golpe, se dispusieron
a tratar de invertir la situación creada por el estallido de la guerra civil.
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