Largo Caballero y otros
dirigentes centristas del PSOE anunciaron públicamente que la llegada de la
CEDA al gobierno obligaría al PSOE y a la UGT, y por tanto a las Alianzas
Obreras, a desencadenar la revolución.
La radicalización de las
posturas de Caballero, en palabras, no dejan dudas: "Ya no es cuestión
ahora de partidos intermedios entre la clase trabajadora y la burguesía (…) o
bien el poder pasa a manos de las derechas, o bien a las nuestras, y como las
derechas necesitan para sostenerse una dictadura, la clase trabajadora una vez
logrado el poder, ha de implantar también la suya, la dictadura del
proletariado. La hora de choques decisivos se va acercando. El movimiento
obrero ha de prepararse para la Revolución…" (Diario Adelante, febrero de
1934).
Bajo el pretexto de que
nada debía desviar a las Alianzas de la preparación de la insurrección, Largo
Caballero y a través de él, el PSOE y la UGT, se negaron en redondo a que éstas
participaran activamente en las luchas cotidianas de la clase obrera. En todo
momento se opuso a la creación de AO en los barrios, fábricas, tajos, en el
campo, para que funcionasen como los comités de la revolución, y por tanto a la
posibilidad de elección de delegados en una AO estatal.
En el terreno del armamento
para la insurrección sus posiciones eran igual de equivocadas; lejos de
organizar sistemáticamente una milicia obrera a partir de las fábricas y los
sindicatos, dejó los preparativos militares en manos de un comité presidido por
Indalecio Prieto, dirigente del ala derechista del partido, ferviente
partidario de la colaboración de clases, y que participaba en la lucha, como
más tarde reconocería el propio Caballero, para sabotearla.
El proletariado carecía de
un auténtico partido marxista con una táctica para la toma del poder. Todas
estas carencias se hicieron más evidentes durante la gran huelga campesina del
verano de 1934. La Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT) de la UGT
presionada por los jornaleros, convocó una huelga contra los salarios de hambre
y las jornadas extenuantes.El éxito de la lucha dependía también de su
extensión y de la solidaridad de la clase obrera industrial de las ciudades.Las
condiciones para ese apoyo estaban maduras, como ponía de manifiesto que la
clase obrera tomara la iniciativa en la calle para boicotear todas las
demostraciones de fuerza "cedistas", y las huelgas económicas
continuaban extendiéndose.
Con todas estas
posibilidades para unificar la lucha de los trabajadores y los campesinos,
Largo Caballero se negó desde la UGT a promover ningún movimiento de
solidaridad con la huelga. La huelga campesina alcanzó 38 provincias y más de
300.000 huelguistas, pero después de 15 días de resistencia y lucha, el hambre
y la represión acabó con el movimiento: hubo trece muertos, diez mil detenidos
y la FTT fue desmantelada. El campesinado quedaba temporalmente fuera de
combate, sin capacidad de reacción. ¿Se podría pensar en una posterior
insurrección victoriosa sin la participación activa del movimiento jornalero?
"Con toda mi
alma", hablaba confidencialmente Manuel Azaña el 14 de febrero a Ossorio y
Gallardo, "quisiera una votación lucidísima, pero de ninguna manera ganar
las elecciones. De todas las soluciones que se pueden esperar, la del triunfo
es la que más me aterra". Para Azaña, de "todas las soluciones"
la que más le aterraba era el triunfo del Frente Popular, no tanto por el
contenido de su programa, sino por la interpretación que del triunfo harían las
masas de obreros y campesinos.
El triunfo de las listas
del Frente Popular fue tan arrollador que muchos líderes reaccionarios como
Lerroux o Romanones perdieron su acta de diputado.
De los 453 diputados
elegidos, 257 eran del Frente Popular, pero mirados más de cerca los
resultados, sorprende que de esos diputados, 162 tuvieran filiación
republicana. Los partidos obreros, también cedieron a los republicanos los
puestos de salida en las listas aunque su aportación electoral no se pudiese
comparar ni remotamente con la que hacían los partidos y sindicatos de
izquierda.
