LOS DOS ERRORES DE ADOLFO SUÁREZ
Recibió a Arafat cuando el líder
palestino era un apestado para el mundo occidental y se le consideraba un
terrorista. Se anticipó Suárez a lo que ocurrió después. Arafat fue incluso
premio Príncipe de Asturias. Pero la Casa Blanca no perdonó el desplante de
Suárez y mareó al Rey con las críticas más ácidas.
Para impedir actos públicos
multitudinarios que enardecieran a las Fuerzas Armadas, ordenó Suárez que a las
víctimas del terrorismo se les enterrara de tapadillo. Los militares estaban
dispuestos a perder la vida, no el honor. Reaccionaron de forma muy airada y
asediaron al Rey con críticas especialmente ácidas. Los que morían eran ellos y
quien les enterraba sin honores era Suárez.
En el otoño de 1980, la ofensiva
nacional e internacional contra Adolfo Suárez era abrumadora, acentuada además
por una oposición de Felipe González implacable y por las maniobras de los
descontentos, cada vez más numerosos, dentro de su propio partido. El ruido de
sables en los cuartos de banderas y el de las intrigas en los cenáculos
políticos hacían inviable la permanencia del presidente en el que el Rey había
perdido la confianza.
El balance de la gestión de Suárez fue
altamente positivo y tres décadas después se ha reconocido lo que se merecía en
justicia. La Historia le ha colocado en su sitio y el pueblo español, que le
dejó con dos diputados en las elecciones de 1982, se ha sumado de forma abrumadoramente
mayoritaria en el homenaje que se le ha rendido en la hora de su muerte. Luis
María ANSON
ADOLFO SUÁREZ Y ARTURO MAS
Luis
María ANSON
A nadie que disponga de información
seria le puede sorprender la manipulación que Arturo Mas ha hecho de la memoria
de Adolfo Suárez.
El escudero de Oriol Junqueras es un
político muy mediocre que se mueve ahora iluminado por lo que considera el
destino histórico del secesionismo catalán.
Vive obsesionado por esta idea desde su
gran fracaso electoral cuando pensaba arrollar con 80 diputados y se quedó en
poco más de la mitad.
En lugar de retirarse dignamente, Arturo
Mas prefirió enrocarse en la Generalidad, caer genuflexo ante Oriol Junqueras y
entregarse al despropósito y la quimera, favorecido eso sí por la falta de reacción
de Mariano Rajoy.
El presidente de la Generalidad
aprovecha cualquier acontecimiento para la propaganda de su proyecto
secesionista.
Ha instrumentado la muerte de Adolfo
Suárez de forma miserable.
Se ha presentado ante la opinión pública
como si él fuera el Suárez de Cataluña.
Además ha tergiversado, de forma procaz,
el pensamiento del presidente fallecido.
Los que conocimos de verdad a Adolfo
Suárez podemos afirmar que el presidente fallecido, ante un desafío como el
perpetrado por Oriol Junqueras y su lacayo Arturo Mas, hubiera aplicado de
forma fulminante el artículo 155 de la Constitución, llevando además al
presidente catalán ante los tribunales.
Es decir, todo lo contrario de lo que
Arturo Mas ha deslizado ante el pueblo catalán, un sector del cual está ya
harto de las manipulaciones y los despropósitos del presidente.
Asombra a algunos, eso sí, que desde el
Gobierno de la nación no se desbaraten las manipulaciones de Arturo Mas,
poniéndole en su sitio.
FRANCO, DON JUAN, TIERNO, SUÁREZ, LAS COLAS
Luis María ANSON Luis María ANSON
Durante tres días y sus tres noches se
mantuvo una cola interminable para rendir homenaje a Juan III, expuesto el
féretro sin que se viera el cadáver, en la capilla del Palacio Real.
Organizó el acontecimiento el socialista
Luis Reverter, que estaba especialmente satisfecho porque ante el ataúd de Don
Juan desfiló más gente que ante el de Franco, en el que quedó al descubierto el
cuerpo del dictador.
Cuando se cerró la capilla ardiente de
Juan III, una cola de dos kilómetros se extendía todavía en el entorno del
Palacio Real.
Luis Reverter organizó también el
entierro de Tierno Galván, que paralizó Madrid ante la parafernalia de los
caballos negros y los llantos por la muerte del profesor socialista.
Ahora le ha tocado el trono a Adolfo
Suárez y durante 17 horas ha recibido el homenaje del pueblo madrileño. Nada
más justo. La gestión de Suárez, a pesar de sus errores, resultó
abrumadoramente positiva. Las circunstancias posteriores del fallecimiento de
la mujer y la hija y de la enfermedad terrible rodearon al expresidente de un
sentimiento popular que reivindicaba su figura frente a la campaña feroz que
terminó con él.
Vale la pena destacar las
manifestaciones de pesar porque las nuevas generaciones no tienen idea cabal de
lo que supuso trasvasar al país desde una dictadura de 40 años, encarnada en el
general Franco, el amigo de Hitler y Mussolini, hasta una democracia pluralista
plena, cumpliéndose así el objetivo sustancial de la Monarquía, en más de
veinte ocasiones reiterado por Don Juan desde el exilio: devolver al pueblo
español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de
la guerra incivil.
SUÁREZ EN LA HISTORIA, ENTRE TARANCÓN Y
GONZÁLEZ
Luis María ANSON Luis María ANSON
“Gracias a Tarancón se pudo hacer la
Transición, tal y como la quería el Rey.
Si el cardenal hubiera exigido mantener
el Estado confesional en España, ni Felipe González ni Santiago Carrillo se
habrían sumado a la operación”, me dijo un día en su despacho de Antonio Maura
un Adolfo Suárez ya por encima del bien y del mal.
Desde su exilio en Suiza, después en
Portugal, Don Juan III mantuvo la defensa de la Monarquía parlamentaria como la
fórmula más eficaz para evitar la colisión entre las nuevas generaciones que
querían el cambio frente a la dictadura franquista, anclada en el inmovilismo.
La misión de la Monarquía en España
consistía para Don Juan en devolver la soberanía nacional al pueblo español,
secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.
En 1975, Don Juan Carlos I se sumó a la
posición que su padre mantuvo durante cuatro décadas contra la dictadura.
Entre Adolfo Suárez, Felipe González y
el cardenal Tarancón se tejió la Transición a la democracia plena,
protagonizada por la sensatez y el buen sentido del pueblo español.
Desde hace muchos años, Adolfo Suárez
está en la Historia.
A izquierda y a derecha, se ha ganado la
consideración y el respeto de todos. La enfermedad cruel ha acentuado su dimensión
histórica.
Las diatribas que padeció de forma
atroz, sobre todo en 1980, se han disipado.
Del Rey abajo, el elogio es general.
Asistiremos en los próximos días en los
periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales al transcurrir de la
larga caravana de los reconocimientos. No sobrará ninguno.
Con Adolfo Suárez se entierra una época
de la que quedan muchas incógnitas por despejar y, entre ellas, los motivos
reales por los que el presidente convocó un día a la televisión y anunció urbi
et orbi su decisión de dimitir del cargo por el que, al servicio siempre de
España, había luchado toda su vida.
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