Al final del mes comenzaron las
reuniones para explicar a los cuadros del partido las razones para defender el
sí en el referéndum de la OTAN.
Se había creado una plataforma cívica
para la salida de la OTAN montada con el apoyo del Partido Comunista y presidida
por Antonio Gala.
En los medios de comunicación se había
desatado una polémica pueril y estéril
sobre el si Gobierno tendría que
disolver las Cortes si perdía el referéndum. Tanto en el partido como en el
Gobierno no entendíamos por qué habría que disolver las Cortes. No era más que
una estrategia de acoso y derribo del Gobierno, utilizando el referéndum, pues
pensaban que era la única ocasión en que tenían de infligir una derrota al
Gobierno al darse la extraña conjunción de que parte de la izquierda y de la
derecha se hubieran convertido en aliados circunsatanciales. La izquierda por
coherencia política; la derecha, por oportunismo.
(…) El día 8 El País publicó una
encuesta …
Los datos eran desesperanzadores. Por el
momento íbamos a perder el referéndum.
El domingo 16 se produjeron
concentraciones eb contra de la OTAN en varias ciudades españolas.
(…) El domingo 23 hubo una manifestación
enorme en contra de la OTAN en Madrid
(…) El día 5 de marzo El País publicó el
último de sus sondeos sobre la intención de voto en el referéndum. Los datos
seguían siendo desesperanzadores; no: entre el 52 y el 56%; sí: entre el 40 y
el 46%.
(…) Em Madrid se manifestaron cien mil
personas contra la OTAN. Pese a todo, yo aún era optimista (…) estaba
convencido de que si Felipe salía un par de veces en televisión para explicar
al país las razones para seguir en la OTAN, conseguiría dar un vuelco a las
previsiones.
(…) Felipe estaba cansado, harto…Pensaba
que estaba haciendo algo que era necesario para este país y se sentía
incomprendido y en algunos casos traicionado; consideraba mezquino quem hubiera
políticos de la oposición que , que por conseguir un triunfo puntual,
intentaran echar abajo un proyecto necesario para España. Felipe González estaba convencido que era imprescindible
continuar en la OTAN para consolidar el futuro de España entre los países más
avanzados….
El día 12 se celebró el referéndum. Por
la noche esperábamos los resultados con los nervios en punta.
A los pocos minutos de cerrar las urnas
estábamos seguros de que había ganado el sí. Los resultados finales fueron
52,53% a favor del sí y 39,84, del no; el resto, papeletas en blanco y votos
nulos.
(…) Al día siguiente subió la Bolsa
espectacularmente; no era un mal indicador.
“Aquellos años”. Julio Feo. (459-472)
España en la OTAN, 30 años de evolución
El 30 de mayo de 1982 España se
convirtió en el miembro número 16
Actualmente aporta un 4% a la
financiación y es el séptimo contribuyente
En la cúpula de mando, que lidera EEUU,
ocupa el sexto lugar
Efe | Madrid
España se ha situado como un socio
fiable y activo en las operaciones militares internacionales, y en el séptimo
contribuyente a la OTAN, al cumplirse ahora 30 años de su ingreso en la
Alianza.
El 30 de mayo de 1982 España se
convirtió en el miembro número 16 de la Alianza Atlántica, tras solicitar
formalmente su ingreso el 2 de diciembre anterior y firmar el protocolo de
adhesión el 10 de diciembre de 1981.
El proceso de incorporación de España a
la Alianza Atlántica se inicia el 25 de febrero de 1981, con el discurso de
investidura del presidente de Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, al incluir el
ingreso en su programa de gobierno.
Casi de forma inmediata se inician las
negociaciones con la Alianza y en agosto de ese año el Gobierno dirige la propuesta
a las Cortes que es aprobada en sendas sesiones del Congreso y el Senado. El 2
de diciembre de 1981 España comunica a la Alianza su intención formal de
adherirse al Tratado de Washington.
Casi de forma automática recibe la
invitación del Consejo del Atlántico Norte para iniciar el proceso de adhesión
y así el 30 de mayo de 1982 España se convierte en el miembro número 16 de la
Organización del Atlántico Norte.
Pero su incorporación a la estructura
militar se inició tras el referéndum en 1986, celebrado e 12 de marzo de 1986
en el que se consultó la permanencia en determinadas condiciones propuestas por
el Gobierno de Felipe González.
Respecto a la contribución económica,
España aporta algo más de un 4% a la financiación de los gastos de la Alianza,
ocupando el séptimo puesto. A esta contribución hay que añadir el coste de los
contingentes desplegados por España por su contribución a las operaciones OTAN,
el cual es sufragado íntegramente por España
En el plano militar, España participa
actualmente en la principal misión liderada por la OTAN en Afganistán (ISAF),
donde mantiene unos 1.500 soldados. También participa en la operación 'Active
Endeavour', una misión naval contra el terrorismo que se ejecuta desde el 2001
en todo el Mediterráneo. Y el pasado año intervino en la misión en Libia.
España desplegó por primera vez tropas a
las operaciones de la OTAN en la antigua Yugoslavia 1992 y 1995. En Bosnia
participó con aviones F-18. Poco después, en diciembre de 1995, Javier Solana
fue nombrado secretario general.
En enero de 1999, España se adhirió a la
Estructura Militar de Mandos y en junio de 1999 comenzó la participación en la
Fuerza Internacional para Kosovo (KFOR).
De octubre de 2005 a enero de 2006,
España lideró la primera misión humanitaria de la OTAN, tras el terremoto que
causó más de 80.000 muertos en Cachemira (Pakistán).
En la cúpula de mando, que lidera EEUU,
España ocupa el sexto lugar de los países aliados.
Otras de las actuales aportaciones
españolas a la OTAN son el Centro de Excelencia contra Artefactos Explosivos
Improvisados, en Hoyo de Manzanares (Madrid), y el centro de operaciones aéreas
de Torrejón de Ardoz.
1. Introducción.
Los gobiernos de UCD y el proceso de
adhesión.
El tema de la adhesión de España a la
OTAN no se planteó por primera vez hasta el final de la dictadura. Podemos
decir que los primeros pasos para el ingreso de España en la Alianza se dieron
durante el primer gobierno de la Monarquía, encabezado por Arias Navarro, quien
durante la exposición al Pleno de las Cortes de su programa de gobierno el 28
de enero de 1976, planteó esta posibilidad al declarar que "se están
considerando las alternativas posibles con la OTAN".
Ya durante el primer gobierno de Adolfo
Suárez se produjo un segundo impulso con la firma del Tratado Bilateral
hispano-norteamericano en septiembre de 1976, que establecía la creación de una
comisión ad hoc para la coordinación de la cooperación entre España y los
Estados Unidos con los arreglos de seguridad en el área del Atlántico Norte. A
raíz de este acuerdo, comienza a manifestarse el interés de los Estados Unidos
y otros países de la OTAN por el ingreso de España en esta organización. Entre
las muestras de interés de los aliados por la incorporación de España podemos
citar las manifestaciones de apoyo del secretario general de la OTAN Joseph
Luns a diversas autoridades españolas; las reuniones celebradas entre el
presidente del Comité Militar, el almirante Hill-Norton, con el Jefe del Alto
Estado Mayor, general Vallespín; o la publicación de varios artículos sobre el
tema en la prensa especializada norteamericana.
Sin embargo, no todos los países de la
OTAN eran partidarios de la adhesión española, entre ellos Noruega, Dinamarca,
Holanda y el Reino Unido, por considerar que España no gozaba aún de las
suficientes garantías democráticas.
A partir de entonces España puso en
juego una discreta presión diplomática para conseguir el apoyo de todos los
países miembros de la OTAN a su eventual solicitud de ingreso, presión que fue
acompañada por una cierta estrategia de acercamiento a la organización. Así, el
9 de noviembre de 1976, una delegación española de miembros del CESEDEM visitó
varias instalaciones de la OTAN en Europa y fue recibida por el Comandante en
Jefe, Alexander Haig. Fruto de este acercamiento es también la inauguración en
la Escuela Superior del Ejército de un curso sobre la OTAN y la puesta en
marcha de un Comité para el estudio de la cooperación con la OTAN.
Esta estrategia pareció dar sus frutos,
de manera que el 10 de diciembre la OTAN manifestaba su disposición a admitir a
nuevos miembros, y en enero de 1977 el secretario general Luns declaraba ante
periodistas españoles la conveniencia de que España se integrase en la OTAN,
declaración apoyada poco después por el vicepresidente de los Estados Unidos
Mondale.