En cualquier caso las masas
no esperaron a la acción "legislativa" del parlamento para imponer
por la fuerza de los hechos sus puntos de vista. Entre febrero y julio de 1936,
hubo 113 huelgas generales y 228 huelgas parciales en las ciudades y pueblos de
toda España.
A pesar de todas las
resistencias de los líderes del Frente Popular que intentaron aplacar la
voluntad de la población, el primer acto de los trabajadores en todos los
rincones del país, fue liberar a los presos, abriendo las cárceles sin esperar
las órdenes del gobierno, todavía sin constituir.
Esto indicaba la actitud
del proletariado ante el triunfo del Frente Popular.
Las huelgas económicas, por
aumentos salariales por la readmisión de los despedidos se generalizaron. En
las ciudades los comités de acción UGT-CNT ocupaban fábricas y empresas y
lograban imponer a los burgueses la readmisión de los despedidos.
La situación en el campo se
desbordó: "…En las regiones donde domina la propiedad latifundista…",
escribe Manuel Tuñón de Lara, "no se trataba de simples alborotos
pasionales, sino del impulso irresistible de los hombres sin tierra para
conquistarla. El programa del Frente Popular contenía ya la aplicación
intensificada de la Reforma Agraria. Ya sabemos cuan mínima había sido esa
explicación en sus dos años de vigencia. Ahora, los asalariados de la tierra
habían votado al Frente Popular para que su situación mejorase definitivamente,
y la República no fuese una palabra hueca en el campo…".
"…Los campesinos pasaron
rápidamente a la acción: en las provincias de Toledo, Salamanca, Madrid,
Sevilla, etc… ocuparon grandes fincas desde los primeros días de marzo y se
pusieron a trabajarlas bajo la dirección de sus organizaciones sindicales. Una
vez que ocupaban las tierras, lo comunicaban al Ministerio de Agricultura para
que legalizase su situación.
Este movimiento culminó el
25 de marzo con la ocupación de fincas realizada al mismo tiempo por ochenta
mil campesinos en las provincias de Bajadoz y Cáceres…".
"…Según datos del
Instituto de Reforma Agraria, de febrero a junio se ocuparon 232.199 hectáreas,
en las que fueron asentadas 71.919 familias campesinas, superficie todavía poco
considerable, pero mucho mayor que la que había sido objeto de la reforma durante
los precedentes años de régimen republicano…"
“...La decisión de las
masas de ir hasta el final era firme. Si el Partido Socialista o el PCE
hubieran tenido una política marxista basada en un programa revolucionario que
plantease abiertamente la toma del poder; la nacionalización de las fábricas y
la banca bajo control democrático de los trabajadores, la expropiación de los
terratenientes y la entrega de la tierra a los campesinos a través de
cooperativas colectivas para su explotación, la formación de consejos de
obreros y campesinos para ejercer el control y la democracia política, el
derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas, la
independencia para las colonias (especialmente Marruecos), en definitiva un
programa como el de Lenin y los bolcheviques en 1917, hubieran encontrado el
respaldo unánime de la clase obrera y de los jornaleros, de la mayoría
aplastante de la población.
Este programa unido a la
defensa de la revolución a través de la formación de milicias obreras y de un
llamamiento internacionalista a los trabajadores y los pueblos de Europa y del
mundo a defender la revolución española iniciando la revolución socialista en
sus países, hubiera transformado toda la situación en España y en Europa.
Alguno podría objetar:
"un programa así hubiera provocado la respuesta armada de la
reacción". Nosotros contestamos: la reacción ya había tomado una decisión
firme de aplastar militarmente el peligro revolucionario. El fascismo era una
amenaza tan real que sólo con los métodos de la revolución socialista podría
esperarse la victoria .
