Miguel de Unamuno. El Sol, 14 de mayo de
1931
III. Los comuneros de hoy se han alzado
contra el descendiente de los Austria y los Borbones
Hay otro problema que acucia y hasta
acongoja a mi patria española, y es el de su íntima constitución nacional, el
de la unidad nacional, el de si la República ha de ser federal o unitaria.
Unitaria no quiere decir, es claro,
centralista, y en cuanto a federal, hay que saber que lo que en España se llama
por lo común federalismo tiene muy poco del federalismo de Tite Fedendist o New
Constitution, de Alejandro Hamilton, Jay y Madison.
La República española de 1873 se ahogó
en el cantonalismo disociativo.
Lo que aquí se llama federar es
desfederar, no unir lo que está separado, sino separar lo que está unido.
Es de temer que en ciertas regiones,
entre ellas mi nativo País Vasco, una federación desfederativa, a la antigua
española, dividiera a los ciudadanos de ellas, de esas regiones, en dos clases:
los indígenas o nativos y los forasteros o advenedizos, con distintos derechos
políticos y hasta civiles. ¡Cuántas veces en estas luchas de regionalismos, o,
como se les suele llamar, de nacionalismos, me he acordado del heroico Abraham
Lincoln y de la tan instructiva guerra de secesión norteamericana! En que el
problema de la esclavitud no fue, como es sabido, sino la ocasión para que se
planteara el otro, el gran problema de la constitución nacional y de si una
nación hecha por la Historia es una mera sociedad mercantil que se puede
rescindir a petición de una parte, o es un organismo.
Aquí, en España, este problema se ha
enfocado sentimentalmente. y sin gran sentido político, por el lado de las
lenguas regionales no oficiales, como son el catalán, el valenciano. el mallorquín,
el vascuence y el gallego.
Por lo que hace a mi nativo País Vasco,
desde hace años vengo sosteniendo que si sería torpeza insigne y tiránica
querer abolir y ahogar el vascuence, ya que agoniza, sería tan torpe pretender
galvanizarlo.
Para nosotros, los vascos, el español es
como un mauser o un arado de vertedera, y no hemos de servirnos de nuestra
vieja y venerable espingarda o del arado romano o celta, heredado de los
abuelos, aunque se los conserve, no para defenderse con aquélla ni para arar
con éste.
La bilingüidad oficial sería un
disparate; un disparate la obligatoriedad de la enseñanza del vascuence en país
vasco, en el que ya la mayoría habla español.
Ni en Irlanda libre se les ha ocurrido
cosa análoga.
Y aunque el catalán sea una lengua de
cultura, con una rica literatura y uso cancilleresco hasta el siglo XV, y que
enmudeció en tal respecto en los siglos XVI, XVII Y XVIII, para renacer, algo
artificialmente, en el XIX, sería mantener una especie de esclavitud mental el
mantener al campesino pirenaico catalán en el desconocimiento del español
-lengua internacional-, y seria una pretensión absurda la de pretender que todo
español no catalán que vaya a ejercer cargo público en Cataluña tuviera que
servirse del idioma catalán, mejor o peor unificado, pues el catalán, como el
vascuence, es un conglomerado de dialectos.
La bilingüidad oficial no va a ser
posible en una nación como España, ya federada por siglos de convivencia
histórica de sus distintos pueblos.
Y en otros respectos que no los de la
lengua, la desasimilación sería otro desastre.
Eso de que Cataluña, Vasconia, Galicia,
hayan sido oprimidas por el Estado español no es más que un desatino.
Y hay que repetir que unitarismo no es
centralismo.
Mas es de esperar que, una vez
desaparecida de España la dinastía borbónico-habsburgiana y, con ella, los
procedimientos de centralización burocrática, todos los españoles, los de todas
las regiones, nosotros los vascos, como los demás, llegaremos a comprender que
la llamada personalidad de las regiones -que es en gran parte, como el de la
raza, no más que un mito sentimental- se cumple y perfecciona mejor en la
unidad política de una gran nación, como la española, dotada de una lengua
internacional. Y no más de esto.
Por lo que hace al problema de la
Hacienda pública, España no tiene hoy deuda externa ni tiene que pagar
reparaciones, y en cuanto al crédito económico, éste se ha de afirmar y
robustecer cuando se vea con qué cordura, con que serenidad, con qué orden ha
cambiado nuestro pueblo su régimen secular. España sabrá pagar sin caer en las
garras de la usura de la Banca internacional.
En 1492, España -más propiamente
Castilla- descubría y empezaba a poblar de europeos el Nuevo Mundo, bajo el
reinado de los Reyes Católicos Fernando V de Aragón e Isabel I de Castilla.
El imperio de carlos VUnos veintiséis
años después, en 1518, entraba en España su nieto, Carlos de Habsburgo, primero
de España y quinto de Alemania, de que era Emperador, como nieto de
Maximiliano.
Carlos V torció la obra de sus abuelos
españoles, llevando a España a guerras por asentar la hegemonía de la Casa de
Austria en Europa, y la Contra-Reforma, en lucha con los luteranos.
Con ello quedó en segundo plano la
españolización de América y del norte de África.
En 1898, rigiendo a España una
Habsburgo, una hija de la Casa de Austria, perdió la corona española sus
últimas posesiones en América y en Asia, y tuvo la nación que volver a
recogerse en si.
En 1518 al entrar el Emperador Carlos en
la patria de su madre, las Comunidades de Castilla, los llamados comuneros, se
alzaron en armas contra él y el cortejo de flamencos que le acompañaba, movidos
de un sentimiento nacional. Fueron vencidos.
Dos dinastías, la de Austria y la de
Borbón, han regido durante cuatro siglos los destinos universales de España.
Estando ésta bajo un Borbón el abyecto
Femando VII, el gran Emperador intruso, Napoleón Bonaparte, provocó el
levantamiento de las colonias americanas de la corona de España.
El nieto de Femando VII, descendiente de
los Austrias y los Borbones, ha querido rehacer otro Imperio, y de nuevo las
Comunidades de España, los comuneros de hoy, se han alzado contra él, y con el
voto han arrojado al último habsburgo imperial.
España ha dejado del otro lado de los
mares, con su lengua, su religión y sus tradiciones, Repúblicas hispánicas, y
ahora, en obra de íntima reconstrucción nacional, ha creado una nueva República
hispánica, hermana de las que fueron sus hijas. Y así se marca el destino
universal del spanish speak-ing folk.
Podemos decir que ha sido por misterioso
proceso histórico la gran Hispania ultramarina, la de los Reyes Católicos, la
que ha creado la Nueva España que al extremo occidental de Europa acaba de
nacer
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