Sin embargo, esta tendencia
"adhesionista" comenzó a chocar con una cierta postura ambigua del
Presidente del Gobierno Adolfo Suárez, más interesado en los temas de política
interior que en los de política exterior, algo totalmente lógico y comprensible
dada la fragilidad de la nueva democracia española. A este respecto, aunque el
programa de primer gobierno de Suárez se revisaron varias cuestiones pendientes
de política exterior, no se había hecho referencia al tema de la adhesión en la
OTAN.
La ambigüedad de Suárez le llevó por un
lado a realizar manifestaciones desfavorables, o cuando menos neutras ante la
integración; y por otro a allanar el camino de cara a un posible ingreso. En
cuanto al primer hecho, en una entrevista en Washington, el Presidente
norteamericano James Carter le había mostrado su apoyo a la adhesión española,
adhesión que Suárez rechazó por considerarla contraproducente dada la situación
interna española y la necesidad de un debate nacional. En cuanto a lo segundo,
continuaba la política de acercamiento a la organización, política que se
reflejaba a nuestro juicio en varios aspectos:
Contactos entre representantes
españoles y de la Alianza.
La concreción por parte del Ministerio
de Asuntos Exteriores de las líneas de actuación a seguir con respecto al
debate sobre la OTAN, con énfasis en el carácter europeo de la relación
España-OTAN para evitar un excesivo protagonismo de los Estados Unidos en el
tema, y en la necesidad de integrar el problema de Gibraltar dentro de la
negociación.
La unificación, mediante el Real Decreto
1558 de 4 de julio de 1977, de los tres ministerios militares en el Ministerio
de Defensa, unificación que equiparaba este Ministerio con los de los países de
la OTAN.
Las recomendaciones de la Dirección
General de América del Norte y Pacífico en base a la elaboración de una serie
de informes que subrayaban la implicación de España en la defensa de occidente
a través del tratado con los Estados Unidos y desaconsejaban las fórmulas
neutralistas por desestabilizadoras del status quo existente en Europa, status
que según dichas recomendaciones, se vería mínimamente afectado por la entrada
de España en la OTAN.
El 15 de Junio 1977 se celebraron las
primeras elecciones democráticas en España y, conforme con la línea de
ambigüedad que hemos señalado anteriormente, en el programa electoral de UCD no
se hacía mención al tema de la OTAN, aunque sí lo hizo Suárez en el programa de
gobierno surgido de estas elecciones al declarar que el Gobierno era partidario
de "la apertura de un debate por los representantes del pueblo
legítimamente elegidos con vistas a examinar la posible inserción de España en
el Tratado del Atlántico Norte".
En marzo de 1978 se produjo un punto de
inflexión en el camino de España hacia la adhesión a la OTAN, cuando en un
discurso sobre política exterior pronunciado en el Senado, el ministro de
Asuntos Exteriores Marcelino Oreja declaró el rechazo del Gobierno a cualquier
tipo de neutralidad política, exponiendo los pros y contras de la adhesión a la
Alianza y planteando la conveniencia de un debate nacional como fórmula
adecuada para la adhesión.
Llegados a este punto vamos a hacer unas
breves referencias a la figura del ministro Oreja, por la importancia que tuvo
en todo este proceso. Para Oreja, la integración en la OTAN era una pieza clave
e imprescindible en el proceso de la inserción española en el bloque
occidental. A diferencia de otros políticos de su época, pensaba que este
proceso no se terminaba con el ingreso en la Comunidad Económica Europea, sino
que requería sustituir la relación bilateral que España mantenía con Estados
Unidos por otra multilateral con las grandes democracias occidentales. Y el
único modo de acceder a ello era a través del ingreso en la Alianza, ingreso
que por otro lado y en opinión del ministro, podía contribuir a acelerar las
negociaciones para el ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE) así como
facilitar un acuerdo con el Reino Unido sobre Gibraltar.
Sin embargo, las ideas del ministro
Oreja se encontraron con un doble obstáculo: por un lado, el afán del
presidente Suárez por dirigir personalmente todos los aspectos relacionados con
la política exterior; por otro, la falta de consenso en el seno de su partido y
del Gobierno sobre estos aspectos. Todo ello condicionó la postura diplomática
española ante el tema de la OTAN y provocó discrepancias entre el presidente y
el ministro, discrepancias que, como veremos más adelante, llevaron a su
destitución en septiembre de 1980.
En estas discrepancias podemos observar
una vez más la indefinición y ambigüedad del Presidente Suárez sobre el tema de
la OTAN. Así, mientras Oreja se esforzaba por perfilar una política exterior
que fuese "europea, democrática y occidental" y hacía lo posible por
aproximarse a la OTAN, Suárez visitaba a Fidel Castro y alentaba la
participación de España, como potencia observadora, en la VI Cumbre de Países
No Alineados. Pero ¿cuál era la causa de esta ambigüedad o indefinición del
Presidente del Gobierno?
A este respecto, Val Cid menciona
ciertas críticas hechas por algunos autores a Suárez en base a su
antinorteamericanismo o a su sentimiento nacionalista, herencia de su pasado
franquista. Para Nicholas Bray la política exterior española de esta época
estuvo marcada por la "falta de seriedad y la aparente falta de
consideración por las cuestiones estratégicas internacionales" del
presidente del gobierno Suárez. Desde otro punto de vista, según Aldecoa, para
Suárez la adhesión a la OTAN no era un objetivo a conseguir sino más bien un
tema a debatir o discutir. En este sentido, la indefinición de UCD sobre el
tema no sería consecuencia de una indefinición en política exterior, sino más
bien de un intento de retomar el protagonismo de España como actor regional de
primer orden, en base a su valor geoestratégico.
Sin embargo, una explicación más
coherente se basa en la importancia extrema que Suárez concedió a la política
interior de cara a la implantación de un sistema político democrático y en su
temor a que un desacuerdo profundo en política exterior pusiese en peligro el
frágil consenso constituyente. Como afirma Fernando Rodrigo, Suárez no quería
asumir el riesgo de romper una política de acuerdos entre todos los grupos
Parlamentarios, riesgo que hubiera corrido de llevar a cabo la adhesión a la
OTAN. En este sentido, el Gobierno de UCD consideró prioritario como objetivo
en política exterior la adhesión a la Comunidad Económica Europea, un objetivo
sobre el que sí había consenso entre todos los partidos políticos.
Volviendo a la narración cronológica del
proceso de adhesión de España a la Alianza Atlántica, en otoño de 1978 se
celebró el primer Congreso de UCD, en el que se confirmó que el partido era
partidario de la adhesión a la OTAN, aunque con ciertas peculiaridades y
necesidades de seguridad, y se proponía que paralelamente a la integración se
llegara a un acuerdo sobre el tema de Gibraltar. En cuanto al procedimiento se
era partidario de un amplio respaldo popular a través del Parlamento y un
debate en el momento oportuno. Pero una vez más, estos temas quedaron en
segundo plano como consecuencia de asuntos relacionados con la política
interior, en este caso la necesidad de lograr un consenso entre los diversos
partidos para sacar adelante el texto de la Constitución y la transición
democrática.
Sin embargo las conclusiones de este
primer Congreso no cayeron en saco roto. Así, tras la aprobación en referéndum
de la Constitución Española y la convocatoria de elecciones generales para el 1
de marzo de 1979, UCD en su programa electoral se mostró partidaria de la
adhesión tras un adecuado debate parlamentario, aunque prudentemente no se
comprometía a llevarla a cabo en dicha legislatura. Esta postura fue ratificada
por Suárez en su debate de investidura del 30 de marzo cuando insistió en que
la UCD era partidaria de la adhesión a la OTAN por coherencia con su vocación
europea y occidental, aunque supeditaba la adhesión a la consideración de los
condicionamientos de las particularidades y exigencias de defensa del país y a
la obtención de un amplio respaldo parlamentario.
En esta misma línea de prudencia se
manifestaba el Ministro Oreja el 18 de septiembre en una comparecencia ante la
Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados para responder a
una interpelación hecha por el PSOE sobre la OTAN, al declarar que "no es
todavía oportuno hablar del calendario de una eventual integración de España en
la OTAN. (...) No es hoy el momento de fijar el calendario. (...)"