“El problema era
precisamente que el poder se encontraba del lado de la burguesía republicana,
los nacionalistas catalanes y vascos y los dirigentes estalinistas. "Las
condiciones para la victoria de las masas en la guerra civil contra los
opresores son:
1.- Los combatientes del
ejército revolucionario deben tener plena conciencia de que combaten por su
completa emancipación social y no por el restablecimiento de la vieja forma
(democrática) de explotación.
2.- Lo mismo debe ser
comprendido por los obreros y campesinos, tanto en la retaguardia del ejército
revolucionario como en la del ejército enemigo.
3.- La propaganda, en el
frente propio, en el frente adversario y en la retaguardia de los dos
ejércitos, tiene que estar totalmente impregnada por el espíritu de la
revolución social. La consigna: "primero la victoria, después las
reformas", es la fórmula de todos los opresores y explotadores.
4.- La victoria viene
determinada por las clases y capas que participan en la lucha. Las masas deben
disponer de un aparato estatal que exprese directa o indirectamente su
voluntad. Este aparato sólo puede ser construido por los soviets de los
obreros, campesinos y soldados.
5.- El ejército revolucionario
(...) debe llevar a cabo inmediatamente en las provincias conquistadas las más
urgentes medidas de revolución social...
6.- Debe expulsarse del
ejército revolucionario a los enemigos de la revolución socialista, es decir,
de los explotadores y sus agentes, aunque se disfracen con la máscara de
"democráticos", "republicanos"...
7.- A la cabeza de cada
división debe figurar un comisario con una autoridad irreprochable, como
revolucionario y combatiente.
8.- El cuerpo de mando (...)
su verificación y selección debe realizarse sobre la base de su experiencia
militar, de los informes aportados por los comisarios y de las opiniones de los
combatientes rasos. Al mismo tiempo deben dedicarse esfuerzos en la preparación
de comandantes procedentes de las filas de los obreros revolucionarios.
9.- La estrategia de la
guerra civil tiene que combinar las reglas del arte militar con la tareas de la
revolución social...
10.- El gobierno
revolucionario, como comité ejecutivo de los obreros y campesinos, tiene que
ser capaz de conquistar la confianza del ejército y del pueblo trabajador.
11.- La política exterior
debe tener como principal objetivo, despertar la conciencia revolucionaria de
los obreros, los campesinos y las nacionalidades oprimidas del mundo
entero...".(León Trotsky, España, última advertencia, pág. 113, 114, 115)
.
De nuevo se iban a repetir
los errores de colaboración de clases del pasado, pero esta vez de forma más
dramática. Largo Caballero se opone a listas conjuntas con los republicanos,
pero Prieto no sólo lo lleva adelante sino que les da la mayoría en las listas:
152 diputados a los republicanos y 116 a las organizaciones obreras.
Las maniobras e intrigas de
Prieto continuaron para evitar que la izquierda, que era la inmensa mayoría,
pudiera quedar claramente reflejada en una nueva dirección, cambiando la
correlación de fuerzas en el seno del comité nacional y de la comisión
ejecutiva.
El congreso del Partido
debía celebrarse en junio para decidir sobre los temas vitales en discusión.
Por un lado se trataría el tema de Octubre del 34 y la depuración de
responsabilidades, y por otro de la estrategia revolucionaria a seguir para la
toma del poder.
Sin embargo, los
acontecimientos y las maniobras de los reformistas de Besteiro y centristas de
Prieto, impidieron la celebración de ese congreso.
Las ideas que la izquierda
tenía sobre las "ventajas" electorales del Frente Popular las
expresaba Araquistain en Leviatán:"… Tanto los partidos republicanos de
izquierda como algunos mandarines socialistas daban por seguro que el Frente
Popular no alcanzaría una mayoría absoluta de diputados, o sea, 237. Con 180
-una cifra muy en boga en vísperas electorales- se daban por satisfechos…
El 16 de febrero se votaría
por una nueva República, por la República iniciada en 1934; por una República
ya en marcha hacia el socialismo.
