Un empresario
en apuros, un precio irrisorio y dos historiadores compinchados con la Guardia
Civil.
LA RAZÓN reconstruye, a través de sus protagonistas, cómo se
rescataron los papeles perdidos de «Don Niceto».13 Diciembre 08 - Madrid - E.
Villar.
El mensaje llegó una tarde otoño al correo electrónico de la
secretaria de César Vidal, director del programa «La Linterna» de la Cope.
Las palabras clave que evitaron que acabara directamente en
la carpeta de archivos eliminados eran tres: «vendo», «memorias» y
«Alcalá-Zamora».
Suficientes, en cualquier caso, como para justificar un mail
de vuelta: pruebas. Quiero pruebas.
Y un tercer correo de regreso: aquí van, Don César. El
mensaje incluía un archivo adjunto con las fotografías caseras de algunos
documentos escritos, de su puño y letra, por el ex presidente de la República.
No hace falta más. La «Operación León» ya está en marcha.
Primero, los protagonistas de esta historia: una bolsa de
cuero dejada en herencia, un empresario en apuros, una casa rural en Soria, un
doble ex (ex marido de una ex ministra), un historiador de paisano, un guardia
civil sin uniforme, un céntrico bar de Valencia de aire clasicón y ambiente
agradable y uno de los mayores tesoros perdidos de nuestra Historia.
Ahora, el resultado: el Grupo de Patrimonio Histórico de la
Guardia Civil ha recuperado 1.200 documentos del ex jefe del Estado Niceto
Alcalá-Zamora robados en 1937, entre los que se encuentran desde sus memorias
manuscritas -que después tuvo que reescribir en el exilio- hasta su dietario y
cientos de cartas e informes, pasando incluso por algunos de los pedazos más
dolorosos de su intimidad, como la factura que le cobró la Funeraria de la
calle Desengaño de Madrid por el entierro de su esposa, así como la carta de
pésame que le envió Unamuno.
Y por último, los actores.
Hay vendedor.
Y presunto comprador.
Sólo falta la tarifa. Es caviar histórico, y del bueno, a
precio de ganga: 60.000 euros por los 1.200 documentos. Es decir: apenas un
billete de 50 por cada pedazo de la memoria histórica de Don Niceto, para los
suyos, «el Botas», para los de enfrente.
Parece obvio que el dueño de los papeles no sólo eligió mal
el precio, sino al comprador.
Ni Vidal ni el también historiador Jorge Fernández-Coppel,
autor de la reciente biografía sobre Queipo de Llano y a quien el director de
«La Linterna» pidió su colaboración, dudaron un momento en qué es lo que tenían
que hacer.
«Lo primero que hice fue avisar a la Guardia Civil. Pero si
llegan a dar con alguien sin escrúpulos habría comprado el material y se habría
hecho de oro», afirma.
¿Cuánto vale, realmente, la memoria de Alcalá-Zamora? «Una
editorial grande nos habría dado, fácil, fácil, el doble o el triple de lo que
nos pedían sólo como anticipo-explica Vidal-. Además, si regateamos se lo
habríamos sacado al dueño por menos de 60.000». Y esto tirando por lo bajo. El
Plan B o el Plan C habrían sido aún más lucrativos: «Un coleccionista privado o
una universidad americana nos habrían dado diez veces su precio. Y yo sería
ahora "deshipotecado" para siempre».
Asalto a la caja fuerte.
Los antecedentes de esta rocambolesca historia son
conocidos. En la primavera de 1937, un grupo de incontrolados desvalija las
cajas de seguridad de la oficina del banco Credit Lyonnais de Madrid y se lleva
los recuerdos personales del ya ex presidente Alcalá-Zamora, de exilio
voluntario de España.
Los autores intelectuales, diríamos ahora, fueron Manuel
Azaña y Santiago Carrillo, según la propia acusación de Don Niceto. Los materiales
jamás se supo, ni tampoco el peregrinar de un maletín que parecía habérselo
tragado la tierra. Pero tenía dueño, un arquitecto por aquel entonces
veinteañero que se llevó a la tumba el secreto de cómo lo consiguió.
Es precisamente su muerte, a finales de los años setenta y
en accidente de tráfico, lo que devuelve a la vida los papeles perdidos de
Alcalá-Zamora. La maleta de cuero queda incluida en el reparto de la herencia y
le cae en suerte a uno de los hijos, el empresario de esta historia, sin que ni
siquiera -según su testimonio- sepa cuál es su contenido. No hay, por el
momento, prisa por airear los papeles. El negocio va bien y el industrial abre
un hotel rural en Burgo de Osma. Será aquí donde salte la primera liebre.
Acuciado por el fin de mes y por alguna que otra inversión que se tuerce, el
empresario comienza a ofrecer el valioso material a sus clientes, entre los que
se encuentra, según fuentes de la investigación, el ex marido de una ex
ministra del primer Gobierno de Zapatero. Será él quien ponga sobre la pista.
El agente de paisano La siguiente estación es ese correo electrónico, uno más
de aquella tarde de otoño, recibido en uno de tantos ordenadores de la Cadena
Cope.
«Jorge, echa un vistazo a ésto. ¿Qué te parece?», le espeta
César Vidal a Fernández-Coppel, mientras recurre a una de sus aficiones, la
grafología, para contrastar el texto del ex jefe del Estado que le envían por
correo con los documentos que tiene en casa.
La conclusión es que nadie miente: es la letra de Don
Niceto. Veamos. El plan es el siguiente. Vidal comunica al vendedor que acepta
reunirse con él, pero le dice que en su lugar enviará a un colaborador suyo,
sin mencionarle que es Fernández-Coppel, versado en la Segunda República. Con
él irá un agente de la Guardia Civil de paisano para preparar el terreno. El
resultado deja estupefacto a Coppel. «Ni la maleta de José Antonio ni los
cuadernos de Azaña -sentencia Vidal-. Creo que no se ha encontrado una
documentación más valiosa que ésta». La cita definitiva se produce en la
cafetería Rodrigo de Valencia, un acogedor local a unos 200 metros del
Ayuntamiento. No hay negocio, sin embargo.
A la salida del bar, los agentes de la Benemérita detienen
al vendedor y se inacutan del material.
Fin de la historia.
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