A pesar de la declaración de intenciones
realizadas por el presidente Suárez en su discurso de investidura, aparece una
vez más durante esta legislatura la política de ambigüedad, con alternancia de
declaraciones en contra de la adhesión -como las realizadas en Cuba a Fidel
Castro- y acciones encaminadas a ese fin, como la firma de la directiva de
defensa nacional 01/80 en la que se propugnaba una integración en la Alianza en
condiciones ventajosas por la positiva influencia que ello tendría en la
política de defensa.
En la primavera de 1980 se produjo un
acontecimiento de gran importancia de cara a la adhesión de España a la OTAN, y
en el que ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, volvió de nuevo a
desempeñar un papel trascendental. Francia veta el proceso de ampliación de la
CEE, paralizando la adhesión de España a las Comunidades. El Gobierno español
comienza a utilizar el ingreso en la OTAN como moneda de cambio para presionar
a la Alianza y obtener la adhesión a la CEE. En este contexto el ministro Oreja
realizó el 17 de junio unas declaraciones al periódico El País en las que
manifestaba que el gobierno era totalmente favorable a la pronta incorporación
de España a la Alianza Atlántica bajo dos condiciones: a) garantía de solución
al contencioso de Gibraltar, y b) continuación del proceso de integración en la
CEE. En estas declaraciones el ministro fijó por primera vez una fecha para el
debate del tema, en concreto 1981.
A los problemas que en política exterior
había supuesto para el Gobierno el veto del Presidente de la República Francesa
Valery Giscard a la ampliación de la CEE, había que sumarle las importantes
dificultades por las que se atravesaba en política interna a raíz de la moción
de censura presentada por los socialistas en mayo de ese año. Además UCD había
recibido un fuerte varapalo en las primeras elecciones autonómicas celebradas
en Cataluña y el País Vasco, Andalucía reclamaba cada vez con más ímpetu
mayores cotas de autogobierno y exigía un referéndum. A consecuencia de todo lo
anterior, la unidad interna de UCD se resentía y las tensiones internas eran
cada vez mayores.
Por otra parte las divergencias
existentes entre el presidente Suárez y el ministro Oreja sobre al tema de la
adhesión se agudizaron a consecuencia de las declaraciones, anteriormente
mencionadas, de este último al diario El País. El 3 de septiembre de 1980 fue
destituido por José Pedro Pérez Llorca, quien paradójicamente se había mostrado
como un firme defensor de la vocación atlantista.
Todo parecía preparado para la
celebración de un debate parlamentario sobre el tema de la adhesión a la
Alianza, pero una vez más el presidente Suárez retrasó el proceso, argumentando
las consecuencias desestabilizadoras que dicho debate tendría en política
interna dada la fuerte oposición del PSOE. La actitud del presidente español
comenzó a causar preocupación en los gobiernos europeos y de los Estados
Unidos, así como tensiones y distensiones en el seno de su partido. Estas
tensiones acentuaron el clima de crisis que vivía UCD durante ese año, y que
tuvo su cenit en el denominado "movimiento crítico" encabezado por
Miguel Herrero de Miñón y que jugó un papel crucial en el II Congreso del
partido.
Acosado tanto dentro como fuera de su
partido, Suárez tomó dos decisiones de gran importancia para la política
española. En primer lugar, y envuelto en un cierto halo de secretismo, decide
integrar a España en la OTAN, tal y como lo comunica el 23 de enero de 1981 al
diputado Javier Rupérez y al ministro de Asuntos Exteriores belga Leo
Tindemans, tras haber informado al Rey, al Vicepresidente Gutiérrez Mellado y
al Ministro de Exteriores. Días más tarde - el 27 de enero- Suárez presentó su
dimisión al Rey D. Juan Carlos.
El nuevo Gobierno de UCD, presidido por
Calvo Sotelo adoptó una postura claramente a favor de la adhesión a la OTAN.
Así, en su discurso de investidura del 18 de febrero de 1981 aparece por
primera vez formulado formalmente como objetivo del Gobierno la adhesión de
España a la Alianza, y se propone iniciar las consultas con los grupos
parlamentarios a fin de articular una mayoría, escoger el momento oportuno para
ello y definir las condiciones de la adhesión. Se produce por tanto un giro en
la política exterior con respecto al gobierno anterior. La política exterior de
los gobiernos de Suárez se había centrado en la defensa de nuestros propios
intereses, en tanto que la nueva concepción de política exterior se puede
sintetizar en renuncia al protagonismo exterior y énfasis en la política de
seguridad o defensa. Desde esta perspectiva, la vinculación a la Alianza
Atlántica se inscribía perfectamente en esta nueva concepción de política
exterior.
Rodrigo (1996) ha señalado varios
factores que influyeron en ese cambio radical en cuanto a la política exterior
en general, y en la decisión de Calvo-Sotelo de ingresar a España en la OTAN:
La mayor experiencia en política
exterior de Calvo-Sotelo, que le habían hecho desarrollar una línea de
pensamiento que incluía una política exterior definida, clara, democrática y
occidental. En este contexto, el nuevo Presidente había sido consciente desde
un principio de la estrecha relación existente entre la integración en la OTAN
y la adhesión a la CEE.
La necesidad de reformular las
relaciones bilaterales con los EEUU, unas relaciones desequilibradas a favor de
estos últimos, en las que España desempeñaba el papel de comparsa y que eran
prolongación de los acuerdos firmados por Franco con Eisenhower en 1953. En
mayo de 1981 se iniciaron las negociaciones, constatándose en seguida la escasa
disposición de los Estados Unidos para alterar el Tratado Bilateral en el
sentido que exigía España sin que antes se produjera el ingreso en la OTAN.
El 23 de febrero de 1981 se produjo el
intento de golpe de estado del Teniente Coronel Tejero, intento que aunque
fallido provocó cierta desestabilización en la situación política interna
española. Este suceso tuvo una consecuencia importante a corto plazo, en tanto
que la atención política se centró en política interna y provocó un parón en el
proceso de adhesión. Sin embargo, a medio plazo se hizo patente la necesidad de
reciclar y "occidentalizar" a las Fuerzas Armadas para evitar futuras
actuaciones antidemocráticas. Los ejércitos de los países de la OTAN podían
servir en ese sentido como modelo e imagen para las españolas.
Con todo, en mayo de 1981 la decisión de
incorporar España a la OTAN ya había sido tomada. El 4 y 5 de ese mes el
Consejo de Ministros de la Alianza había examinado de manera favorable el
ingreso de España. Poco después, en una visita a la República Federal Alemana,
el Presidente Calvo-Sotelo confirmaba el inmediato ingreso de España en la OTAN
y su intención al respecto de no convocar un referéndum.
A partir de entonces los acontecimientos
se desarrollan con celeridad. El 20 de agosto de 1981 el Consejo de Ministros
solicitó al Consejo de Estado el dictamen preceptivo sobre la entrada de España
en la OTAN. El día 27 de agosto el Consejo de Estado emitió dictamen favorable,
recomendando la vía del artículo 94 de la Constitución para la tramitación
parlamentaria de la adhesión. Días más tarde, el gobierno de UCD presentó ante
la Mesa del Congreso de los Diputados la petición de adhesión a la OTAN,
petición admitida a trámite el 3 de septiembre, aunque con los votos en contra
de socialistas y comunistas.
El 15 de septiembre el Pleno del
Congreso de los Diputados decidió, por 180 votos a favor, 126 en contra y 2
abstenciones, que la Comisión de Asuntos Exteriores era competente para tratar
el proyecto de adhesión, por lo que se remitió a dicha Comisión la tramitación
de la adhesión de España a la OTAN.
El 8 de octubre la Comisión autorizó al
Gobierno a concluir la adhesión y el 27 de octubre se iniciaba el Debate
parlamentario sobre la OTAN, en un clima de movilización popular en contra. El
29 quedaba aprobado el dictamen emitido por la Comisión de Asuntos Exteriores
con los 186 votos a favor de UCD, Centro Democrático, Partido Nacionalista
Vasco, Convergencia i Unió y Unión del Pueblo Navarro; por los 146 en contra
del Partido Socialista Obrero Español, Partido Socialista Andaluz, Partido
Comunista de España, Euskadiko Ezkerra, Ezquerra Republicana de Catalunya,
Partido Aragonés Regionalista y Unión del Pueblo Canario quedaba autorizada la
adhesión con las siguientes condiciones:
No aceptar compromisos que implicasen el
almacenamiento o instalación de armas nucleares de la Alianza en nuestro país.
