Artículo de Luis María Anson publicado
en El Mundo
“A
lo largo de mi dilatada vida profesional he conocido a muy pocos políticos tan
capaces como Alfonso Osorio, tan serios, tan responsables, tan honrados, tan
equilibrados, de tan rigurosa formación jurídica. Fue un impecable
vicepresidente del Gobierno y los aciertos de la Transición, en parte
sustancial, a él se deben.
Entrevistado por la periodista Victoria
Prego, ha hurgado en las llagas que supuran en el cuerpo político español.
“Entre los hombres que estaban en el
segundo Gobierno, salvo Marcelino Oreja, -afirma Alfonso Osorio- creo que
ninguno de ellos entendía para nada cuál era el problema catalán y el problema
vasco, que eran los que realmente existían.
Y, como querían diluir las ambiciones
nacionalistas de catalanes y vascos y no sabían cómo hacerlo, al señor Clavero
Arévalo, que Dios perdone, se le ocurrió lo del “café para todos” y el Gobierno
lo aceptó.
Y fue un solemne disparate”.
Calla piadosamente Alfonso Osorio que él
se opuso a la creación de esos 17 Estados de pitiminí que despilfarran el
dinero público y fragilizan la unidad de la nación española, pero Adolfo Suárez
y Fernando Abril pensaron que se trataba de una idea sagaz y apoyaron la
fórmula de Clavero Arévalo.
“Al diputado español -asegura Osorio- el
electorado le importa un bledo, el que le importa es el mandamás de su
partido”.
La política no gira en torno al interés
general sino en torno a los intereses de los partidos.
Por ejemplo, no se han suprimido los
“miles de empresas públicas y oficinas que no sirven para nada, porque los que
están instalados en esas empresas son los militantes de los partidos, y es
mejor mantener en el puesto al militante del PSOE o del PP, que al obrero que
trabaja en la fábrica, que ése se va al paro.
Se dijo que se iban a cortar los
excesos, que se iban a suprimir esas empresas.
No se ha suprimido ni una.
Ni creo que, mientras sigan las cosas
así, se vayan a suprimir… porque, al paro, a nuestros militantes no se les
echa”.
El análisis de estas realidades le
permite a Alfonso Osorio denunciar al presidente del Gobierno: “Rajoy llegó al
poder prometiendo una regeneración democrática y no se ve ni por el forro que
vaya a hacerse”.
Coincide así Alfonso Osorio con Pedro J.
Ramírez que escribió en su artículo dominical: “Rajoy lleva camino de convertirse
no en un gobernante al servicio de los ciudadanos, sino en la personificación
de una clase política insaciable y de un Estado sobredimensionado cuyo peso
impide el despegue del caldero”.
Propugna el que fue vicepresidente de la
Transición una profunda regeneración democrática que nos equipare a países como
Estados Unidos porque lo nuestro, según Osorio “no es una democracia, es una
oligarquía mandada por los gabinetes de los partidos”.
Abre, en fin, el gran político un
horizonte de esperanza: “El Rey tiene, en la Constitución y en su propia
historia, fuerza más que suficiente para marcar el camino”. No estaría de más
que Mariano Rajoy, aparte de recrearse aromado por el incienso que todos los
días queman en su loor Soraya y María Dolores agitando el botafumeiro de
Moncloa, se molestase en conversar un par de horas con Alfonso Osorio para
aprender un poco de la moderación y la prudencia, de la dilatada experiencia de
este político excepcional”.
Luis María ANSON de la Real Academia
Española
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