jueves, 3 de abril de 2014

Suárez

LOS DOS ERRORES DE ADOLFO SUÁREZ
Recibió a Arafat cuando el líder palestino era un apestado para el mundo occidental y se le consideraba un terrorista. Se anticipó Suárez a lo que ocurrió después. Arafat fue incluso premio Príncipe de Asturias. Pero la Casa Blanca no perdonó el desplante de Suárez y mareó al Rey con las críticas más ácidas.
Para impedir actos públicos multitudinarios que enardecieran a las Fuerzas Armadas, ordenó Suárez que a las víctimas del terrorismo se les enterrara de tapadillo. Los militares estaban dispuestos a perder la vida, no el honor. Reaccionaron de forma muy airada y asediaron al Rey con críticas especialmente ácidas. Los que morían eran ellos y quien les enterraba sin honores era Suárez.
En el otoño de 1980, la ofensiva nacional e internacional contra Adolfo Suárez era abrumadora, acentuada además por una oposición de Felipe González implacable y por las maniobras de los descontentos, cada vez más numerosos, dentro de su propio partido. El ruido de sables en los cuartos de banderas y el de las intrigas en los cenáculos políticos hacían inviable la permanencia del presidente en el que el Rey había perdido la confianza.
El balance de la gestión de Suárez fue altamente positivo y tres décadas después se ha reconocido lo que se merecía en justicia. La Historia le ha colocado en su sitio y el pueblo español, que le dejó con dos diputados en las elecciones de 1982, se ha sumado de forma abrumadoramente mayoritaria en el homenaje que se le ha rendido en la hora de su muerte. Luis María ANSON


ADOLFO SUÁREZ Y ARTURO MAS
 Luis María ANSON
A nadie que disponga de información seria le puede sorprender la manipulación que Arturo Mas ha hecho de la memoria de Adolfo Suárez.
El escudero de Oriol Junqueras es un político muy mediocre que se mueve ahora iluminado por lo que considera el destino histórico del secesionismo catalán.
Vive obsesionado por esta idea desde su gran fracaso electoral cuando pensaba arrollar con 80 diputados y se quedó en poco más de la mitad.
En lugar de retirarse dignamente, Arturo Mas prefirió enrocarse en la Generalidad, caer genuflexo ante Oriol Junqueras y entregarse al despropósito y la quimera, favorecido eso sí por la falta de reacción de Mariano Rajoy.
El presidente de la Generalidad aprovecha cualquier acontecimiento para la propaganda de su proyecto secesionista.
Ha instrumentado la muerte de Adolfo Suárez de forma miserable.
Se ha presentado ante la opinión pública como si él fuera el Suárez de Cataluña.
Además ha tergiversado, de forma procaz, el pensamiento del presidente fallecido.
Los que conocimos de verdad a Adolfo Suárez podemos afirmar que el presidente fallecido, ante un desafío como el perpetrado por Oriol Junqueras y su lacayo Arturo Mas, hubiera aplicado de forma fulminante el artículo 155 de la Constitución, llevando además al presidente catalán ante los tribunales.
Es decir, todo lo contrario de lo que Arturo Mas ha deslizado ante el pueblo catalán, un sector del cual está ya harto de las manipulaciones y los despropósitos del presidente.
Asombra a algunos, eso sí, que desde el Gobierno de la nación no se desbaraten las manipulaciones de Arturo Mas, poniéndole en su sitio.

FRANCO, DON JUAN, TIERNO, SUÁREZ, LAS COLAS
 Luis María ANSON Luis María ANSON
Durante tres días y sus tres noches se mantuvo una cola interminable para rendir homenaje a Juan III, expuesto el féretro sin que se viera el cadáver, en la capilla del Palacio Real.
Organizó el acontecimiento el socialista Luis Reverter, que estaba especialmente satisfecho porque ante el ataúd de Don Juan desfiló más gente que ante el de Franco, en el que quedó al descubierto el cuerpo del dictador.
Cuando se cerró la capilla ardiente de Juan III, una cola de dos kilómetros se extendía todavía en el entorno del Palacio Real.
Luis Reverter organizó también el entierro de Tierno Galván, que paralizó Madrid ante la parafernalia de los caballos negros y los llantos por la muerte del profesor socialista.
Ahora le ha tocado el trono a Adolfo Suárez y durante 17 horas ha recibido el homenaje del pueblo madrileño. Nada más justo. La gestión de Suárez, a pesar de sus errores, resultó abrumadoramente positiva. Las circunstancias posteriores del fallecimiento de la mujer y la hija y de la enfermedad terrible rodearon al expresidente de un sentimiento popular que reivindicaba su figura frente a la campaña feroz que terminó con él.
Vale la pena destacar las manifestaciones de pesar porque las nuevas generaciones no tienen idea cabal de lo que supuso trasvasar al país desde una dictadura de 40 años, encarnada en el general Franco, el amigo de Hitler y Mussolini, hasta una democracia pluralista plena, cumpliéndose así el objetivo sustancial de la Monarquía, en más de veinte ocasiones reiterado por Don Juan desde el exilio: devolver al pueblo español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.


SUÁREZ EN LA HISTORIA, ENTRE TARANCÓN Y GONZÁLEZ
Luis María ANSON Luis María ANSON
“Gracias a Tarancón se pudo hacer la Transición, tal y como la quería el Rey.
Si el cardenal hubiera exigido mantener el Estado confesional en España, ni Felipe González ni Santiago Carrillo se habrían sumado a la operación”, me dijo un día en su despacho de Antonio Maura un Adolfo Suárez ya por encima del bien y del mal.
Desde su exilio en Suiza, después en Portugal, Don Juan III mantuvo la defensa de la Monarquía parlamentaria como la fórmula más eficaz para evitar la colisión entre las nuevas generaciones que querían el cambio frente a la dictadura franquista, anclada en el inmovilismo.
La misión de la Monarquía en España consistía para Don Juan en devolver la soberanía nacional al pueblo español, secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.
En 1975, Don Juan Carlos I se sumó a la posición que su padre mantuvo durante cuatro décadas contra la dictadura.
Entre Adolfo Suárez, Felipe González y el cardenal Tarancón se tejió la Transición a la democracia plena, protagonizada por la sensatez y el buen sentido del pueblo español.
Desde hace muchos años, Adolfo Suárez está en la Historia.
A izquierda y a derecha, se ha ganado la consideración y el respeto de todos. La enfermedad cruel ha acentuado su dimensión histórica.
Las diatribas que padeció de forma atroz, sobre todo en 1980, se han disipado.
Del Rey abajo, el elogio es general.
Asistiremos en los próximos días en los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales al transcurrir de la larga caravana de los reconocimientos. No sobrará ninguno.
Con Adolfo Suárez se entierra una época de la que quedan muchas incógnitas por despejar y, entre ellas, los motivos reales por los que el presidente convocó un día a la televisión y anunció urbi et orbi su decisión de dimitir del cargo por el que, al servicio siempre de España, había luchado toda su vida.


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