Obtener garantías para la defensa de
todo el territorio peninsular y extrapeninsular, la recuperación de la
soberanía sobre Gibraltar, el fortalecimiento de la soberanía y defensa sobre
toda España y la aceleración, de forma paralela, de la negociación política y
económica con la CEE.
Un mes después, el 26 de Noviembre, el
Pleno del Senado ratificó la decisión de la Cámara Baja por 106 votos a favor,
60 en contra y una abstención, dejando libre el camino para la presentación en
Bruselas de la petición de adhesión. Consecuentemente, el día 28 de noviembre,
el ministro de Asuntos Exteriores dirigió una carta al secretario general de la
OTAN, comunicándole que, en base a la autorización parlamentaria, España estaba
en disposición de recibir favorablemente la invitación para la adhesión al
Tratado del Atlántico Norte y se encontraba constitucionalmente autorizado para
depositar, llegado el momento, el correspondiente instrumento de adhesión.
El 2 de diciembre el embajador español
en Bruselas, Nuño Aguirre de Cárcer, entregó oficialmente al secretario general
Joseph Luns la solicitud de adhesión; el día 10 de diciembre se firmaba en
Bruselas, en reunión ministerial del Consejo Atlántico, el Protocolo de
Adhesión, iniciándose a partir de entonces el trámite de ratificación por los
parlamentos de los quince países miembros de la Alianza. España dedicó un
esfuerzo considerable para convertirse en el miembro número 16 de la OTAN con
la máxima rapidez posible, consiguiéndolo en apenas seis meses.
El 29 de mayo el secretario general de
la OTAN dirigía una carta al Gobierno español invitándole a adherirse a la
Alianza. Ese mismo día, la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de
Asuntos Exteriores emitió el famoso comunicado por el que se anunciaba la
entrega del instrumento de adhesión del Reino de España a la OTAN. El día 30,
en una maniobra de adelantamiento a los obstáculos que el PSOE quería poner a
la adhesión, el encargado de negocios en Washington Álvarez de Toledo, entregó
el documento de adhesión al vicesecretario norteamericano de Estado Walter
Stressel y España se convertía en el 16° miembro de la OTAN. Poco después la
bandera española era izada en el Cuartel General de la OTAN en Bruselas y los
ministros españoles de Defensa y Asuntos Exteriores participaron por primera
vez en una reunión del Consejo Atlántico.
El 7 de julio Javier Rupérez fue
nombrado nuevo embajador en la OTAN, y comenzó a preparar las conversaciones
preliminares para la integración de España en la OTAN. En dichas conversaciones
se trataron temas como: a) el espacio de amenazas y su percepción, b) estado de
preparación de las Fuerzas Armadas Españolas, c) asignación de fuerzas, y d)
participación española en la estructura de mandos.
Como hemos visto, el proceso hacia el
ingreso de España en la OTAN fue un camino repleto de obstáculos y trabas,
quizá premonitorio de lo que acontecería en el futuro con el acceso al gobierno
del PSOE. Vamos a analizar a continuación con respecto a este tema la postura
del PSOE, y de Felipe González en particular, hasta este momento como
introducción a una posterior descripción del proceso por el que, según autores
como Letrilliart, se produjo un cambio radical en los planteamientos
socialistas ante la integración en la OTAN en apenas diez años, desde un
rechazo categórico a una aceptación razonada.
2. El PSOE y el proceso de adhesión.
Los primeros posicionamientos del PSOE
en política de defensa tuvieron un fuerte carácter neutralista y
antiamericanista, como quedó reflejado en el XXVII Congreso del PSOE celebrado
en diciembre de 1976 y en el que se propugnó un modelo de neutralidad activa,
cuyos objetivos prioritarios eran el desmantelamiento de todas las bases
extranjeras en territorio español y el desmarque de la política de bloques
militares. Esta línea neutralista y de no alineación está igualmente presente
en el XXVIII Congreso, celebrado en el año 1979 y en el que Felipe González
asumió la secretaría general del partido.
Durante el año 1980, y a consecuencia de
los acercamientos del gobierno de UCD a la Alianza, la política del PSOE se
transformó claramente en antiOTAN. En marzo de 1980 González hizo pública a
nivel internacional su postura al defender en el Congreso de la Unión de
Partidos Socialistas de la Comunidad Europea la neutralización y
desnuclearización del Mediterráneo, algo completamente contradictorio con la
existencia del Tratado del Atlántico Norte.
En 1981, la posición del PSOE se fue
radicalizando conforme avanzaban los contactos y los acercamientos a la
Alianza. En febrero, durante el discurso de investidura del presidente Calvo
Sotelo, González como jefe de la oposición rechazó de lleno sus argumentos a
favor del ingreso en la Alianza, aduciendo que se trataba de una organización
que no se encontraba al servicio de los intereses occidentales sino de los de
Estados Unidos. En aquel discurso, González llegó a manifestar que "Si
algún día llegásemos al poder, propondríamos la salida de la Alianza Atlántica
si el procedimiento de entrada no es un referéndum mayoritario al pueblo
español". En julio la decisión de ingresar en la OTAN parece estar ya
tomada y arrecia la oposición socialista, buscando apoyo no sólo en la sociedad
española sino entre los partidos socialistas europeos. Con dicho fin se sucedieron
los actos públicos y las declaraciones en la prensa, como las que realizó
Felipe González al diario El País calificando el ingreso como "barbaridad
histórica" y "tremendo error", o las de Alfonso Guerra
manifestando a Diario 16 que "el eventual ingreso en la OTAN convertiría a
España en una Colonia de los Estados Unidos".
De esta manera, la decisión de Calvo
Sotelo de solicitar el ingreso en la Alianza supuso el inicio de un violento
debate nacional con indudables connotaciones electorales y que se reflejó en la
aparición de importantes movimientos y campañas antiOTAN. En este sentido,
según Portero, el Partido Socialista hizo del rechazo a la integración una
estrategia política para debilitar a la UCD y obtener la victoria en las
siguientes elecciones.
Esta estrategia, que se desarrolló bajo
el lema "OTAN, de entrada no", se cristalizó en movilizaciones
populares, como la celebrada a comienzos de julio en la Casa de Campo de Madrid
y que concentró a decenas de miles de personas en contra de la OTAN, o la
manifestación "Por la paz y el desarme" de 15 de noviembre en la que
participaron más de 250.000 personas. Se pusieron en marcha igualmente campañas
de recogida de firmas promovida por PSOE y PCE (con más de un millón de
firmantes). Y como estrategia de desgaste del Gobierno dio pronto sus frutos,
produciéndose una disminución paulatina del número de partidarios de la
adhesión, que pasó del 20 % en julio de 1981 al 13 % en septiembre.
El 3 de septiembre, un día después de
que la Mesa del Congreso acordó la admisión a trámite parlamentario de la
petición del Gobierno para la autorización de la adhesión, el PSOE presentó en
el Congreso de los Diputados una moción solicitando la convocatoria de un
referéndum. El 7 de octubre González iba un paso más lejos y se comprometía a
que, en caso de que el gobierno lograra el ingreso en la OTAN y de que el PSOE
ganara las siguientes elecciones, convocaría un referéndum aconsejando a la
ciudadanía el voto favorable a la salida. Encontramos por fin la primera
mención oficial al compromiso de celebrar un referéndum.
Durante la celebración en octubre de
1981 del Debate Parlamentario sobre la OTAN, los socialistas introdujeron dos
propuestas cuyo objeto era sin duda paralizar el ya irremediable proceso de
adhesión y que, sin embargo, no fructificaron: a) someter a consulta del
Tribunal Constitucional una posible contradicción entre el texto del Tratado y
la Constitución, y b) realización de un referéndum sobre el tema. Ante el
rechazo de estas propuestas, González manifestó al Congreso que el PSOE no se
responsabilizaría de la decisión que estaba a punto de tomarse, y que esta
responsabilidad sería sólo atribuible a los grupos que la apoyaban.
Consecuentemente con esta actitud, el Partido Socialista votó en contra de la
adhesión tanto en el Congreso como en el Senado.