Así ha sido. Tan
convencidos estamos de esto, que para nosotros no hay duda: si los partidos
obreros (el socialista y el comunista de acuerdo con sindicalistas y
anarquistas) hubieran ido solos a la lucha electoral, hubieran traído una cifra
no menor de 250 diputados…"
"…Otro éxito de la
fantasmagórica comisión ejecutiva del Partido Socialista: propuso que el
próximo congreso del Partido tuviera lugar en Asturias, y abreviando los plazos
reglamentarios tan apremiantemente, que las agrupaciones locales no hubieran
tenido tiempo material de presentar ninguna proposición de importancia.
El propósito era claro. Se
trataba de estrangular ese congreso, impidiendo que se reformaran el programa y
los estatutos del Partido, como era y es el deseo, públicamente confesado, de
Francisco Largo Caballero, y acaso que se discutiera a fondo la insurrección de
Octubre.
En cuanto a elegir Asturias
como escenario del congreso, se esperaba, quizá, que una evocación espectacular
de los muertos y de los supervivientes de la heroica insurrección obligara a
acallar las irreconciliables discrepancias teóricas y tácticas dentro del
Partido Socialista y a que sus representantes se dieran otro falso abrazo de
paz y fraternidad, como en 1932…
Pero los cálculos le han
salido mal a la Ejecutiva. La inmensa mayoría de las agrupaciones se han
pronunciado porque el congreso se reúna en Madrid y dentro de los plazos
reglamentarios por lo menos. El próximo congreso se celebrará, pues, sin prisas
y sin amaños, con la máxima concurrencia del Partido y sin escamotear
proposiciones.
La Agrupación de Madrid,
que ahora preside Largo Caballero, presentará una importantísima para el futuro
del Partido Socialista. En ella se repudian las ilusiones del reformismo y se
preconiza, como régimen de transición entre la sociedad capitalista y la
socialista, la dictadura del proletariado, organizada en democracia obrera.
Si esta proposición fuera
aprobada, su trascendencia para el porvenir de España sería inmensa…"
Mientras tanto, Prieto
aspiraba a ser nombrado primer ministro y todos estaban de acuerdo en esta
decisión, con la excepción de Largo Caballero que le previno diciéndole que no
debía entrar sin el consentimiento del Partido, advirtiéndole que eso se
discutiría en el congreso.
Las presiones para llevar a
cabo estos planes eran brutales, no sólo por parte de la derecha del PSOE sino
del resto de las fuerzas del Frente Popular:"
Pero la izquierda
socialista no cedió. Entonces Prieto intentó medidas desesperadas. El Comité
Ejecutivo Nacional, controlado por él, aplazó la convención de junio a octubre;
prohibió Claridad y le quitó los fondos del Partido…
A pesar de las maniobras de
Prieto, estaba claro que la base apoyaba al ala de izquierdas. Caballero había
sido reelegido secretario de la UGT por una abrumadora mayoría…"Las
elecciones de febrero dan la victoria al Frente Popular y esto es la señal de
partida para una movilización general en las fábricas por parte de los
trabajadores, en los campos donde se ocupan tierras, por la amnistía, con la
liberación inmediata de los presos por los obreros que asaltan las cárceles…
El gobierno trata de
reprimir tanto "desorden", enfrentándose al movimiento pero se ve
impotente. La UGT, dirigida por la izquierda, participa activamente en las
huelgas y ocupaciones de tierras.
Azaña es nombrado nuevo
presidente de la República y se nombra un nuevo gobierno, en el que los
socialistas se niegan a participar.
La burguesía ve con terror
el avance del movimiento obrero. El 18 de julio la reacción se subleva y
estalla la guerra civil .
(Revolucion comunista españa 1936.
MARXISMO HOY Nº 3. La Revolución española 1931 – 1939)
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