El rechazo radical del Partido
Socialista a la adhesión a la OTAN se basaba en una serie de argumentos
recogidos posteriormente en las resoluciones de su XXIX Congreso en octubre de
1981. En primer lugar un sentimiento antiamericanista, consecuencia de la
imagen negativa que se tenía sobre la política exterior norteamericana
(imperialismo) y fomentada por el apoyo incondicional americano a la dictadura
del general Franco. Como señala Luis Yánez, la visión que se tenía de los
americanos no era la de paladines de la libertad y de la democracia. A esto
había que añadirle un cambio de opinión acerca de la guerra fría y el peligro
que la amenaza soviética suponía para España, cambio de opinión basado en un
análisis más crítico y real de los objetivos de la política soviética en
Europa.
En segundo lugar, se argumentaba que la
Alianza no tenía en cuenta los intereses españoles en Gibraltar ni asumía la
defensa de Ceuta y Melilla, en las que España tenía amenazas reales. Se aducía
con razón que el Norte de África, posible área de amenaza para España, no se
encontraba dentro del área de aplicación del Tratado de Washintong.
Se temía también que el ingreso de
España en la OTAN provocara un desequilibrio en el balance estratégico entre
los bloques militares, aumentando la tensión internacional. No hay que olvidar
a este respecto el aviso que la Unión Soviética había hecho al Gobierno español
el 7 de septiembre de 1981 al entregarle un memorando en que advertía que la
entrada de España en la OTAN provocaría un aumento de la tensión internacional,
reforzaría la política de bloques y animaría la carrera de armamento.
En último lugar, y relacionado con el
anterior, el ingreso en la OTAN convertiría a España en un objetivo potencial
para el Pacto de Varsovia, con el consiguiente aumento del riesgo de sufrir un
ataque nuclear.
Durante este Congreso se defendió
igualmente que la única forma aceptable para el ingreso en la OTAN sería la
decisión popular expresada a través de un referéndum consultivo, medida ésta
prevista en la Constitución para temas de especial trascendencia. González
volvía a comprometerse a la realización de un referéndum, en caso de que aún no
se hubiera celebrado, cuando el PSOE accediera al gobierno. Todas estas medidas
sobre la adhesión a la OTAN se complementaron con la elaboración de un
documento titulado "50 preguntas sobre la OTAN", que rebatía los
postulados adhesionistas del Gobierno de UCD, basándose en los inconvenientes
que supondría la incorporación a la Alianza:
La OTAN no es garantía de la
supervivencia de la democracia española, tal y como lo demostraba la presencia
en la Organización de regímenes totalitarios como Grecia y Turquía.
No garantizaba el ingreso en el Mercado
Común.
Incremento notable de los gastos
militares.
Imposibilidad de que España constituyera
una excepción en el proceso de nuclearización europea.
Inexistencia de conexión entre la
entrada en la OTAN y la devolución de la soberanía sobre Gibraltar.
Como podemos comprobar, el Partido Socialista
se iba complicando poco a poco la vida en el tema de la OTAN, comprometiéndose
a una no integración de la que luego tendría que dar marcha atrás a expensas de
importantes costes políticos. Pero la historia no termina aquí: aún nos queda
por analizar la campaña para las elecciones de 1982.
El PSOE y la campaña electoral de 1982.
Tras el ingreso en la OTAN, y durante la
campaña electoral de 1982 el PSOE contrajo dos compromisos: detener el proceso
de integración y convocar un referéndum. Esta postura, usada como arma
propagandística de gran efecto durante la campaña, era consecuente con las
directrices adoptadas por el partido en el XXIX Congreso y se materializó en la
presentación de numerosas propuestas y mociones cuyo objetivo era paralizar la
adhesión. Sin embargo, un análisis detallado del programa electoral del Partido
Socialista permite aventurar la hipótesis de que realmente se trató de dejar en
un segundo plano el tema de la Alianza. En efecto, el tema es presentado dentro
de un paquete de medidas en política exterior junto con objetivos como la
adhesión a la Comunidad Europea, el desarrollo de las relaciones
internacionales con los países de Iberoamérica y Mediterráneo, las relaciones
bilaterales con Estados Unidos, etc. La referencia al tema de la OTAN aparecía
en sexto lugar.
Este "olvido" por parte del
Partido Socialista tiene una explicación lógica a juicio de algunos autores:
según el entonces subsecretario del Ministerio de Educación Joaquín Arango el
PSOE había asumido ya que no sacaría a España de la OTAN, pues abandonar la
Alianza hubiera sido interpretado por el resto de Europa Occidental como un
falta de solidaridad, que hubiera afectado la credibilidad de la política
exterior española y perjudicado el ingreso de España en la CEE. Desde una
postura muy similar, Viñas argumenta que el PSOE había experimentado una
transformación en sus planteamientos en política de defensa a consecuencia de
las modificaciones producidas en el entorno geoestratégico en que había de
desarrollar su política internacional.
Desde este punto de vista, si la
permanencia en la Alianza era necesaria para la política exterior socialista,
podemos extraer dos conclusiones de gran importancia. En primer lugar, UCD y el
hasta entonces presidente Calvo-Sotelo le había hecho un gran favor al PSOE al
incorporar España a la OTAN. En segundo lugar, introducir la propuesta del
referéndum en el programa electoral supuso un grave error, opinión esta
compartida por los ex-ministros socialistas de Defensa Narcís Serra y de Exteriores
Fernando Morán y por Joaquín Arango. En este sentido, Morán ya había expresado
durante la campaña electoral sus dudas sobre la inclusión del tema del
referéndum como promesa electoral; mientras que Serra se mostraba menos
moderado y opinaba que hubiera sido mejor no prometer el referéndum. Desde otra
perspectiva, Arango, en base a las recomendaciones y conclusiones del grupo de
trabajo que había presidido sobre el golpe de estado de 23 de febrero de 1981,
desaconsejaba plantear la salida de la OTAN.
En cuanto a la actitud de otros partidos
políticos ante el tema de la OTAN en la campaña electoral de 1982, la Unión de
Centro Democrático, Alianza Popular y Centro Democrático y Social (el nuevo
partido de Suárez) mostraron una postura favorable a la integración en la
Alianza; por el contrario el Partido Comunista era partidario de la salida e
incluso fijó la fecha para la celebración de un referéndum consultivo.
3. El PSOE en el gobierno.
Tras la victoria en las elecciones
generales del 28 de octubre de 1882, el primer gobierno socialista –formado el
3 diciembre de 1982- se encontró con una indeseable herencia por parte de UCD.
Calvo-Sotelo había incorporado a España en la OTAN con la mayoría de la opinión
pública y de los partidos políticos en contra, y sin una definición clara y
precisa de la aportación española y de los términos de inserción en la OTAN.
El 8 de diciembre, en una reunión del
Consejo Atlántico celebrada en Bruselas, el ministro socialista de Asuntos
Exteriores Fernando Morán, anunció a los aliados la intención del nuevo
Gobierno de detener la integración de España en la organización militar
mientras se realizaba un análisis de los intereses estratégicos de España y se
celebraba un referéndum. Mientras tanto España permanecería en la Alianza con
la promesa de ser un aliado seguro y fiel. En opinión de Val Cid, en esta
postura subyacía un intento de sacar provecho político de la integración en la
Alianza, utilizándose como moneda de cambio para la integración en la CEE.
Esta postura inicial del Gobierno se
ajustaba al compromiso electoral del PSOE y a la voluntad de la sociedad
española. Sin embargo, existía una contradicción latente entre su vocación
europeísta y sus tendencias neutralistas, contradicción que se vio reflejada en
una estrategia política conocida como ambigüedad calculada y que se caracterizó
por la alternancia de declaraciones y actos a favor y en contra de la
integración militar. Así, mientras por un lado se decidía mantener la presencia
militar y diplomática en los comités de la OTAN, por otro se negaba a la
nuclearización del territorio español en el Convenio Bilateral con los EEUU.
Esta estrategia, que con mayor o menor
fortuna dio resultado en política exterior y en las relaciones con la Alianza,
causó no obstante enfrentamientos entre la base y la cúpula del partido y
disensiones dentro del Gobierno, ocasionadas por diversas corrientes de opinión
en cuanto al tema de la permanencia:
De una parte, el Vicepresidente Alfonso
Guerra, diplomáticos como Luis Yánez y ministros como José María Maravall,
Ernest Lluch o Javier Solana, estaban dispuestos a abandonar la OTAN y a
orientar la política exterior española hacia una línea más neutralista y de
cooperación con América Latina y el Tercer Mundo.
Por otro lado, el Ministro Defensa,
Narcís Serra, se mostraba partidario de la permanencia, en función de las
ventajas y posibilidades que ello suponía para la industria española y la
profesionalización de las Fuerzas Armadas. Idéntica postura adoptaba el
ministro de Economía, Miguel Boyer, que comprendía la contradicción entre una
política económica europeísta y otra defensiva de carácter neutral.
Por último, otros miembros del Gobierno
como el ministro Moran intentaron hallar una posición intermedia entre los
postulados ideológicos y los intereses de estado.
Lenta y hábilmente el Presidente
González fue desmarcándose de la posición inicial de su partido, llegando
incluso a manifestar a la prensa que no era antiOTAN, e incluso demostrándolo
con las manifestaciones de apoyo en 1983 en la República Federal Alemana al
despliegue de los misiles pershing II y cruise. Esta "huida hacia
delante" de Felipe González chocaba con la postura de parte del Gobierno,
como hemos señalado antes y se encontraría en la base de la tormenta interna
que sacudiría al partido años más tarde.
En 1983 el Ministerio de Asuntos
Exteriores elaboró un informe sobre la OTAN, boceto del famoso Decálogo de
política exterior que González presentó al Congreso de los Diputados un año más
tarde. Los puntos recogidos por este informe eran los siguientes:
Definición precisa de los criterios de
no integración en la estructura militar.
Declaración de no admisión,
establecimientos o tránsito de armamento nuclear.
Mantenimiento de las relaciones
bilaterales con Estados Unidos, pero con reducción, mediante acuerdo, de la
presencia militar en España.
Declaración a favor de la paz, la
distensión y del desarme controlado y verificable.
En 1984, se produjo el definitivo giro
atlantista en las manifestaciones de González y del resto de los miembros del
Gabinete Socialista. Se sucedieron las declaraciones favorables en TVE y los
viajes al extranjero, se puso énfasis en la relación entre la permanencia en la
OTAN y la integración en la Comunidad Europea, hasta tal punto que el Ministro
de Defensa Serra declaró su confianza en la no celebración del referéndum.
Incluso alguien tan opuesto a la Alianza como Alfonso Guerra cambió de opinión
y comenzó a apoyar la permanencia. Tras este giro político se encontraba el
intento del Gobierno de aprovechar las ventajas que la Alianza ofrecía a los
intereses españoles y al proyecto socialista.
Los días 23 a 25 de octubre de 1984 se
celebró el Debate sobre el Estado de la Nación, en el que se puso de manifiesto
el cambio de actitud del Gobierno en el tema de la OTAN. Felipe González expuso
su famoso "Decálogo" sobre la política de paz y seguridad, compuesto
por los siguientes diez puntos encaminados a la búsqueda del consenso en
política exterior:
Continuidad en la OTAN.
No integración en la estructura militar.
Reducción de la presencia norteamericana
en España.
No nuclearización.
No exclusión de la firma del Tratado de
NO proliferación Nuclear.
Voluntad de participación en la Unión
Europea Occidental.
Recuperación de Gibraltar.
Candidatura al comité de desarme de la
ONU.
Desarrollo de convenios bilaterales de
cooperación defensiva con otros países de la Europa occidental.
Plan estratégico conjunto.
En su intervención parlamentaria,
González expuso las líneas maestras de su política en relación con la Alianza:
permanencia vinculada al ingreso en la CEE y a la disminución de la presencia
estratégica en España. Propuso igualmente el presidente del Gobierno la
celebración de un debate parlamentario sobre el tema con vistas a la
consecución de un consenso y la comunicación a la opinión pública de una amplia
información que les permitiera decidirse sobre la permanencia de España en la
OTAN. Finalmente anunció la celebración de un referéndum sobre la cuestión para
principios de 1986.
Decidida y clarificada definitivamente
su actitud con respecto a la OTAN, González se dedicó hábil y eficazmente a la
búsqueda de apoyo para sus tesis, y ningún sitio mejor para ello que el XXX
Congreso del PSOE celebrado en diciembre de 1984. Allí defendió la permanencia
en la OTAN aludiendo a argumentos tan variados como la memoria histórica del
partido que en 1949 había valorado positivamente la creación del Pacto
Atlántico, o la crítica al romanticismo e idealismo de la izquierda socialista
por su actitud neutralista. De la misma manera, en las conclusiones del
Congreso se aportaron una serie de argumentos en apoyo de la permanencia:
No comprometer el proyecto global de
construcción europea en el resto de sus ámbitos (político, económico, etc.).
No poner en entre dicho nuestra credibilidad
exterior.
La salida de la OTAN provocaría una
alteración de los equilibrios establecidos y la fragilidad política de la
Alianza.
Evidentemente, esta toma de posición fue
apoyada por el Departamento de Estado norteamericano y los países miembros de la
OTAN, que acogieron estas medidas con euforia. Sin embargo, durante el año 1985
se produjeron varios hechos que transformaron esta euforia en preocupación. Por
un lado se recibieron presiones tanto desde los Estados Unidos como desde el
Congreso de la Unión Europea Democristiana. Por otro lado, en España el PCE
encabezó una fuerte movilización popular contra la OTAN mediante
manifestaciones, declaraciones y actuaciones de las mesas por el referéndum.
Estas presiones, tanto exteriores como
interiores, volvieron a originar tensiones en el seno del Gobierno que
desembocaron en la destitución de Fernando Moran y su sustitución en la cartera
de Exteriores por Fernández Ordóñez, de vocación mucho más atlantista que su
predecesor. Esta medida, bien recibida por los países de la OTAN supuso una
consolidación de la figura de González al frente de la diplomacia española.
4. La campaña del referéndum de la
OTAN.
En abril de 1985, y acosado por las
presiones externas e internas, González fijó el mes de marzo de 1986 como fecha
probable para la celebración del referéndum, aunque sin aclarar su carácter
vinculante o consultivo. A partir de ese momento se desató una intensa
precampaña que enrareció el ambiente político del país, con la multiplicación
de artículos de opinión desde todos los ámbitos de la sociedad española e
incluso la denuncia de maniobras para impedir la celebración del referéndum.
El día 2 de noviembre de 1985, es decir
cinco meses antes del referéndum, El País publicó un sondeo de Sofemasa que
mostraba claramente la actitud de los españoles en cuanto a la celebración del
referéndum (un 63% de los españoles deseaban el referéndum), y debió causar
gran preocupación en el Gobierno en general y en Felipe González en particular:
el 46 % de los encuestados era partidario de la salida, por sólo un 19 % de la
permanencia mientras que el porcentaje de indecisos se elevaba al 35 %.
El riesgo de derrota era alto, y el
Gobierno se movilizó de cara a la campaña electoral. Como dice irónicamente
Aguirre de aquel momento de nuestra historia, "El PSOE, utilizando todos
los argumentos –desde las supuestas ventajas tecnológicas hasta la llegada del
Pato Donald- tiene sobre sus espaldas la carga de convencer a la opinión
pública y cambiar su orientación. Una tarea poco sencilla para un partido que
llegó al poder enarbolando la bandera anti-OTAN".
Dicha tarea se realizó tanto a nivel
institucional como personal. A nivel institucional se tomaron dos medidas de
gran importancia. En primer lugar el PSOE elaboró un documento titulado
"Propuesta de una política de paz y seguridad", en el que se optaba
por la permanencia bajo una serie de condiciones como la no incorporación a la
estructura militar, prohibición de instalación, almacenamiento o paso de
armamento nuclear por nuestro territorio y reducción de la presencia
norteamericana. Por otra parte, y en conexión con lo anterior, a finales de año
comenzaba la segunda ronda de negociaciones con los Estados Unidos para la
reducción de la presencia militar en España.
A nivel personal, destacó el papel de
González, que aumentó notablemente su número de apariciones en los medios de
comunicación. Como muestra de su estrategia, valgan las declaraciones que
realizó a El país el 17 de noviembre de 1985 y que citamos por su importancia
en contraste con la postura que había defendido hacía apenas cuatro años:
"Creo que los intereses de España
se defienden mejor permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior valoración
sobre la Alianza y sobre su funcionamiento no era correcta (...) En la Alianza,
de verdad, están los países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular
del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de democracia, de libertades y
de respeto a los derechos humanos y mayor nivel de paz".
Esta chocante sinceridad del Presidente,
en tanto que reconocimiento de sus errores, tendría influencia en el cambio de
opinión de gran parte de la sociedad española. Así, declarada públicamente su
postura ante la opinión española, González concentró su discurso en tres
aspectos convincentes para su electorado:
El cumplimiento del compromiso del
referéndum.
Las consecuencias negativas que para el
Gobierno tendría un resultado negativo.
Las consecuencias negativas de la salida
de la Alianza a nivel internacional: el aislamiento respecto del mundo
occidental, el retraso tecnológico, los riesgos impredecibles de una actitud
contraria a los bloque militares, o el desprestigio internacional.
Como resultado de los esfuerzos del
Gobierno se produjo un giro en la opinión de buena parte de los españoles, giro
recogido en una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociales
(CIS) en febrero y que mostraba una notable división de la opinión pública (32
% a favor de la permanencia, 32 % en contra y 36 % que no contestaban). Esta
división a nivel popular, también se reflejaba entre las distintas fuerzas
políticas, como se puso de relieve en el Debate sobre la Política de Paz y
Seguridad, celebrado los días 4 y 5 de febrero de 1986 y en el que la oposición
rehusó, por distintos motivos, apoyar al Gobierno.
El 7 de febrero de 1986 se publica en el
Boletín Oficial del Estado el Real Decreto 214/1986, por el que se somete a
referéndum de la nación la decisión política del Gobierno en relación con la
Alianza Atlántica.
Resumiendo la postura del Gobierno, se
propuso a la opinión pública española que se pronuncie favorablemente a la
permanencia en la Alianza y se acuerda que dicha permanencia se establezca en
los siguientes términos:
No incorporación a la estructura militar
integrada.
Prohibición de instalar, almacenar o
introducir armamento nuclear en territorio español.
Reducción progresiva de la presencia
militar norteamericana en España.
La pregunta del referéndum quedó
formulada de la siguiente manera: "¿Considera conveniente para España
permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de
la Nación?".
5. Opiniones sobre el referéndum.
Un mes antes del referéndum el clima
público y político del país se caracterizaba por la confrontación y la
diversidad de opiniones. En este sentido, una vez descrita la actitud del
Gobierno, vamos a analizar las posturas y reacciones de diversos grupos e
instituciones ante la campaña del referéndum, haciendo referencia a los grupos
y partidos políticos, los medios de comunicación, la Iglesia y también a las
reacciones que provocó en la misma OTAN. Por último, analizaremos la reacción
de la sociedad española, lo que nos servirá para explicar los, cuando menos
sorprendentes, resultados finales del referéndum.
Las organizaciones antiOTAN.
La postura contraria a la permanencia en
la OTAN estuvo capitaneada la Plataforma Cívica para la Salida de la OTAN y la
Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP). La postura de las
organizaciones antiOTAN se resumen perfectamente en un manifiesto que la CEOP
publicó como alternativa al Decálogo de González cuyos principales puntos eran:
La presencia en la OTAN aumenta el
peligro de guerra, reforzando los bloques militares.
Aumenta el peligro de instalación de
armamento nuclear en España.
Restringe la capacidad de maniobra de
España en asuntos internacionales, especialmente en el Tercer Mundo.
Favorece la industria armamentística en
detrimento de otras más necesarias.
Incrementa los gastos militares.
Las fuerzas políticas.
Entre los partidos políticos hubo
diversidad de opiniones y posturas, algunas sorprendentes. Obviaremos en este
apartado la evolución de la actitud del Partido Socialista Obrero Español y de
la Unión de Centro Democrático por haber sido abordada ya en este trabajo,
centrándonos en los otros dos partidos mayoritarios en España, a saber Partido
Comunista de España y Alianza Popular (mas tarde, Coalición Popular).
La postura del Partido Comunista (PCE)
ha sido siempre claramente antiatlantista, fijándose como metas en política
exterior el no alineamiento en bloques militares, el impulso al ingreso en la
CEE y el fomento de las relaciones internacionales con el Mediterráneo, el
Mundo Árabe y América Latina. Así, ya en la campaña electoral de 1982 se fijó
como objetivo básico la convocatoria del referéndum en el plazo de seis meses,
junto con otras medidas complementarias como la congelación de las
negociaciones para aclarar la situación española en la Organización, la
declaración de España como territorio desnuclearizado, la recuperación de la
soberanía gibraltareña y la no renovación del Tratado con Estados Unidos.
En 1986, y de cara al referéndum de la
OTAN, el Partido Comunista adoptó una postura radicalmente contraria a la
permanencia, participando activamente en las movilizaciones de la sociedad
española en base a argumentos rescatados de la anterior campaña: denuncia de la
política de bloques y del imperialismo yanqui, el aumento del riesgo de guerra
y de crisis nucleares en nuestro territorio, la carrera de armamento y sus
elevados costes económicos, etc. En este sentido presentó un documento llamado
"La paz es posible. Una propuesta de política exterior y de defensa fuera
de la OTAN", que propugnaba una alternativa de Defensa Neutral Integrada
dentro de un marco global de neutralidad en política exterior.
Por su parte, Alianza Popular (AP)
siempre había hecho gala de una vocación claramente atlantista. En su programa
electoral de 1979, Alianza Popular reclamaba un debate inmediato con el fin de
conseguir una inmediata integración en la OTAN como medio de sustituir la
relación bilateral existente con los Estados Unidos a la que consideraban
impopular. La integración en la Alianza se justificó entonces en base a dos
tipos de argumentos. Por un lado argumentos de carácter universal o abstracto
como el rechazo del neutralismo y del no alineamiento por ser una opción cara y
utópica, la necesidad de pertenencia de España al mundo occidental, y las
ventajas de una relación multilateral con la OTAN. Por otro lado se esgrimieron
argumentos de carácter más particular o concreto y relacionados con la política
interior, entre los que destacaban la mejora y modernización de la Fuerzas
Armadas, garantías para una mejor defensa del sistema democrático español,
garantías de supervivencia en caso de ataque de la fuerzas del Pacto de
Varsovia, posibilidades de resolver el contencioso sobre Gibraltar, y
beneficios económicos, científicos, sociales, industriales y tecnológicos.
A partir de 1982, AP es partidaria de la
integración completa en la Estructura Militar de la Alianza, dejando en segundo
lugar en orden de prioridad la adhesión a la CEE y la resolución del conflicto
de Gibraltar.
El 11 de diciembre de 1985, a pocos
meses del referéndum y ya como Coalición Popular (CP), tras unirse con el
Partido Demócrata Popular y el Partido Liberal, esta intención de conseguir la
integración total se concreta en una Declaración Conjunta en la que se solicita
la cancelación del referéndum aduciendo los intereses partidistas del gobierno
del PSOE y las consecuencias negativas para el sistema político español. Se
anunciaba que en caso de celebrarse la consulta no participaría en la misma.
Contrariado por las condiciones de la
permanencia y por la convocatoria del referéndum, Coalición Popular adoptó una
postura abstencionista, recomendando la abstención a sus votantes en una clara
intención de perjudicar y castigar al Gobierno, privándole así de un número de
votantes importante. Esta actitud fue no sólo poco comprendida por los
socialistas, sino ampliamente criticada por sus votantes, los conservadores
europeos y representantes de los países miembros de la Alianza.
En último lugar, entre los partidos
nacionalistas, proatlantista de tradición, predominó la ambigüedad e
indefinición. Convergéncia i Unió había presentado en diciembre de 1985 ante el
Parlamento una moción a favor de la permanencia de España en la OAN; sin
embargo de cara al referéndum dio libertad de voto a sus electores. Por su
parte, en el Partido Nacionalista Vasco hubo posturas contrarias como la de Xabier
Arzalluz (favorable al sí) y la de Carlos Garaikoetxea (partidario del no).
Los medios de comunicación.
Dada la influencia de los medios de
comunicación en la opinión pública nos vamos a detener brevemente en este
apartado, analizando la postura de los diferentes medios acerca de tres hechos:
Las consecuencias políticas del
referéndum.
La adecuación de la convocatoria del
referéndum.
La postura a tomar.
En cuanto a las consecuencias del
referéndum existía una opinión generalizada por parte de todos los medios en
las repercusiones negativas que tendría para algunas figuras políticas como el
Presidente del Gobierno, a causa de sus contradicciones y vaivenes políticos en
el tema de la OTAN; pero también en el Presidente de Coalición Popular Manuel
Fraga, por su postura abstencionista calificada por la opinión pública como
voto de castigo al Gobierno y de poco solidaria por los países miembros de la
Alianza.
Ante el hecho de la convocatoria del
referéndum se pueden distinguir tres actitudes diferenciadas. La clara mayoría
de los medios de comunicación, encabezados por los diarios ABC, Ya, La
Vanguardia y Diario 16, se mostraron abiertamente en contra. La cadena SER
también se manifestó en este sentido aunque más discreta y subliminalmente.
Otros diarios mantuvieron una postura ambigua, como El Periódico de Barcelona
que lo calificaba de acierto moral, pero de error político. Por último, una
minoría se mostró a favor de la celebración del referéndum. En este sentido se
manifestaron el diario El País y algunos columnista de la cadena Zeta.
Acerca de la postura a tomar ante el
referéndum se produjo una mayor diversidad, pero también algunas coincidencias
sorprendentes. La Vanguardia, que había desaconsejado en un principio la
celebración del referéndum y mostrado su disgusto por la convocatoria, dio un
giro radical y solicitó encarecidamente el voto afirmativo. Por su parte, El
País pasó de una actitud neutra ante este tema a adoptar una posición favorable
al sí, afirmando que el voto negativo podría suscitar tensiones
institucionales. El diario ABC y la revista Época defendieron la abstención, en
tanto que los diarios El Periódico y Ya mantuvieron una postura ambigua o
intermedia, aunque de distinta forma. Así Ya pareció inclinarse por el voto
afirmativo, aunque hizo un llamamiento a la reflexión sobre el sentido del voto
en base a las consecuencias del referéndum. El Periódico mostró una actitud más
neutra, exponiendo las razones para el sí y para el no, sin pronunciarse salvo
en el carácter vinculante del referéndum. Por último, y evidentemente por
distintas motivaciones, diarios tan opuestos como El Alcázar y Mundo Obrero
defendieron denodadamente el no.
La Iglesia.
En cuanto a la Iglesia manifestó sus
reparos al referéndum en un comunicado de la Conferencia Episcopal Española. La
Iglesia aludía en este sentido a la complejidad que la formulación de la
pregunta representaría para muchos españoles, así como a las interpretaciones y
valoraciones que el Gobierno pudiera hacer de los resultados y que calificó de dudosas.
Los países aliados.
Podemos decir que la reacción de los
países aliados ante la convocatoria del referéndum no fue demasiado airada, por
ser una medida esperada y que la diplomacia española había dejado clara durante
los cuatro años que España llevaba como miembro de la Alianza. Sin embargo, la
actitud del Gobierno español al plantear las condiciones de la permanencia creó
una imagen de falta de solidaridad en los aliados. Por un lado, la no
integración podía suponer para la OTAN que el precedente de Francia de
convirtiera en una generalización y alentara a otros miembros a actuar de la
misma manera. Por otro, la negativa española al almacenamiento, instalación y
sobretodo introducción de armamento nuclear en su territorio era claramente
contradictoria con la estrategia de disuasión nuclear de la OTAN. Por último,
la reducción de la presencia norteamericana en España iba en contra de la
estrategia global de los Estados Unidos en Europa y obligaba a otras naciones a
aumentar su aportación a la defensa colectiva.
La opinión pública.
Partiendo de la afirmación de que los
españoles tradicionalmente hemos mostrado escaso interés en los temas de
política exterior y una percepción de los riesgos y necesidades de seguridad
distinta de los demás países europeos, lo que sí es cierto es que se produjo un
notable cambio de opinión en el tema de la OTAN que condujo a la victoria final
del si en las elecciones del 12 de marzo de 1986.
Relacionados con la adhesión/permanencia
en la OTAN es necesario analizar una serie de elementos que han caracterizado
la percepción social del tema. En primer lugar la reminiscencia del
aislacionismo de la Dictadura ha influido sin duda en el escaso interés que las
cuestiones de seguridad exterior despiertan entre los españoles. En segundo
lugar, existía una percepción de la amenaza soviética distinta de la de los
demás miembros de la Alianza basada en la idea de que más que una realidad se
trataba de propaganda del régimen de Franco. En tercer lugar la antipatía que
gran parte de los españoles sentían por sus Fuerzas Armadas, a la que acusaban
de defensoras de la dictadura y entorpecedoras del proceso democrático. Otro
aspecto a destacar es nuestra fuerte vocación latinoamericana y árabe que llevó
a desarrollar una sensibilidad histórica ante los problemas de estas regiones y
un énfasis en las relaciones internacionales con ellas. Por último, el claro
sentimiento norteamericano que tuvo su origen en la Guerra de 1898 y que se
avivó con el apoyo mostrado por este país a la dictadura del General Franco. En
palabras de Luis Yánez "Para los españoles (...) los norteamericanos eran
sinónimos de defensores y apuntaladores de la dictadura (...) era difícil
presentar a los Estados Unidos como paladín de la libertad y como amigo de
España, y al ser el líder hegemónico de la OTAN, tampoco esta organización
podía aspirar a tener buena imagen entre nosotros".
Todos estos elementos planearon sobre el
proceso de adhesión y permanencia en la OTAN. Valga como ejemplo de ello los
siguientes datos: según encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas el
número de españoles que se mostraban poco o nada partidarios del ingreso en la
OTAN en octubre de 1978 rondaba el 15 %, el 26 % en julio de 1979, el 30 % en
julio de 1981 y el 43 % en septiembre de ese mismo año. Y a pesar de ello, se
produjo finalmente ese cambio de opinión que antes hemos mencionado.
Intentaremos responder en este apartado al porqué de ese giro radical en la
opinión española.
El debate nacional que se produjo en
verano de 1981 cuando el gobierno de UCD decidió formalmente la adhesión a la
Alianza, así como la campaña electoral de 1982 habían avivado el sentimiento
antiOTAN de la sociedad española, consecuencia de los factores que hemos
mencionado con anterioridad. Así, en septiembre de 1981 el número de
partidarios de la adhesión alcanzaba las cotas más bajas, apenas un 13 % de la
población.
Sin embargo, durante el gobierno del
PSOE la opción atlantista fue recuperando gradualmente respaldo popular,
animada por la presión gubernamental y por el ingreso en la CEE. A pesar de lo
anterior, cinco meses antes del referéndum, el 46 % de los españoles eran
partidarios de la no permanencia en la OTAN. ¿A que se debió entonces el
triunfo mayoritario del sí el 12 de marzo de 1986? A este respecto se han
señalado diversas causas:
El apoyo recibido por un buen número de
votantes de Coalición Popular que contravinieron las recomendaciones
(abstención) del partido.
Ciertos sectores de la izquierda
partidarios del no percibieron que una derrota en el referéndum hubiera dañado
políticamente al PSOE y supuesto la posibilidad de una derrota posterior en las
elecciones generales y, consiguientemente, de un gobierno conservador plagado
de figuras procedentes del franquismo.
El efecto de los sondeos, que pronosticaban
un triunfo insalvable del no, y que forzó a un número considerable de votantes
que no pensaban votar a acudir a las urnas, cambiando crucialmente el sentido
del voto.
La influencia de los medios de
comunicación. En este sentido los partidos de la oposición denunciaron la
actitud de TVE a favor del sí, acusándola de oficialista y de haber manipulado
sin disimulo la campaña.
El esfuerzo personal de Felipe González,
multiplicando sus apariciones públicas, y la habilidad de su discurso centrado
en las consecuencias de una victoria del no, tanto para el Gobierno como para
la política exterior española.
6. Epílogo.
El día 12 de marzo se celebró la
consulta, obteniéndose contra todos los pronósticos, los siguientes resultados:
sobre un número total de 29.025.494 electores, se contabilizaron 17.246.458
(59,42 %) de votos emitidos: 9.054.509 votos a favor (52,49 %), 6.872.421 votos
en contra, 1.127.673 votos en blanco (6,53 %) y 191.855 votos nulos (1,11 %).
A partir de ese momento, el Gobierno
inició un proceso a través del que se fue concretando el modelo de
participación español en la Alianza, que se resume en cumplir las condiciones
fijadas por el Gobierno para la adhesión y refrendadas en el referéndum,
añadiéndole la reivindicación de la soberanía de Gibraltar. Ello no fue óbice
para que, ocho días después de celebrada la consulta, España pasara a formar
parte como miembro pleno del Grupo de Planes Nucleares y en mayo suscribiera
por vez primera los Comunicados del Comité de Planes de Defensa y del Consejo
Atlántico.
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Autor: Juan A. Martínez Sánchez.
Licenciado en psicología.
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